NO CREO EN BRUJAS
Sin embargo, la creencia en la magia era todavía tan frecuente en el siglo XIV que el Concilio de Chartres ordenó que se pronunciara un anatema contra los hechiceros cada domingo en cada iglesia de la cristiandad.
La Iglesia puso todo su empeño en persuadir a la sociedad de que las mujeres tenían una inclinación natural hacia la maldad, la brujería y la adoración al diablo. Invirtiendo su política de negar la existencia de las brujas, en el siglo XIII la Iglesia comenzó a presentar a la bruja como una esclava del diablo. El objetivo era hacer desaparecer de una vez por todas la imagen que tenían en la antigua tradición pagana, que consideraba a la bruja como curanderas benévolas, maestras o mujeres sabias que de una manera u otra tenían acceso al poder divino. Por el contrario, el nuevo dogma las dibujaba como agentes satánicos de primer orden. La Iglesia comenzó a autorizar las representaciones pictóricas del diablo durante los siglos XII y XIII. Las primeras imágenes de una bruja montando a lomos de una escoba aparecieron en 1280. El arte del siglo XIII también representó el pacto con el diablo, a demonios raptando a niños o recibiéndolos de manos de sus padres en pago de algún favor. La Iglesia solía describir a las brujas con las mismas imágenes con las que con frecuencia caracterizaba a los herejes: “Una pequeña sociedad clandestina ocupada en prácticas antihumanas, incluyendo el infanticidio, incesto, canibalismo, bestialidad y sexo orgiástico…”
Esta es quizá la representación más clásica del baphomet o supuesto diablo templario, el macho cabrío, rodeado de su simbología esotérica y demoníaca.
La Iglesia desarrolló el concepto de adoración al diablo como una inversión asombrosamente simplista de los ritos y prácticas cristianos. Mientras que Dios impuso la ley divina, el diablo exigió la adhesión a un pacto. Donde el cristiano mostraba la reverencia a Dios arrodillándose, las brujas brindaban homenaje al diablo permaneciendo de pie. Los sacramentos en la Iglesia católica eran cruelmente parodiados en la iglesia del diablo. La comunión era escarnecida durante la Misa Negra. Los rezos cristianos podrían ser utilizados para hacer el mal si eran recitados de forma inversa. El pan de la eucaristía fue imitado en el servicio del diablo por un nabo o elementos aún más imaginativos. El carácter bautismal de los misterios era suplido por la señal del diablo, impresionada sobre el cuerpo de la bruja por la uña de la mano izquierda del demonio. La adoración al Diablo era una simple parodia del cristianismo. Nada más alejado de la realidad, ya que el concepto mismo del diablo era exclusivo del monoteísmo y no tenía ninguna importancia dentro de las creencias y tradiciones paganas.
En algunos coros góticos es fácil toparse de bruces con los miedos de aquellos constructores de siglos pasados, cuya intención era la de mostrar la “cruel realidad” a los fieles.
La adoración al diablo no era una simple pardoia del cristianismo. Los rezos cristianos si eran recitados en forma inversa podía utilizarse para hacer el mal. En el acto bautismal la señal del diablo era impresa en el cuerpo de la bruja por la uña de la mano izquierda del demonio.
La Iglesia también proyectó su propio marco jerárquico en la brujería que inventaba para aterrorizar a propios y extraños. La iglesia del diablo debía estar organizada de tal manera que sus dignatarios pudieran ascender a puestos como el de obispo, tal y como sucedía en la Iglesia católica. El estudioso Julio Caro Baroja explicaba cómo llegó a hacerse popular la presunta existencia de “iglesias” en las que se rendía culto al diablo con altares, música y diablos menores engalanados como santos. Los dignatarios se dividían en obispos, diáconos, subdiáconos y sacerdotes, que eran los encargados de la celebración de la misa negra. Las velas y el incienso eran usados durante el servicio y los presentes eran rociados con agua “maldita”. Había un ofertorio, un sermón, una bendición sobre los equivalentes del pan y el vino. Para que nada faltase, había hasta falsos mártires.
En los ritos satánicos el fuego, la noche, los cuerpos desnudos son elementos indiscutibles para satisfacer al maligno.