ÍNDICE

Prefacio

Capítulo 1. Magia negra

Capítulo 2. Los curas de Satán

Capítulo 3. Fuego infernal

Capítulo 4. Primeros pactos

Capítulo 5. Los Papas de Satán

Capítulo 6. Fausto

Capítulo 7. Magia sexual

Capítulo 8. El diablo

Capítulo 9. Sacrificios de sangre

Capítulo 10. El pacto

Capítulo 11. Sectas satánicas

Epílogo

Bibliografía

Prefacio

Escribir un libro como este en el mundo de comienzos del siglo XXI, dominado por la dictadura de lo “políticamente correcto”, es una provocación. Hablar de las relaciones del hombre con el Maligno, con el gran tentador, siempre ha sido nadar contra corriente, aunque ha atraído tanto o más como ha sido rechazado. La fascinación del hombre hacia el mal es uno de los más antiguos compañeros de viaje de la humanidad. Sería muy simple volcar en nuestro trabajo los mismos arquetipos manidos y chauvinistas que generalmente se han manejado respecto a este tema. Sin embargo, pretendemos ir un poco más allá y vamos a intentar analizar la relación del hombre con los conceptos del bien y del mal como una lucha desesperada del ser humano por encontrar su puesto en un Universo que a duras penas alcanza a comprender.

La existencia de los pactos con el Diablo a lo largo de la Historia nos llevará a adentrarnos en extrañas disquisiciones filosóficas sobre la naturaleza de Dios, el libre albedrío, el bien y el mal, el sufrimiento o el alma como un atributo susceptible de ser vendido a cambio de algo. Esto último no debería sorprendernos demasiado, pues el hombre casi siempre termina siendo, de una manera u otra, una propiedad que se vende o se alquila en función de las circunstancias y, en última instancia y siempre según los dictados de la religión, todos pertenecemos a Dios.

En el terreno espiritual hay dueños, guardianes y pastores del rebaño llamado humanidad. Afortunadamente, el ser humano también cuenta con algunos amigos que, según la mitología, miran nuestra causa con cierta simpatía y desean que disfrutemos de un mayor poder y autonomía. El mito de Prometeo es un buen ejemplo de una fuerza que quiere que el hombre sea inteligente en lugar de ignorante. El dios de Prometeo (Zeus), por otro lado, quiere conservar al hombre ignorante, esclavo de su superstición y su estupidez. Prometeo es, por tanto, un divino, un “Lucifer”griego que no duda en alzar su mano contra el dios padre. Esta es la clave de la historia: el rebelde (Prometeo, Lucifer) no es enemigo de la humanidad, sino del dios de la humanidad y, tras la horrible faz con la que se le ha pretendido dibujar, esconde una esperanza de liberación respecto a la esclavitud que supone la obediencia incondicional a un Dios todopoderoso.

Un mito similar se repite en el “Jardín” de la historia del Edén. La Serpiente (a menudo identificada con el Diablo)tienta a Eva para que coma del Árbol del Conocimiento y se convierta en un ser de naturaleza divina. La “caída” es en realidad una iniciación en toda regla donde la Serpiente vuelve a ocupar el papel de Prometeo y otorga a la humanidad el conocimiento que Dios le ha negado.

La tradición judeocristiana contempla al hombre como una propiedad, como el rebaño de Dios. El tentador no hace sino llamar a la insurrección, a la desobediencia al amo. No en vano, los reyes (y algún que otro dictador) han gobernado tradicionalmente “por la gracia de Dios”, intentando establecer en la Tierra un fiel reflejo del orden jerárquico que reinaba en los cielos. No es de extrañar que la Revolución Francesa o la Guerra de la Independencia estadounidense causaran una honda turbación no solo política, sino también espiritual, y que fuesen calificadas desde los púlpitos como actos satánicos, ya que lo que se estaba cuestionando era un sistema social que en última instancia emanaba de los cielos, y las cabezas que rodaban no eran otras que las de aquellos que la gracia de Dios había designado como guardianes del divino rebaño. El Diablo, el Mal, le dice al hombre que no obedezca a su amo, le incita a seguir su propio camino.