XLIII

Cuando el Furious pasó por delante de la estación de mercancías de las Southern and Western Railways, Mountcatten dijo a su segundo de a bordo:

—Bonita ciudad, Dublín: docks, una fábrica de gas, trenes de mercancías y el agua contaminada de un riachuelo.

—Todo lo que no tendremos que destruir.

—Supongo que la oficina de correos de Eden Quay no es una obra maestra de la arquitectura.

—Es extraño que la prometida de Cartwright haya trabajado justamente allí.

—Eso parece apenarlo.

—Probablemente atribuirá un valor sentimental al edificio.

—No le piden que bombardee a su amada.

—No, pero lo haría: por el rey.

La invocación de ese personaje hizo permanecer firmes a los dos marinos durante unos instantes. Pasaban frente a la estación de North Wall, y algunas tropas del muelle, así como paisanos y viajeros sin transporte, los miraban pasar.