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Sede del Primer Circuito de ComStar
Isla de Hilton Head, América del Norte, Tierra
20 de agosto de 3028
Justin se contuvo de hacer un comentario cuando el coronel Ardan Sortek se encontró con él y con Candace Liao en el portal de la catedral. Sortek saludó a los dos capelenses con una elegante inclinación de cabeza y les dijo:
—Buenas tardes, duquesa... y ciudadano Xiang.
—Buenas tardes, coronel —contestó Candace con una cortés sonrisa.
Justin asintió con gesto rígido y procuró mantener su voz fría e indiferente.
—Coronel Sortek...
Ardan ofreció su brazo a Candace.
—Será un gran placer hacer de auxiliar para usted y conducirla a un asiento. ¿Debemos considerarla como amiga de la novia o del novio?
Incluso a Justin le costó un gran esfuerzo mantenerse impasible al oír la respuesta de Candace:
—Bueno, coronel, ésa es una pregunta muy difícil para la mayoría de los invitados.
Aunque Ardan logró contener la risa, ésta no dejó de reflejarse en su semblante.
—Raras veces se ha dicho algo más cierto. Los ciudadanos de las Casas Marik y Kurita se han dividido ante el dilema, aunque el padre y la hermana de usted han optado por presentarse como amigos de la novia.
—Han escogido el mal menor —comentó Justin.
Ardan sonrió con cautela.
—Una interesante sugerencia, ciudadano.
Candace lanzó una gélida mirada a Justin, que guardó silencio. Tienes toda la razón, Candace. Este no es el momento ni el lugar para ser rencorosos.
Candace tomó del brazo a Ardan y le dijo:
—Si cree que el Príncipe no se sentirá ofendido, coronel, desearía sentarme en su lado de las hileras de bancos. Lo hago por satisfacer el primer pago de mi deuda hacia él.
—¿Qué deuda, duquesa? —inquirió Ardan, mientras arqueaba una ceja.
—La que tengo con el Príncipe por no haber atacado la Comunidad de St. Ivés después de aquel lamentable atentado de Kittery. No me dejo dominar tanto por mis pasiones, ni se me hiela la sangre como a algunos miembros de mi familia a la mera mención del nombre del príncipe Hanse Davion.
—Una sabía decisión —dijo Ardan, esbozando una sonrisa, antes de volverse hacia Justin—. Ciudadano Xiang, ¿tiene la bondad de seguirnos?
Justin los siguió, pero su mente estaba en otro lugar. ¿A qué juega Candace? Sentarse lejos del Canciller, mientras que su hermana se mantiene a su lado, sólo puede servir para debilitar su relación con su padre. Tal vez la cotización de Romano esté muy baja, pero sube cada día que pasa sin que ComStar castigue a Casa Liao. Candace debe de saber que lo que diga a Ardan irá directamente a oídos del Príncipe.
El órgano llenó la catedral de sonoras y apasionadas notas mientras Ardan conducía a la pareja a un banco que estaba en la misma hilera que el que ocupaban el Canciller capelense, y justo detrás de Jaime Wolf. Candace se sentó entre el frufrú de su vestido de seda azul, pero Justin hizo una genuflexión antes de sentarse junto a ella.
—¿Por qué has hecho eso? —le preguntó Candace, y le cogió la mano derecha con su zurda.
—Cuesta abandonar las viejas costumbres —respondió Justin, encogiéndose de hombros—. Yo me eduqué en la Iglesia Católica de Nueva Avalon, pero renuncié a mi fe cuando Hanse Davion me arrebató mi buen nombre. Desde entonces he empezado a estudiar las creencias budistas de la Confederación de Capela.
Candace le apretó la mano y señaló el altar con un movimiento de cabeza. Allí, dos hombres ataviados con vestiduras blancas con bordes dorados estaban sentados en unos sillones adornados con emblemas medievales.
—Dados tus conocimientos sobre religión, tal vez podrías decirme por qué hay dos sacerdotes para oficiar la ceremonia.
Justin se inclinó hacia la duquesa y susurró:
—Son cardenales, no simples sacerdotes. El de la izquierda es Francis Flynn, de la archidiócesis de Nueva Avalon, mientras que el de la derecha es John Maraschal, de la archidiócesis de Tharkad. Dado que el Príncipe es católico de Nueva Avalon y la heredera del Arcontado es católica romana, la misa será celebrada por ambos cardenales.
Candace estaba confundida, y apremió a Justin a que le diera más explicaciones.
—Hace doscientos ochenta años, cuando Stefan Amaris usurpó el trono de la Liga Estelar, sus secuaces ocuparon el Vaticano. En respuesta a aquella situación de emergencia, el Papa transfirió el control de la Iglesia a los cardenales de las capitales de las cinco Casas. Por desgracia, el mensaje del Papa a Nueva Avalon fue transmitido con muchas interferencias y el cardenal de Nueva Avalon acabó por creer que le había cedido el control de toda la Iglesia Católica.
»Pasaron treinta años hasta que se eligió a un nuevo Papa. Durante aquellos años, la rama de Nueva Avalon emprendió algunas reformas, como permitir que los sacerdotes pudieran casarse, que crearon dificultades con la Iglesia principal. Desde entonces, las dos confesiones no han vuelto a unirse, aunque reconocen sus orígenes comunes y respetan las jerarquías respectivas. Para man-tener las buenas relaciones, ambos cardenales oficiarán esta ceremonia, pero omitirán la misa que suele acompañar a toda boda.
Justin se reclinó sobre el respaldo de madera de roble del banco y dejó vagar su mente mientras examinaba la hermosa catedral. Como troncos de venerables secuoyas, unas enormes columnas de mármol blanco se alzaban del suelo para sostener el techo abovedado. Sobre el pasillo central, un gigantesco vitral coloreado, que representaba el Juicio Final, brillaba con tonos rojos, azules y dorados bajo el sol de mediodía. Reproducciones minuciosas de frescos de la Capilla Sixtina decoraban las bóvedas del techo y merecieron la admiración de Justin, aun a pesar suyo.
En otra época me habría quedado maravillado ante estas imágenes y habría supuesto que me emocionaban por el relato que representaban. Miró una pintura de un rincón, en la que aparecía David decapitando al gigante Goliat. Esa pintura, que vi en un holodisco sobre Miguel Angel, me incitó a convertirme en MechWarrior. Aun ahora tiene el poder de dejarme sin aliento.
Examinó los vitrales de los muros exteriores. Su mirada se recreó en el enorme ventanal rosado situado encima y detrás del altar de mármol. Sé que la Iglesia construyó esta catedral a partir de las ruinas de los templos destruidos durante la guerra civil que inició Stefan el Usurpador. Sin embargo, en vez de ser una curiosa amalgama de estilos sin ninguna relación, la unidad del tema los funde entre sí. Como el templo de Sian, éste es un lugar de paz.
Justin sonrió para sus adentros. Ten cuidado, guerrero. Si empiezas a pensar como un filósofo, perderás el rencor. Y eso es lo único que te mantiene vivo. Se mordisqueó el labio inferior. Concede a la ceremonia y al Príncipe el respeto que ambos se merecen.
Al ver que Ardan Sortek acompañaba a la Arcontesa hasta su asiento, en el lado izquierdo de la primera hilera de bancos, Justin esbozó una sonrisa. Es interesante ver a la Arcontesa vestida de civil, en vez de los uniformes paramilitares que suele llevar. Realmente es una mujer muy hermosa.
Otro auxiliar guió a Marie Davion, la hermanastra del Príncipe, a un lugar de similar importancia en el lado davionés de la nave. Michael Hasek-Davion, con su característica trenza, se sentó junto a su mujer. Justin entornó los ojos. El duque parece sentirse incómodo. Sospecho que ha comprendido que este matrimonio significa el fin de sus esperanzas de llegar a apoderarse del trono de la Federación de Soles. Sin embargo, mientras Hanse no tenga heredero, la vía de acceso de Michael al trono sigue abierta. Y, mientras Michael esté vivo, seguirá aspirando a ese trono.
Momentos después, los seis auxiliares recorrieron el pasillo y se sentaron en la primera fila. Dado que eran miembros de las Fuerzas Armadas de la Federación de Soles, todos iban vestidos con uniformes de gala decorados con trenzas doradas, medallas y cintas conmemorativas de campañas. Se sentaron muy erguidos. Por un fugaz momento, Justin los envidió.
Morgan Hasek-Davion y el Príncipe entraron por una puerta lateral situada detrás del altar y se detuvieron a la distancia equivalente a un tercio del pasillo. Ambos iban ataviados con el uniforme azul marino de la Guardia Pesada de Davion; sin embargo, aparte de la insignia o la graduación, ninguno llevaba puestas medallas ni cintas. Justin apreció aquel detalle. Ninguno de esos dos hombres necesita pedazos de chatarra que recuerden su valentía a los demás. Cualquiera que no esté ciego puede verla en su porte y en su mirada.
El órgano pasó con naturalidad a tocar los acordes de una conocida marcha nupcial. Todos los invitados se pusieron en pie al unísono y se volvieron hacia la parte trasera de la catedral. Justin se esforzó sin éxito por ver algo entre la multitud, pero la creciente ola de susurros procedente de atrás le indicó que la novia había iniciado su desfile.
Por fin, vio a los primeros miembros del cortejo. Dos jovencitas, que miraban nerviosas por encima del hombro para asegurarse de que no se adelantaban demasiado a los demás, sembraban el pasillo de pétalos de rosa. El Príncipe les sonrió cuando llegaron a su altura y la que estaba más próxima a él soltó una risita.
Las seguían las doncellas. Todas eran muy guapas, altas y esbeltas. Vestían túnicas de seda verde oscuro. Llevaban en las manos pequeños ramos de mycosias, que hacían juego con las túnicas.
Justin se humedeció los labios. Sabía que la mycosia sólo florecía una vez al año en el planeta de Andalucía. El Príncipe debía de haber utilizado un Circuito de Órdenes de Naves de Salto para traer las flores a tiempo para la ceremonia. Justin sintió un escalofrío al evocar la imagen de una Nave de Descenso pasando de una Nave de Salto a otra, a lo largo de una serie de puntos de salto, para reducir la duración de un largo viaje interestelar a unas pocas horas. Hanse honra a su novia con un capricho muy extravagante.
Tras la media docena de doncellas marchaba Misha Auburn. Iba ataviada con una túnica similar, pero con muchos más adornos. Mostró una sonrisa radiante a Morgan Hasek-Davion cuando éste le ofreció el brazo y la condujo hasta los pies del altar. Ambos hicieron una genuflexión y prosiguieron en direcciones opuestas. En vez de reunirse con las doncellas, que estaban sentadas junto a la Arcontesa, Misha siguió hasta el altar y se colocó junto al cardenal de Tharkad. Morgan ocupó su sitio al otro lado, en la mitad que correspondía al novio.
Justin sintió que Candace lo agarraba del brazo cuando apareció Melissa.
—¡Justin, es tan hermosa! —exclamó.
Justin asintió. A pesar del velo que llevaba puesto, el MechWarrior pudo ver el amor que brillaba en los grises ojos de Melissa. Tenía una expresión grave en el rostro, pero estaba claro que era la de una mujer que deseaba de todo corazón casarse con el hombre que la estaba aguardando.
Morgan Kell se detuvo con Melissa a un paso de Hanse Davion. Le dio un fuerte abrazo, que ella le devolvió sin arredrarse, y se volvió hacia el Príncipe. El coronel mercenario alargó la mano y murmuró algo a Hanse Davion. El Príncipe se la estrechó con afecto y respondió con un asentimiento de cabeza a lo que le había dicho.
Kell puso la mano de Melissa sobre el brazo del Príncipe y fue a sentarse justo detrás de la Arcontesa. Cogidos del brazo, los novios siguieron caminando hasta el altar. Cuando sonaron las últimas notas de la marcha nupcial y sus ecos se apagaron en las bóvedas del techo, ambos se arrodillaron.
Los cardenales se pusieron de pie, pero fue el clérigo de barba y cabellos negros, procedente de la Federación de Soles, el primero en dar un paso adelante. Con voz cálida y vibrante, saludó a los allí congregados.
—En nombre del príncipe Hanse Davion y su novia, Melissa Arthur Steiner, heredera del Arcontado, os doy la bienvenida a la casa de Dios. Ambos desean que vosotros os unáis a ellos en la celebración de este sagrado rito y que bendigáis también esta unión.