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Arc-Royal

Distrito de Donegal, Mancomunidad de Lira

3 de marzo de 3028

El láser trasero del Wolfhound perforó el flanco izquierdo del ’Mech de Brand. El ordenador simuló el efecto de un rayo láser en un almacén de MCA y dibujó una explosión tras otra sobre la silueta de la máquina. Cuando desaparecieron las explosiones, no quedó nada de la imagen del Panther.

Los otros dos Panthers lanzaron sendas andanadas de MCA contra el Wolfhound. Los misiles salpicaron el 'Mech de impactos y deterioraron su blindaje, pero no le causaron daños graves. El CPP del Panther herido azotó el ya deteriorado brazo izquierdo del Wolfhound. Las luces de alarma de la carlinga del Wolfhound se encendieron y el ordenador informó de que el brazo había quedado amputado a la altura del hombro.

Dan desplazó su peso de manera instintiva para equilibrar el ’Mech y bajó el punto de mira del láser pesado hacia el Panther dañado. ¡Bien! Enséñame tu flanco herido. Pulsó con fuerza el botón de disparo y lanzó un rayo de densa luz contra su adversario. Se desvanecieron los últimos restos de blindaje que aparecían en la imagen computadorizada y el ’Mech se estremeció como si hubiese sufrido graves daños internos.

El rayo del CPP del otro Panther cortó la coraza de la pata derecha del Wolfhound, pero Dan lanzó una rápida mirada al monitor principal y vio que el blindaje de la pata no había quedado totalmente destrozado. Pensó en los niveles ascendentes del monitor de calor y no devolvió el fuego al Panther, que seguía indemne.

Dan hizo correr a su ’Mech en dirección al Panther. Los pies del Wolfhound se hundían en el lecho de grava. El piloto del Panther levantó su CPP para efectuar un único disparo contra el Wolfhound que se abalanzaba sobre él, pero la veloz máquina de guerra recorrió la distancia que los separaba antes de que el piloto pudiese disparar el arma.

Dan se echó a reír cuando el Wolfhound entró en el alcance mínimo eficaz del CPP. Unos MCA surgieron del pecho del Panther y lograron volar los últimos restos del blindaje de la pata izquierda del Wolfhound. Sin preocuparse por los daños sufridos, Dan apuntó al Panther y disparó con todas sus armas.

Los láseres medios convergieron en el pecho del Panther y destrozaron toda la coraza que protegía el corazón del ’Mech. Buena parte de la energía que reventó el blindaje penetró en el interior de la máquina y destruyó el afuste de MCA. El láser pesado del antebrazo derecho del Wolfhound incidió en el hombro del Panther. La imagen holográfica mostró que varias capas de blindaje del ’Mech saltaban por los aires y lo dejaban casi desguarnecido.

Dan pasó de largo, hundió el pie izquierdo del Wolfhound en el suelo y se revolvió. El giro y la agilidad de su movimiento pillaron por sorpresa a ambos Panthers. El más alejado, que esperaba un disparo neto contra su espalda, había salido de su escondrijo, mientras que el ’Mech que Dan acababa de atacar había conseguido apuntar al Wolfhound con su CPP.

Los láseres medios del Wolfhound abrieron tres túneles en el brazo derecho del Panther más cercano. El sistema de creación de imágenes del ordenador mostraron cómo la extremidad saltaba despedida del hombro antes de perderse en la oscuridad de la noche. El láser pesado del Wolfhound impactó en el flanco derecho descubierto del ’Mech más alejado y quemó lo poco que quedaba de él en dirección a su corazón. Según el ordenador, el rayo fundió toda la protección que cubría el motor de fusión del Panther y lo dejó inutilizado.

El Panther desarmado huyó del combate con los retrorreactores de iones de sus patas. Dan lo dejó escapar porque las luces de aviso de su carlinga se encendieron. ¡Vienen misiles de largo alcance!

—¡¿Qué demonios?! —exclamó.

El monitor secundario mostró las estelas de cuarenta MLA... y todos convergían en el mismo punto.

De manera casi inconsciente, Dan hizo avanzar el Wolfhound a toda velocidad en dirección al lugar de donde procedían los MLA. Sonrió al ver que los misiles no podían acortar sus trayectorias para compensar su velocidad y dibujaban un arco hacia su posición. Dan pulsó y accionó dos clavijas de su tablero de instrumentos. El ordenador calculó el punto de origen de todas las estelas y el rastreador visual se conmutó a infrarrojos.

Dan asintió, pensativo. Veinte parejas de MLA van a causar muchísimo calor. No hay manera de evitarlo. Dan introdujo una pregunta en el ordenador y sonrió al ver la respuesta en la pantalla. Sí, el Archer de Morgan es el único de nuestros 'Mechs con capacidad de disparo de dos andanadas de veinte MLA.

Una vez que la proyección de rumbo del ordenador hubo mostrado las coordenadas del punto de origen del ataque, Dan giró el Wolfhound para que las señales de diagrama de la parte superior de la pantalla señalaran en la dirección del Archer de Morgan.

Se rió por lo bajo. Muy bien, Morgan, ya sé lo que tiene tu Archer. No te servirá de nada esconderte tras esa colina. Dan aumentó su velocidad y lanzó su ’Mech de treinta y cinco toneladas a través del sotobosque que cubría la ladera. En cuanto haya subido a la cima con este juguete, ya no estaré al alcance de tus MLA. Y a esta distancia, mi Wolfhound supera a los láseres gemelos de tu Archer .

El Wolfhound trepó hasta la cima a toda velocidad. pero no apareció ninguna imagen calorífica en la pantalla del ordenador. Dan cambió los rastreadores a Starlight y la imagen holográfica se redefinió en los colores grises y verdes de la intensidad de luz. ¡Ya te tengo! En el centro de la pantalla, en el preciso lugar donde el ordenador predijo que estaría, Dan vio el Archer de Morgan.

El ’Mech humanoide parecía deforme en comparación con el esbelto Wolfhound. La cabeza del Archer sobresalía hacia adelante de forma grotesca justo encima de su pecho y sus encorvados hombros eran alargados, para poder albergar ambos afustes de MLA y los misiles correspondientes. De cada hombro surgía un poderoso brazo, pero ambos terminaban en unos antebrazos tan abultados y unos dedos tan gordos que resultaban ridículos. El Archer llevaba en los antebrazos los dos láseres medios delanteros, mientras que los otros dos que cubrían la retaguardia asomaban por una torrera cilindrica situada donde debería estar la cabeza.

Dan bajó el punto de mira del láser pesado hasta la desgarbada silueta del Archer, pero, cuando su ordenador confirmó que el blanco estaba centrado, Morgan reaccionó e hizo girar la mole de su ’Mech, como si fuera un bailarín, para encarar al Wolfhound. A continuación levantó el brazo derecho y su láser medio relampagueó.

¡Maldición! ¡Todavía es muy rápido! De manera refleja, Dan hincó una rodilla del Wolfhound. Mientras el rayo láser de Morgan pasaba por encima, los láseres medios del Wolfhound se disparaban formando un tridente de rayos de energía. Dos de ellos incidieron en la pata derecha del Archer y destrozaron parte del blindaje. El tercero perforó el antebrazo derecho, pero el ordenador sólo indicó desperfectos en la coraza.

Dan frunció el entrecejo al ver que el Archer no hacía ademán de huir. ¡Morgan está dispuesto a intercambiar disparos! ¿Por qué? Sabe que dispongo de más armamento que él si no puede utilizar sus MLA. Sin dejar de dar vueltas a aquella pregunta en su mente, Dan disparó con todos sus efectivos. Dos de los láseres medios abrasaron la pata izquierda mientras que el tercero, de modo inexplicable, fallaba el blanco. El láser pesado del Wolfhound arrancó fragmentos de blindaje del torso del Archer, pero no consiguió causar daños internos.

Cuando los dos láseres gemelos de los antebrazos del Archer impactaron en el pecho del Wolfhound, Dan descubrió la primera pista sobre la estrategia de Morgan. El esquema del Wolfhound mostraba que los láseres habían penetrado hasta dos terceras partes del grosor del blindaje. Yo tengo más armas, pero él puede resistir más rondas de disparos. ¡Hay que moverse!

Dan echó una mirada a los monitores de calor. Al ver los niveles que marcaban, lanzó una imprecación, hizo girar el Wolfhound y echó a correr hacia la cima de la colina. Para que Morgan no pudiera acosarlo con disparos ciegos de MLA, Dan bajó en diagonal por la otra ladera.

Tengo que decirle a Clovis que compruebe los efectos del calor en el equipo de puntería. Quería conseguir un disparo claro sobre Morgan con mi láser trasero, pero no se centró el punto de mira. Es un problema peligroso.

Detuvo el Wolfhound para que los radiadores pudiesen bajar los niveles de calor a valores normales. Ejecutó un rápido programa de diagnóstico. Este le informó de que todas las armas estaban operativas y también resaltó los daños sufridos por el ’Mech en la batalla simulada. Dan gimió. Espero hacerlo mejor en un combate real. De lo contrarío, me gastaré toda la paga en mantener este 'Mech. A pesar del informe de daños, sonrió. Al menos, en este ’Mech me mantendré vivo para pagar las reparaciones. Esto ya es algo...

Decidió rodear la colina. El Wolfhound echó a andar a paso lento. ¿Espera Morgan que me acerque a él, en una maniobra razonable en mi caso? ¿0 debo atacarlo a una distancia mayor, dándole una sorpresa? Morgan fue siempre uno de los mejores y los años pasados en el exilio no parecen haber mermado sus facultades. Si no soy astuto, no saldré bien de ésta.

Lo asaltó una repentina idea. Espera que me acerque o que lo ataque a larga distancia rodeando la colina. Pero, ¿y si vuelvo a subir? Sí... Giró a la derecha y volvió a trepar por la ladera. Al ver que el Archer lo esperaba al otro extremo el valle, Dan sonrió. Bajó los puntos de mira de todas sus armas y apuntó a la silueta del Archer, pero los retículos no parpadearon. ¿Qué diablos. .. ?

El Archer se encaró con el Wolfhound y levantó los brazos. Dan saltó a la derecha y los rayos pasaron a su lado sin dañarlo. Pulsó la tecla de diagnóstico de la pantalla mientras seguía esquivando los disparos y bajó de nuevo por la ladera al tiempo que el ordenador volvía a dibujar la silueta de su ’Mech.

¡Sigue sin indicar ningún daño! Entonces, ¿por qué no he podido... ? En cuanto se le ocurrió la respuesta, a Dan se le heló la sangre en las venas. Había sucedido lo mismo que en aquella última batalla en el Mundo de Mallory, cuando los ’Mechs de los Demonios de Kell parecieron negarse a mostrar en sus pantallas el ’Mech de Morgan como un posible blanco. Volvió a pasar lo mismo en Styx, en la batalla entre Yorinaga y Patrick. Notó un sabor amargo en la boca y su cerebro continuó negándose a creer lo que le decían los ojos. Aquello no podía estar ocurriendo...

Cuando el Archer volvió a estar a la vista y levantó ambos brazos, Dan hincó al Wolfhound de rodillas. El ordenador proyectó dos láseres sobre la cabeza del ’Mech. Dan puso de pie al Wolfhound y huyó lejos del Archer.

La ladera de la colina ocultó al Archer de su vista. Cálmate, Dan. Tal vez sea imposible, pero está sucediendo. Se estremeció. No pudiste disparar contra el Warhammer de Yorinaga en Styx, pero sí pudiste embestirlo con tu Valkyrie. Existía. Tiene que haber un modo de conseguirlo. Eres un MechWarrior. Piensa.

Una idea insensata asomó a su mente. Más vale intentarlo en un combate simulado que averiguar que no da resultado en una batalla de verdad, se dijo. Conmutó el control de puntería de las palancas de mando al ordenador.

—No es recomendable desconectar el control de puntería manual —dijo la voz del ordenador en un tono mecánicamente apremiante.

—¡Cállate!

Dan giró y siguió rodeando la colina. Corría más deprisa de lo que resultaba prudente a oscuras y por un terreno desconocido, pero su sentido natural del equilibrio, transmitido al Wolfhound a través del neurocasco y de los discos de control, mantuvo erguido al ’Mech.

Dan solicitó un esquema del Archer en el monitor secundario.

—Vista posterior —ordenó de viva voz. El ordenador proyectó la imagen, que hizo asomar una sonrisa al rostro de Dan—. Iniciar programa de puntería.

—No es recomendable utilizar el programa de puntería.

—¡Cállate!

Dan echó una mirada a la escala situada junto a la imagen del Archer.

—El punto de blanco equivale a la fuente láser menos tres metros de elevación, más veinticinco metros de distancia —leyó.

Tal vez mis armas y sensores no puedan verte, Morgan. Tal vez no me permitan que te dispare. Pero sí reconocen tus láseres en esta pequeña simulación y puedo atacarte.

Dan se santiguó. Por favor, Dios mío, que funcione.

Rodeó la colina con el Wolfhound. Localizó de inmediato a Morgan, casi tan deprisa como Morgan bajó los láseres montados entre los hombros del Archer. Dan aminoró la marcha mientras los láseres apuntaban hacia él. Hizo un esfuerzo por no reaccionar a pesar de las alarmas que zumbaban de forma lastimera en la carlinga y los retortijones que sentía en el estómago.

Las luces de advertencia brillaron en el tablero de instrumentos del Wolfhound cuando los láseres medios arrancaron parte del blindaje del costado derecho. Dan aguardó a ver si las luces de carga de sus armas se apagaban a causa de los daños, pero ninguna parpadeó ni vaciló. Los láseres sólo habían destruido la coraza.

—¡Todas las armas, fuego!

El ordenador dibujó cuatro líneas en la pantalla de Dan que convergieron en la imagen visual del Archer y la atravesaron. El ’Mech de Morgan, que había empezado a girar, se quedó paralizado. Los brazos cayeron a los costados y quedaron colgando de los encorvados hombros del Archer como renegados linchados por una multitud.

La serena voz de Morgan resonó en el neurocasco de Dan.

—Un espléndido ataque, Dan. Has perforado el reactor...

—S... sí, señor —farfulló Dan, mientras el sudor le caía sobre los ojos.

—Dime, Dan, ¿te gusta el Wolfhound?.

El joven Demonio de Kell tragó saliva. La voz cálida y tranquilizadora de Morgan alivió un poco su miedo.

—Es magnífico, mi coronel. Me gusta mucho. —El lado analítico de la mente de Dan arrinconó los últimos restos de temor—. Echaré de menos los retrorreactores de Valkyrie, pero las armas y el blindaje extra hacen que este ’Mech sea un combatiente excepcional.

—Bien, Dan, me alegra que te guste —dijo Morgan, con una satisfacción que se transmitió intacta por la radio—. ¿Cuánto tiempo necesitarás para acostumbrarte?

Dan tragó saliva. Imagino que debo basar el cálculo en la suposición de que no me enfrentaré a ti.

—Eh... No estoy seguro. Un mes. Quizá más. —Dan titubeó—. Quedan varios detalles que quiero que me explique Clovis.

—Digamos que un mes —dijo Morgan con sequedad—. No dispondremos de mucho más tiempo hasta que tengamos que asistir a la boda. —Sin embargo, el coronel recuperó su tono afable al añadir—: Te has portado bien, capitán.

Dan, encorvado sobre Clovis, contemplaba, con la misma incredulidad que éste, la grabación del combate. Señaló la pantalla cuando el retículo se negó a reconocer al Archer.

—¿Lo ves, Clovis? ¿Qué demonios ocurre?

El enano meneó la cabeza. Rebobinó la cinta y la pasó a cámara lenta. Se giró a la izquierda y proyectó los datos del rastreador en otro monitor. Con cuidado, hizo avanzar la cinta centímetro a centímetro. A medida que cada imagen aparecía en la pantalla, Clovis echaba un vistazo a los datos desordenados que se listaban en el monitor del ordenador.

Por último, se arrellanó en el asiento, soltó un hondo suspiro y contestó:

—Dan, no lo sé.

—¿Qué quieres decir con que no lo sabes? Tú programaste el Wolfhound. ¡Tienes que saberlo!

—No he visto nunca nada igual, Dan.

Dan estaba enfadado. No con Clovis, sino por sus recuerdos.

—Bueno, pues yo sí, Clovis. En combate. Lo he visto en combate. —Dan se volvió y dio un puñetazo a la pared—. Lo vi hace doce años, en el Mundo de Mallory, y luego otras dos veces en Styx. —Se revolvió de nuevo y señaló la imagen parpadeante de la grabación con un dedo acusador—. ¡Y ahora lo veo aquí! —Encorvó los hombros y gimió—: Dime algo, Clovis.

—Dan, sólo puedo decirte una cosa —respondió Clovis, levantando las manos—. Los sensores pasivos, como los sensores Starlight, pueden captar fotones que reboten en el Archer. Por eso pudiste verlo o, al menos, por eso creías que podías verlo. Los otros sensores, como los del rastreador magnético o de rayos infrarrojos, no obtenían datos cuando enviaban una señal, o el ordenador no lograba interpretarlos. —Clovis hizo un gesto de impotencia—. Eso es todo lo que puedo decirte tras un examen superficial de la situación. Pero quiero estudiar el asunto con mayor detenimiento. Y tal vez lo compare con las lecturas de electroencefalograma y electrocardiograma de Morgan durante el combate.

Dan frunció el entrecejo. Nada de todo aquello tenía sentido.

—En pocas palabras, Clovis: ¿qué tratas de decirme?

—Lo que trato de decirte, capitán, es que, a pesar de todos los intentos realizados en el campo de batalla, el ordenador no creía que Morgan Kell existiera.