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Sede del Primer Circuito de ComStar

Isla de Hilton Head, América del Norte, Tierra

17 de agosto de 3028

La muchedumbre de atildados invitados acabó por apartar a Dan de Justin. Por unos momentos, Dan trató de resistirse a la oleada de personas que se movían por la sala, pero ya no tenía nada más que decir al hombre en que se había convertido su hermano. ¡Cuánto daño te habrán hecho, Justin!

Dan, como un autómata, dio media vuelta y se dejó empujar hacia el otro extremo de la sala. En un estrado adornado con una bandera de seda blanca con el emblema de ComStar, un capiscol vestido con ropajes rojos levantó las manos para llamar la atención de los allí reunidos.

Dan entornó los ojos. Parece ser Ulthar Eversión, capiscol de Tharkad. Tiene sentido. Es miembro del Primer Circuito y ésta es una ocasión trascendental. Cuando Dan se volvió hacia el hombre que estaba a su lado para confirmar su suposición, se vio sorprendido al ver a Morgan Kell.

—¡Mi coronel! —exclamó.

—Te he visto hablando con el escolta de Candace Liao. ¿Es tu hermano Justin?

Dan bajó la mirada.

—Supongo que depende de la persona a quien se lo preguntes. —Vio la perplejidad de Morgan y levantó las manos en señal de excusa—. Lo siento, Morgan. No te lo mereces. El cuerpo era el de mi hermano, pero la mente...

Morgan lo agarró por el cogote con afecto.

—¿Te encuentras bien?

—Sobreviviré... La herida no es mortal.

—La gente cambia. Dan.

Dan sonrió débilmente y se preguntó cuántos le habían dicho lo mismo sobre Justin.

El capiscol de Tharkad estaba bajando las manos, en un ademán que pretendía acallar casi todas las conversaciones de la habitación.

—Es un gran honor para mí darles la bienvenida a todos ustedes a nuestra Sede —dijo, y sonrió con una expresión tan inocente que Dan presintió que era sincero—. Estamos aquí reunidos para presenciar y bendecir un acontecimiento que marcará nuestras vidas, las de la heredera del Arcontado y el Príncipe de la Federación de Soles y, desde luego, las de todos los habitantes de los Estados Sucesores. —El capiscol miró por toda la sala y pareció notar lo pronto que había conectado con su público—. Todos los miembros del Primer Circuito, y todos los integrantes de ComStar, esperamos que la Paz de Blake sea con todos ustedes durante su estancia entre nosotros. Si hay algo que podamos hacer para que su visita resulte más placentera, dentro de los límites de la razón, la decencia y la no violencia, por supuesto, por favor, no duden en pedírselo a cualquier acólito vestido de amarillo que vean.

El capiscol de Tharkad se llevó las manos al pecho, cerró los ojos y sonrió. Sus labios se movieron como si murmurase una plegaria e inclinó la cabeza.

—Con gran honor y placer, les presento a su anfitrión: el Primus de ComStar, Julián Tiepolo.

Sonaron unos aplausos de cortesía cuando el capiscol de Tharkad cedió su lugar al Primus en el estrado. Dan entornó los ojos cuando aquel asceta de nariz aguileña se colocó en el centro de la escena. Casi parece no estar vivo. Me pregunto si serán ciertos los rumores de que es el cadáver de Jerome Blake revivido. Cuando Tiepolo miró al frente, Dan respondió a su propia pregunta. No. Incluso un cadáver tendría una mirada más humana.

Tiepolo sacó las manos de las anchas mangas de su túnica de color pardo y Dan se preguntó si el Primus tenía alguna razón oculta para vestir un atuendo tan vulgar. ¿Está burlándose con su humildad de sus atildados invitados? ¿O es una demostración física de la pobreza en la que afirma subsistir ComStar para permitir que sigan siendo posibles las comunicaciones interestelares? Se mordisqueó el labio inferior y comprendió que Tiepolo era un hombre en quien podían descubrirse numerosos significados en todas sus palabras y acciones.

Tiepolo sonrió como si el esfuerzo realizado fuese más extenuante que levantar un miriámetro cúbico de uranio.

—Los saludamos en nombre del Bendito Blake, y confiamos en que encuentren este lugar tan hospitalario como sus propios dominios. Se dice que hay que tratar a los invitados como si fueran familiares, y a los familiares como a invitados. Seguiremos esta norma durante su estancia aquí.

Morgan se inclinó sobre Dan.

—Dada la cantidad de parricidios que ha habido en la historia de los Estados Sucesores, he recibido saludos de bienvenida más afectuosos al aterrizar en medio de una batalla.

La enérgica voz de Tiepolo ahogó la risa de Dan.

—Muy honorables invitados: en ComStar no vivimos divididos por planetas o nacionalidades. Hemos renunciado a títulos y vínculos con las estructuras de poder para poder servir con mayor perfección la divina misión que nos legó el santo Jerome Blake. Mediante una fidelidad estricta a la Palabra de Blake, en ComStar hemos restaurado el espíritu de unidad que la humanidad conoció y disfrutó en el pasado.

La luz de la sala hacía relucir las gotas de sudor que perlaban la calva cabeza de Tiepolo, que había empezado a centrarse en el tema del que quería hablar.

—No es ningún secreto que existen esas rivalidades y abiertas hostilidades entre las distintas personas aquí reunidas. No se pone en tela de juicio que mucha gente tema lo que esta unión de un hombre y una mujer puede significar para el futuro de los Estados Sucesores. Algunos temen perder parte de su poder y desean impedirlo; otros ven que sus enemigos se debilitan y querrían acelerar su decadencia. Como niños egoístas —los reprendió—, algunos reúnen los medios para explotar a los menos afortunados. Todo esto es lamentable.

»Y lo es porque este matrimonio no implica ninguna pérdida. —Tiepolo saludó respetuosamente a la heredera del Arcontado con un movimiento de cabeza—. Esta mujer ganará a un marido, y este hombre ganará a una esposa. Es la realización normal de un ciclo que, a lo largo de incontables eones, ha producido la vida en un universo entrópico. Es el ciclo de la vida lo que mantiene a los seres humanos por encima del salvajismo, porque como hombre y mujer luchan por crear un futuro mejor para sus hijos y aspiran a la grandeza. Facilitar y proteger el crecimiento del espíritu y la inventiva humanos es el mismo fundamento de la Sabiduría de Blake.

Tiepolo sonrió como si sólo él comprendiese el auténtico significado de sus palabras.

—Esta reunión —prosiguió—, así como la ceremonia que la coronará, es una celebración de la vida, la unidad y el desarrollo. Todos salimos ganando con la boda entre Melissa Steiner y Hanse Davion. Es nuestro deseo que ustedes disfruten con nosotros de este espíritu de esperanza y afinidad.

Tiepolo hizo una reverencia y se apartó a un lado para que el capiscol de Tharkad volviera a tomar la palabra. Se abrieron las altas puertas dobles situadas a cada lado del estrado y Dan pudo oír los compases de una sonata para flauta y clavicordio, que procedía de la habitación contigua.

Ulthar Everston escuchó la música durante menos de un segundo. Luego comenzó a hablar, a pesar suyo, con la música como fondo.

—Les pedimos que se unan a nosotros en una velada llena de música, baile y manjares. —Señaló con la mano las puertas situadas a su derecha—. Todo esto les espera en el interior de...

Su voz se apagó como si alguien le hubiera bajado el volumen. El capiscol miraba por encima de las cabezas de los presentes. Abrió la boca como si fuese a hablar, se humedeció los labios y se limitó a guardar silencio mientras contemplaba al hombre que acababa de entrar en la sala.

Aunque era de estatura baja, el MechWarrior de cabellos canos y semblante enjuto que estaba plantado en el umbral de la puerta, atrajo la atención de todas las personas reunidas en la sala. Iba ataviado con una chaqueta corta negra, ceñida a la cintura, y unos pantalones negros con la raya bien marcada y una franja roja en un lado de ambas perneras. Sobre el hombro derecho le colgaba una capa, sujeta con una cadenilla de plata que le cruzaba el pecho. Quedaba al descubierto el hombro izquierdo, en el que lucía un intrincado bordado de la cabeza de un lobo gris, de ojos de color rojo rubí. Todo el mundo lo reconoció de inmediato como a uno de los miembros de la temida unidad mercenaria de los Dragones de Wolf. Relucieron las insignias de la cabeza de lobo que lucía a cada lado del cuello, pero el único indicio del rango y la identidad de aquel hombre eran las tres estrellas de plata que brillaban en la parte inferior de las mangas de la chaqueta. El recién llegado no era otro que el mismo coronel Jaime Wolf.

Los grises ojos del MechWarrior escudriñaron la sala con una feroz mirada. Cuando distinguió a su presa, agarró con más fuerza la bolsa de tela negra que sostenía con la mano derecha. El brocado plateado de la bolsa relució.

Apenas hubo dado un paso adelante, la voz de Tiepolo resonó en la sala.

—¡Sea bienvenido, coronel Wolf!

Wolf volvió la cabeza con un gesto casi mecánico y clavó una terrible mirada en Tiepolo. Dan estaba asombrado y casi atemorizado por lo que estaba presenciando. ¡Wolf mira al Primus con un desprecio inaudito!

Wolf paseó su mirada de Tiepolo a la gente apiñada a su alrededor. Como movida por la fuerza de voluntad del mercenario, la muchedumbre fue entrando poco a poco en la habitación contigua. Dan también dio media vuelta para salir, pero la fuerte mano de Morgan sobre su codo rompió el hechizo de Wolf.

—Espera, Dan —le dijo Kell.

Cuando empezó a dispersarse el gentío, Jaime Wolf bajó la escalera. Ahuyentó a dos acólitos con una de sus feroces miradas y se encaminó hacia Takashi Kurita, que se hallaba rodeado de partidarios suyos. Los MechWarriors que rodeaban al Coordinador se retiraron uno a uno, hasta que sólo Yorinaga Kurita quedó plantado entre el mercenario y su amo.

Wolf valoró a Yorinaga con una mirada franca y asintió con un gesto casi imperceptible. Yorinaga inclinó la cabeza ante el coronel mercenario, pero no se movió hasta que Takashi apoyó una mano en su hombro y lo obligó a apartarse.

Wolf desató el cordel que mantenía cerrada la abertura de la bolsa. Arremangó la tela negra y asomaron las empuñaduras de dos espadas: una katana y una wakazashi. Con una mirada de desprecio, el mercenario arrojó las espadas a los pies del Coordinador. Luego, Wolf imprecó al Coordinador con una voz que tenía la furia de una tempestad. Aunque Wolf hablaba en su impecable japonés demasiado deprisa para que Dan pudiese entenderlo a la perfección, no se le escapó cuál era su intención.

El Coordinador lo escuchó tanto tiempo como se lo permitió su honor. Aunque al principio pareció incómodo, no tardó en controlar por completo su expresión, lo que era una señal aún más reveladora de que la ira crecía en su interior. Cuando Takashi abría la boca para hablar, Wolf lo interrumpía con más palabras y ademanes irritados. Como un barco en medio de un temporal, el Coordinador no tenía más remedio que capearlos.

Cuando se le agotaron las palabras, aunque no la furia, Wolf se alejó. Los pocos que se habían quedado se apresuraron a apartarse de su camino por miedo a que pudiese volcar su cólera sobre alguno de ellos. La única excepción fue Morgan Kell, que avanzó hacia Wolf con la clara intención de interceptarlo. Como en un sueño, Dan no pudo evitar seguirlo.

En el momento en que ambos hombres estuvieron frente a frente, Wolf había dominado ya sus emociones, pues en su semblante no quedaba rastro de su furia. Entornó los ojos al examinar el uniforme y las condecoraciones de Morgan.

—Morgan Kell... Morgan Kell, después de tantos años...

Dan estaba sumido en un mar de confusiones. Ha pronunciado el nombre de Morgan con... ¿respeto?

Morgan asintió y alargó la mano.

—Hace tiempo que admiro y respeto su capacidad, coronel Wolf. Siempre he exigido a los Demonios de Kell unos niveles de competencia tan elevados como los que usted estableció para los Dragones.

Wolf estrechó con afecto la mano de Kell, aunque su expresión siguió siendo impenetrable.

—Antes esperaba que nuestros regimientos tuvieran algún día la ocasión de poner a prueba su valía en el campo de batalla. —Se encogió de hombros como si insinuara que aquella esperanza no se había desvanecido para siempre—. Por desgracia, los Demonios de Kell quedaron reducidos al tamaño de un batallón después de la batalla del Mundo de Mallory. Ahora no es un gran reto para uno de mis regimientos y, sin usted —Wolf miró directamente a los ojos a Morgan—, no es ningún desafío para mí.

—Hubo un tiempo, coronel, en que habría propuesto un duelo para dilucidar qué unidad y qué guerreros son los mejores. —La voz de Morgan estaba abrumada por el cansancio—. Ahora me parece que he aprendido a no disfrutar con esa clase de juegos.

Una mueca de pesar torció la expresión de Wolf.

—Ha muerto mucha gente... A veces pienso que demasiada.

—Lamento la pérdida de su hermano en la guerra civil de los Marik. Lo acompaño en el sentimiento con toda sinceridad.

Wolf volvió a aceptar la mano de Morgan.

—Y yo lamento la muerte de su hermano en Styx.

Aunque no sirva para aliviar su dolor ni su pérdida, debe ser consciente de que murió feliz, consciente de que había salvado a su unidad.

—Confío en que así fuera —contestó Morgan con un susurro apenas audible.

Wolf soltó la mano de Morgan y escrutó a Dan. Cerró los ojos por una fracción de segundo y asintió.

—Usted es el capitán Daniel Allard, Academia Militar de Nueva Avalon, promoción de 3015.

—Sí, señor —respondió Dan—. Desde entonces he pertenecido a los Demonios de Kell.

Notó una sensación desagradable al comprender que Wolf no se lo había preguntado, sino que le había dicho que ya lo sabía todo sobre él.

—Sí —dijo Wolf, y esbozó una sonrisa—. ¿Cómo está el hombro?

Dan quedó aún más perplejo por aquella pregunta y titubeó. ¿Cómo diablos se enteró de mi herida? Tragó saliva para desatar el nudo que le cerraba la garganta.

—Excelente, señor.

—Bien. Sería una lástima que un MechWarrior de su calibre estuviera apartado del servicio mucho tiempo por culpa de una fractura. —Wolf, sonriente, se volvió de nuevo hacia Kell—. Ahora quiero formularle una pregunta a usted, Morgan.

—Usted dirá —dijo, devolviéndole la sonrisa, pero con cautela.

—Me he preguntado a menudo si la insignia de los Demonios de Kell podía tener alguna relación con la de los Dragones.

—No, coronel —contestó Morgan, riendo entre dientes.

—Llámeme Jaime.

—No..., Jaime. El origen de los Demonios de Kell es muy anterior al de los Dragones de Wolf. —Morgan entornó los ojos—. Si no estoy equivocado, los Dragones de Wolf aparecieron por vez primera en la Federación de Soles en el año 3005. Lo recuerdo bien porque yo acababa de graduarme en Nagelring. En cualquier caso, el nombre y la insignia se inventaron antes del cambio de milenio y casi diecisiete años antes de que formáramos la unidad.

«Arthur Luvon, el padre de Melissa, era mi primo —prosiguió con una sonrisa—. Un verano en que Arthur había venido a visitar a nuestra familia en Arc-Royal, nos vio merodeando de noche por los campos y asustando a las ovejas de un vecino con gritos guturales. Dijo que parecíamos seres infernales y por eso nos puso el apodo de “Demonios de Kell”. Dibujó el emblema del lobo diabólico y dijo que algún día seríamos unos grandes MechWarriors. —La sonrisa de Morgan cedió un poco—. Patrick y yo formamos la unidad con el dinero que nos legó Arthur al morir.

Wolf levantó las manos.

—Sólo deseaba satisfacer mi curiosidad. Nunca me he sentido ofendido, de verdad. De hecho, a los Dragones siempre nos ha gustado que otra unidad con el emblema de una cabeza de lobo luchara tan bien.

Quintus apareció al lado de Dan.

—Perdónenme, caballeros. Coronel Wolf..., coronel Kell, el príncipe Hanse Davion me ha pedido que los invite a unirse a él y a la arcontesa Katrina Steiner.

Quintus hizo un ademán hacia la puerta de salida de la antesala. Dan comprendió que la invitación no lo incluía y saludó a Wolf con una inclinación de cabeza.

—Ha sido un placer conocerlo, coronel Wolf. De hecho, era el sueño de mi vida.

—Debimos habernos encontrado en un campo de batalla —respondió Wolf con una sonrisa.

—No —dijo Dan, retirándose—. He dicho que era mi sueño, no mi pesadilla.

Saludó a Morgan y a su padre y entró en la sala de recepción, que ya estaba llena de gente. Las altas ventanas, que se extendían desde el suelo hasta el techo abovedado, que se alzaba a una altura de dos pisos, hacían que la estancia pareciese muy espaciosa. Aunque las parejas que se desenvolvían grácilmente en la pista de baile lo privaban de la vista del otro extremo de la sala, Dan supuso que la larga fila de mesas repletas de comida y bebida también cubría la otra pared. Aquella atmósfera festiva, combinada con la agradable música y el suave murmullo de las conversaciones, resultaba muy reconfortante.

Dan sonrió al contemplar la elegancia y la alegría de la reunión. Me tranquilizaré, apartaré a Justin de mi cabeza por el momento y trataré de divertirme. ¿Qué puede ir mal?

Mientras aquellas palabras adquirían forma en su mente, Dan se sintió condenado a un fatal destino. La baronesa de Gambier se abría paso hacia él como un MCA que volase en dirección al blanco. Logró esbozar una débil sonrisa, que se convirtió en una expresión de sorpresa al notar que alguien lo tomaba del brazo. Felicity se detuvo en seco.

Dan se volvió, creyendo que era su hermana quien venía al rescate.

—¡Jeana! —exclamó con voz ahogada, en el mismo momento en que captaba el mismo perfume de aroma penetrante que ella usaba en Tharkad.

Jeana sonrió y le dio un beso en la mejilla.

—Ven, Daniel. Me debes un baile.

Lo tomó de la mano y lo condujo a la pista de baile ante la furibunda mirada de la baronesa.

Mientras bailaban al son de la música, Dan se acercó a ella lo suficiente para susurrarle:

—Gracias por salvarme.

—No me gusta ver cómo bombardean a un amigo —respondió Jeana, riéndose con despreocupación.

Dan enarcó una ceja. ¡Esa es una frase de la jerga de los MechWarriorsl ¡No es posible que ella también lo sea! En Tharkad no lo parecía, y el vestido rojo que lleva puesto ahora me hace difícil imaginarla con pantalones cortos y un chaleco refrigerante.

Dan se apartó lo suficiente para mirar sus verdes ojos.

—¿Qué vas a hacer mañana?

—No lo sé —contestó Jeana—. ComStar ha organizado muchas cosas para nosotros. ¿Y tú?

—Yo tampoco lo sé.

Jeana se echó a reír.

—Entonces, sea lo que sea. Dan, hagámoslo juntos.