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Sistema Solar, Tierra

14 de agosto de 3028

El duque Michael Hasek-Davion contempló, a través del gran ventanal redondo del camarote de su Nave de Descenso, la bola blanca y azul hacia la que se dirigían. Docenas y docenas de Naves de Descenso (la mayoría esféricas, como la de clase Overlord que transportaba al duque, pero algunas de diseño aerodinámico) volaban apresuradamente hacia el planeta.

El duque meditó sobre el mundo al que se acercaban. Durante siglos, Naves de Descenso y de Salto han sacado a millones de seres humanos de este modesto planeta. La Tierra no es tan grande como otros mundos colonizados por la humanidad, ni tan rico en minerales o formas de vida, pero es el único que ha producido una especie racional. Eso lo hace muy especial.

La puerta del camarote se alzó con un siseo y entró un hombre bajo y delgado, de cabellos castaños y una incipiente calvicie. Michael se giró despacio. El otro hombre parecía quejarse con cada paso que daba.

—¿Me ha llamado, mi señor?

Michael asintió y saboreó en secreto la sensación que le producía el peso de su larga trenza negra sobre su columna vertebral. ¡Pobre conde Vitiosl Un hombre tan endeble como tú está escasamente dotado para soportar velocidades mucho mayores que 1 G, pero yo deseo llegar cuanto antes. Además, el ejercicio te pondrá en mejor forma.

Vitios se desplomó con alivio en la silla acolchada que le señaló el duque.

—¿En qué puedo servirlo, mi señor?

La vergüenza que sentía el hombrecillo por su debilidad le enrojeció su pálido rostro, mientras Michael se paseaba ante el ventanal sin el menor esfuerzo y con las manos cruzadas a la espalda.

—Deseo asegurarme de que no harás ninguna tontería en la Tierra.

El conde se quedó estupefacto. Luego hizo un esfuerzo por sonreír.

—¿Qué quiere decir, duque Michael?

—Anton, te conozco demasiado bien —contestó con una sonrisa astuta en los labios—. Estoy seguro de que tienes una especie de plan de emergencia para esta ocasión. Aunque han pasado doce años desde la batalla de Verlo, sé que todavía lloras la muerte de tu esposa y tus hijos. —Michael levantó la palma de la mano para acallar la réplica del conde—. Nadie te desprecia por sentir una devoción tan sincera por su recuerdo, y son muchos los que te admiran por ello.

Michael dio la espalda a su visitante y observó las Naves de Descenso que flotaban a paso de caracol en dirección a la Tierra.

—He visto los holovídeos del juicio de Justin Allard y cómo tu actuación como acusador reveló que se había convertido de manera tan descarada en agente de Liao. Sin embargo, tu deseo de venganza es hondo y sigue vivo. Eso es bueno.

—No haría nada que pudiera incomodarle, mi señor.

Michael, con una sonrisa, se volvió de nuevo hacia el conde.

—Lo sé, pero no deseo que te veas envuelto tontamente en alguna situación que pueda perjudicar la cruzada que has emprendido.

—Duque Michael, he comprendido muy bien la directriz de ComStar en la que daba instrucciones de que nadie llevase armas de ningún tipo a la boda. ComStar pasará por pantalla a todas las personas y todos los equipajes, tanto antes de salir del área de cuarentena del espaciopuerto de Savannah como antes de entrar en la sede. Pese a que no estoy invitado a la boda y permaneceré en Savannah con el resto del personal de servicio, no tengo la menor intención de tratar de pasar ninguna arma.

Michael asintió con sequedad.

—Más te vale que no lo hagas. ComStar ha dicho bien claro que prohibirá la transmisión de mensajes para cualquier Casa que viole las medidas de seguridad en la boda. Esa prohibición dejaría a todo un Estado Sucesor sordo y mudo.

El conde Vitios entornó los ojos.

—¿Debo suponer entonces, mi señor, que deseaba comentarme alguna otra cuestión?

—Los agentes de Liao me han hecho una oferta de apoyo contra Hanse Davion —dijo Michael, sonriendo.

—¡Malditos cerdos! —exclamó el conde, apretando con furia los dientes—. ¡Espero que los haya enviado al infierno!

Antes de contestar, Michael se irguió cuan alto era.

—En realidad, les he dicho que la oferta era muy tentadora.

El conde, mudo, se hundió en la silla acolchada y contempló boquiabierto a Michael.

El duque sonreía. Mi fiel perro de presa, sólo sabrás defenderme si logras entender mi verdadero plan.

Michael se apartó de su subordinado y volvió a sumirse en la observación de las numerosas naves que volaban hacia la Tierra.

—Piensa, Antón, en lo que significa este matrimonio en términos militares y políticos para los Estados Sucesores. Hanse me ha prometido que reforzará la Marca Capelense con tropas de la Marca Draconis en cuanto terminen los ejercicios de Galahad de este año. Tiene la impresión de que el Condominio Draconis no será una amenaza tan grave después de su boda con una Steinet, pues la alianza garantiza que el Dragón habrá de luchar en dos frentes siempre que decida ser más agresivo.

—Eso parece razonable, Alteza —farfulló el conde, con la voz alterada por el nerviosismo—. Pero parece como si no creyera que el Príncipe vaya a mantener su palabra.

Michael asintió, pensativo.

—Tu observación es correcta, pero he llegado a esta opinión sin atribuir a mi cuñado ninguna intención de querer engañarme. Creo que no tendrá la oportunidad de cumplir su promesa.

—Me parece que no le entiendo, mi señor.

Michael señaló algunas de las naves que se dirigían hacia la Tierra.

—Allá van los líderes de los Estados Sucesores, Antón. Takashi Kurita es demasiado inteligente para dejarse atrapar en una jaula; Maximilian Liao sigue soñando con convertirse en el Primer Señor de una nueva Liga Estelar; y Janos Marik no siente el menor efecto por las Casas Steiner y Davion. No cabe la menor duda de que esos tres consideran que el fortalecimiento de la alianza entre Davion y Steiner es una grave amenaza para todos ellos.

—Perdóneme, duque Michael, pero esa conclusión es obvia. De todos modos, está claro que no atacarán durante la boda.

Michael meneó despacio la cabeza, haciendo que la trenza rozase la seda de su oscura túnica.

—No, Antón, nunca harían eso..., por las mismas razones que ya has enumerado. Me atrevería a decir que tampoco atacarán inmediatamente después de la boda, porque Hanse ha reunido sus tropas alrededor del Pasillo Terráqueo para la operación Galahad-28. —Michael se sentó frente al conde, pero tenía la mirada perdida como si contemplara una visión de un lejano futuro—. Sería una guerra inolvidable, ¿verdad? Las mejores fuerzas de Kurita, Liao y Davion combatiendo en una docena de mundos... y Hanse Davion atrapado todo el tiempo en la Tierra...

El conde se rió entre dientes.

—En una situación semejante, usted tendría que asumir el control provisional del Gobierno y conducir a la Federación de Soles a la victoria.

La sonrisa del duque se desvaneció cuando apretó los labios con fuerza.

—Es cierto, pero me temo que esa oportunidad no se presentará jamás. Por lo que he podido averiguar, parece que Kurita y Liao adoptarán una táctica más conservadora. Esperarán a que el Pasillo Terráqueo recupere su situación normal antes de atacar. Es probable que Liao lleve el peso del ataque, mientras que las fuerzas de Kurita intentarán defender la frontera con Steiner. Y si Casa Marik puede aplastar las revueltas en el interior de su reino, financiadas por Hanse, Janos se lanzará sobre la frontera con la Mancomunidad. Así, Steiner tendrá que ceder ante Kurita o perder planetas frente a Marik.

El conde tabaleó sobre su puntiaguda barbilla con el dedo índice de su diestra.

—Para que Liao pueda montar una enérgica ofensiva contra el Pasillo Terráqueo, tendrá que retirar tropas de las comunidades de St. Ivés y de Sian. Eso le dejaría a usted el camino libre...

Michael sonrió y se desperezó con elegancia felina.

—En efecto. Y eso explica los mensajes que he recibido de Liao. Sus insinuaciones para que traicione a Hanse son intrigantes y sugerentes al mismo tiempo.

El conde inspiró para protestar con energía, pero se contuvo antes de pronunciar palabra. Cerró despacio la boca y una sonrisa le iluminó el rostro.

—Aceptará la oferta de Liao para que pueda trasladar sus tropas al frente; luego, lo atacará cuando ya se haya lanzado sobre las tropas de Hanse.

—¡Exacto! —exclamó Michael con fuego en los ojos—. Proporcionaré a Max Liao detalles de las posiciones de las tropas de Hanse..., e incluso las sobrestimaré para que Liao utilice más fuerzas de las necesarias en sus ataques. Del mismo modo, subestimaré mis propias fuerzas para que Liao no vea la daga que tengo apretada contra su vientre.

El conde enseñó los dientes como un lobo.

—Y cuando llegue el momento...

—Cuando llegue el momento, reventaré la Confederación de Capela y seré saludado como un héroe de la Federación de Soles. ¡El amplio apoyo popular me elevará al rango de gobernante supremo del Imperio Federal Capelense!

El conde dio una palmada y se frotó las manos con codicia.

—Le serviré con placer como instrumento de su victoria, Alteza. Con su permiso, sólo le pido una cosa.

—¿Sí, Antón?

—Cuando tome Sian, déjeme a Justin Xiang. Esta vez me gustaría ver cómo recibe su merecido.

El duque Michael Hasek-Davión asintió.

—Será un placer, conde Vitios.

Y donde termines tu «tratamiento» para Xiang, allí empezaré mi venganza sobre Hanse-Davion...