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Sian
Comunidad de Sian, Confederación de Capela
29 de febrero de 3028
Justin cerró la carpeta y miró a los grises ojos de Alexi Malenkov.
—Un trabajo excelente, Alexi. —Justin dejó el informe sobre su escritorio y dio unos golpecitos a la carpeta de color crema—. No estaba informado de que Romano tenía su propio cuerpo de asesinos.
El analista de Tikonov asintió, muy serio.
—Los rumores, como puedes ver, son increíblemente vagos; sin embargo, están enlazados entre sí por un hilo conductor muy consistente. —Malenkov se miró sus manos de largos dedos y las juntó como si quisiera atrapar un pájaro invisible—. Al parecer, algunos de los iniciados en ese culto la consideran como una encarnación de Kali. Casi ningún informe se toma en serio esa historia, pero podría ser el núcleo de las primeras conexiones establecidas con ella. No obstante, su poder ha convertido a Highspire en una fortaleza segura donde tiene mucho respaldo.
Unos asesinos que sirvan ciegamente a Romano la hacen tan peligrosa como un niño que jugara con una carabina láser.
—No me gustan las insinuaciones de que ese culto podría tener contactos en otros enclaves de los Estados Sucesores. ¿Puedes averiguar algo más sobre sus vínculos con los grupos de la Tierra, en Tikonov o en la Marca Capelense?
Alexi suspiró con fuerza.
—No lo creó —admitió, y se inclinó hacia adelante—. Obtener toda esa información ya fue muy difícil, Justin. Pasé algunos momentos muy delicados mientras eludía las preguntas de Tsen Shang sobre lo que estaba haciendo. No creo que él sospeche que estamos vigilando a su enamorada, pero no le gustará nada si lo descubre. —Se encogió de hombros—. Veré lo que puedo hacer, por supuesto, pero no te prometo nada. Esos thugs tienen su propio lenguaje secreto y una red clandestina que hace casi imposible su localización.
Justin asintió y devolvió el informe a Malenkov.
—Lo comprendo, Alexi, y agradezco todo lo que puedas facilitarme. No olvidaré la ayuda que estás prestándome. —Señaló el informe—. Sin embargo, será mejor que lo destruyas.
—Dalo por hecho, ciudadano Jefe. —Malenkov se desperezó y se levantó de su sillón—. Ya puedo irme.
Justin salió de detrás de su escritorio.
—No te preocupes: yo tengo que marcharme de todos modos.
Malenkov echó una ojeada a su cronómetro.
—¡Ah, claro! Hoy es lunes. Tengo entendido que algunos han estado quemando incienso en el templo en tu honor por el entrenamiento al que sometes a la duquesa. Dicen que está mucho más serena desde que empezó a ejercitarse contigo.
Justin sonrió y se preguntó si era sólo el ejercicio lo que le había producido aquellos efectos.
—El t’ai chi es muy relajante. Si deseas practicarlo con nosotros...
—No me gusta ser «carabina». De todos modos, gracias por la invitación.
Malenkov abrió la puerta y, cuando iba a cruzarla, se detuvo en seco para no chocar con la otra persona.
En el umbral, como un retrato enmarcado, se hallaba Candace Liao. Al verla, el corazón de Justin empezó a latir desbocado. La luz que se reflejaba en su túnica de seda plateada brillaba tanto como el descarado placer que expresaba su mirada. La sonrisa que dedicó a Justin iluminó sus hermosos rasgos, pero se apagó un tanto al ver a Malenkov.
—Buenas noches, ciudadano Malenkov. ¿Cómo te encuentras?
Malenkov hizo una respetuosa reverencia.
—Muy bien, gracias, duquesa. —Se volvió lo suficiente hacia Justin para que Candace no pudiese ver cómo le guiñaba el ojo—. Te veré mañana, ciudadano. —Se giró de nuevo y sonrió a la duquesa—. Ha sido un placer, como siempre, duquesa.
—Buenas noches, Alexi.
Justin observó cómo Candace cruzaba el umbral con una gracilidad que no poseía dos meses antes y cerraba la puerta. Una vez solos, la miró sonriente.
—Bienvenida, Candace.
Candace consultó su cronómetro.
—Aún no te has cambiado. No he llegado demasiado pronto, ¿verdad?
Justin meneó la cabeza; pero, antes de que pudiese contestar, un piloto rojo se encendió sobre la puerta. Justin lo señaló.
—¡Maldición! ¡Tu padre quiere verme! Puedes esperar aquí, si quieres...
—No, estoy demasiado impaciente para esperar. Te acompañaré. Si mi padre no quiere que esté presente, ya me echará.
—Soy muy feliz en tu compañía —dijo, ofreciéndole su brazo derecho. Luego se rió por lo bajo—. No me gustaría estar en la piel de tu padre, si cree que no deberías estar presente.
Candace lo tomó del brazo.
—Tú y yo tenemos una cita y no voy a permitir que un problema secundario nos impida acudir.
Justin asintió y ambos echaron a andar por el pasillo que conducía a la sala del trono de Maximilian Liao.
—Pero, ¿y si ese problema secundario es una invasión davionesa a gran escala?
Candace se encogió con actitud despreocupada.
—Supongo que podré esperar cinco minutos.
—Que sean seis. O la mitad, si sólo es una incursión.
Cuando Justin abrió la puerta de la sala del trono, notó que Candace se envaraba a sus espaldas.
Maximilian Liao estaba sentado en su trono y los observaba como una desgarbada gárgola. De pie, unos escalones más abajo, cogida del brazo izquierdo de Tsen Shang, Romano Liao sonreía como una comerciante que acabase de oír las palabras mágicas: «el dinero es lo de menos». Al otro lado, a la izquierda de Liao, se hallaba la envejecida figura de Chandra Ling. Parecía encorvada por la fatiga.
Justin entrecerró los ojos. Madame Ling parece derrotada, lo que significa que Romano ha convencido a su padre para que emprenda algún plan insensato. Shan parece bastante inquieto, o sea, que es probable que esté atrapado también. Al mirar a Candace, vio que sus ojos habían adquirido aquella expresión de tigresa que solía adoptar cuando estaba furiosa. Esto no va a resultar agradable, pensó.
—¡Ah, excelente, Justin! —dijo Liao con su astuta sonrisa—. La has encontrado y la has traído aquí. —Una mirada de afecto suavizó un tanto su semblante—. Candace, esto también te concierne a ti. Tu hermana ha elaborado un plan brillante para obtener mucha información confidencial durante la boda de Davion. —Liao obsequió a su hija menor con su mejor sonrisa—. Diles lo que me has propuesto, Romano.
Los verdes ojos de Romano lanzaron una mirada de puro veneno a su hermana. Justin notó que Candace se estremecía.
—Bien, querida hermana, estoy segura de que estás de acuerdo conmigo en que esta boda será una oportunidad para aprender muchas cosas en las recepciones y fiestas. Allí sólo estarán grandes personalidades y cualquiera de ellas es susceptible de deslizar detalles para impresionar a sus rivales de las demás Casas.
Como una serpiente que acechase entre la hierba, el tono paternalista de Romano parecía tener unos dientes escondidos. La réplica de Candace fue gélida.
—Esa conclusión, querida hermana, es tan obvia que incluso tú has sido capaz de llegar a ella.
Romano lanzó una rápida mirada a Shang e irguió la cabeza aún más.
—Cada uno de los líderes de las Grandes Casas daría mucho por introducir a sus espías en la reunión, pero Davion y Steiner han sido muy cuidadosos sobre el número de individuos por cada Casa que acudirá a la ceremonia. Es imposible introducir a agentes de la Maskirovka como criados, pues ComStar ha ofrecido su personal para realizar todas las tareas domésticas. —Romano sonrió y apretó el brazo de Tsen Shang—. Pero he encontrado la manera de eludir las medidas restrictivas de Davion.
Maximilian asintió con gesto severo.
—Romano ha sugerido que Tsen Shang la acompañe a la ceremonia como escolta personal. En calidad de tal, podrá mezclarse con los demás invitados y averiguar todo lo que pueda ser de interés para nosotros sobre las actividades de los otros Estados Sucesores. Conmigo llevaré a la mitad de mi equipo de crisis.
Candace sonrió jovialmente, pero sus ojos ardían de furia.
—Romano, en verdad has concebido un plan magnífico. —Su sonrisa creció al ver que la confusión desvanecía toda expresión de alegría de la faz de su hermana—. Padre, tenéis razón. No sería adecuado que os marcharais sin vuestro equipo de crisis.
Candace sonrió también a Justin, de un modo que le hizo pensar que no le gustaría lo que ella iba a decir a continuación. Meneó la cabeza, pero Candace no prestó atención a su advertencia. Bajó la mirada en un gesto teatral de reflexión y dijo:
—Sin embargo, es una lástima que no podamos sorprender al príncipe Davion en su boda del mismo modo que nos sorprendió él al anunciarla de manera tan repentina.
De improviso, abrió los ojos y se llevó la mano a la boca como si estuviera estupefacta por alguna idea. Miró a su padre y exclamó, sonriente:
—¡Sí, hay una forma de hacerlo! ¿Y si pudiésemos llevar a la boda, como invitado, a una persona que provocaría la desazón de los invitados? Una persona que Hanse Davion hubiera avergonzado en público, sólo para ver volverse las tomas. ¿Y si ese individuo también pudiese reunir información útil para la Maskirovka? ¿Y si la presencia de esa persona significara que lleváis con vos a todo vuestro equipo de crisis?
El rostro de Maximilian Liao se iluminó con la luz de la revelación divina.
—Ja, ja! No podría concebir un regalo mejor para el príncipe de la Federación de Soles. —Liao asintió y sonrió con éxtasis a Justin—. ¿Os imagináis la cara que pondrá cuando vea que el hombre que condenó al exilio acude a su boda como invitado? ¡Oh, sí, es la idea perfecta!
Justin levantó su mano artificial.
—Sabiduría Celestial, ¿creéis que os interesa llevaros a todo el equipo de crisis a un lugar donde estaremos aislados de nuestros colaboradores?
Liao miró a Justin con incredulidad. Luego pareció sumirse de nuevo en sus cavilaciones.
—Tienes razón —reconoció, y se volvió hacia Chandra Ling—. Tú coordinarás el equipo de crisis durante la boda y utilizarás las líneas de ComStar para mantenerlos informados a ambos de los asuntos importantes.
—Como deseéis, Canciller.
Chandra Ling miró a Justin y parte de su ansiedad pareció desvanecerse. Liao sonrió, satisfecho.
—¡Excelente! Tsen Shang acompañará a Romano y Justin Xiang te escoltará a ti, Candace. —Liao entornó los ojos por unos instantes, hasta que nació una nueva idea en su mente—. Incluso podríamos llevarnos también a vuestro ayudante, Molotov...
Justin sonrió.
—Malenkov, Alteza. Alexi Malenkov.
—Sí, eso, Malenkov, Lo incluiremos como ayudante del coronel Pavel Ridzik para vigilarlo durante los festejos.
Justin miró al grupo allí reunido, preguntándose en qué estaría pensando cada uno de ellos. Es estupendo que nos acompañe Alexi, pero ¿lo es que se dedique a espiar a Ridzik? Si Liao cree que no puede confiar en el comandante en jefe de sus ejércitos, ¿en quién lo hará? Se humedeció los labios. Y, ¿cuándo dejará de fiarse de mí?
El Canciller sonreía con una intensidad que producía escalofríos.
—Sí, será algo especial. ¡Dejadme! Quiero reflexionar sobre todas las ramificaciones de este plan. ¡Creo que podría utilizarlo incluso para reforzar la primacía de nuestra Casa sobre todo los Estados Sucesores!
Justin y Candace se retiraron a los jardines. Caminaban cogidos del brazo por el sendero; no obstante, Justin se sentía azorado. La grava crujía bajo sus pies y el frío resplandor de una luna azulada apenas iluminaba su camino. De todas formas, la noche era agradable y soplaba una suave brisa que arrastraba el aroma del incienso que ardía en el templo.
Cuando llegaron al área del templo, Candace se soltó y se quitó la túnica. Debajo llevaba puesto un maillot gris. Se quedó quieta por un momento, con las manos entrelazadas sobre la cabeza. Inspiró hondo y comenzó una serie de lentos movimientos concebidos para estirar y calentar todos los músculos del cuerpo.
Justin, sumido en la oscuridad, la observaba. Envidió el azulado claro de luna que acariciaba su figura y sintió que ardía de deseo. Tiene un físico muy hermoso, pero sé que mi atracción hacia ella se basa en algo más profundo. Se apoyó en uno de los árboles plantados en aquel lugar porque simbolizaban la fuerza combinada con la flexibilidad. Se cruzó de brazos y siguió admirándola. No puedo negar que nos hemos unido mucho y que incluso podría quererla; pero ¿qué es lo que siento en mi interior, que no deja de decirme que es un error?
Candace irguió despacio la cabeza. Pareció percibir el estado de ánimo de Justin.
—¿Qué te ocurre?
—No me gusta que me utilicen —respondió Justin.
—¿Qué? —ella hizo ademán de acercarse a él, pero se detuvo al ver que Justin se envaraba—. No sé lo que quieres decir.
Su confusión parece sincera... Justin tragó saliva y bajó los brazos.
—Me usaste como un escalpelo contra tu hermana. Recogiste su plan y lo mejoraste. Naturalmente, comentaste que mi presencia en la boda irritaría a Hanse Davion. —La señaló con un gesto furioso—. ¿Y si yo no quisiera ver a Hanse Davion?
Candace se arredró ante su actitud.
—No lo entiendo. Sería tu ocasión de entrar en el cubil de tu enemigo.
Justin se apartó de ella.
—No me resulta agradable la idea de volver a encontrarme con el hombre que me humilló. —Contempló las lejanas montañas, bañadas en luz azul—. Es cierto que mis victorias en Solaris pueden haberlo molestado, pero no está acobardado ni arrepentido. —Se volvió de nuevo hacia Candace—. Apareceré en su boda como un ayudante a sueldo, como un espía enviado para obtener información. Me utilizaréis como un látigo neural para provocarlo. —Meneó la cabeza con vehemencia—. No me gusta que me traten como un objeto.
Candace lo miró fijamente con los brazos en jarras.
—Esa es la razón por la que crees que sugerí que fueses mi escolta, ¿no?
—Es todo lo que comprendo, Candace. A menos que no puedas soportar la idea de estar lejos de tu compañero de ejercicios.
Justin vio que la ira sacudía el cuerpo de Candace, pero ella pareció reaccionar y controlarse. Bajó la cabeza, un poco arrepentida.
—Te pido perdón por haberte utilizado para molestar a mi hermana. —Se mordisqueó el labio inferior, como si estuviera escogiendo con cuidado sus siguientes palabras—. No comprendí hasta qué punto podía herirte el hecho de ver de nuevo a Hanse Davion. Debí darme cuenta antes. —Irguió la cabeza y pareció buscar su rostro entre las sombras—. Pero fue la única manera que se me ocurrió para convencer a mi padre de que te permitiese acompañarme.
—¿Por qué es tan importante eso?
Candace se acercó a él.
—Porque yo quiero que vengas.
Justin avanzó hacia ella, la tomó de la mano y la estrechó contra su cuerpo.
—El palacio está lleno de sirvientes...
Candace le rodeó el cuello con los brazos y apretó suavemente su frente contra la de Justin.
—Es verdad, Justin Xiang, pero no quiero tener a ningún sirviente a mi lado, ni a mi compañero de ejercicios. Te quiero a ti, conmigo. —Le rozó los labios con los suyos—. Te quiero como acompañante y como compañero, ¡y me importa un bledo la opinión de todos los habitantes de los Estados Sucesores!