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Arc-Royal

Distrito de Donegal, Mancomunidad de Lira

3 de marzo de 3028

Dan bajó la palanca de la escotilla y sintió que se le tapaban los oídos cuando la carlinga del Wolfhound quedó presurizada. Se arrodilló junto a la entrada y sonrió al ver la tenue silueta del sillón de control a la luz del hangar que traspasaba los ojos polarizados del ’Mech. Estiró el brazo y accionó un interruptor que encendía el motor de fusión.

Un fuerte zumbido empezó a sonar debajo de Dan, en el corazón del Wolfhound. Fueron encendiéndose panel tras panel de interruptores, botones y monitores existentes en la pequeña cabina. Pulsó un botón, iluminado con una luz verde, del tablero de instrumentos del ’Mech y la radio se conectó.

—Clovis, ¿me lees en tus pantallas?

—Sí, Dan. —La sonrisa que Dan se imaginaba en el rostro del enano casi pudo percibirse a través de la radio—. Es impresionante, ¿verdad?

—Afirmativo.

Clovis tosió un poco.

—Muy bien. Supongo que querrás ponerte un chale-co refrigerante y el resto del atuendo. Encontrarás un pequeño compartimiento en la parte posterior del sillón de mando. Allí debe de haber todo lo que necesites.

Dan se giró y abrió el estrecho compartimiento. Sacó de su interior un chaleco acolchado, hecho de un tipo de goretex ligero concebido para enjugar el sudor del cuerpo. El chaleco estaba entretejido con los tubos flexibles de refrigerante que protegían un poco al piloto del tremendo calor que puede producir un ’Mech en combate. Los tubos pasaban por debajo de la capa de tejido protector antibalas, que constituía el revestimiento exterior del chaleco. Del lado izquierdo del chaleco colgaba un cable de corriente para conectarlo al sillón de mando.

Dan frunció el entrecejo mientras se despojaba de la chaqueta y la camisa.

—Clovis, se me ocurre que este compartimiento ocupa el espacio que suelen ocupar los cohetes de eyección. —Miró en el interior del compartimiento e hizo una mueca—. Me gusta llevar aquí todo este equipo de supervivencia, así como un traje completo, pero creo que preferiría salir despedido de mi ’Mech para poder usarlos luego.

La risa de Clovis resonó por toda la carlinga.

—«Gato» apostó veinte billetes ComStar conmigo a que ésa sería tu primera pregunta. El doctor Banzai ha incorporado en el diseño del Wolfhound el sistema de eyección que era exclusivo del Hatchetmán. Sale despedido todo el conjunto de la carlinga. No hay peligro de que sólo vuele la mitad de la escotilla ni de que los costados alteren el rumbo de la silla de mando.

Dan sintió una punzada de dolor en el hombro izquierdo e hizo una mueca. Recordó que se había fracturado la clavícula al salir eyectado en Styx y se echó a reír.

—Creo que me gustará este diseño —anunció.

—Recibido. Avísame cuando te hayas conectado y te guiaré en la secuencia de ignición.

—Recibido.

Dan se ciñó el chaleco. Encontró dos discos adhesivos de control en un pequeño cajón del compartimiento y se los colocó en los brazos desnudos. Luego se despojó de pantalones y botas y se puso pantalones cortos y unas botas de plastiacero altas hasta las rodillas. Se aplicó otros dos discos en el lado exterior de ambos muslos, guardó su ropa en el compartimiento y se sentó en el sillón de mando.

Accionó unos interruptores del brazo derecho del sillón para erguir el respaldo y bajar los pies hasta que se sintió cómodo. Tras conectar el cable del chaleco refrigerante en el enchufe situado a un lado del sillón, abrió un panel del brazo izquierdo de éste y extrajo cuatro cables. Aplicó las pinzas de los cables a los electrodos de los discos e introdujo los cables por las presillas del chaleco refrigerante. Dejó que las clavijas pendieran junto a su garganta y se ajustó el cinturón de seguridad.

Llevó las manos detrás de la cabeza y sacó el neurocasco de su colgador. Se acomodó el pesado casco de metal y plástico sobre los cojinetes de los hombros e introdujo las clavijas de los cables de los discos de control en las tomas del cuello del casco. Se ajustó el casco hasta que simio los neurosensores contra los lugares correctos de su cabeza y se centró la visera en forma de cuña para poder ver sin dificultad todos los monitores del tablero de instrumentos.

Dan pulsó un botón, encendió el receptor de radio y ajustó el volumen para eliminar el silbido de la estática. Probó el micrófono y dijo:

—Todo conectado, Clovis. Dime la secuencia de arranque.

—Normalmente habríamos tardado dos días en acoplarte a ese monstruo —dijo con orgullo—, pero hemos introducido algunas lecturas de datos del Panther que utilizaste en Northwind. También he añadido un programa con un bucle de retroalimentación en tu ordenador.

Dan conectó la radio en el monitor auxiliar. Clovis le sonrió.

—El programa supervisa tus acciones y las compara con lo que se considera tu modo normal de manejar un ’Mech, así como tus mejores y peores actuaciones. Reo-rienta la corriente y el tiempo de proceso para que asista tus puntos débiles y realce tus habilidades durante una batalla.

—En otras palabras, tu programa ajusta el Wolfhound a mi medida.

—Exacto. La comprobación cruzada permite también que el ordenador desconecte el ’Mech si los perfiles de actuación varían en exceso de la norma. De este modo, es imposible que algún tipo con un filtro de electroencefalograma basado en chips pueda entrar y robarte el ’Mech.

La risa de Dan resonó en su casco.

—¡Magnífico! Pero vamos a poner en marcha este monstruo. ¿Cuál es mi código de comprobación?

—No hay amor más grande... —respondió Clovis con voz sombría.

Las palabras de Clovis recordaron a Dan el sacrificio realizado por Patrick Kell en Styx. No hay amor más grande de un ser humano hacia otro, que dar la propia vida por la suya. A Dan se le formó un nudo en la garganta. Unas palabras viejas, pero que son tan ciertas...

—Gracias, Clovis. Buena elección. —Dan apretó un botón del tablero de instrumentos—. Comprobación de patrón: capitán Daniel W. Allard.

Sonó un zumbido grave en el casco de Dan, que se convirtió en una voz sintetizada por ordenador.

—Encontrado patrón de voz. Procédase con secuencia de arranque.

—Código de comprobación: No hay amor más grande —dijo Dan con voz ahogada.

—Autorización confirmada —respondió el ordenador—. Bienvenido a bordo, capitán. Todo el control es suyo.

Daniel sonrió mientras el ordenador conectaba todos los sistemas de armas. Se encendió el monitor principal del ’Mech y el ordenador se apresuró a llenar la pantalla con un esquema del Wolfhound. En el monitor secundario apareció una imagen de los alrededores, generada por el ordenador, en una escala de dos centímetros y medio por un kilómetro.

¡Guau! ¡Esto es nuevo!, se regodeó Dan.

—¡Eh, Clovis! ¿Quieres explicarme cómo he conseguido este mapa?

—Bueno, Dan, estás recibiendo información de los satélites de la Sociedad Meteorológica de Arc-Royal. El programa de trazado de mapas trabaja a partir de datos disponibles como ésos o cualquier mapa que quieras cargar en el sistema.

Dan reflexionó por unos momentos.

—Si lograra establecer comunicación con un satélite militar, ¿podría incluir unidades enemigas en las imágenes?

—Eso depende de lo que transmitan a sus unidades. No sé si mi programa de interpretación podría manejar todos los datos diferentes que podría transmitir una unidad militar. Si llegamos a obtener muestras de sus señales y eludir su scrambler[1], podremos modificar el programa. Ahora captamos datos militares de la Mancomunidad y de la Federación de Soles.

—Según esto, dispongo de tres..., no, cuatro láseres medios. Veo tres bocas en el pecho. —Dan bizqueó—. La cuarta cubre la retaguardia.

—Impide que se te acerquen por la espalda. El láser pesado del antebrazo derecho del ’Mech acosará a larga distancia a tus enemigos.

—Entendido, Clovis.

Clovis accionó varios interruptores y abrió la puerta del hangar. Mientras Dan giraba el Wolfhound hacia la entrada, activó la pantalla holográfica de combate. La imagen abarcó los 360° de visión. Dan manipuló las palancas de mando, que sobresalían de los brazos del sillón, para mover sobre la pantalla los retículos dorados gemelos del punto de mira. La intensidad de brillo de los retículos se redujo a la mitad cuando distinguió algo que se encontraba fuera del ángulo de tiro de sus armas.

La voz de Clovis zumbó en su cabeza:

—Los tres botones del pulgar de la palanca izquierda disparan los láseres montados en el pecho. Ten cuidado, porque no tienen sistema de seguridad. Si cruzas los brazos del ’Mech sobre el pecho y disparas, los destruirás.

Dan se echó a reír. ¡Como si luchar contra el enemigo no fuera bastante peligroso!

—Gracias por el aviso. Los botones de la palanca derecha controlan el fuego del láser pesado y del láser trasero, ¿no?

—Correcto. —Clovis levantó una mano y cruzó los dedos—. Suene, capitán.

—Gracias, Clovis.

Dan se adentró en la noche con el Wolfhound. Bueno, chico, vamos a ver si tenemos lo que hay que tener para destruir solitos toda una lanza de Panthers.

El ordenador dibujó las siluetas caloríficas de los Panthers en tonos verdes brillantes. Dan levantó el brazo derecho del Wolfhound y centró el retículo en el más alejado de los dos ’Mechs humanoides. Acarició el botón de disparo con el pulgar y el retículo parpadeó para confirmar que tenía centrado el blanco.

Dan pulsó el botón. El rayo de color sangre del láser pesado incidió en la columna vertebral del Panther e hizo saltar pedazos del blindaje de la espalda del brillante ’Mech. El Panther empezó a girar, trastabilló y se estrelló contra el suelo.

Cuando el ordenador localizó la frecuencia de radio de sus adversarios y soslayó la rutina del scrambler, una conversación radiada resonó en la carlina del Wolfhound. Dan reconoció de inmediato la voz de Meg Lang—¡Me han dado! Giróscopos inutilizados. Este juguete ya está fuera de combate.

—¡Maldición, Eddie! —prorrumpió una enérgica voz masculina—. Está a nuestras espaldas. Da la vuelta con Gwyn. Probablemente, Dan ya ha encontrado esta frecuencia. Cambia a patrón dos.

—Recibido, mi teniente.

Eres listo, Austin Brand, lo admito. Pero no lograrás atraparme entre dos fuegos. Cuando cesó el silbido de la radio, Dan echó un vistazo al mapa del terreno. Dirigió el Wolfhound hacia atrás y a la derecha, pasó entre dos montículos y atravesó un estrecho barranco. Por fin, llegó al lugar donde se encontraban los Panthers cuando los atacó.

Elevó el Wolfhound sobre el borde del barranco lo suficiente para tener un disparo fácil con los láseres del pecho. Vio el Panther que había derribado antes entre unos matorrales y delgados troncos de árbol. Meg había logrado poner los brazos del ’Mech bajo su cuerpo y había incorporado a éste hasta dejarlo sentado en el suelo.

Dan estaba perplejo. Sin giróscopos, es una auténtica hazaña. Detesto tener que hacerte esto, Meg. Sonrió y abrió un canal privado con el Panther. Cuando iba hablar, un escalofrío le recorrió el cuerpo.

Primera regla de un MechWarrior: fíate de tus instintos más que de tus instrumentos. Dan conmutó la pantalla de rastreo, de la modalidad de infrarrojos a la de Detección de Anomalías Magnéticas. Dos imágenes de rastreo magnético sustituyeron a la silueta calorífica en la pantalla de imágenes holográficas. El Panther dañado de Meg Lang yacía entre los arbustos más allá del Panther sentado. Ella se había arrastrado hasta aquel lugar y había desactivado su generador.

En el mismo momento en que Dan centraba su punto de mira en el ’Mech sentado, Brand giraba el Panther sobre su mano izquierda y erguía bruscamente la mano derecha, que empuñaba un cañón de proyección de partículas. Las brillantes bobinas del CPP parpadearon y emitieron un rayo de electricidad artificial.

Dan giró el Wolfhound a la derecha, pero el ordenador registró un impacto. Cuando el monitor principal mostró que se había evaporado casi todo el blindaje del brazo izquierdo, Dan sintió una oleada de cólera, pero también de alivio. ¡Maldita sea! ¡Este juguete puede asimilar muchos daños! Ese disparo habría deteriorado a mi Valkyrie y podría haberle amputado el brazo.

Dan conectó la radio mientras Brand realizaba un valiente intento de poner en pie su Panther.

—Una buena emboscada, Austin..., pero no perfecta.

Dan centró el retículo del punto de mira en el Panther y disparó.

Dos de los láseres medios abrieron brechas paralelas en el blindaje del costado izquierdo del Panther. En la imagen del rastreador, fragmentos de coraza diseñados por ordenador salieron despedidos en una tremenda explosión. El tercer láser medio abrió el blindaje que cubría el CPP, pero no logró inutilizar el arma. El láser pesado incidió en el pecho del Panther y disolvió en parte la coraza que cubría los afustes de misiles de corto alcance, situados en el corazón del ’Mech.

Los niveles de calor del Wolfhound subieron velozmente a la zona amarilla de los monitores. Como la batalla no se efectuaba con fuego real, todos los daños se registraban solamente en la memoria de los ordenadores y las abrasadoras oleadas de calor que habría experimentado Dan en un verdadero combate no envolvieron la carlinga de la máquina. Sin embargo, Dan vio que el indicador de estado del monitor principal reducía la velocidad máxima mientras el ’Mech pugnaba por liberarse del exceso de calor simulado.

Dan volvió a esconder el Wolfhound en el barranco. Saben que he dado a Brand. Examinó el mapa y decidió que debían de haber encontrado el barranco y probablemente estarían siguiéndole la pista. Sonrió con expresión sombría. Era evidente que el diseñador del Wolfhound había construido aquel monstruo pensando en los Panthers, pues quedaba el blindaje suficiente para sobrevivir a un par de disparos de CPP. Mejor ser el cazador que la presa.

Dan volvió sobre sus pasos a lo largo del barranco. Dobló un pronunciado recodo hasta llegar a un lugar donde el desfiladero se ensanchaba para dar paso a un río. En la pantalla bailaban inquietantes imágenes del rastreador magnético. Dan hincó una rodilla del Wolfhound, levantó el brazo derecho y apuntó hacia la boca del desfiladero.

Cuando el primer Panther apareció en el punto de mira de Dan, disparó el láser pesado. Se desvanecieron varias placas del blindaje del costado derecho del Panther, que giró a la izquierda para protegerse el flanco herido y buscó refugio.

Los dos chorros de iones iluminaron con un brillo plateado el bosque situado detrás del Panther herido. Un segundo Panther se elevó en la noche como una estrella errante que buscara su lugar en la bóveda celeste. Dan intentó seguir su rastro, pero el ’Mech volaba demasiado deprisa y aterrizó a la izquierda.

Dan hizo un gesto de disgusto. Intentará colocarse a mi lado mientras su compañero me tiene entretenido. Espera un momento... Dan contempló la pantalla y vio que el Panther que esperaba encontrar a su lado regresaba al lado de su compañero. Algo no encaja en todo esto.

De improviso, cuando los dos ’Mechs que tenía ante sí salieron al descubierto, Dan comprendió lo que estaban haciendo. La imagen del ’Mech de Brand apareció a su espalda y levantó su CPP.

—Adiós, capitán Allard.