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Arc-Royal
Distrito de Donegal, Mancomunidad de Lira
3 de marzo de 3028
Una brisa con aroma a pino penetró en la Nave de Descenso Manannan MacLir cuando Daniel Allard entreabrió la escotilla. Inspiró hondo y sonrió a Morgan Kell.
—Pues sí, huele como en casa, mi coronel.
El hiriente resplandor de los focos inundó el hangar cuando la escotilla se elevó y se escondió en el casco de la Nave de Descenso. La luz bañó la figura de Morgan, desde sus botas y pantalones negros hasta la chaqueta roja. Relució con un brillo plateado en la medalla de los Tigres de Tamar y se reflejó en los mechones canosos del pelo y la barba.
Dan hizo una mueca, deslumbrado. Vio las siluetas de los Demonios de Kell, fila tras fila, que aguardaban en la noche a Morgan. ¡Espera un momento!, pensó, y lanzó una mirada a su coronel.
—Mi coronel, algo va mal. Hay demasiada gente ahí afuera.
Kell, que al asomarse a la escotilla había empezado a sonreír, meneó la cabeza.
—No va nada mal, capitán Allard. Estamos en casa y ahí tenemos el regimiento de los Demonios de Kell.
¡Regimiento! El corazón le palpitó a Dan contra las costillas. Aquellos mensajes que envió desde Zaniah... Los que dio al hermano Giles cuando llegó al monasterio de San Marino... Así que Morgan lo había planeado desde el principio.
Morgan dio un paso adelante y bajó la rampa. Nadie se movió mientras caminaba sobre el firme de hormigón armado en dirección al pequeño grupo de oficiales que se hallaban en un estrado junto al morro de la Mac. Las pisadas de Morgan resonaban como disparos.
A mitad de camino del estrado, Morgan se detuvo y se volvió hacia Dan. Con un suave movimiento de cabeza, indicó a Dan que debía reunirse con él. Dan despertó de su letargo y anduvo con paso solemne hasta donde estaba Morgan. Cuando llegaron al estrado, Morgan dejó que Dan lo precediese al subir a la plataforma y ocupar su lugar entre los demás oficiales.
Dan se colocó en la primera fila, entre la comandante Salome Ward y el sargento «Gato» Wilson. Éste, un alto hombre negro, saludó a Dan con un levísimo movimiento de cabeza. Su cráneo rapado relucía bajo los focos de la pista, pero sus ojos de ébano eran tan inescrutables como siempre.
Dan miró a Salome. Casi todo su bonito rostro estaba oculto por sus largos cabellos pelirrojos, mas en su inusual postura envarada podía percibir la tensión que la atenazaba, aunque procuraba mantener la compostura y la dignidad militar. Dan podía imaginar lo que ella sentía en aquellos momentos. Morgan y la Defección. Se fue sin decirle nada y ahora ha vuelto.
Morgan subió la escalera y Salome salió de la fila. Se puso firmes y lo saludó con un gesto marcial. Morgan le devolvió el saludo y el brazo de Salome cayó al costado.
—Mi coronel, el mando es suyo.
Morgan sonrió con una expresión que indicaba respeto y gratitud.
—Gracias, comandante —respondió.
Salome regresó a la fila y los oficiales saludaron al unísono. La sonrisa de Morgan se ensanchó; respondió con gesto vigoroso y se volvió hacia los mercenarios reunidos ante él.
—Descanso, y gracias.
La luz de los focos se reflejó con tonos azules en su cabellera y contempló sus tropas con las manos entrelazadas a la espalda. Procuró que su voz de bajo no se quebrara por la emoción que amenazaba con abrumarlo en cualquier momento.
—Ha pasado mucho tiempo, Demonios de Kell. Demasiado tiempo. Gracias por vuestra fe.
Morgan se volvió hacia Salome.
—Cuando dejé a los Demonios, hace doce años, no dije a nadie..., ni siquiera a mi hermano, al que echo dolorosamente de menos..., por qué era necesaria la disolución del regimiento. A decir verdad, yo mismo no comprendía por completo los motivos. Sólo sabía que había que hacerlo. —Morgan calló para ordenar sus pensamientos y volvió a escrutar las numerosas caras que lo miraban—. Compartí esta creencia con muchos de ustedes cuando les pedí que abandonaran los Demonios de Kell.
La voz de Kell resonó en los hangares de ’Mechs que rodeaban a las tropas.
—Aquellos que dejé atrás, y que abandoné de manera tan cruel, no supieron nunca que a cada uno de ustedes les había pedido que se preparasen para regresar algún día. Les pedí que buscaran a otros MechWarriors que tuviesen el ímpetu y el espíritu de los originales Demonios de Kell. Solicité a algunos oficiales que formaran sus propias compañías de ’Mechs, mientras que a otros les sugerí que ingresasen en academias militares para instruir a guerreros y personal de apoyo que pudiéramos utilizar más tarde.
»Sé que todos estos años han sido difíciles para ustedes. Yo mismo pasé meses enteros negándome a creer lo que había sucedido en el Mundo de Mallory. También hubo muchos momentos en que estaba seguro de que no podría volver a reunir jamás a los Demonios. —La voz de Morgan, casi ahogada por la emoción, se redujo a un ronco susurro—. Hubo ocasiones en que creí que no vendrían aunque yo los llamara.
Guardó silencio por unos instantes y una sonrisa asomó a su rostro.
—Me alegro mucho de que tuviesen más fe en mí, que yo en ustedes. —Saludó con un solemne movimiento de cabeza a los hombres y mujeres que habían regresado—. Tal vez algunos crean que los he reunido aquí para vengar la muerte de mi hermano. Pero, gracias al informe que me ha comunicado el capitán Allard, pienso que buscar venganza para Patríck sólo envilecería el sacrificio que él hizo. Luchó por preservar una vida y sacrificó la suya de buen grado por conseguirlo...
La voz de Morgan se apagó. Cerró las manos con fuerza y las levantó hasta los hombros. Apretó los párpados para no llorar y alzó el rostro hacia el negro cielo. Una sacudida de ira le recorrió el cuerpo y se desvaneció mientras abría los puños. Con gestos lentos y calmados, bajó los brazos.
—Podría considerarme un profeta y predecir un próximo conflicto en el que destacaríamos de manera prominente, pero sería una estupidez. Es cierto que la boda de Melissa Steiner y el príncipe Hanse Davion causará inevitables tensiones y desatará docenas de batallas, pero nosotros no participaremos en ellas. Tenemos que librar nuestra propia guerra. Comenzó en el Mundo de Mallory, hace quince años. Existió una tregua implícita mientras Yorinaga Kurita y yo renunciamos a aquello en que nos habíamos convertido, pero esa tregua se ha terminado. En cuanto estemos listos, el conflicto se reanudará.
Morgan sonrió y Dan vio una chispa de felicidad en sus oscuros ojos.
—Durante las próximas dos semanas, voy a hablar en persona con cada uno de ustedes... para dar la bienvenida a los que son nuevos y las gracias a los que han vuelto. Nos prepararemos juntos y seremos el mejor regimiento mercenario de todos los Estados Sucesores.
»Una vez más, muchas gracias. Rompan filas.
Los mercenarios obedecieron la orden, pero no se dispersaron. Comenzaron a oírse aplausos en las últimas filas y la ovación fue creciendo hasta volverse atronadora.
Vítores, silbidos y gritos de alegría resonaron en los hangares de los ’Mechs.
Morgan inclinó la cabeza y una callada risa conmovió su semblante. Se volvió para decir algo a Dan, pero el estruendo ahogaba las palabras.
Aun así, Dan comprendió lo que había dicho Morgan. Sonrió y asintió con la cabeza. Es verdad, mi coronel. Es fantástico estar de nuevo en casa.