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Nueva Avalon
Marca Crucis, Federación de Soles
21 de octubre de 3027
La imagen de lord Víctor Robertson sonreía en la pantalla de holovídeo.
—Así que Justin Xiang leyó vuestra nota en voz alta, mi Príncipe, como le había ordenado Liao. Os habría encantado ver su expresión de terror y cómo palideció. De repente, atrapado entre Maximilian Liao y vos, comprendió que podíais alcanzarlo incluso en el corazón de la capital capelense.
El embajador dejó que se reflejase en su rostro la desbordante alegría que le embargaba al relatar lo sucedido.
—Cuando Liao oyó las palabras que estaba leyendo Xiang, le arrebató el papel de las manos y lo leyó él mismo. Luego lo hizo trizas y clavó su mirada en mí. —Robertson encorvó los hombros, señaló con gesto autoritario a su público e, imitando hábilmente los roncos e irritados siseos de Liao, exclamó—: «¡Lárgate de aquí inmediatamente, mequetrefe! ¡Y dile a tu amo que esto es un ultraje!» —El embajador inclinó la cabeza—. Lamento informaros, mi Príncipe, de que no puedo transmitiros la respuesta oficial a vuestro mensaje.
Hanse Davion apretó el botón de pausa del control remoto para congelar en la pantalla la imagen del embajador. Se volvió y sonrió alegremente a los otros dos hombres presentes en la habitación. Sus ojos, de color azul cielo, relampaguearon de puro placer.
—El embajador se portó bien.
—Desde luego —asintió Quintus Allard, ministro de Inteligencia, Información y Operaciones, agitando su blanca cabellera ante el líder de la Federación de Soles—. No sólo ha reflejado con precisión cómo es un ataque de ira del canciller Liao, sino que su informe sobre las personas reunidas «por casualidad» en la sala del trono indica que estaba ocurriendo algo gordo.
El tercer hombre de la habitación iba ataviado con el uniforme azul y dorado de coronel de la Guardia Nacional de Davion.
—No supondréis que en aquella sala estaban discutiendo la nota enviada a Michael, ¿verdad?
Hanse Davion miró a su mejor amigo.
—Una vez más, Ardan Sortek, tu capacidad para encontrar una aguja en un pajar me asombra.
—Aunque odio la política, Hanse, sabéis que todavía desprecio más a los traidores. —Ardan desvió su atención del pelirrojo Príncipe a Quintus Allard—. Michael recibió la nota el día 10. ¿Es posible que llegara la noticia tan deprisa a Sian?
—Por una abultada tarifa, ComStar puede transmitir cualquier cosa por el espacio a gran velocidad —comentó Quintus—. Diría que Michael debió de considerar que la información contenida en la nota que le enviamos era lo bastante importante como para mandarla tan deprisa como fuera posible. Aunque todos estamos de acuerdo en que Michael debe de estar trabajando para Liao, no tenemos pruebas concluyentes de su connivencia y algunos hechos podrían contradecir incluso esa idea.
Hanse se incorporó y caminó del almohadillado sillón a su antiguo escritorio de madera.
—Habla claro, Quintus. ¿Qué indicios tenemos que sugieran que fue Michael quien transmitió la información?
—Dos horas después de recibir vuestro mensaje —dijo el ministro—, Michael exigió que el embajador capelense, Serge Korigyn, se presentase ante él. El encuentro fue breve y, según algunos informes, muy acalorado. En un momento dado, sus secretarios personales pensaron que iban a llegar a las manos.
—¿No se produjo ningún hecho durante el encuentro que pudiese interpretarse como un intercambio de información? —inquirió Hanse.
—Sólo disponemos de una transcripción por escrito de la reunión. Como sabéis, todavía no hemos podido introducir dispositivos de grabación: Michael está obsesionado por ellos y ordena que «limpien» el despacho constantemente. Mi sección de desciframiento de claves ha examinado todas las palabras que se pronunciaron y no han podido descubrir el menor rastro de un código secreto. Incluso hemos tratado de relacionar los tonos de voz con otros discursos y conversaciones que tenemos archivados de ambos hombres: el diálogo resultó ser totalmente natural e improvisado.
—La verdad es que esperaba que esta trampa vuestra funcionase, Hanse. Sabíamos que la información sería irresistible para Michael... y vital para Liao —le recriminó Ardan.
Quintus levantó una mano para calmar a Ardan.
—Michael aún no se ha quitado la careta, coronel. Convocó a Korigyn cuando éste estaba realizando una cacería y acudió con toda la vestimenta propia de tal actividad: desde unas botas de caucho hasta una chaqueta de abrigo, pasando por un perro de caza a su lado. En un momento en que el duque y el embajador discutían acaloradamente, el perro empezó a aullar.
—¿Acaso el perro intentaba proteger a su amo? —preguntó Hanse, enarcando una ceja.
Quintus se echó a reír.
—Los informes de los agentes de campo que introducimos de vez en cuando en la embajada capelense indican que esa raza de perros no tiene el menor instinto de territorialidad. De hecho, nuestros agentes afirman que, salvo cuando se rascaba tras las orejas o pedía alguna golosina, el perro permanecía impasible mientras ellos colocaban micrófonos por todas las instalaciones. No, no estaba protegiendo a su amo. Creo que algo le hacía daño.
Ardan se incorporó y se dirigió al pequeño mueblebar del rincón, a la derecha de Hanse.
—¿Qué quieres decir con eso? —le preguntó. Abrió un frigorífico y sacó una botella de gaseosa—. Ninguna de las personas presentes en la habitación pegó al animal, ¿verdad?
Quintus negó con la cabeza para responder a la pregunta y, de paso, rehusar el refresco que le ofrecía Ardan.
—¿Te acuerdas de que algunos de los nuestros sostienen la hipótesis de que Michael utiliza un dispositivo de transferencia sonora para transmitir datos codificados a un agente capelense? Como no podemos grabar lo que sucede en su despacho, nunca hemos tenido ninguna prueba. Sin embargo, apostaría a que un sonido de frecuencia demasiado alta para un oído humano, probablemente le parecería un silbido insoportable a un perro. Es una pista muy endeble, pero profundizaremos en ella.
—¿Qué vais a hacer? ¿Le pondréis un micrófono al perro? —preguntó Ardan con una sonrisa.
Quintus asintió.
—Anoche ya transmití las órdenes correspondientes.
—Me inquieta una cosa que dijiste antes —intervino Hanse—. Me refiero a eso de que hay pruebas que desmienten la connivencia entre Michael y Max Liao. Explícamelo, porque, de ser verdad, estaríamos elaborando una estrategia con unos fundamentos muy frágiles.
—No creáis que estoy negando la traición de Michael —repuso Quintus—. No lo dudéis en absoluto: Michael nos está vendiendo al enemigo. Los movimientos de tropas de Liao se corresponden exactamente con los datos sobre número y tipo de tropas que enviamos a Michael. Incluso están produciéndose algunos movimientos en la frontera con el Condominio Draconis, que sugieren que Liao filtra información a Takashi Kurita. Por suerte, la información que hemos estado suministrando a Michael puede considerarse, en el mejor de los casos, como defectuosa. De hecho, gracias a la dependencia de Liao respecto a los informes de Michael, hay algunos indicios de que las operaciones de campo capelenses en nuestra área son extraordinariamente eficaces.
—Entonces, ¿qué te hace pensar que Michael y Max no son uña y carne?
Quintus se echó a reír.
—Bien, del mismo modo que enviamos información falsa a Michael, parece que él está haciendo lo mismo a Max Liao. Michael pasa información fiel y precisa sobre las tropas y las operaciones de la Federación de Soles, pero ha estado alterando los informes de sus propias fuerzas. Lo sabemos por el modo en que Liao está apostando sus fuerzas frente a las de Michael. Las guarniciones liaoitas están en una desventaja del diez al veinte por ciento.
—¿Ah, sí? ¡Qué picaro! —Ardan meneó la cabeza—. No puede uno fiarse de él. ¿Es leal a algo?
—Michael es leal a Casa Hasek —repuso Hanse—. Su padre, el duque George Hasek, trabajó duro para aumentar la fortuna familiar y Michael creció creyendo en el «destino glorioso» de los Hasek. Se casó con mi hermanastra, Marie, para asegurarse un lugar en la línea de sucesión. Hasta que me case y mi esposa dé a luz, Morgan, el hijo de Michael, es legalmente mi heredero.
Hanse se arrellanó en el sillón y juntó las yemas de los dedos. Podríamos haber trabajado juntos, Michael. Tú ocuparías ahora el lugar de Quintus Allard si no hubieses optado por buscar tu propio beneficio, en lugar del de la Federación de Soles. Nunca has entendido que tu padre hizo famosa a su familia gracias a su servicio a la Federación.
—Es una lástima que Michael haya llegado tan lejos —comentó.
—Ocurra lo que ocurra, se lo ha buscado él sólo —dijo Ardan—. Quiere jugar con dos barajas, pero no ganará con ninguna.
Hanse se mostró de acuerdo. Miró su escritorio y tomó entre las manos una hoja de papel.
—Por cieno, Quintus, quiero que felicites a Sarah Hebert por el trabajo realizado con esos documentales que han aparecido en los medios de comunicación. Según nuestras encuestas, la aceptación de la alianza y la popularidad de Melissa entre la gente están aumentando espectacularmente.
—Se lo diré —repuso el ministro, con una sonrisa—. Me preguntó si podía filmar una docudrama sobre el rescate de la Silver Eagle por los Demonios de Kell. Ella sólo conoce la versión oficial, según la cual los Demonios de Kell fueron a rescatar a una autoridad lirana de las manos de Kurita. Pensé que podría empezar a trabajar en el proyecto y, si el guión es correcto, podríamos facilitarle los datos auténticos al final del proyecto. Ella podría filmar algunas escenas nuevas con una actriz parecida a Melissa y el programa podría emitirse poco después de vuestra boda.
—Me gusta tu idea, Quintus, y creo que sería espléndido que Sarah produjera un programa sobre el rescate. La dificultad que veo en cambiar el enfoque hacia el final del proyecto es que la historia no se centrará en los Demonios de Kell. Preferiría que se grabase un vídeo sobre el incidente, lleno de acción y en el que se enfatizaran los conceptos de deber, lealtad y patriotismo, en vez de convertirlo en una especie de relato de aventuras que gire alrededor de la imagen de mi esposa. —El Zorro sonrió—. Que Sarah filme una primera versión centrada en Patrick Kell y su sacrificio. Luego le facilitaremos la versión auténtica y que el nuevo montaje pueda titularse «Toda la verdad».
—Como deseéis, mi Príncipe.
Realmente soy afortunado teniéndote de mi parte, Quintus. Y a ti también, Ardan.
—Una cosa más, caballeros. Mañana anunciaremos públicamente mi compromiso, pero aún hay que precisar algunos detalles. —Hanse se volvió hacia Ardan Sortek—. Si el día veinte de agosto del año próximo no tienes nada más importante que hacer, ¿te gustaría ser mi padrino?
La botella que Ardan iba a llevarse a la boca se detuvo a medio camino.
—Yo... eh... Hanse, sería un honor para mí.
El Príncipe se rió por lo bajo al ver la expresión de sorpresa de su amigo.
—Dan, hace mucho tiempo que nos conocemos y no tengo ningún amigo mejor en todo el universo. Tú fuiste el único que se mantuvo a mi lado cuando Maximílian Liao logró sustituirme por un doble. Si no hubiese sido por ti, yo no estaría aquí ahora y toda la Federación de Soles se habría derrumbado. ¿Quién sería mejor para tenerlo a mi lado?
—Me abrumáis, simplemente porque soy vuestro amigo —contestó Ardan con un suspiro—. El mero hecho de que me lo hayáis pedido ya significa mucho para mí, Hanse. No sé cómo daros las gracias.
—Es fácil, Ardan: di que sí.
La amplia sonrisa de Hanse empezó a desvanecerse cuando vio que Ardan titubeaba.
—Ojalá fuese tan sencillo, Hanse. Si sólo fuerais mi amigo, aceptaría sin pensarlo dos veces. —Ardan miró directamente a los gélidos ojos azules de Hanse y olvidó todo trato solemne—. Por favor, entiéndelo, Hanse: yo siento un cariño inmenso por Melissa y sé que ambos seréis felices para siempre. Te juro que os deseo todo lo mejor...
—Pero no estarás a mi lado... —prosiguió el Príncipe, bajando la mirada.
Ardan, desolado, le respondió:
—No puedo, Hanse, porque eres algo más que mi amigo. —Dio un puñetazo en el mueble-bar—. La única vez que te comportas sin pensar en el lado político de la situación, y ojalá pudieses actuar siempre así, ¡es también la única en que debes tener en cuenta la política! ¡Menuda suene tengo! —Ardan se apoyó con gesto abatido en la barra del mueble—. Por el bien de todo lo que amas, tengo que renunciar en favor de otro.
Hanse irguió la cabeza poco a poco. ¿Qué se te ha ocurrido, mi apolítico amigo?
—Suéltalo, Ardan, ¿Qué maquinaciones están urdiéndose en tu cerebro?
Ardan se incorporó.
—No es ninguna maquinación, Hanse. Sólo una idea más juiciosa de la que has querido pensar. Te sugiero que pidas a Morgan Hasek-Davion que sea tu padrino.
Hanse parpadeó.
—¿Morgan? —repitió con incredulidad. Frunció el entrecejo y pensó: Si elijo a Morgan, haré un guiño a los habitantes de la Marca Capelense, demostrándoles que no los he olvidado. Pero ¿qué pensará Michael?
El Príncipe se volvió hacia Quintus Allard.
—¿Cuál es tu opinión?
Quintus se mordisqueó el labio inferior por unos momentos.
—Sí —dijo en tono pensativo—. Esa elección sería la más adecuada en muchos aspectos. Morgan es conocido y popular tanto en la Marca Capelense como en el resto de la Federación. En pocas palabras: como es vuestro «heredero», está soltero y es un MechWarrior de buena reputación, resultará atractivo para los medios de comunicación. Morgan suele aparecer vinculado a las estrellas de holovídeo en la prensa sensacionalista, pero sus actuaciones como miembro de la Guardia Pesada le han ganado el respecto en los círculos militares.
Ardan guiñó el ojo a Quintus.
—No sólo eso. ¿Recuerdas que el pasado mes de junio presidió la entrega de los Premios Humanitarios del Principado y el Baile de Caridad, mientras tú te encontrabas en Northwind? Vi un vídeo de ambas celebraciones y daba la imagen de ser un joven ingenioso, atractivo y simpático.
—Entiendo que le guste a la gente —repuso Hanse, levantando las manos—. A mí también me gusta. Lo traje a Nueva Avalon como rehén de su padre y todo el mundo lo sabía. Pero Morgan pareció olvidar por qué había sido llamado de Nueva Sirtis. En pocos meses, se «apropió» de mi pueblo y de este planeta. —¿Por qué no podéis comprender qué es lo que me preocupa de verdad respecto a él?, pensó—. ¡Maldición, caballeros, es un Hasek!
—¡Hanse, es un Davion! —replicó Ardan. Se apartó del mueble-bar y se encaró con el Príncipe—. Yo he hablado con él aquí, en la Corte, en fiestas, en los cuarteles y durante las operaciones de Galahad. Es un Davion de pies a cabeza. Tal vez lo desprecie su padre, pero Morgan se considera a sí mismo como un Davion. Ante todo, rinde lealtad a tu Casa y nunca sabrás hasta qué punto le entusiasmó que lo llamases a Nueva Avalon. —Ardan miró fijamente a su amigo—. Si no es leal, he sido incapaz de reconocerlo.
Hanse, impaciente, respondió:
—Reconocer la deslealtad no es trabajo tuyo, Ardan. Quintus, ¿qué opinas tú?
Quintus se pasó la mano por las canas que le cubrían la nuca.
—Todos los datos de que dispongo sobre Morgan corroboran lo que ha dicho Ardan.
—Sí, pero ¿hasta qué punto estás seguro de esas informaciones?
—¿Qué queréis decir, mi Señor? —preguntó Quintus con expresión perpleja.
—Caballeros, dad por sentado que creo todo cuanto me digáis sobre Morgan —dijo Hanse, levantando las manos—. Una vez dicho esto, vamos a ponernos en lo peor. Maximilian Liao y Takashi Kurita subieron al trono mediante sendos golpes de Estado en los que «eliminaron» a sus propios padres. Dado que mi matrimonio apartará a Morgan de la sucesión al trono, se sentiría motivado a atacar si albergara esas intenciones. Y tendrá todo tipo de oportunidades para hacerlo, especialmente si es mi padrino. No puedo adjudicarle ese papel y luego ordenarte a ti, Quintus, que hagas planes de seguridad sin dejar que él se entere. Eso estropearía todas las ventajas que podríamos obtener eligiéndolo.
—Ahora piensas de manera demasiado política, Hanse —comentó Ardan en tono burlón—. ¿Qué quieres hacer? ¿Ponerle un espía a Morgan?
Al Príncipe le brillaron los ojos.
—Mejor eso que ser asesinado ante el altar. —Se volvió hacia Quintus—. La gente que utilizamos para controlar a tu hijo Justin en Solaris VII... La mujer a la que le rompió la mandíbula. ¿Cómo se llama?
—Lady Kym Sorenson.
—¿Se ha recuperado de sus heridas y está preparada para volver al trabajo? —preguntó con la mirada perdida.
El jefe de espionaje del Príncipe asintió.
—Está incluso aquí, en Nueva Avalon, mi Señor. Estudia en el Instituto de Ciencias de Nueva Avalon un curso de detección de actividades de los agentes de ROM, de ComStar.
—Que deje de considerarlo como su actividad prioritaria, pero que permanezca en el ICNA: es una buena tapadera. Tengo una misión más importante para ella. —El príncipe echó una ojeada a la agenda que tenía sobre el escritorio—. El viernes de la próxima semana organizaré una fiesta para celebrar mi compromiso. Naturalmente, Morgan asistirá. Para entonces espero que lady Kym sea ya su acompañante. Quiero que averigüe hasta qué extremo nos es fiel Morgan.
—Como queráis, mi Príncipe.
Hanse se arrellanó en su asiento y sonrió. Sí, Morgan es una elección excelente. Si se comprueba su lealtad, su designación como padrino de mi boda producirá otros frutos. Indicará a Michael Hasek-Davion que, crea lo que crea sobre su propia fuerza y la de Casa Hasek en general, yo tengo a su hijo. Y, teniendo a Morgan, tengo a la misma Casa Hasek.