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Sian

Comunidad de Sian, Confederación de Capela

15 de octubre de 3027

Justin Xiang sonrió cuando su subordinado, Alexi Malenkov, le entregó un montón de archivos de color azul.

—Te lo agradezco mucho, Alexi —dijo, dejando los archivos sobre su escritorio y cubriéndolos con un gesto casual de la zurda.

Un guante de cuero negro cubría la mano postiza de Justin, que optó por no hacer caso de la expresión de repugnancia que se dibujó en el rostro de Malenkov al posar su mirada en aquella mano sin vida.

Malenkov asintió agitando su rubia cabeza y volvió a mostrarse impasible.

—Supongo, ciudadano Xiang, que tienes un interés especial por nuestros informes sobre el comportamiento, en las maniobras militares más recientes, de la unidad davionesa que mandaste en el pasado. El status de unidad de prueba del Primer Batallón de Adiestramiento de Kittery será modificado en vista de su rendimiento y la unidad se incorporará al Primer Batallón de Guardias Ligeros de Davion.

Justin sonrió alegremente.

—¿Sigue el capitán Allard al mando o ya han nombrado a un nuevo comandante de la unidad?

Malenkov se sentó en el borde del escritorio de Justin y agachó la cabeza justo bajo el nivel de los grises paneles del cubículo.

—Todo está en los informes, Justin. Dada la lealtad que Redburn mantuvo hacia ti durante el juicio, el conde Vitios recomendó que fuese sustituido. Sin embargo, parece que los MechWarriors del batallón protestaron y lo mantuvieron en el puesto.

—Bien. —Justin se peinó sus risos y negros cabellos con los dedos de la mano derecha—. ¿Cuándo prevés que acabará tu equipo de análisis su valoración de la sección de Moravia de la Operación Galahad-27? Dama Romano está muy preocupada por las unidades que se utilizaron en aquella batalla. Afirma que el Primer Batallón de Adiestramiento de Bell se configuró según la estructura de los Montañeses de Marión y sirvió en Highspire, uno de sus planetas. Le molestaron los «informes de bajas» que sugerían que los defensores, el Sexto Grupo Regimental de Combate de los Lanceros de Crucis, habían diezmado al Batallón de Bell.

El analista de la Comunidad de Tikonov de la Confederación de Capela se encogió de hombros.

—Tu padre está haciendo trabajar horas extras a su División de Contraespionaje para suministrarnos una cantidad ingente de datos falsos sobre la Operación Galahad-27. —Malenkov esbozó una sonrisa—. El informe del que habla Romano Liao ha sido totalmente descartado.

Justin se humedeció los labios con expresión pensativa.

—Eso ya es algo —reconoció.

Malenkov asintió, pero torció el gesto.

—Por desgracia, el informe verdadero sobre aquel ejercicio es casi tan decepcionante como el falso. Parece que lo único que hizo bien el Batallón de Bell fue capturar un complejo minero, pero lo logró porque había sido abandonado anteriormente durante un tremendo vendaval. El Batallón de Bell se perdió en la misma tormenta y fue a parar a la mina, que no era el objetivo del ejercicio.

Justin se rió por lo bajo.

—Si los Montañeses hubieran sido capaces de conseguir tanto frente a las abrumadoras fuerzas desencadenadas contra sus sustitutos, estaríamos encantados.

Malenkov levantó la cabeza, miró hacia los demás cubículos, se agachó y asintió con entusiasmo.

—Sí, pero que dama Romano no te oiga.

—Mi querido Alexi, recuerda que nosotros somos la Maskirovka —dijo Justin, arqueando una ceja—. Son los demás los que han de temer que les oigamos decir verdades llenas de deslealtad, no al revés. —Echó un vistazo a la agenda de su escritorio y se volvió de nuevo hacia Malenkov—. Mira a ver si puedes recibir un informe preliminar de tus hombres en los dos próximos días. Yo...

Justin vaciló al ver que un hombre delgado y sonriente aparecía en la entrada del cubículo. Compartía los rasgos orientales, los cabellos negros y los ojos castaños de Justin, pero sus rasgos marcados —aunque no feos-le daban una expresión astuta y calculadora. Sonrió a Justin y saludó con una respetuosa inclinación de cabeza a Malenkov.

—Perdóname, ciudadano Malenkov. Justin, debemos presentarnos de inmediato —dijo, señalando el techo con el dedo índice.

Sobre la carne de color bronce de la mano y la muñeca derechas, Justin vio la silueta de las uñas, de diez centímetros de longitud, de los tres últimos dedos. Se incorporó y se desperezó.

—¿Sabes qué es lo que quiere, Tsen?

—No. El mensaje acaba de llegar de la oficina de Chandra Ling. Ella me ha dicho que viniese a buscarte y que nos presentásemos ante el Canciller cuanto antes.

Justin asintió, meditabundo. Convocado ante Maximilian Liao por la directora de la Maskirovka. Espero que sea algo más que una de las rabietas de Liao. Se volvió hacia Malenkov.

—Alexi, dales caña a tus analistas. Quiero que te quedes frente a tu escritorio, o donde se te pueda encontrar con facilidad, mientras yo asisto a la audiencia... por si acaso necesito que me traigas algunos datos.

Malenkov asintió y Justin salió del cubículo. Shang lo condujo desde la División de Análisis a los ascensores. Los dos Comandos de la Muerte apostados ante el ascensor que conducía al palacio comprobaron sus documentos de identificación y transmitieron un mensaje por radio solicitando permiso para dejarlos entrar.

Justin y Tsen Shang cruzaron una sonrisa disimulada cuando el comandante ladró una orden casi ininteligible por el comunicador, que hizo encogerse de miedo al soldado. Éste, con el rostro pálido, insertó una llave en la cerradura y la giró. Las puertas enchapadas en bronce se abrieron y los agentes de la Maskirovka entraron en el ascensor de paredes cubiertas con paneles de madera.

Una vez cerradas las puertas, y mientras el ascensor subía de los departamentos subterráneos, Justin se volvió hacia su compañero.

—Comprendo que no quisieras hablar delante de Malenkov. ¿Tienes alguna noción sobre lo que desea el Canciller?

Shang negó con la cabeza.

—Ultimamente, el Canciller ha estado muy nervioso...

Justin asintió. Las dos hijas de Maximilian, Candace y Romano, han estado peleándose desde que llegaron a Sian para estar presentes en el cumpleaños de su padre. Lo han atrapado en su pequeña guerra y él está de mal humor desde entonces.

—Si quieres saber mi opinión, apostaría cualquier cosa a que se trata de algo referente a la Federación de Soles. ¿Crees que habremos recibido de nuestro amigo nuevos datos sobre cantidad de tropas y su despliegue?

—Es posible... —Tsen Shang se miró la mano derecha y la flexionó como una garra. La luz del techo se reflejaba en sus uñas, negras y doradas—. No me gusta todo este asunto...

Justin miró aquellas zarpas y apenas oyó el comentario de Shang. Había visto cómo aquellas uñas, reforzadas con fibra de carbono, desgarraban un pedazo de cuero grueso como si fuera papel de seda. Volvió a preguntarse si Shang las bañaba aún en el veneno que solía usar en Solaris VII, donde había logrado reclutarlo.

El ascensor redujo su marcha hasta detenerse y las puertas se abrieron deslizándose en silencio, permitiendo a ambos hombres el acceso a la sala del trono del Canciller. El ascensor, normalmente oculto tras un panel, daba a una de las largas paredes laterales del rectángulo. La luz indirecta proyectaba extrañas sombras sobre la celosía de madera de teca que impedía la visión del interior de varias salitas situadas en la mitad superior de la pared opuesta. Aunque Justin no vio ningún indicio de que estuvieran observándolos, se sintió un tanto incómodo.

Al contemplar de un vistazo a la gente reunida en la sala, comprendió por qué Shang estaba nervioso por la convocatoria. Aquello aumentó su inquietud. Algo va mal. Lo noto.

El canciller Maximilian Liao, de complexión alta y delgada, se encontraba de pie delante de su gigantesco trono. Sus ojos, grises como el acero, estaban clavados en una hoja de papel que tenía agarrada con tanta fuerza que se le blanqueaban los nudillos. Justin podía percibir la ira del Canciller, que se desprendía en invisibles oleadas y hacía temblar la hoja. Los labios de Liao se torcieron en un silencioso gruñido, mostrando sus dientes, mientras releía las palabras escritas en la nota.

De pie, más abajo y a la derecha del Canciller, Chandra Ling parecía indiferente a la furia de su amo. Era una mujer de avanzada edad y cabellos grises, baja y de aspecto frágil; no aparentaba ser más que una bondadosa anciana. Justin entornó sus almendrados ojos. Parece una abuela, pero nadie llega a ponerse al frente de la Maskirovka cociendo bizcochos... a menos que los bizcochos estén envenenados con cianuro y sean servidos a sus enemigos.

Al otro lado se hallaban, juntas, las dos hijas de Maximilian. Romano, la más joven de las dos, apenas podía disimular su irritación. Sus granates cabellos caían sobre sus hombros y un fuego de pura cólera ardía en sus verdes ojos. La bata, de seda dorada, la llevaba atada de manera descuidada a la altura de la cintura, lo suficientemente abierta para que pudiera atisbarse su chaleco refrigerante de MechWarrior. Se balanceaba de impaciencia y, al moverse, la abertura de su vestido revelaba fugazmente su esbelta figura y sus largas piernas.

Justin se percató de que el nerviosismo de Romano se redujo un poco cuando vio a Tsen Shang. Me pregunto si está irritada por haber sido apartada de sus ejercicios con su 'Mech, o es que no podía entender qué estaba retrasando tanto a Shang.

Candace Liao, heredera del trono, también pareció fijarse en el cambio de actitud de su hermana. Iba vestida con botas de cuero negro, pantalones anchos y una sencilla cazadora de cuero con hombreras. Levantó la barbilla y cruzó despacio los brazos sobre el pecho. Sus largos cabellos negros le caían hasta la mitad de la espalda, pero los finos mechones que pasaban por delante de sus hombros enmarcaban su exótico rostro de forma perfecta. Casi cerró los ojos al cruzar su mirada con la de Justin. Luego, se volvió hacia su padre.

Justin sintió un cosquilleo en el vientre, pero se apresuró a olvidarlo. No, Justin. Ella tiene la astucia y el vivo temperamento de su padre, y la gélida alma de su madre. Te utilizaría y luego te tiraría como un trasto. Si el placer que sintió su hermana al ver a Shang hubiese sido menos evidente, Candace ni siquiera te habría mirado. Y así debe ser, porque ella es un tigre y tú serías un ratón.

Maximilian irguió la cabeza y lanzó una mirada salvaje a Justin.

—¡Tú, Xiang! ¡Tú eres el hijo de Quintus Allard! ¿Por qué no sabías esto? —Levantó el mensaje con la diestra como una antorcha—. ¿Has venido a traicionarme?

La acusación de Liao encendió una llamarada de miedo en el corazón de Justin, que pronto se trocó en cólera. Abrió la boca para negarlo, pero titubeó. Cálmate, Justin. No está pensando de forma racional. ¿Cómo puedes defenderte, si ni siquiera conoces la acusación ?

Justin agachó la cabeza y contestó en voz baja:

—Perdonadme, Alteza Celestial. ¿Qué debería saber?

—¡Esto, maldición! —Un grito inarticulado de ira brotó de la garganta del Canciller—. ¡Hanse Davion va a casarse con Melissa Steiner!

La noticia impactó en Justin como un rayo láser. Se rodeó la cintura con los brazos y se tragó la bilis que le había subido a la garganta. Se inclinó hacia adelante, estremeciéndose. Se irguió despacio y habló a Maximilian Liao en voz baja y fría.

—De haber conocido esa información, Supremo, os la habría comunicado en el mismo instante en que fui exiliado de la Federación de Soles. De haberla siquiera intuido, o haber oído el más leve rumor...

La voz de Chandra Ling cono las palabras de Justin como una cuchilla.

—Si hubieses sospechado algo, Justin Xiang, antes habrías muerto a manos de tu propio padre que haberte permitido salir de la Federación de Soles.

Liao bajó la mirada hacia la primera autoridad de la Maskirovka y bufó con desdén. Escudriñó de nuevo el rostro de Justin y se volvió a sentar en el trono, con movimientos envarados.

—Por supuesto, la directora tiene razón. —La saludó con una inclinación de cabeza y entornando los párpados—. Tu asombro al enterarte de la noticia ha sido obvio. De todos modos, Shang y tú sois mis dos hombres más destacados en la sección davionesa. ¿Por qué no os habéis enterado antes?

—No voy a presentaros ninguna excusa, Excelencia —contestó Shang, haciendo una reverencia—, pero deseo destacar que el Ministerio de Inteligencia, Información y Operaciones davionés envía mucha información engañosa, que debemos examinar con mucho cuidado hasta obtener algunos datos ciertos en los informes que recibimos. Es verdad que no os hemos facilitado la información de que disponéis ahora, pero podemos deducir cómo se desarrollaron las negociaciones y dónde se celebraron los encuentros.

Liao arrugó el entrecejo. Iba a desdeñar la explicación de Shang, pero Romano se irguió y sonrió al analista de la Maskirovka.

—Por favor, explica lo que quieres decir.

Romano se volvió hacia su padre y le sonrió dulcemente. El Canciller suspiró e indicó a Shang que atendiera su petición.

—Gracias, dama Romano —dijo Shang. Se aclaró la garganta e hizo un amplio ademán con la diestra—. No sé si recordaréis los informes que recibimos sobre una nave lirana que fue secuestrada hace unos cuatro meses y conducida a espacio del Condominio Draconis.

—Sí, creo recordar que fue rescatada por una unidad mercenaria. —Liao miró a Justin y frunció el entrecejo—. Es la unidad en la que milita un hermano tuyo, ¿no? Los Diablos de no sé qué...

—Los Demonios de Kell, Iluminado —aclaró Justin.

—Los primeros informes que recibimos indicaban que un miembro destacado de la Corte lirana viajaba a la Federación de Soles de incógnito en aquella nave —prosiguió Shang—. Nuestras fuentes afirmaban que el propósito de aquel viaje era someterse a tratamiento médico en el Instituto de Ciencias de Nueva Avalon. Desde entonces, hemos descubierto que dicho tratamiento nunca tuvo lugar y hemos confirmado las actividades y testimonios de toda confianza de personas que han visto a los miembros más importantes de la Corte de Lira. Es obvio que el propósito de la visita era alcanzar un acuerdo, estimulado por el éxito de los tratados de 3024 que vos firmasteis con Marik y Kurita en la Tierra, y en el que se acordaba la celebración de esa boda.

Liao se arrellanó en su trono y juntó las yemas de los dedos.

—¿Por qué no recibisteis antes esta información?

Shang vaciló, pero Justin dio un paso adelante.

—Si me permitís, Alteza, diría que no recibimos antes esta información por culpa de la burocracia y el estado de aislamiento en que nos encontramos. Necesitamos meses para obtener los informes necesarios para confirmar estas sospechas...

—¿Quién os ha negado estos datos vitales? —prorrumpió Liao, saltando como disparado por un resorte—. Decidme su nombre y recibirá de inmediato su castigo. No quiero tener incompetentes a mi alrededor.

Candace lanzó una mirada a Justin y se adelantó, eclipsando a su hermana.

—Padre, creo que el ciudadano Xiang no está echando la culpa del problema a ninguna persona en concreto. —Se volvió hacia Justin—. Por favor, continúa, ciudadano.

—Como ha sugerido vuestra hija, no hay ningún culpable en particular, Perfección Universal. Tened en cuenta que, por un tiempo muy considerable, la Maskirovka concentró sus esfuerzos en la Liga de Mundos Libres. Fue una preocupación válida, y es evidente que la guerra civil que nosotros provocamos quitó mucha vitalidad a Casa Marik. A causa de esa política, la sección de Marik de la Maskirovka se ha ampliado y buena parte de la información procedente del sector lirano se filtra por ella. Cuanto más larga es la cadena burocrática, más lenta es la transmisión y más probable es que se distorsione el mensaje.

Tsen Shang asintió con cautela.

—El ciudadano Xiang y yo habíamos notado también que nuestro sector depende de las informaciones sobre número de tropas y otras cuestiones que nos suministra Michael Hasek-Davion.

—¿Qué hay de malo en ello? —rugió el Canciller—. Ha sido él quien me ha enviado este mensaje.

—No hay nada malo en utilizar la información que nos facilita, Alteza —contestó Tsen, levantando las manos—, pero parece que nuestras demás operaciones son secundarias. Aunque la información sigue llegando, nuestros analistas están tan ocupados clasificando los datos enviados por el duque, que no pueden examinar tantos datos de otras fuentes como sería de desear.

Liao entornó los ojos y se volvió hacia Chandra Ling.

—¿Qué haces tú al respecto?

Ling sonrió con serenidad.

—En las discusiones que he mantenido con Shang y Xiang, me han sugerido que creemos un «equipo de crisis». Sería un grupo de analistas de elite que se concentraría exclusivamente en resolver problemas especiales e investigar situaciones extrañas. Trabajarían en un nivel inmediatamente debajo de mi oficina y podrían solicitar información de todos los sectores, eludiendo los canales burocráticos normales.

—Muy bien —asintió Liao, y señaló a los dos analistas—. Reuniréis al personal que vayáis a necesitar y os trasladaréis a palacio. Quiero teneros aquí, disponibles, en todo momento. No estaréis nunca a más de doce horas de distancia de mí, a menos que yo os ordene que emprendáis alguna misión.

Shang se quedó boquiabierto. Justin le lanzó una tímida mirada y luego se volvió hacia el Canciller.

—Excelencia, creo que la directora debe de estar pensando en otros candidatos más adecuados para ese equipo de crisis.

Liao se arrellanó en su trono.

—¿Cómo podría ella negar que vosotros dos sois los más aptos? Sois nuevos en la organización de Sian y, por tanto, aún no habéis quedado atrapados en la burocracia. Ha sido idea vuestra y la llevaréis a la práctica. Estoy seguro de que la directora comprende que es la única alternativa lógica.

Liao lanzó una prolongada mirada a la directora de la Maskirovka, hasta que ésta asintió con gesto cansino. Luego desvió su vista hacia el vacío, sobre las cabezas de ambos analistas.

—Y ahora, ¿cómo reaccionaremos a este traicionero cambio de situación que nos ha preparado Hanse Davion?

Antes de que ninguno de ellos pudiese contestar, Liao se había puesto en pie de un brinco, con una expresión iracunda y amenazante en el rostro. Justin se volvió lo suficiente para ver que la puerta principal de la cámara se abría y un aterrado ministro se encogía de miedo ante las feroces palabras del Canciller.

—¿Qué haces? —vociferó Liao—. ¡Ordené que no debía ser molestado!

—¡Que yo muera mil veces si este asunto no es importante, oh Envidia del Universo! —exclamó el ministro, con la tez pálida, y miró en dirección a la antesala—. Ha llegado lord Víctor Robertson, embajador de la Federación de Soles. ¡Dice que el motivo de su visita es muy urgente!

—¡Ya lo creo! —Maximilian Liao se sentó de nuevo en el trono, como un gato arrellanándose en el soleado alféizar de una ventana—, Hazlo entrar. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que me comí vivo a un enviado de Davion. Esto me va a gustar.