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Tharkad
Distrito de Donegal, Mancomunidad de Lira
31 de diciembre de 3027
Ante la insistencia del ministro de Protocolo, el cuarteto de cuerdas inició los compases de un vals. Cuando las primeras notas de la suave música resonaron en la sala, Dan se soltó de Melissa y le hizo una reverencia.
—Será un gran honor para mí si acepta bailar conmigo.
Melissa sonrió e inclinó la cabeza.
—Para mí será un placer, capitán Allard.
La joven alargó la diestra y le permitió que la condujera a la pista de baile. Los demás invitados se apartaron para dejarlos pasar y los más osados los siguieron hasta que la pista se llenó de parejas.
—¿Se da cuenta de que hay docenas de compatriotas suyos que estarían dispuestos a matar por estar en mi pellejo? —susurró Dan.
—Es posible, capitán, pero preferiría no bailar con ellos. Ninguno es tan ágil como usted. —Sonrió con expresión traviesa—. ¿Acaso les enseñan a bailar en las academias militares de la Federación de Soles?
Dan negó con la cabeza e hizo girar a la heredera del Arcontado en una serie de pasos de baile.
—Sólo en la Academia Militar de Nueva Avalon, Alteza. En Albion y en el Salón de los Guerreros ven el baile con malos ojos, aunque tienen clases anti-blindaje excelentes. —Melissa soltó una risita y Dan se sonrojó—. De hecho, mi madre insistía en que todos sus hijos debían aprender a «comportarse con gente selecta». En mi opinión, la compañía no puede ser más selecta.
—Gracias, capitán. Escribiré a su madre para decirle que no le enseñó en vano. —Melissa bajó la voz hasta que no fue más que un débil susurro—. Y vuelvo a darle las gracias por todo lo que hizo por mí la primavera pasada. Si no hubieran aparecido los Demonios de Kell... —Se estremeció.
—Aparecimos, Alteza. Eso es lo único que importa. —Dan lanzó una mirada al cuarteto de cuerdas, que estaba tocando los últimos compases de la pieza. Soltó a Melissa e hizo una reverencia——. Gracias, Alteza.
—Gracias a usted, capitán. —Melissa miró más allá de Dan. Se le heló la sonrisa y adoptó una expresión furiosa—. Capitán Allard, ¿conoce al barón Sefnes?
Sefnes... Es el embajador del duque Michael en la corte de la Mancomunidad. Dan se volvió con gesto ceremonioso y examinó al hombrecillo de cabellos oscuros que se hallaba detrás de él. Parece otra rata humana de Nueva Sirtis... y está borracho. Cuando Dan habló, su voz sonó fría y protocolaria.
—Creo que no tengo el placer, aunque la reputación del barón lo precede allí donde va.
El gélido tono de Dan no le pasó inadvertido al aristócrata de la Marca Capelense, pero la vidriosa mirada de sus oscuros ojos no reveló si había comprendido el comentario.
—Dígame, capitán. ¿Es un rasgo característico de la familia Allard abandonar la Federación de Soles?
Melissa se envaró de inmediato y Dan oyó cómo contenían el aliento los invitados que habían escuchado la pregunta de Sefnes. ¿Qué pretendes, víbora?, pensó Dan.
—Perdóneme, barón, pero no entiendo su pregunta.
Sefnes dejó que una torcida sonrisa de borracho se desparramase por su enjuto semblante.
—Era una pregunta sencilla, capitán, y quiero una respuesta igual de sencilla —siseó. Un odio feroz brillaba en sus ojos—. Usted fue el primero en saltar, cuando su papá rogó a Hanse Davion que lo destinara a los Demonios de Kell. El Príncipe llegó a darle un Valkyrie como regalo de despedida. Luego, su hermano nos abandonó tras traicionar a la Marca y casi conseguir que mataran a su unidad. —El barón sonrió como una hiena—. Me gustaría saber a cuál de los Allard le toca ahora.
Dan apretó los dientes y los músculos de la mandíbula se abultaron. ¡Idiota insolente!. Odias a mi padre porque sustituyó a Michael Hasek-Davion en el círculo de íntimos del Príncipe, y desprecias a mi hermano por ser mestizo. Ahora pretendes avergonzarme, pero la vergüeña sólo cae sobre ti y sobre el hombre a quien sirves.
Melissa fue a decir algo, pero Dan apoyó la zurda sobre su brazo. Sus ojos centelleaban de ira. La tensión empezó a extenderse por la sala y los nobles y MechWarriors liranos fueron agrupándose a su alrededor.
—Vaya al grano, Sefnes. Diga la pregunta que quiere hacer de verdad.
Sefnes miró a Dan con expresión burlona.
—¿Y cuál cree usted que es esa pregunta, capitán?
Dan se humedeció los labios.
—Creo que quiere saber qué se siente al ser el hermano de Justin Allard..., el hermano de un traidor...
Sefnes sonrió y apoyó la diestra en el hombro izquierdo del capitán Allard.
—¡Exacto!
Dan dio medio paso atrás y apartó su hombro de la mano del barón. Al mismo tiempo, levantó bruscamente la zurda y, cogiendo la diestra del barón, empujó hacia abajo y le trabó la muñeca. Luego le retorció la mano para trabarle también el codo. El joven Demonio de Kell alargó la diestra y mantuvo la presión sobre la muñeca del barón.
—Siempre he estado orgulloso de mi hermano Jus-tin, barón. Lo envidié cuando ingresó en Sakhara, y no hay ningún MechWarrior en esta sala capaz de negar que la Academia de Sakhara es de primera categoría. —Dan apartó la mirada de Sefnes y vio que muchos MechWarriors asentían a sus palabras—. Allí, en Sakhara, donde el nombre de Allard no tenía la menor importancia, Justin destacó sobre todos y yo me sentí feliz por su éxito.
El MechWarrior le giró un poco más la muñeca al barón y le levantó el brazo que tenía trabado. Sefnes hizo una mueca de dolor y se inclinó un poco hacia adelante para aliviar la presión.
—Mi regocijo fue mayor aún cuando Justin ganó una comisión de las Fuerzas Armadas y fue destinado a la Marca Capelense. No puede ni imaginarse, barón, la sincera alegría que me embargó cuando me enteré de su comportamiento en Spica. No, barón, no podría comprender lo que sentí entonces, porque tales emociones no caben en su estéril vida.
El mercenario de la Federación de Soles sonrió con crueldad y aplicó más presión al brazo.
—Puede preguntar a cualquiera de los MechWarriors presentes qué piensa del plan que Justin concibió y ayudó a ejecutar para rescatar a la unidad del general Courtney en Spica. —Dan vio que muchos MechWarriors asentían—. Temerario, quizás, y desde luego desesperado..., pero la situación exigía mediadas extraordinarias y el plan funcionó. Justin se merecía de verdad el Sol de Diamante por aquella campaña y mi corazón se hinchó de orgullo cuando supe que se lo habían otorgado.
Dan resopló con desdén y le torció aún más la muñeca al barón. Dio un paso adelante y lo obligó con violencia a caer de rodillas.
—Dice que mi hermano es un traidor, pero ¿quién de entre nosotros no habría partido de la Federación de Soles en circunstancias similares? Sólo su mente enferma puede considerar justa o imparcial aquella parodia de juicio.
El capitán mercenario calló por unos segundos y paseó su mirada por la sala. Todos los MechWarriors lo observaban, expectantes.
—Lo que no puede entender, barón, es que Justin es un MechWarrior. Cuando supo que no volvería a tener la ocasión de dirigir a unos hombres a la batalla ni podría pilotar ningún ’Mech, Justin se fue. En Solaris demostró ser un MechWarrior de pies a cabeza, a pesar de su terrible mutilación. Y probó su valía ante los mejores guerreros que podían encontrarse en Solaris. —Dan miró a Sefnes—, Vencía incluso cuando sus oponentes hacían trampas.
Dan soltó el brazo de Sefnes, que se desplomó en el suelo y oprimió el miembro dolorido contra su pecho.
—No hay ningún MechWarrior aquí, barón, que no prefiera morir a dejar de pilotar ’Mechs. Justin fue leal a sí mismo..., a su adiestramiento y a su vida. Nunca abandonó la Federación de Soles. ¡Más bien fue ésta la que lo expulsó!
El oficial de los Demonios de Kell se volvió y saludó a Melissa con una inclinación de cabeza.
—Perdóneme, Alteza, por haber sido tan violento. —Dan señaló con la cabeza las puertaventanas que daban al jardín—. Si me permite, necesito un poco de aire fresco.
Sefnes se incorporó sobre una rodilla.
—Esto lo pagará, Allard. ¡Juro que lo pagará!
El mercenario se revolvió y dio una patada en la pierna a Sefnes.
—¡Ve con cuidado, víbora! Mira que no te arranque la piel.
Dan dio media vuelta y se marchó dando grandes zancadas. La multitud lo contemplaba aturdida y en silencio.
Dan se apoyó con todo su peso en el antepecho de piedra de la terraza del jardín. ¡Idiota! ¿Qué diablos estabas haciendo allí? En la oscuridad, atisbo las luces que parpadeaban en lo alto de las lejanas torres de la Fortaleza de Asgard. A causa de la espesa niebla, las luces no podían competir con el brillo de las estrellas y los planetas. Mi acción fue más propia de una pelea en los cuarteles de Asgard que de un baile oficial en palacio.
—Quiere mucho a su hermano, ¿verdad?
La enérgica pero dulce voz de la mujer le produjo un escalofrío, y se volvió de inmediato. Su silueta se delineaba contra la brillante iluminación del palacio. Su rostro era apenas visible, pero Dan creyó reconocerla de todas formas.
—¿Melissa?
La mujer meneó la cabeza y se acercó más. Cuando llegó junto al antepecho, la luz reveló que tenía los cabellos castaños y llevaba un vestido verde oscuro. Sus ojos, como las lentejuelas del vestido, relucían con un brillo verdoso.
—No, no soy Melissa —dijo, riéndose con voz ronca—, aunque no es usted la primera persona que nos confunde.
Dan sonrió débilmente.
—Lo siento.
—No tiene por qué. —-La joven bajó la mirada, vacilante, y luego lo miró directamente a los ojos—. Lo que dijo ahí dentro me emocionó... Pensé que quizá querría hablar con alguien.
Cuando se cruzaron sus miradas, Dan sintió como una sacudida eléctrica por todo el cuerpo. Ella sonrió y le tomó la mano izquierda con su diestra.
—Venga. Vamos a pasear por el jardín.
Lo condujo por uno de los senderos del jardín, cuidados con toda meticulosidad. Los setos, pulcramente podados, no tardaron en eclipsar las luces de palacio y amortiguar el sonido de la música.
—Usted idolatraba a su hermano, ¿verdad?
Dan asintió.
—Desde que éramos niños. —Se echó a reír al evocar sus recuerdos—. Es mi hermano mayor. Me lleva siete años. Pero en seguida lo alcancé en altura. Fue entonces cuando empezó a decir que yo era su hermano más grande. De hecho, somos hermanastros... El primer matrimonio de mi padre acabó en divorcio, cuando él fue apartado de la embajada de la Federación de Soles en Sian.
La joven sonrió y contempló las luces de Asgard.
—Tiene suerte por tener un hermano. Yo soy hija única.
El capitán mercenario hizo un esfuerzo por sonreír.
—Créame, eh...
Ella titubeó.
—Jeana.
—Jeana, hay veces en que desearía ser hijo único. Tengo también una hermana y dos primos gemelos que vivían con nosotros. Formábamos una familia numerosa.
Jeana le apretó la mano.
—Tenía a alguien con quien compartir secretos y que estaba a su lado siempre que necesitaba ayuda.
Dan asintió y tragó saliva para deshacer el nudo que se le formaba en la garganta. Ese eras tú, Justin. Siempre a mi lado, cuando te necesitaba.
—Pese a nuestra diferencia de edad, Justin era mi mejor amigo. —Los recuerdos iluminaron el rostro de Dan—. Justin estaba en Spica cuando se enteró de que iba a graduarme antes de lo debido en la Academia Militar de Nueva Avalon. Me escribió en un momento libre mientras su compañía se preparaba para un ataque de Liao. Hizo una pequeña lista compuesta de media docena de tipos de ’Mech. En la parte superior escribió: «Regalo de graduación». En la nota me decía que escogiese uno. Justin dijo que lo vencería y me lo mandaría, pero que yo tendría que limpiarlo y arreglarlo.
Dan cerró la mano derecha y se dio un puñetazo en .el muslo.
—Justin siempre estaba allí, conmigo. —Reprimió unas lágrimas de ira y se volvió hacia Jeana—. Yo le fallé —dijo con la voz quebrada por el dolor—. Yo no estuve a su lado cuando me necesitó. De haber estado allí, no habría ocurrido nada de todo esto.
Jeana se acercó a él. Dan pudo percibir la picante suavidad de su perfume. La joven lo abrazó con fuerza y susurró:
—No se torture de ese modo. Ha llegado a demasiadas conclusiones y ha permitido que lo dominen. Acabará volviéndose loco...
Dan agradeció su consuelo y su preocupación. Cerró los ojos, pues se sintió muy cansado de repente. Abrazó a Jeana y buscó el calor de su cuerpo. Los cabellos de la joven le cubrían el rostro y, al respirar el aroma de su perfume, sintió una honda sensación de paz.
—¿Por qué fue Justin a Solaris? ¿Por qué no vino a mi encuentro y se unió a los Demonios de Kell?
Jeana se apartó lo suficiente para mirar a los azules ojos de Dan.
—Hay un millar de posibles respuestas a esas preguntas y no puede esperar que yo las conozca, ¡pero usted tampoco puede saberlas! Cualquier cosa pudo impulsar a su hermano a ir a Solaris. Tal vez fue en busca de venganza, como insinúan Sefnes y los de su calaña.
Dan negó esa posibilidad.
—No. Justin, no.
—Entonces, quizá fue a Solaris a demostrar que era el mejor MechWarrior de los Estados Sucesores —dijo Jeana—. Si tiene la mitad de orgullo que su hermano menor, está probando que sus enemigos estaban equivocados.
Dan bajó la mirada.
—¿Por qué ha de demostrarlo en la Confederación de Capela?
Jeana se soltó de su abrazo y volvió su hermoso perfil contra las luces de Asgard.
—Justin tiene dos naturalezas: es medio davionés y medio capelense. Cuando perdió una mitad de su ser, tendió de manera natural hacia la otra mitad. —La joven se giró y sonrió a Dan—. Por extraño que parezca, creo que algún día debe resurgir la primera mitad. Y creo que usted también lo espera.
—Y si no... —Dan dejó que su mirada vagase por la oscuridad—, Justin se convertirá en un enemigo peligrosísimo.