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Complejo del Primer Circuito de ComStar

isla de Hilton Head América del Norte, Tierra

6 de junio de 3052

Anastasius Focht, Capiscol Marcial y vencedor de Tukayyid, se encontraba en el patio central del complejo del Primer Circuito y contempló el monumento levantado para conmemorar su victoria. Era un obelisco de mármol negro que se alzaba sobre él, y la luz del sol relucía en la capa de pan de oro que se había aplicado a las palabras grabadas en su base. Trató de disolver el nudo que tenía en la garganta y leyó la leyenda en voz alta para ver si sonaba mejor que al leerla.

—Conscientes de la amenaza que los Clanes presentaban a los sueños de nuestra Bendita Orden, Anastasius Focht y sus ComGuardias, por orden de la Primus Myndo Waterly, se enfrentaron a los invasores y los derrotaron en las tres primeras semanas de mayo del año 3052. Al detener a los Clanes, facilitaron el renacimiento de nuestra Bendita orden y su aceptación del papel previsto por Jerome Blake cuando fundó ComStar.

Focht estudió de nuevo las palabras en silencio y meneó la cabeza. A pesar de sus reuniones con la Primus, era obvio que ella no tenía idea de la muerte y de la destrucción que se había producido en Tukayyid. Para ella, la batalla con los Clanes era un árbol del que podían extraerse monumentos. Lo veía como un principio para ComStar, no como el fin de tantas vidas. ¡Es preciso que ella vea la realidad!

El Capiscol Marcial tiró del broche de su capa blanca y se la quitó de los hombros. Debajo llevaba el mono de color verde oliva que le había regalado la 82.ª División del Segundo Ejército seis meses atrás, cuando había asistido al ingreso de un nuevo grupo de MechWarriors en su organización. En el bolsillo de su cadera izquierda había un libro con los nombres de todos de los guerreros de aquella división que habían muerto luchando contra los Arañas de Natasha Kerensky. Apoyó la mano en el libro y notó también la pistola que llevaba oculta. ¡Es preciso que vea!

Siguiendo la sombra alargada del obelisco, cruzó el prado con pavimento de granito hasta el Salón de la Historia, donde estaba citado con la Primus. En la rotonda lo esperaban ella y su ayudante, Sharilar Mori, vestidas con túnicas dorada y roja respectivamente. Focht se detuvo y saludó con gesto marcial, y sólo siguió acercándose cuando la Primus lo aplaudió felicitándolo.

—Has visto el monumento, por supuesto.

—Sí, Primus. Es impresionante.

—Me complace que sea de tu agrado. —Myndo sonrió y se apartó sus largos cabellos blancos de un hombro—. En los veinte años transcurridos desde que formamos los ComGuardias, jamás habíamos tenido que luchar en ninguna batalla seria o importante. Mi fe en ti era absoluta, por descontado. En cambio, algunos miembros del Primer Circuito creían que enviar tropas inexpertas contra los Clanes era una locura total. Por suerte, nosotras —agregó, mirando a Sharilar— pudimos imponernos para darte esa oportunidad.

—Tu apoyo ha sido muy alentador, Primus —dijo Focht, y añadió franciendo el ceño—: Creía que me habías dicho que esta reunión era para informar al Primar Circuito. ¿Dónde están los demás?

—En realidad —contestó Myndo, abriendo las manos en un gesto de desprecio—, sobran ahora que ha amanecido una nueva era para ComStar. Deberías estar contento, porque tú eres el portador de la Luz.

¡Portador de la Luz!, repitió Focht en su mente.

—¿Acaso estás diciendo que soy tu Lucifer?

—Creo que llamarte Prometeo es más apropiado, Anastasius. Tú has hecho posible la iluminación de la humanidad. —Myndo lo tomó de la mano y lo condujo al interior del edificio—. Debes ver esto. Nuestros artesanos han estado trabajando día y noche desde la victoria. Es mucho mejor que la realidad virtual de tu ordenador.

Lo acompañó hasta el umbral de una puerta. Entonces Focht se paró. La gigantesca galería dedicada a mostrar todas las reliquias de Jerome Blake y los primeros días de ComStar se habían retirado de las paredes y en su lugar se habían colocado innumerables mesas. Se acercó a la primera y vio miniaturas de montañas y árboles que coincidían con exactitud con las imágenes de los campos de batalla que estaban grabadas en su cerebro.

Campos quemados de trigo y grandes agujeros salpicaban el diminuto paisaje. Había también ’Mechs rotos y retorcidos, hechos según la escala del área del planeta donde estaban en pie o habían caído; cada uno de ellos era exacto al original, incluso en los detalles de su pintura y con el nombre del piloto grabado en el ’Mech. Pequeñas figuras humanas yacían en los campos de batalla en miniatura tal como estaban en Tukayyid. Los artesanos habían conseguido un color equivalente a la palidez cenicienta de su tez.

¡Dios santo!, pensó Focht.

—Esto es Luk —dijo; pasó a la siguiente mesa y vio más destrucción—. Estas son las montañas Dinju, y allí está la llanura de Przeno.

De forma inexorable, como una pulga atraída a una llama, Anastasius Focht se paseó entre los modelos con la misma facilidad con que había cruzado el planeta en la realidad virtual, encaminándose siempre hacia el enorme diorama gris del centro. En cada escena recordó detalles espantosos que los modelistas no podían imitar de ninguna forma. En sus pequeños mundos no resonaban los gemidos y los gritos de los heridos y los agonizantes. Su trabajo carecía del hedor de los cadáveres putrefactos y de los graznidos de los carroñeros que acudían a alimentarse. Sus mundos artificiales no tenían el mismo frío que había invadido Tukayyid cuando las armas dejaron de disparar.

En el centro de la sala, Focht encontró las montañas Pozoristu. Dando la vuelta despacio, siguió la línea de destrucción que marcaba la metódica campaña del Clan de los Lobos. Vio el valle donde había caído el Khan Garth Radick, pero el número de ’Mechs caídos por el bando de los Clanes parecía insignificante comparado con el número de cuerpos, tanques y ’Mechs de ComStar que cubrían el terreno.

—Está todo aquí, Anastasius, y esto es sólo el principio —dijo Myndo, con los ojos brillando con una luz infernal—. Estos modelos únicamente muestran el tiempo posterior a la batalla, pero volveremos a crear cada uno de los combates, segundo a segundo. Cada campo de batalla tendrá su propio edificio y la gente podrá ver cómo se desarrolla la batalla exactamente igual que en Tukayyid.

Focht no daba crédito a lo que escuchaban sus oídos.

—¿Por qué haces esto, cuando tienes tus propias grabaciones de los combates y las de los Clanes para montar una narración exacta de la historia?

Myndo sonrió con aires de superioridad y miró a Sharilar. La mujer kuritana le devolvió la sonrisa, pero Focht vio que se estremeció cuando Myndo apartó la mirada y se volvió de nuevo hacia él.

—Anastasius, son los vencedores quienes escriben la historia. La realidad de lo que sucedió no es tan importante como el carácter simbólico de tu victoria. Has demostrado que ComStar es la salvadora de la humanidad. Hemos impedido a las hordas bárbaras que arrasen la Esfera Interior y extingan la luz del conocimiento. Ahora, la gente se volverá hacia nosotros en busca de un líder.

Antes de que Focht pudiese poner en tela de juicio su interpretación de lo ocurrido, la Primus lo tomó de la mano de nuevo y prosiguió:

—Ahora debes ver esto. Alrededor de nosotros está la historia. ¡Ahora te enseñaré el futuro!

Lo condujo a la siguiente galería. Al entrar, Focht sintió que el corazón le subía a la garganta.

—¡Sí, Anastasius, éste es el futuro de ComStar! Tú eres su padre y yo soy su madre.

Examinaron el suelo ligeramente hundido de la sala desde una pasarela que lo rodeaba. Toda la sala permanecía a oscuras, salvo por los puntos de luz que Focht reconoció como una representación tridimensional de los numerosos planetas de la Esfera Interior. La luz más potente brillaba en el centro con una luz dorada intermitente y los planetas, en una disposición en forma de cono, se extendían hacia el tejado y parpadeaban como respuesta a aquella luz con un destello amarillo, que indicaba todos los mundos que los Clanes habían conquistado y ComStar había administrado.

Los planetas del Condominio Draconis estaban en rojo; pero, mientras Focht observaba, un planeta central de aquel conjunto pasó a tener un brillo dorado, y después todos los demás empezaron a cambiar también.

—Luthien… —murmuró el Capiscol Marcial. Un poco más abajo, uno de los planetas de color azul que estaban al otro lado de la esfera también se volvió dorado.

—Nueva Avalon, también Sian y Atreus —dijo Focht. Entonces, otro planeta azul cambió de color y Focht sintió una intensa emoción en su pecho—. Y Tharkad, mi Tharkad…

Myndo asintió. Los millares de puntos de luz dorados se reflejaban en sus ojos.

—¿Pensabas que lo había olvidado? —Se volvió y tocó uno de los paneles oscuros que había detrás de ellos—. Así será Tharkad bajo tu gobierno, Arconte Frederick Steiner.

Apareció otro modelo en miniatura, éste resguardado por una caja protectora de lexan. Focht tenía la sensación de que reconocía la ciudad representada: la capital, Tharkad. Sin embargo, algunos elementos extraños lo confundían. Creyó estar equivocado, ya que hacía más de dos décadas desde que había visto aquella ciudad por última vez, pero entonces comprendió que había sido modificada para adaptarla a la enloquecida visión que la Primus tenía del futuro.

Una colosal estatua se alzaba en el centro de la Tríada, empequeñeciendo a los tres edificios que indicaban el centro de la ciudad y la sede del gobierno. Se vio a sí mismo empuñando una espada en alto y ataviado con los ropajes de las antiguas estatuas romanas. Sostenía un libro en la zurda en el que se veía el emblema de ComStar y la leyenda: «La Palabra de Blake».

Doce caminos, como los rayos de un sol, atravesaban los edificios y confluían en la Tríada. En los doce mástiles que estaban sobre el edificio, vio ondear la bandera con la estrella de doce puntas de ComStar. Los edificios estaban pintados con los colores blanco y dorado, utilizados por los dirigentes de ComStar. Toda la ciudad estaba reformada a imagen y semejanza de esta organización.

De pronto se abrió la pared posterior del diorama y el paisaje urbano fue retirado y sustituido por otro modelo. Estaba hecho en una escala mucho mayor y mostraba un lugar que él conocía bien. Dos BattleMechs Griffin se alzaban en aquella oscura sala, custodiando un trono situado debajo de un estandarte de ComStar y con el puño blindado de los Steiner debajo de la estrella de doce puntas. Los ’Mechs ya no estaban pintados de azul y blanco, que los identificaban como parte del Décimo de Guardias Liranos, sino que habían sido pintados de nuevo con los colores de los ComGuardias.

Focht se puso rígido al ver la figura que estaba sentada en el trono. Era él, alto y delgado, con los cabellos blancos y un parche negro sobre el ojo derecho, quien ocupaba un trono que no había deseado desde el día en que había quedado tuerto. La única vez que me senté en ese trono fue en una pesadilla. ¿Se ha convertido la vida en un espantoso sueño del que no hay despertar?

—Sí, Anastasius —dijo Myndo—, tal como te prometí, el trono de la Mancomunidad de Lira será tuyo. Como protectorado de ComStar, disfrutará de todo lo que nosotros podemos ofrecer. —Apoyó la mano en el cristal y añadió—: Yo recompenso a aquellos en los que puedo confiar.

—Debo hacerte una pregunta, Primus —repuso Focht—. ¿Cómo vamos a conquistar Tharkad? Tus ComGuardias no están en condiciones de afrontar una campaña en estos momentos.

Myndo dio unas palmadas.

—Exacto, Anastasius. No tendremos que combatir. Mientras te enfrentabas a los Clanes, hemos puesto de rodillas al resto de la Esfera Interior. He ordenado una Interdicción total de todas las comunicaciones y los transportes. Aunque hemos perdido el control de algunas instalaciones, lo recuperaremos pronto. Los planetas que administramos ahora nos son leales y otros los imitarán, incluido Tharkad. Nuestra Interdicción los está ahogando.

—Esta es tu Operación Escorpión —dijo Focht, entornando su único ojo—. Creía que confiabas en mí.

—Y así era —replicó Myndo, y agregó señalando las maquetas de los campos de batalla—: Confiaba en ti para distraer y causar pérdidas a los Clanes; pero esto es demasiado grandioso para ponerlo todo sobre tus hombros. Los Clanes han destrozado la Esfera Interior y nosotros vamos a reconstruirla. Como puedes ver, te conozco muy bien y conozco tus deseos. No temas: Tharkad será tuyo.

Focht se echó a reír, con una voz ronca que fue creciendo a medida que la perplejidad se extendía por el rostro de Myndo.

—No me conoces en absoluto —contestó—. Me juzgas como el hombre que fui. Sí, a Frederick Steiner le habría encantado recibir como recompensa el trono de los Steiner; pero ni siquiera él se habría humillado hasta el punto de conspirar con ComStar para conseguirlo. De todos modos, yo no soy Frederick Steiner. Hace veinte años que dejé de serlo.

Focht descargó su puño sobre el lexan que lo separaba de la maqueta.

—Anastasius Focht es un nombre que elegí para recordarme a mí mismo cada día que sólo soy un guerrero. No estoy preparado para participar en la política. Pagué un precio muy alto por haberlo hecho una vez y, lo que fue aún peor, casi hice que mi nación también lo pagase. Si creías que podías comprarme con un bonito sueño, entonces nunca me has entendido en absoluto.

La Primus fue a hablar, pero Focht la interrumpió señalándola con el dedo.

—No tenías necesidad de sobornarme. Yo era, en cuerpo y alma, una criatura de ComStar. Combatí en Tukayyid porque creía que ComStar debía dedicar sus recursos a detener a los Clanes. ¡No negocié con el ilKhan sólo para que desacreditases mi palabra!

—Eso es posible —replicó la Primus—, pero la realidad es que la Operación Escorpión ha paralizado los Estados Sucesores. La Esfera Interior está destrozada y sólo nosotros podemos curarla. Es una lástima que no quieras formar parte de la solución a esta situación porque yo podría haberte utilizado para ello. —Se cruzó de brazos y agregó—: ¡Por consiguiente, acepto tu dimisión y me encargaré de que seas entregado a los Clanes para que ejerciten cualquier acción penal que consideren necesaria por haberlos apuñalado a traición!

Focht se rio de nuevo. La ausencia de miedo en su actitud asombró a la Primus.

—Eso no te servirá de nada, Primus —dijo Focht—. El ilKhan Ulric sabe muy bien que no tuve nada que ver con la Operación Escorpión. Además, esa operación no fue más que una broma. No causó ningún perjuicio a los Clanes, salvo el tener que reprimir algunas revueltas. Reconquistar los planetas que conseguimos liberar será una distracción secundaria para ellos, y probablemente esa tarea la encomendarán a las fuerzas que están entrando en la Esfera Interior para asentarse aquí.

»En cuanto a haber paralizado la Esfera Interior —prosiguió—, creo que estás equivocada. Me resultó fácil enviar un mensaje con prioridad Alfa a mi prima Melissa, que está en Nueva Avalon, y ella contestó una hora después. Parece que en la Mancomunidad Federada nuestras instalaciones están funcionando con normalidad, aunque bajo su control.

—¡Eso es imposible! —exclamó Myndo, apoyándose en la barandilla y contemplando su imperio de luces—. Son unos infieles. ¡No pueden conocer los secretos de los generadores de hiperpulsación!

—La ciencia no es un dios. La tecnología no requiere fe ni rituales, Primus. Ellos han descubierto cómo funcionan. —Focht sacó la pistola de agujas que tenía guardada y le apuntó—. Me temo que, de hecho, ha llegado la hora de que presentes tu dimisión. Es cierto que alguien tiene que recoger y recomponer los fragmentos de la Esfera Interior, pero tú no eres quien lo hará.

Myndo paseó su mirada entre el arma y el rostro de Focht. Entonces se giró, dándole la espalda.

—Me subestimas a mí y a lo mucho que sé de ti, Anastasius —dijo. Con la mano izquierda jugueteando sobre la barandilla, empezó a alejarse de él y de Sharilar—. Tú eres un guerrero. Tienes un código ético que te vincula y te ciega. Jamás te permitiría dispararme por la espalda. Eso significa que puedo irme de aquí y buscar a otros guerreros que tengan un código ético que les exija obedecer a sus superiores. Tu ridicula revolución acabará ahora, ¡porque el sueño debe vivir!

—Los sueños de los lunáticos se convierten en pesadillas para los cuerdos —replicó Focht. Acarició el gatillo dos veces y la Primus se desplomó.

Focht apuntó a continuación a Sharilar Mori.

—¿Y qué es lo que debo hacer contigo?

—No ne hecho nada que pueda considerarse un crimen tan grave —contestó la mujer oriental, abriendo las manos.

—¿De verdad? Yo siempre había creído que la traición se pagaba con la pena capital —dijo Focht, arqueando una ceja—. Al fin y al cabo, ¿acaso no es traición contra ComStar el espiar en favor del Condominio Draconis?

—¿Qué? ¿Cómo puedes saber eso?

—Soy el Capiscol Marcial. La seguridad forma parte de mi trabajo, y descubrir las filtraciones que se estaban produciendo en el Primer Circuito es un aspecto importante de su mantenimiento. Tenía que sospechar que había un agente del Condominio dentro del Primer Circuito, por lo mucho que complació a la Primus que Theodore Kurita me presentase ante ella hace ya muchos años. Yo era la respuesta a sus plegarias y, desde luego, Theodore consiguió cuanto quiso a cambio de mis servicios a ComStar. La filtración al Condominio de informaciones referidas a los Clanes y sus actividades, y luego de la Operación Escorpión, indicaba que el espía estaba muy arriba. Melissa me confirmó que existía una conexión con el Condominio gracias al aviso sobre el regreso de los Clanes y sobre Escorpión. Este último dato te señala a ti, porque la Primus había emitido la orden a través de ti para poder desmentir, en caso de que fracasara, que ella había concebido aquel plan. Tú también tenías que ser quien le impedía conocer realmente su estrepitoso fracaso.

—Tu análisis es impecable —dijo Sharilar, sonriendo con respeto—. Sabía que existía un riesgo, pero tenía que correrlo aunque pusiera en peligro mi tapadera.

—Como siempre han hecho los espías.

—En efecto. —Sharilar miró el cadáver de Myndo y preguntó—: Entonces, ¿vas a dispararme porque he traicionado a una organización que ya está muerta?

—No —contestó Focht—. Yo también tengo un sueño para ComStar. La guerra con los Clanes me ha convencido de que no debemos malgastar los recursos que tenemos, y las batallas intestinas entre los Estados Sucesores me han dado algunas ideas para una nueva orientación de ComStar. Sin embargo, tengo un problema.

—No eres un político, ni tienes ganas de serlo —sugirió Sharilar.

—No tengo tiempo suficiente para serlo. Tú, en cambio, has recorrido el laberinto de ComStar con la habilidad suficiente para llegar a ser miembro del Primer Circuito en relativamente poco tiempo. —El Capiscol Marcial se peinó los cabellos con los dedos y preguntó—: ¿Tienes la habilidad necesaria para hacer realidad un sueño?

—¿Te fiarías de mí si te dijera que sí?

Focht reflexionó unos momentos. Luego asintió con la cabeza.

—El hecho de que entrases en ComStar porque tú o tus amos veían la orden como un mal que era preciso detener, me indica que no crees ciegamente los fundamentos mitológicos y pseudosagrados de todo esto. Que hayas arriesgado la vida para subvertir la perversión que pensaba llevar a cabo la Primus en los Estados Sucesores, me revela que puedes actuar cuando es necesario. Si me dices que utilizarás cuanto está en nuestras manos para reparar el mal que hemos causado, me fiaré de ti.

—¿Por dónde empezamos?

Focht guardó la pistola en el bolsillo y rodeó con el brazo los hombros de Sharilar.

—Lo primero que haremos, jovencita, es clavar a Myndo una estaca en el corazón, y luego la enterraremos en la misma tumba en que daremos sepultura a la Palabra de Blake.