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Cuartel general militar de ComStar,

Sandhurst

Islas Británicas, Tierra

5 de febrero de 3052

En el mundo presentado por el casco de Realidad Virtual Interactiva, el Capiscol Marcial se paseaba como un gigante por el campo de batalla. El ordenador dibujó el paisaje con todo lujo de detalles y dio a Anastasius Focht un mapa a todo color de Tukayyid, con una escala de dos centímetros y medio reales equivalentes a diez metros en la medición subjetiva. A esta escala, los BattleMechs escampados por el paisaje parecían soldados de juguete, y un mal paso del Capiscol Marcial podía destruir a una legión entera.

Focht levantó las manos y giró las muñecas como si se preparase para teclear algo en el teclado de un ordenador. Los guantes que llevaba puestos transmitían esta información al ordenador, que respondía creando una plantilla de teclado para darle una guía visual mientras él escribía una solicitud de ajuste de la escala del mundo. Focht notó con hosca satisfacción que el ordenador le había proporcionado un teclado del mismo tipo que habría encontrado en un BattleMech.

Como en una película sobre la naturaleza de avance rápido, los BattleMechs crecieron de improviso hasta llegar a la altura de su cintura. El Capiscol Marcial se agachó para mirar por encima del torso de un Hagetaka del Clan de los Lobos; entonces sonrió al comprobar que no podía ver nada. Extendió la mano derecha, como lo habría hecho en la silla de mando de un BattleMech, y cambió de luz visual a infrarrojos, luego a escáner magnético, y de nuevo a luz visual. En ninguna de las modalidades de escáner vio nada.

Se incorporó de nuevo, sonrió y dijo:

—Ordenador, anota que, a causa del terreno irregular del paisaje, a ciento cincuenta metros en la llanura de Przeno en Tukayyid, el Clan de los Lobos se aproximó a nuestras fuerzas atrincheradas sin poder detectarlas.

—Anotado —comentó el ordenador sin emoción—. Se ha recibido una llamada de la Primus. ¿Desea abandonar la simulación o quiere que la llamada sea integrada en el mundo?

Focht suspiró hondo.

—Proyección como la última vez.

Sabía que esto la molestaría, pero no quería abandonar la simulación de Tukayyid. Había descubierto un pequeño fallo en el carácter invencible de los Clanes y no quería dejarlo escapar. Sé que la clave para derrotarlos está aquí, en alguna parte. Ahora sólo tengo que encontrarla.

El ordenador dio forma a una nube blanca en el cielo. La cara de la Primus apareció en la nube. Su expresión dio una pista al Capiscol Marcial de cómo debía de haberse sentido Adán después de morder la manzana.

—Sabes que detesto hablar contigo cuando estás ahí.

—Perdóname, Primus, pero tengo mucho trabajo que hacer, y poder estudiar el campo de batalla con el detalle que proporciona el equipo de RVI es vital para mis fines.

Focht inclinó la cabeza y luego contempló su propia imagen proyectada en el cielo detrás de la nube de Myndo, para asegurar una animación natural. Sabía que la mayor objeción de la Primus a trabajar con él en un equipo RVI era que en su pantalla del visífono veía una imagen de él proyectada por el ordenador y carente de expresiones. En la proyección, Myndo no podía leer en sus expresiones faciales ni en su lenguaje corporal. Eso la ponía en desventaja, y no le gustaba.

—Muy bien, Capiscol Marcial. No deseas obstrucciones en tu defensa de la Tierra. ¿Qué tienes que informar?

—Esto es el planeta Tukayyid —repuso Focht—. Un mundo de clima relativamente suave, aunque algo árido, en la provincia de Skondia de la República Libre de Rasalhague. Es, sobre todo, un mundo agrícola, en el que la mayor parte de la masa de terreno se compone de llanuras de hierba cultivadas por tractores. Durante la era del gobierno de Kurita, varías religiones minoritarias llegaron a este planeta y establecieron comunidades monásticas en las montañas y, en un caso, bajo el mar Crisol. Como resultado de ello, la población del planeta es relativamente pequeña. El gobierno está descentralizado y cada corporación gobierna su territorio como un señor feudal, salvo en los lugares donde las teocracias han controlado sus propios dominios.

—Interesante, Capiscol Marcial —dijo la Primus bostezando—. Supongo que encuentras este mundo significativo por alguna razón más que por su capacidad para aburrir mortalmente a los Clanes.

—En efecto, Primus —contestó Focht, y juntó las manos con sumo cuidado—. Estás contemplando el mundo que será la salvación de la Tierra.

—No lo entiendo.

El Capiscol Marcial se sintió complacido de la forma como la imagen informática ocultó su expresión de desprecio.

—Como han descubierto los Estados Sucesores, no podemos determinar por adelantado cuál será el próximo lugar que atacarán los Clanes. Según todos los análisis de sus técnicas de selección de blancos, deberían pasar de largo de Tukayyid porque no representa ninguna amenaza para ellos. No tiene milicia local y cualquier individuo capacitado que pudiese abandonar su puesto de trabajo ya fue enviado hace tiempo al frágil frente de Rasalhague.

»Sin embargo, conozco una forma de convertir Tukayyid en un blanco esencial para el Clan de los Lobos. Simplemente se trata de desafiar al Khan Ulric a una batalla en ese mundo, la cual decidirá el destino de la Tierra.

La Primus asintió; la ansiedad iluminó su rostro como un relámpago.

—Daba por sentado que tendríamos que combatir a los Clanes, y por razones obvias no quiero que la batalla tenga lugar en la Tierra. Supongo que has elegido Tukayyid por algo más que su falta de posibles bajas civiles.

Por la manera en que Myndo hablaba, el Capiscol Marcial tuvo la clara impresión de que la posibilidad de bajas civiles no implicaba necesariamente su veto al plan.

—Primus —respondió—, Tukayyid tiene varias cosas a su favor. Ese planeta dispone de muchas regiones abiertas para enfrentamientos directos. Las montañas son adecuadas para operaciones de hostigamiento. El clima suele ser excelente casi todo el año, lo que favorece el tráfico aéreo y la lucha con cazas. Además, Tukayyid tiene innumerables instalaciones de almacenamiento, que, en esta época del año, están vacías y aguardan la próxima cosecha. Podemos utilizarlas para guardar municiones y suministros para nuestras tropas. Y lo mejor de todo: su escasa población está concentrada en posiciones fáciles de defender, lo cual impedirá a los Clanes utilizar a los civiles contra nosotros.

—Así pues, ¿la victoria sobre los Clanes está asegurada? —inquirió la Primus con una sonrisa feroz.

Focht se crispó, mas no así la imagen que fue enviada a la Primus.

—Primus, seleccionar un campo de batalla adecuado para enfrentarse a los Clanes sólo es el primer paso en la decisión de una estrategia para enfrentarnos a ellos. Creo que Tukayyid nos dará ventaja, pero todavía tendremos que hacer frente a varios hechos. El primero y principal es que la República Libre de Rasalhague no nos ha dado permiso para desembarcar tropas en su planeta ni para utilizado como campo de batalla.

—Lo hará —contestó la Primus, desdeñando la preocupación de Focht—. El príncipe Haakon Magnusson está tan desesperado por conseguir cualquier cosa que se parezca a una victoria en su penosa nación que no dejará escapar la oportunidad de que seamos nosotros quienes defendamos el planeta en lugar de él. Me encargaré de que todas las granjas agrícolas reciban por la mañana un mensaje anunciando indemnizaciones por los daños que sufran. Además, daremos prioridad a todas sus comunicaciones para que no tengan ninguna dificultad si deciden evacuar a la población, lo cual recomendaremos con insistencia. —Myndo sonrió como una madre condescendiente con su hijo—. Si éste es el planeta que necesitas para alcanzar la victoria, lo tendrás. De una manera u otra, Tukayyid será tuyo.

Me pregunto si también cree que puede decretar la victoria con tanta facilidad, pensó Focht.

—Gracias, Primus. Agradezco que hayas añadido la sugerencia de evacuar el planeta. Eso reducirá mis problemas. —El Capiscol Marcial se cruzó de brazos para añadir—: Ya he empezado a emitir órdenes para tener en pie de guerra a los ComGuardias y prepararlos para su traslado a Tukayyid. He enviado peticiones preliminares de equipos y suministros que mi jefe de Intendencia ha decidido que tengamos a nuestra disposición. He planeado una campaña que tardará más de un mes en llevarse a cabo.

—¿Un mes? —preguntó Myndo Waterly, frunciendo el entrecejo—. He visto tus peticiones y, con ese número de tropas, ¡creo que podrías vencer a los Clanes en cuestión de horas!

—No, Primus —dijo Focht, y señaló el bosque de ’Mechs de los Clanes que había a su alrededor—. Los Clanes son especialistas en obtener victorias rápidas. Si el combate finaliza al cabo de una hora, querrá decir que ComStar ha conocido la derrota. En esta batalla tenemos que suponer que los Clanes emplearán todos sus medios para enfrentarse a nosotros. Espero que el Khan Ulric traiga a Tukayyid tropas de los siete Clanes atacantes. No se andarán con contemplaciones, así que tendremos que volvernos expertos en evitar sus ofensivas.

—Pero ¿suministros para todo un mes? ¿No es excesivo?

—Como siempre he dicho a los líderes a la hora de solicitar recursos, puedo devolver los suministros sobrantes después de mi triunfo. Si se me acaban las municiones, no puede haber victoria. Además, la variedad de puntos de abastecimiento y la capacidad de desplazarse han dado éxitos tanto a la Mancomunidad Federada como al Condominio Draconis. De hecho, lo que ha permitido sobrevivir tanto tiempo en Teniente a Hohiro Kurita y los suyos ha sido su decisión de dividir el Tercero y el Undécimo de Regulares de Pesht en fuerzas más móviles.

—Te concedo este punto —dijo la Primus, guardando las manos en las mangas opuestas de su túnica dorada—. Ya tienes el campo de batalla, las tropas y los suministros. ¿Qué más necesitas?

—Mis consejeros y yo estamos preparando diferentes escenarios, basados en actuaciones pasadas de los Clanes, para diseñar modelos informatizados de sus estrategias. Realizaremos múltiples pruebas de nuestras tropas frente a las suyas, y todo el mundo, a partir de los líderes de lanzas, trabajará en la elaboración de simulaciones por ordenador para que conozca al enemigo. Examinaremos estas estrategias, descartaremos las que sean defectuosas y prepararemos una guía táctica y estratégica que debería permitirnos dominar a los Clanes.

—No pareces confiar en tu capacidad de vencerlos, Capiscol Marcial. Esperaba más de un MechWarrior con un historial tan brillante como el tuyo.

Focht levantó la cabeza con un movimiento deliberado para que la proyección informática lo imitase.

—Primus, han pasado casi veintitrés años desde que combatí por última vez en una batalla que no era una simulación. Antes de eso combatí allí donde la Arcontesa me pidió que lo hiciera. Conduje a las mejores tropas de que disponía la Mancomunidaa de Lira, y puedo afirmar que nuestros ComGuardias son aún mejores.

»No siempre alcancé la victoria —prosiguió—, pero aprendí a respetar a mis enemigos, y los Clanes merecen todo mi respeto. No creo que el Décimo de Guardias Liranos hubiera actuado mejor bajo mi liderazgo que bajo el del príncipe Victor Ian Davion; sin embargo, los Halcones de Jade los hicieron pedazos en Alyina.

Mientras hacía un amplio gesto con la mano izquierda para distraer a la Primus, Focht aumentó la escala de RVI a 1:1 con la diestra. Esto hizo que los ’Mechs de los Clanes crecieran hasta convertirlo a él en un enano en comparación.

—Tal como hemos sabido desde el principio, los Clanes son la mayor amenaza a la que se ha enfrentado jamás la Esfera Interior. Ahora, su avance los conduce directamente a la Tierra. Los pararé, pero debo tener tu pleno apoyo a la hora de reunirías tropas y diseñar mis planes.

—Y lo tendrás —dlijo la Primus, bajando levemente los hombros—. Me encargaré de que nada se interponga entre la victoria y tú.

—Bien. —Ahora haré la petición final, pensó, y dijo—: En tal caso, me concederás permiso para partir al encuentro del Khan Ulric y negociar esta batalla a la manera de los Clanes.

Aunque Focht había mantenido un tono de voz bajo e indiferente, a la Primus se le desorbitaron los ojos y enrojeció.

—¿Qué? ¿Te has vuelto loco? —exclamó. El Capiscol Marcial, inmerso en aquel mundo virtual, creyó que el brillo de sus ojos iba a convertirse en un rayo que lo fulminaría—. No puedo permitir que mi Señor de la Guerra viaje al territorio del enemigo. ¿Y si te capturan y te torturan? He visto el informe de la manera como vencieron la resistencia de Phelan Keli. Tú podrías aguantar más que él, pero acabarías revelando todos nuestros secretos. No puedo correr ese riesgo.

—Primus, debo ir —insistió Focht, e hizo una indicación al ordenador para que aumentase el parámetro temporal para que el mundo se sumergiese en las sombras nocturnas—. El Khan Ulric comprenderá que se trata de una trampa. Sabrá que estamos esperándolo. La única forma de obligarlo a acceder a que ponga la cabeza de los Clanes en la boca del león de ComStar es ir a desafiarlo a su propia madriguera. Eso lo complacerá, y respetará mi demostración de valentía. Además, mi acto será un reto para los otros Clanes, de modo que, cuando Ulric los llame a participar, aceptarán. Una puja formal con el ilKhan es tan vital para esta operación como los suministros y las tropas.

El Capiscol Marcial vio que la expresión de la Primus se cerraba y comprendió que había perdido.

—No, Capiscol Marcial. No puedo permitirlo. No lo permitiré.

—Piénsalo, Primus. Consulta al Primer Circuito antes de tomar tu decisión final. —Focht se cruzó de brazos y aguantó la mirada electrizante de la Primus sin inmutarse—. Si no me permites ver a Ulric cara a cara para plantear esta batalla, tendrás que empezar a practicar.

—No me hables con acertijos, Capiscol Marcial —dijo la Primus, perpleja—. Sé quién y qué eres en realidad, y ese galimatias místico no es propio de ti. ¿Qué es lo que debo empezar a practicar?

—Lo que le dirás a Ulric cuando negocie contigo la defensa de la Tierra.

Con un fogonazo, la cara de la nube desapareció, dejando un vacío en el cielo estrellado. El Capiscol Marcial meneó la cabeza.

—Lo único que los políticos no entienden nunca es la necesidad del guerrero de saber que el adversario al que se enfrenta es un verdadero guerrero. No me sorprende, porque los políticos creen que el compromiso es un triunfo. Pero en esta guerra ningún compromiso es posible, ya que cualquier resultado que no sea una victoria total sobre los Clanes significará el fin de ComStar.

Focht inspiró hondo, suspiró con fuerza y dijo:

—Ordenador: continente boreal, montañas Cokoladu. Vuelve a ejecutar la aproximación de los Lanceros de los Gatos Nova…