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Centro de entrenamiento de Fort Ian, Port Moseby

Comarca de Virginia, Mancomunidad Federada

28 de febrero de 3052

Víctor Davion levantó la mirada cuando un hombre rubio dejó un holodisco sobre su escritorio.

—¿Los resultados de las últimas pruebas, Galen? —inquirió.

Galen Cox, el asistente de Víctor, asintió.

—Hemos examinado a todos los que llegaron en la última Nave de Descenso. Aunque demos por supuesto que los simuladores no son ’Mechs, la mayoría de estos tipos son de primera. Sólo uno o dos parecieron volverse locos con la potencia añadida que proporcionan los ’Mechs reparados. La mayoría fueron conservadores y siempre tenían un nivel de calentamiento bajo. De los cincuenta que examinamos, sólo once llevaron los ’Mechs a su máximo lógico.

Víctor se recostó en la silla y juntó las yemas de los dedos.

—¿Alguien a quien se pueda destacar?

Galen se encogió de hombros con cierta indiferencia.

—Algunos —contestó—. Hay uno con quien seguramente querrás hablar. Estaba contigo en el Nagelring.

—¿Quién?

—Renny Sanderlin.

Por la forma como dijo Galen el nombre, Víctor comprendió que la noticia no era la mejor que podía darle.

—Renny era mi compañero de habitación. ¿Qué le ha sucedido?

Galen se sentó. Sólo sus ojos eran visibles sobre la pila de informes que se habían acumulado sobre el escritorio de Víctor.

—Era un caso especial, Víctor. Debido a su rango, le di el mando de una lanza. Siguió el manual de principio a fin… pero su manual tiene cuatro años de antigüedad. Sus hombres y él sobrevivieron, pero fue muy cauteloso. Su archivo dice que estuvo convaleciente de agotamiento tras su primer encuentro con los Clanes. Su conducta cautelosa puede deberse a eso.

Galen aguardó unos momentos y añadió:

—Teniendo en cuenta su rango, tendría que degradar a uno de nuestros jefes de lanza para conseguirle una plaza.

—Renny me ayudó a superar los dos últimos años del Nagelring —dijo Victor—. Se lo debo. ¿Cómo valorarías su rendimiento personal?

—Es valiente, sin duda —dijo el hauptmann Cox, relajándose—. Tuve la impresión de que temía que sus hombres pensaran que él iba a fallarles. Titubeó, pero luego luchó duro y disparó bastante bien cuando la lanza estuvo a salvo.

—Las dudas pueden matarte ahí fuera —comentó el príncipe, rascándose la cabeza—. Supongo que tendré que hablar con él. Le ofreceré un puesto, pero será a costa de su rango, siempre y cuando la general Kaulkas lo apruebe. Todavía falta gente en la lanza de Murphy, ¿verdad?

—Sí —confirmó Galen—. Si nos quedamos con los once que he mencionado y Sanderlin, llegaremos al noventa por ciento de la fuerza autorizada. Se aproximan dos Naves de Descenso más llenas de voluntarios; creo que encontraremos al resto entre ellos.

—Bien.

Cox se levantó para irse, pero titubeó y dijo:

Kommandant, ¿debo archivar mi informe sobre Sanderlin, o lo dejo fuera?

Victor notó un nudo en la garganta.

—¿Qué has hecho con los otros?

—Archivo la evaluación de la prueba.

Si Renny tiene una evaluación negativa en su archivo, eso podría perjudicarlo en el futuro. Victor inspiró hondo y dejó escapar el aire en un suspiro.

—¿De verdad crees que pondría en peligro a los otros guerreros si estuviese al mando de una lanza?

—Algunas personas no están hechas para el mando en el campo de batalla, sobre todo si es un mando en una unidad irregular como esta.

Victor asintió con la cabeza.

—Archívalo. Si crees lo que acabas de decir, podrías añadirlo a tu evaluación.

—Sí, Kommandant —asintió Galen, sonriendo—. ¿Deseas que llame a Sanderlin? Está esperando fuera.

—Desde luego —dijo Victor, levantándose de la silla.

Galen fue hacia la puerta y la abrió.

Leftenant Sanderlin, el Kommandant lo recibirá ahora.

Renny Sanderlin se giró de lado para pasar por la puerta junto a Galen, se puso firmes y saludó a Victor.

—Se presenta el leftenant Renard Sanderlin, señor —dijo.

Victor, lleno de orgullo, le devolvió el saludo y estrechó con afecto la mano de su amigo.

—¡Maldita sea, Renny! Ha pasado demasiado tiempo.

—Desde Sudeten y la planificación del ataque a Twycross —contestó el hombre alto y rubio con una amplia sonrisa—. Oí que estaban reclutando hombres y decidí presentarme voluntario.

Galen estaba a punto de salir cuando Victor lo detuvo.

—Galen, ¿puedes traerme las cifras de cómo van las reparaciones?

—¿Cuándo las quieres?

—En quince minutos. Incluye las proyecciones hasta finales de esta semana.

—Hecho.

Cuando Galen cerró la puerta, Victor invitó a Renny a tomar asiento y regresó a su escritorio. Al sentarse, vio que Renny seguía de pie.

—¿Qué ocurre, Renny?

—Señor, quiero ser franco con usted. Pido permiso para hablar con franqueza.

Victor asintió despacio.

—Concedido.

Kommandant, tuve algunos problemas en mi combate con los Ulanos —dijo Renny, sonrojándose—. Ahora estoy mejor. No lo decepcionaré.

—Gracias, leftenant —repuso Victor, y le señaló la silla—. Como somos amigos, iré directo al grano. A Galen le gustó lo que vio de tu pericia en el combate. Dijo que estabas deseoso de incorporarte, lo cual está muy bien. Necesitamos personas valientes y deseosas de sacar el máximo rendimiento de sus ’Mechs.

—Gracias, señor.

—Por desgracia —continuó Victor, mirándolo directamente a los ojos—, tus cualidades para el liderazgo no son adecuadas para este tipo de unidad. Eso quiere decir que, si decides quedarte con nosotros, no te daré el mando de una lanza.

—¿Perderé mi rango? —preguntó Renny, bajando la mirada.

—En la situación actual, tengo unos jefes de lanza excelentes. No puedo echar a uno de ellos sólo porque seas amigo mío. Y Galen cree que tardarás cierto tiempo en sentirte cómodo trabajando de acuerdo con nuestro sistema. No puedo darte una lanza hasta que estés preparado para dirigirla.

—No ha cambiado en absoluto, ¿verdad, señor? Odiaba el favoritismo cuando lo veía en la Academia y ahora sigue haciendo lo mismo.

—¿Eso te sorprende? —inquirió Victor, entornando los ojos.

—No —contestó el MechWarrior, sonriendo—. Es lo que esperaba, de modo que es una especie de alivio. Si está dispuesto a mandarme a las trincheras, lo aceptaré. Me conoce y sabe cómo utilizarme. Más que a la muerte o al fracaso, temo no tener nunca la oportunidad de intentarlo.

El príncipe sonrió.

—Bien, si la general Kaulkas aprueba tu candidatura, los Espectros estarán encantados de contar contigo.

—Y para mí será un honor servir en los Espectros, señor.

—¿Quieres dejar de llamarme «señor» y de tratarme de usted? Dime, ¿todavía sales con Rebecca Waldeck?

El gigante asintió y levantó la mano izquierda.

—Nos casamos el año pasado mientras estaba… fuera de los Ulanos. —Se sonrojó y giró un anillo de oro que llevaba en el anular—. Ya está embarazada. Dará a luz en mayo.

—Eso es fantástico, Renny.

Por un instante, Victor envidió la capacidad de su amigo de conocer a una mujer y casarse con ella sin tener que considerar la cuestión como un asunto de seguridad nacional. La única mujer con la que pensaría en casarme está a años luz de aquí, y es tan inaccesible como la capital de los Clanes, dondequiera que esté.

Se encendió una luz roja en el visífono de Victor. El príncipe pulsó el botón de respuesta y un comtech muy nervioso apareció en la pantalla.

—Alteza, perdone la interrupción, pero la general Kaulkas quiere verlo inmediatamente en su despacho —dijo.

—Ya voy —contestó Victor, y se volvió hacia Renny—. Me temo que esto es todo por ahora, Renny. Hazme un favor: ve a buscar a Galen y dile que vaya a verme al despacho del general, por favor.

—Sí, señor.

Victor devolvió el saludo a Renny y salió con paso rápido de su despacho. Dobló una esquina, subió una escalera de dos en dos escalones y sólo aminoró el paso justo antes de entrar en la antesala del despacho del general. Allí vio al comtech que trabajaba como ayudante de Kaulkas, quien le indicó con señas que entrase en el despacho del general. Victor cruzó la puerta y entonces vio el motivo del nerviosismo del comtech.

La general Kaulkas estaba de pie detrás de su escritorio, observando el monitor montado en la pared. Victor vio en él una representación gráfica del sistema Port Moseby. En el espacio, distinguió el símbolo que representaba una Nave de Salto y un icono más pequeño que se alejaba de ella en dirección al planeta donde se encontraban.

—Aquí estoy, general —dijo Victor, frunciendo el entrecejo—. ¿Están descendiendo?

Andrea Kaulkas movió la cabeza en sentido afirmativo, con la economía de movimientos que era característica de su personalidad y de su estilo de mando.

—Es una Nave de Salto del Condominio —dijo—. Acaba de aparecer en el sistema. Ha soltado una Nave de Descenso de clase Leopard, la Fukakaina. Nuestros registros indican que esa nave está al servicio de la familia real. El tiempo estimado de llegada es de doce horas.

—¿La Fukakaina? —repitió Victor, acercándose un poco más a la pantalla—. ¿Por qué querrían enviarla aquí?

—No lo sé —contestó Kaulkas, encogiéndose de hombros—. Pero lo vamos a saber pronto.

El comtech apareció en el umbral de la puerta.

—General, estoy en contacto con el Mando Orbital de Defensa. Quieren saber qué es lo que usted quiere hacer.

—Envíen una lanza de cazas aeroespaciaíes para escoltar esa nave.

—¿Escoltarla, señor? —El comtech parecía perplejo.

—Escoltarla, sí. No creerá que los kuritanos van a atacar este planeta con los cuatro ’Mechs que podría llevar esa Leopard, ¿verdad?

—No, señora. —El comtech oprimió el auricular que llevaba en la oreja izquierda—. Alteza, la nave solicita un canal libre y seguro para comunicarse con usted.

Victor lanzó una mirada a la pantalla y la general asintió.

—Pase el mensaje aquí —ordenó.

Victor se esforzó por evitar que su curiosidad y su sorpresa se reflejasen en su voz. Centró su atención en la pantalla mientras cambiaba la imagen. En lugar de la representación del sistema estelar, Victor vio a un hombre joven de rasgos orientales a quien reconoció enseguida.

—Komban-wa, Yodama Shin-san —dijo.

—Y saludos a usted, príncipe Victor Davion —repuso Shin con rostro impasible, pero Victor creyó oír cierta alegría en su voz—. He venido en una misión de gran importancia para el Condominio. Espero que usted y su comandante en jefe tengan en cuenta esto en cualquier explicación inadecuada que yo pueda darles. Sin embargo, en primer lugar se me ha pedido que reproduzca un holodisco dirigido a usted. ¿Puedo?

Victor asintió, sintiendo que se le formaba un nudo en el estómago.

—Esta línea es segura —dijo.

—Bien. Inicio la transmisión.

La imagen de la pantalla desapareció como una casa de paja volatilizada por un tornado y se transformó en una imagen bella y serena, que Victor había aprendido a esperar en las comunicaciones de Omi Kurita. Sin embargo, ni su vestido de seda blanca adornada con flores de cerezo rosadas ni la sonrisa de su rostro, con su dulce calma, podían engañarlo. Victor sabía que algo iba muy mal.

—Victor, este mensaje me llena de esperanza y desesperación —dijo la imagen—. Sé lo pesada que es tu carga mientras reconstruyes tu unidad, de modo que había decidido mostrar sólo momentos agradables de diversión en mis mensajes. A cambio, de ti he recibido mensajes que aprecio por tu sinceridad al expresar tus sentimientos sobre nosotros, la guerra y la pérdida de tu amigo. En tu último mensaje, decías que creías que tus comunicaciones eran indignas de mí; en cambio, en verdad, lo cierto es todo lo contrario.

»Me temo que este mensaje continuará esta tendencia, porque debo pedirte ayuda en algo que no es de tu incumbencia. Tú tienes tus deberes y responsabilidades hacia la Mancomunidad Federada, y yo tengo los míos hacia el Condominio Draconis. Son estas responsabilidades las que dificultan tanto nuestra relación; no obstante, sé que ninguno de nosotros las abandonaría. Nosotros, tú, yo y nuestros hermanos, somos símbolos que dan ánimos a nuestros pueblos y les permiten creer que es posible vencer a nuestros enemigos. Tal vez hayamos heredado estos papeles por un accidente de nacimiento, pero los consideramos algo sagrado, incluso hasta el punto de honrarlos aunque nos perjudiquen personalmente.

Victor apretó los dientes para contener las emociones que las palabras de Omi despertaban en él. Aunque habían decidido ser sólo amigos cuando se separaron en Outreach, conocientes de que probablemente nunca volverían a verse, sus mensajes habían profundizado en sus sentimientos de forma increíble. Victor sabía en lo más hondo que amaba a la mujer que aparecía en la pantalla, y lo aterraba que podía pensar en no casarse nunca si ella no podía ser su prometida.

La cámara que grababa el holovídeo se aproximó poco a poco al angelical rostro de Omi.

—El dieciocho de enero, los Gatos Nova invadieron Teniente. Mi hermano Hohiro y Shin Yodama estaban presentes como observadores en aquel ataque. Los sucesos fueron contrarios a nuestras fuerzas y el puesto de mando sufrió un terrible ataque. Como resultado de ello, mi hermano asumió el mando de las fuerzas del planeta, y Shin, que estaba herido, fue enviado a Luthien en busca de una fuerza de rescate. Hohiro suponía que podía aguantar dos o tres meses, y tiene suministros para ese plazo de tiempo. Si no llega una fuerza de rescate, nunca conseguirá salvar a sus hombres.

»Shin llegó a Luthien un mes después del desastre, pero mi padre indicó que no disponía de tropas para enviarlas en busca de Hohiro. Por mucho dolor que ello le causara, mi padre tenía que abandonar a su hijo para preservar el reino que Hohiro tendría que gobernar algún día.

Omi apartó la mirada de la cámara por unos momentos y se enjugó una lágrima.

—Pedí a mi padre que me permitiese enviar tropas para rescatar a Hohiro, si lograba encontrarlas —prosiguió—. Él me dio permiso para hacerlo. Por eso me dirijo ahora a ti.

»Víctor, te pido si puedes enviar tu unidad para salvar a mi hermano. Shin Yodama y los otros hombres que lo acompañan tendrán todo el apoyo de nuestro servicio de inteligencia y los informes llegarán tan pronto como tengamos más información que enviarte. Hemos mandado un mensaje a Hohiro para que mantenga todas sus tropas en la superficie, porque sabemos que hace falta tiempo para preparar y organizar la operación. Su salvación está en tus manos.

»Antes de que aceptes —añadió, levantando una mano—, y te ruego que lo hagas, debes saber otra cosa. Para conseguir el permiso de hacerte esta petición, tuve que hacer un trato con mi padre. A cambio de su permiso para dar esta oportunidad a mi hermano, acepté no volver a ponerme en contacto contigo. Por mucho que esto me duela, sé que la muerte de Hohiro dolería aún más al Condominio. Como tú, estoy atrapada por ser quien soy. Perdóname.

Victor se desplomó en su silla, aturdido por las palabras de Omi. Una parte de él evaluó el desconcierto que la desaparición de Hohiro causaría en el Condominio y se regocijó de ello. No era probable que la Casa de Kurita permitiese a Omi acceder al trono, pues se la estaba educando cuidadosamente para ser la Guardiana del Honor de la Casa. Eso quería decir que el liderazgo pasaría a Minoru, el más joven de los hijos de Theodore. Lo poco que Victor sabía de Minoru sugería que el joven era un místico más que un guerrero, y eso no presagiaba nada bueno para el futuro militar del Condominio.

De inmediato, el príncipe reprimió el placer que le producía imaginar el derrumbamiento del Condominio. Era consciente de que aquella potencia había sido durante mucho tiempo una espina clavada en el costado del Zorro, pero ahora era un factor que se interponía entre los Clanes y la mitad de la Mancomunidad Federada. Además, el entrenamiento y todos los acuerdos de Outreach habían estado dirigidos a crear un frente común para enfrentarse a los Clanes. Aunque no habían realizado ninguna operación conjunta con las fuerzas de Kurita, el nuevo despliegue de las fuerzas a lo largo de su frontera común indicaba que existía una confianza entre las dos naciones que no tenía precedentes en la historia de la Esfera Interior.

Victor no podía rechazar la angustiosa súplica de ayuda que le hacía Omi, pero se sintió castigado por la condición que le había impuesto su padre. Empezó a decirse que su padre jamás habría hecho eso, pero entonces se detuvo y pensó qué era lo que sabía realmente acerca de su padre. Hanse Davion habría hecho el mismo trato al instante, y yo habría sido afortunado si hubiese salido tan airoso como ella. Como ella ha dicho, estamos atrapados por ser quienes somos.

Galen llamó a la puerta y entró en la sala.

—General, Kommandant, Sanderlin me ha dicho que querían verme.

Victor asintió con la cabeza y vio que Shin había vuelto a aparecer en la pantalla.

—A menos que la general tenga alguna objeción —dijo—, creo que necesitamos pases de invitados para algunos oficiales de Kurita.

—¿Oficiales de Kurita? —repitió Galen, arqueando una ceja.

La general asintió despacio.

—Será mejor que aceleren el entrenamiento y las reparaciones. Tienen que planificar un ataque.