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Tukayyid

República Libre de Rasalhague

23 de mayo de 3052

(Día veintitrés de la Operación Escorpión)

La terrible calma que lo rodeaba intrigaba y aterraba a Phelan Kell Wolf. Vestido con un mono gris en el que lucía un emblema de una estrella daga roja en el hombro derecho y la insignia de la araña roja y negra del Decimotercero de Guardias en el izquierdo, mantenía la cabeza alta como todos los guerreros tienen derecho a hacer. Con un gesto casi arrogante, puso el pulgar izquierdo tras el cinturón que llevaba colgado del hombro, sin preocuparle en absoluto que otros pensasen que era una estupidez llevar pistola en la carlinga. Él era un miembro de los Lobos y su Clan no había conocido la derrota a manos de los ComGuardias. Su unidad en particular, encabezada por Natasha Kerensky, había destruido todas las unidades de ComGuardias a las que se habían enfrentado.

El peso de la moneda de plata en su diestra simbolizaba la importancia de todo aquello que representaba. Cuando llegase su oponente, ambos colocarían las monedas en el dispositivo gravitatorio que estaba a su derecha. Las monedas darían vueltas y vueltas, persiguiéndose entre sí hasta el tubo de recogida. La moneda que quedase encima decidiría quién tenía el derecho de elegir las armas, mientras que al perdedor le quedaría la elección del campo de batalla.

Phelan ya había realizado aquel ritual cuatro veces. Se había enfrentado y había derrotado a otros tantos guerreros de la Casa de Ward. Había matado sólo a uno, y lamentaba que el Elemental no le hubiese dado otra opción. Aunque una parte de él estaba cansada de luchar después de la guerra con ComStar, el orgullo lo sostenía. No seré vencido.

Plantado en medio de la pista de exhibición de un complejo agropecuario, cuyo propietario tenía la afición de cuidar y entrenar caballos, podía sentir la tensión en la muchedumbre que llenaba poco a poco las gradas situadas al borde del círculo central. Habían acudido a ver el combate final de la competición por el Nombre de Sangre de Cyrilla Ward. Aquel nombre tenía una reputación casi sagrada y era bien sabido que los finalistas se odiaban mutuamente. Si la multitud tenía suerte, los dos MechWarriors decidirían luchar con las manos desnudas, en el centro de la pista.

Sobre su cabeza, unas pantallas circulares mostraban una imagen de la pista circular. La cámara se aproximó a tomar un primer plano de él; entonces la pantalla pasó a mostrar a dos hombres que se acercaban desde el extremo norte del edificio. Mientras atravesaban la muchedumbre, Phelan los reconoció de inmediato y una chispa de ansiedad ardió en su pecho. Vlad tenía que estar presente para la decisión, pero el otro hombre no era quien esperaba que controlase el proceso.

Cónál Ward apartó su brazo de los hombros de Vlad y subió al estrado de madera situado frente a ambos MechWarriors. Era un hombre alto, atractivo, de cabellos oscuros, que desprendía confianza y majestuosidad.

—Soy el Señor del Juramento y acepto la responsabilidad de representar a la Casa de Ward. ¿Aceptan esto?

Seyla —dijo Phelan. Así que ésta es la razón de la presencia de Conal. Para la prueba final, él, el Señor de la Sabiduría del Clan, representará a su propia casa. Por respeto al cargo, le hizo la debida reverencia; luego se irguió y observó a su enemigo.

El brillante foco que iluminaba el ritual producía reflejos plateados en el pelo engominado y peinado hada atrás de Vlad. El MechWarrior, al inclinar la cabeza ante Conal, se ajustó el cinturón para que Phelan pudiese ver la hebilla. La cabeza de un sabueso negro, con los ojos de malaquita.

Seyla —murmuró Vlad en tono solemne.

Phelan reprimió su ira. Se había convertido en sirviente del Clan de los Lobos cuando Vlad lo había derrotado y capturado. Vlad le había quitado la hebilla y la usaba como símbolo para recordar a Phelan su inferioridad. Por mucho que Phelan quisiera recuperarla, por lo que representaba para él y porque se la había regalado una mujer a la que había amado y que había muerto luchando contra los Clanes, Phelan se negó a mostrar a Vlad que aquello lo afectaba.

Vio que Vlad lo escrutaba en busca de una reacción. Quieres jugar conmigo, Vlad. Bueno, interpreta esto. Phelan se mantuvo impertérrito y levantó la zurda como si fuese a rascarse, pero trazó una línea desde la ceja izquierda hasta la mandíbula.

Vlad se conmovió como si le hubiera caído un rayo encima. La línea que había trazado Phelan imitaba la cicatriz que Vlad llevaba en el rostro. Al ver que se sonrojaba, Phelan comprendió que estaba trastornado porque aquella cicatriz le recordaba que le debía la vida. Había sido débil, y Phelan lo había salvado. Es una vergüenza de la que piensa que sólo se librará matándome.

Conal paseó su mirada de uno a otro y dijo:

—Lo que suceda aquí nos vinculará a todos hasta nuestro final. Ustedes son los mejores que tiene que ofrecer la Casa de Ward. Esto es impresionante porque, a diferencia de otras Casas y otros Clanes, la Casa de Ward no ha perdido ningún guerrero con Nombre de Sangre en la batalla de Tukayyid; por el contrarío, se ha cubierto de gloria. El que hayan llegado hasta aquí significa que serán recordados siempre, pero hoy sólo uno ganará un Nombre de Sangre.

»Al aceptar tomar parte en este combate, ¿comprenden que santifican con su sangre la determinación de Nicholas Kerensky de convertir a los Clanes en la cumbre de la evolución humana? ¿Comprenden que haber sido elegidos para participar ya los designa como miembros de una elite, pero que la victoria los colocará legítimamente entre los pocos ue existen en el cénit de todo aquello que los Clanes comieran sagrado?

Seyla.

El Señor de la Sabiduría sonrió satisfecho.

—Usted es Vlad y ha visto veinticuatro años. ¿Por qué es digno?

Vlad levantó la cabeza e interpretó su propio papel ante el gentío a través de las pantallas.

—De manera constante he estado en el dos por ciento mejor en las pruebas de mi sibko. Como resultado de mis acciones contra los Gatos Nova, fui elegido comandante estelar para la misión de exploración que nos trajo de regreso a la Esfera Interior. En mi primer enfrentamiento maté a varios piratas y mercenarios. Sin realizar un esfuerzo apreciable por mi parte, también capturé a este guerrero que está frente a mí.

Vlad hizo una pausa para que calase el comentario y luego prosiguió:

—En la invasión de la Esfera Interior, he participado en todos los asaltos organizados por los Lobos. En Rasalhague maté en persona a cuatro de sus temidos Drakens. En la batalla más reciente de Tukayyid, mi estrella no cedió un solo milímetro del terreno que ocupamos. Antes del combate de hoy maté a dos MechWarriors y a un Elemental por el derecho a participar aquí.

Conal se volvió a Phelan y dijo:

—Y usted es Phelan Wolf y ha visto veinte años. ¿Por qué es digno?

Phelan tragó saliva para aclararse la garganta y empezó a recitar su historial.

—He sido elegido por Cyrilla Ward para ser heredero de su Nombre de Sangre. Fui adoptado en la casta de guerreros tras demostrar ser digno de tal honor mediante mi servicio como sirviente. Me entrené y pasé las pruebas como guerrero. Yo solo conquisté Gunzburg, y en Satalice capturé al príncipe Ragnar de Rasalhague. En Hyperion dirigí la defensa del pantano de Simmons y cacé renegados en las tierras yermas. En Diosd participé en la persecución y aniquilación de la Lanza de Mando del Tercero de Hombres Libres. Antes de la batalla de hoy derroté a dos Elementales, a un piloto aéreo y a un MechWarrior por el derecho a participar aquí.

El Señor de la Sabiduría se dispuso a continuar, pero Phelan lo interrumpió diciendo:

—Y, como sirviente, rescaté a mi oponente de una muerte segura en la batalla de Radstadt.

Aunque hacer aquella última declaración pudiera considerarse un paso en falso, la forma como enrojeció Vlad le indicó que había valido la pena arriesgarse a un reproche. Conal miró a Phelan como si quisiera matarlo con la mirada, y Vlad hinchó las narices de furia. Se puso otra vez los pulgares en el cinto, pero Phelan se negó a picar el anzuelo y nunca apartó la mirada de sus ojos.

Conal Ward alargó las manos hacia ambos hombres y recitó:

—El heroísmo y la valentía exhibidos por ambos guerreros han sido establecidos y verificados. Sus declaraciones no carecen de base. No importa cuál sea su destino en este combate, el brillo de su luz no se verá disminuido. Presenten los símbolos de su legítimo derecho a participar.

Phelan sujetó su medallón entre el dedo pulgar y el índice y lo alargó a Conal, que lo aceptó y lo puso en una ranura del pozo gravitatorio. Hizo lo mismo con la moneda de Vlad.

—Cuando una moneda ha seguido a la otra y ambas han completado su tránsito por este cono, la moneda cazadora será la superior. Ese guerrero ganará entonces el derecho a elegir el estilo del combate. El propietario de la moneda inferior decidirá a continuación el lugar del combate. De esta manera, ambos combatirán en un campo de batalla que no es por completo su preferido. ¿Lo han entendido?

Seyla —entonaron Phelan y Vlad al unísono.

Conal oprimió el botón y las monedas empezaron a bajar. Phelan observaba su moneda como un águila. Antes de que desaparecieran en el tubo, estaba bastante seguro de que era su moneda la que quedaba por encima. ¡Sí, yo ganaré esta decisión!

Phelan había estudiado una y otra vez cuál sería su elección si ganase. Sabía que Vlad elegiría la lucha aumentada, porque eso le daba la mejor oportunidad de matarlo. En sus dos combates anteriores con ’Mechs, Vlad había vencido en el primero pilotando un OmniMech contra su Wolfhound. Aquello había dado a Vlad una ventaja exagerada. Phelan admitía que, en el segundo duelo, había sido él quien había disfrutado de la ventaja al tener a su lado a Natasha Kerensky.

Aunque se sentiría satisfecho si combatían con ’Mechs, y era lo que esperaba si ganaba Vlad, Phelan prefería luchar con las manos desnudas. No es bueno librarse de un odio de manera impersonal, pensaba. Además, sabía que era menos probable que una pelea con los puños acabase con una muerte. Aunque estaba dispuesto a matar para ganar este Nombre de Sangre, estaba bastante orgulloso de haber matado a una sola persona a lo largo de la competición.

La confianza de Phelan creció al oír el tintineo de metal sobre metal cuando las monedas cayeron en la base del tubo. Conal sacó el recipiente y lo sostuvo con la mano izquierda. Sin embargo, en lugar de sacar la moneda superior, Conal giró el tubo y echó ambas monedas sobre la palma de su mano. Mientras tanto, Vlad se encorvó a causa de un repentino ataque de tos. Conal empujó la moneda superior hacia su dedo índice con el pulgar y mantuvo oculta en la palma la que había perdido la carrera.

Phelan se quedó boquiabierto. ¡Ha hecho trampa! ¡Ha girado las monedas para cambiar el resultado!. Laira lo embargó; mas, cuando iba a protestar, algo en su interior lo detuvo. ¿Por qué protestar? Sea una decisión justa o injusta, puedes vencer a Vlad. Puedes vencerlos a todos. Ellos son sólo de los Clanes, pero tú eres el mejor de ambos pueblos.

—Vlad, usted es el cazador —declaró Conal.

Vlad se bajó la cremallera del mono y mostró el chaleco refrigerante que llevaba debajo.

—Desde el principio, Phelan Kell ha afirmado ser un MechWarrior —dijo—. Aunque ha mostrado cierta destreza en esa área, sus mayores victorias se han producido fuera de un ’Mech. Ahora le daré la oportunidad de demostrar su capacidad contra un verdadero MechWarrior. Quiero un combate aumentado.

Phelan quería echarse a reír por el intento de Vlad de intimidarlo. Imitó el gesto de Vlad y mostró el chaleco refrigerante que él también llevaba bajo el mono.

—No era lo deseado, pero ni es una sorpresa ni me causa temor —replicó, y dejó que su confianza hiciese aflorar una sonrisa a su rostro.

Conal entornó los ojos para ocultar su sorpresa.

—Phelan, el estilo ha sido decidido —dijo—. ¿Dónde va a ser cazado?

—Aquí el terreno es llano y no permite trucos ni espejismos —respondió Phelan, y miró hacia el este—. Cinco minutos deberían ser suficientes para poner las cámaras. Será aquí y ahora.

—Aquí y ahora —repitió Vlad, sonriendo con gesto cruel—. Eres demasiado débil para vencerme, Phelan. Yo he matado a todos mis enemigos del Derecho de Sangre y también te mataré a ti.

—Haz lo que puedas, Vlad. Tal vez no haya matado adrede a ninguno de mis adversarios, pero en tu caso es algo que saborearé.

—A sus máquinas, pues —indicó Conal, levantando las manos—. ¡Que gane el verdadero guerrero!

Phelan dio media vuelta y se alejó hacia el sur. Mientras iba hacia la gente, vio que se abrían las puertas dobles del otro extremo del recinto. Los rayos del sol entraron en la sala de exhibición como si fuesen rayos láser. Al principio, Phelan arrugó el ceño, pero cuando apareció la silueta de su Wolfhound, sonrió de satisfacción. Natasha se puso a su izquierda y recogió su cinturón.

—¿Has visto lo que ha pasado?

—¿Acaso importa? —inquirió Phelan, encogiéndose de hombros—. Un combate de boxeo o una batalla de ’Mechs, es lo mismo. Vlad es mío. El nombre de Cyrilla será mío.

La Viuda Negra sonrió feliz y le dio una palmada en la espalda.

—Has hablado como el Lobo que Cyrilla sabía que llegarías a ser.

—No, Natasha, no es eso —repuso Phelan, mirándola a los ojos—. He hablado como el Lobo que tú, Cyrilla y Ulric queríais que llegase a ser. Tukayyid ha demostrado a los Clanes que los guerreros de la Esfera Interior pueden derrotarlos. Ahora depende de mí demostrarles que, a pesar de su exilio, a pesar de su entrenamiento y de sus programas de reproducción, la Esfera Interior no está tan lejos que uno de nosotros no pueda ser uno de los mejores entre ellos.

Se detuvo a los pies del Wolfhound y se despojó del mono.

Recogió el cinturón de las manos de Natasha y se lo ciñó. Luego se inclinó para atarse la funda al muslo derecho y, al erguirse, vio que Ranna habla reemplazado a su abuela. Ranna alargó los brazos hacia él y lo abrazó con todas sus fuerzas.

—Eres el mejor de la Casa de Ward —le dijo—. Cuando vuelvas, celebraremos tu victoria.

Phelan la estrechó con fuerza y apretó la boca contra la suya. Se aferró a ella durante lo que pareció una eternidad. Luego se separaron.

—Ranna, sé que Vlad y tú erais del mismo sibko. No puedo prometerte que él siga vivo después de este combate.

—Él sabe el peligro que afronta —repuso Ranna, irguiendo la cabeza con ojos centelleantes—. Tú, Phelan Wolf, eres el hombre a quien amo. Harás lo que debas hacer. Si él muere, lo lloraré por la pérdida que representará para el Clan. Si tú mueres, te lloraré por la pérdida que serás para mí. Eres el legítimo heredero del nombre de Cyrilla Ward. Ve en busca de tu herencia y toma tu legado.

Phelan le dio un último beso y trepó por la pierna del Wolfhound. Saltó al brazo izquierdo y luego subió al hombro. Se introdujo en la carlinga a través de la escotilla que había en el cuello del BattleMech. Luego bajó el cierre para asegurarla en su sitio y presurizar la cabina. Accionó un interruptor que estaba sobre la escotilla y notó ‹jue se ponía en marcha el motor de fusión en el corazón del Mech. A su alrededor se encendieron los botones, las pantallas y los monitores, llenando la cabina de colores apagados.

Tranquilízate, Phelan. Mantén la cabeza fría. Haz las cosas bien. Giró el cinturón y lo puso en la posición correcta. No importa lo estúpido o inútil que sea esto, hazlo como las otras veces.

Dejó fijado el interruptor, se volvió e hincó una rodilla para abrir el cajón que había debajo de la silla de mando. Lo abrió y sacó cuatro cojinetes de sensores médicos. Quitó la protección del adhesivo y se los pegó cada uno en los brazos y en los muslos. También sacó los cables y enganchó los extremos redondeados en los sensores de los cojinetes. A continuación enhebró los cables rojos en las presillas del chaleco de manera que las clavijas quedaron sueltas junto a su garganta.

Pasó por el estrecho pasillo entre la consola y la silla de mando y se sentó en esta. Sacó un cable del bolsillo derecho del chaleco refrigerante y lo enchufó en la silla. De manera instantánea, el líquido refrigerante empezó a circular por los tubos insertos entre el forro de kevlar y la capa interior de goretex que estaba en contacto con su piel. Se le puso la piel de gallina en ios brazos al sentir el gélido líquido del chaleco, pero sabía que el ambiente se calentaría bastante en el combate.

—Probablemente, Vlad lleva cohetes Inferno —dijo en voz alta—, así que disfruta del frío mientras dure.

Tras ajustarse los cinturones de seguridad sobre el pecho y la cintura y comprobarlos dos veces, alargó las manos arriba y atrás. De un receptáculo situado encima de la silla de mando sacó su neurocasco. Se lo colocó en la cabeza, apoyándolo en las hombreras acolchadas del chaleco. Lo giró un poco para centrar el visor en forma de cuña y para que los neurosensores quedaran apoyados contra las zonas correctas del cráneo. A continuación utilizó unas tiras de velero para sujetarlo. Se ajustó con fuerza la correa debajo de la barbilla e introdujo las clavijas de los sensores en los enchufes hembra que el neurocasco tenía en el cuello.

Entonces pulsó un botón situado a la derecha en la consola de mando.

—Comprobación del patrón de voz: comandante estelar Phelan Kell Wolf —dijo.

Los altavoces del casco reflejaron fielmente la monocorde voz del ordenador.

—Obtenida confirmación del patrón de voz. Prosiga con la secuencia de inicialización.

Cada ’Mech comprobaba un patrón de voz de los pilotos a quienes se permitía usarlo para evitar su utilización indebida. Dado que era posible falsear la voz, cada piloto programaba su propia frase de comprobación. Como tenía que ser algo que pudiese recordar y que debía pronunciar antes de ir al combate, los pilotos elegían frases que tenían significados especiales para ellos. Aquel código era imposible de adivinar y permitía a cada MechWarrior personalizar su máquina de guerra y mantenerla a salvo de intrusos.

Phelan exhaló despacio y dijo:

—Código de comprobación: un guerrero no retrocede ante el deber, pero tampoco se regodea en la muerte.

—Autorización confirmada, comandante estelar. Tiene el control completo.

La pantalla táctica holográfica se materializó ante él; sus sistemas de armas se activaron uno a uno y llevaron a cabo una serie de procedimientos de diagnóstico. Los tres láseres medios de pulsación delanteros que llevaba en el torso no reportaron problemas. Parecía existir una pequeña anomalía en el control de reciclado del láser pesado de largo alcance que llevaba en el brazo derecho, pero el ordenador lo solventó en un instante. El láser medio de largo alcance, que disparaba en el arco trasero, tampoco tenía problemas, y el equipo de contramedidas electrónicas situado en las puntiagudas orejas del Wolfhound parecía funcionar a la perfección.

Phelan sabía que a Vlad se le daría un ’Mech similar al suyo en blindaje y armamento, por lo que no lo sorprendió ver un Adder dejándose del lado septentrional del edificio. Aquel OmniMech tenía un surtido de armas más amplio a causa de su sistema modular, que permitía colocar y retirar armas. El ordenador de Phelan dibujó un diagrama del Adder en su monitor auxiliar y repasó los paquetes normales de armas en busca del que tenía más probabilidades de ir montado en aquel ’Mech.

El ordenador determinó que Vlad llevaba un paquete que aumentaba al máximo los daños a corta distanda. Eso quería decir que llevaría un par de lanzamisiles MCA de tipo Streak bajo las protecciones de los hombros. El brazo izquierdo tenía un láser pesado similar al del brazo derecho del Wolfhound. También llevaba allí un cañón automático que no era muy potente, pero en una batalla entre ’Mechs ligeros, podía resultar muy eficaz. Del mismo modo, el lanzallamas del pecho también podía ser peligroso a corta distancia. La voz de Conal restalló en los altavoces.

—Ya tienen el campo de batalla. Habilidad, guerreros. ¡Que comience el combate!

Ninguno de los ’Mechs se movió durante el segundo posterior a la señal de inicio de Conal. Entonces, Phelan centró el punto de mira en la compacta silueta del Adder y disparó sus armas. Su láser pesado destrozó parte del blindaje de la pierna izquierda, convirtiéndolo en tiras humeantes de ferrocerámica. Sus láseres de pulsación se clavaron también en el brazo izquierdo, el flanco derecho y el centro del pecho del Adder.

Phelan pulsó un botón de su consola de mandos. La pantalla holográfica cambió a la modalidad de infrarrojos y dibujó un punto blanco en el centro del pecho del Omni. ¡Si, ése ha atravesado el blindaje exterior y ha dado en la protección del motor! La máquina se va a calentar mucho.

Los disparos de respuesta de Vlad a larga distancia delataron una debilidad en la configuración de su ’Mech. El láser pesado del Adder incidió en la pierna izquierda del Wolfhound e hizo saltar varios fragmentos de blindaje en mecho de nubes de vapor. El cañón automático destrozó placas del blindaje de la pierna derecha, pero Phelan logró resistir el impacto y mantuvo erguido el ’Mech.

Mientras el ordenador actualizaba la imagen del Wolfhound y mostraba los daños infligidos al blindaje, Phelan hizo correr el ’Mech hacia el noroeste. Aquella acción dejaba más al descubierto su costado derecho, pero también reducía la distancia que los separaba. No se espera esto. Estoy jugando su propio juego y se confiará en exceso.

Vlad giró su Omni para mantener a Phelan en su punto de mira, pero Phelan notó que el Adder se movía con cierta torpeza. ¿Es posible que el disparo al pecho haya dañado también el giróscopo? Los sensores del neurocasco permitían al ordenador utilizar el sentido del equilibrio del piloto para regular los giróscopos; pero, si uno de ellos estaba averiado, el Adder iba a tener graves problemas. Si tuve tanta suerte por aquel disparo, debe de tratarse de un favor divino por la trampa que hizo Conal.

A pesar del movimiento de su ’Mech, Phelan mantuvo a su enemigo en el punto de mira como si estuviese pintado en él. Apretó el botón del pulgar y lanzó el rayo escarlata del láser pesado a través de los escasos restos del blindaje del pectoral derecho del Adder. Otra subida de calor en la pantalla indicó a Phelan que había acertado en un radiador pero, lo que era más importante, vio que varios pedazos de la estructura interna caían al suelo detrás del Omni.

Uno de los láseres de pulsación montados en el torso del Wolfhound amplio una fila de orificios ardientes en la cabeza del Adder, mientras que los otros dos se combinaron para terminar la destrucción del brazo izquierdo. Al evaporar los últimos restos del blindaje, pasaron a dañar los músculos de miómero y los huesos de endoacero. Fundieron los tejidos artificiales y calentaron el metal hasta el punto de fusión. Brillando con una luz blanca, el brazo del Adder cayó al sudo.

Sin embargo, mientras Phelan disparaba sus armas, Vlad hacía lo mismo con las suyas. El láser pesado que tenía montado en el brazo izquierdo fundió el blindaje del brazo derecho del Wolfhound antes de que el arma acábase destruida. Lo poco que quedaba del arma humeaba mientras el resto goteaba hasta el suelo como si fuera agua. El cañón automático del brazo derecho abrió varios agujeros en el blindaje del costado izquierdo y el único de los misiles MCA que dio en el blanco destrozó el blindaje que rodeaba el láser central del pecho.

Los impactos de los misiles y las balas del cañón automático sacudieron el Wolfhound e hicieron rechinar los dientes a Phelan. Luchó por mantener erguido su ’Mech y siguió acercándose mientras el Adder se tambaleaba y, desequilibrado por la pérdida del brazo, empezaba a caerse del lado izquierdo. Vlad giró el torso arriba y a la derecha en un intento de mantener erguida la máquina, pero la debilitada estructura del pecho chirrió y comenzó a retorcerse.

El Adder acabó desplomándose de bruces contra el suelo, y se dio un fuerte golpe en la barbilla. Rebotó, y la escotilla de visión saltó en pedazos y cubrió el suelo de fragmentos de cristal. Pataleó de manera fútil, sin lograr otra cosa que levantar grandes nubes de polvo y guijarros, pues el blando terreno no le daba un punto de apoyo suficiente. El brazo derecho del ’Mech, doblado por la caída, no tenía el movimiento suficiente para ayudarlo a incorporarse, aunque Phelan dudaba que, en cualquier caso, el torso del Adder hubiese resistido el esfuerzo.

Detuvo el Wolfhound a unos veinte metros de distancia y observó cómo Vlad buscaba con los pies el borde de la escotilla de visión del Adder. Como un borracho tambaleándose a la salida del bar, Vlad salió de la carlinga, perdió el equilibrio y tuvo que agarrarse al marco de la escotilla. Dio un paso adelante y cayó sobre el polvo de bruces.

Phelan activó los altavoces externos.

—Se acabó, Vlad —dijo.

Vlad se sentó en el suelo y se quitó el neurocasco.

—¡Librenacido! —rugió.

Con precisión deliberada, Phelan levantó el brazo derecho del Wolfhound y señaló la boca del láser.

¿Librenacido, dices? —replicó—. Acabo de destrozar tu OmniMech. No creerás que ese insulto puede herirme ¿quineg?

Vlaa se levantó y arrojó el casco hacia Phelan. Este rebotó en el morro del Wolfhound y golpeó suavemente la escotilla de la carlinga.

—Eres un librenacido expósito, Phelan. Jamás serás mi igual.

—Estoy harto —dijo Phelan, y pulsó el botón para aflojarse los cinturones de seguridad. Hincó la rodilla del Wolfhound y puso la mano izquierda en el suelo—. Voy a resolver este asunto de una vez para siempre. Hemos luchado con ’Mechs tres veces y te he vencido en dos. Hemos quedado empatados en las dos peleas que hemos librado. Ha llegado la hora de decidir eso también.

Se quitó el neurocasco y lo dejó sobre la silla de mando. Abrió la escotilla y empezó a bajar por el brazo izquierdo de Sonriente. Al llegar al codo, se detuvo y meneó la cabeza.

—Eres un loco, Vlad.

—Y tú eres muy valiente porque llevas una pistola —se burló Vlad, quitándose el chaleco refrigerante.

—No podía esperar que lo olvidases, ¿verdad? —dijo Phelan sonriendo. Se desató la funda del muslo, se desabrochó el cinturón y lo arrojó al suelo. Saltó del ’Mech y se despojó del chaleco—. Esto ha tardado ya mucho tiempo.

Aunque sabía que no debía subestimar a Vlad, no pudo evitar sonreír al aproximarse. Vlad le dio un derechazo en el estómago, pero eso lo dejó indefenso ante un golpe con la zurda que le hizo volver la cabeza. Phelan se abalanzó sobre él y asestó un gancho terrorífico en el plexo solar de Vlad. Este se dobló de dolor, y tras otro zurdazo en un lado de la cabeza se desplomó en el suelo.

Phelan se apartó bailoteando y dijo:

—Conque librenacido, ¿eh? Tenías razón cuando decías que jamás seré tu igual. ¡Yo nunca podría caer tan bajo!

Un grito de ira animal salió de la garganta de Vlad cuando se incorporó y embistió a Phelan. Este se apartó a la derecha y sonrió cuando vio que, en su caiga ciega, Vlad no había visto que él se había puesto a un lado. Un gancho y todo habrá terminado.

Phelan preparó la diestra, pero se quedó boquiabierto por la sorpresa al ver que Vlad se alejaba de él. Pensó que se había vuelto loco, pero entonces vio que encogía los brazos y corría hacia el Wolfhound. Va a buscar la pistola.

Vlad se lanzó de cabeza y cayó sobre el cinturón. Rodó por el suelo, sujetándolo contra su pecho. Manoseó el cierre de la funda, la abrió por fin, empuñó la pistola y la amartilló. La blandió con un gesto triunfal y se incorporó despacio.

—¡Sí, Phelan, librenacido! —exclamó, riéndose burlonamente—. Te lo dije, Phelan, eres demasiado débil para vencer en esta competición. ¡Eras un sirviente, yo hice que lo fueras cuando te capturé, y tomé esta hebilla como trofeo cuando el ilKhan te arrancó de mi poder! Jamás has sido mi igual, y aquí y ahora ha quedado demostrado.

—Sólo una cosa ha quedado demostrada, Vlad —contestó Phelan con desprecio—, y es lo increíblemente estúpido que eres en realidad.

Phelan meneó la cabeza con un gesto de decepción y echó a andar hacia Vlad.

Con un fuego homicida en sus ojos, Vlad curvó el dedo sobre el gatillo.

La pistola dio un chasquido.

—¿Recuerdas que los suministros son un poco escasos en Tukayyid, Vlad? —dijo Phelan, sonriendo—. Di toda mi reserva de municiones a Evantha.

—¡No! —chilló Vlad, y se abalanzó sobre Phelan blandiendo la pistola como si fuese una porra.

Phelan esquivó la torpe embestida, y lanzó el puño derecho contra su mandíbula. El golpe levantó del suelo a Vlad, que puso los ojos en blanco. Cuando volvió a caer al suelo, se desplomó como si le hubieran extirpado todos los huesos del cuerpo.

Phelan se arrodilló al lado de su enemigo y arrancó la pistola de entre sus dedos.

—Es una suerte que se me acabaran las balas —comentó—; podría sentirme tentado a malgastar una.

Desabrochó el cinturón a Vlad y se lo quitó. Se lo colgó sobre el hombro derecho y se levantó. Mientras se alejaba, la aturdida voz de Vlad lo hizo detenerse.

—Eres un guerrero. Mátame —le dijo.

—Todavía no lo has entendido, ¿quiaf? —respondió Phelan; lo miró y meneó la cabeza—. Soy más que un guerrero. Tal vez entiendas lo que esto quiere decir cuando ganes tu Nombre de Sangre.