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Skupo, Tukayyid
Distrito de intervención de ComStar
República Libre de Rasalhague
6 de mayo de 3052
(Día seis de la Operación Escorpión)
Phelan, sujeto a la silla dé mando de su Wolfhound modificado, examinó el océano de cañas doradas que ondeaban al viento. Se extendían a lo largo de varios kilómetros en todas direcciones; algún árbol sobresalía como una mala hierba en un jardín cuidado. Aparte de los caminos abiertos por su ’Mech y los otros al avanzar y unos senderos que había más adelante, el resto del campo permanecía intacto y tranquilo.
Phelan sintió escalofríos. No sólo no veía al enemigo por ninguna parte, sino que el sol se alzaba despacio sobre la cumbre de la colina de empinadas pendientes en cuya falda se encontraban. La inclinación parecía lo bastante pronunciada para reducir al mínimo la velocidad que pudiesen desarrollar, y estaba totalmente seguro de que el enemigo los aguardaba al otro lado de la cima.
—Armero, aquí la estrella Hacha.
—Adelante, Hacha.
—Estamos recorriendo los sectores 3021 y 3022. No hemos encontrado resistencia. O los peces no pican, o nos estamos metiendo en una gigantesca trampa. Solicito reconocimiento aéreo de 3023 y 3024 antes de proseguir.
—Permanezcan a la espera, Hacha.
—Recibido, Armero —dijo Phelan, frunciendo el entrecejo. Conmutó la radio a la frecuencia de mando de su estrella—. Esperaremos aquí unos segundos. Vamos a poner a tope nuestros sensores y a ver si podemos averiguar cuál es la recepción que nos ha preparado ComStar.
En el cuartel general del Clan de los Lobos, Ulric Kerensky se paseaba en medio del holotanque. A su derecha, los OmniMechs del Cuarto regimiento de Guardias de Wolf se preparaban para un contraataque de una unidad de ComStar. En unos feroces combates que habían durado casi toda la mañana, el Clan de los Lobos no había conseguido cerrar el círculo alrededor de Brzo para tener rodeado al Décimo Ejército de ComStar. La rápida llegada de la nueva unidad, el Noveno Ejército, implicaba que la conquista de Brzo tardaría mucho más de lo que se esperaba.
Se permitió una hosca sonrisa. Eres muy bueno, Anastasius Focht. Esperaba que, al ver que no aterrizábamos en los cinco primeros días, desviarías a tus mejores tropas para que se enfrentasen a los otros Clanes, pero no lo has hecho. Has contenido a los Tiburones de Diamante en el valle de Kozice y aplastado al Cuarenta y cuatro de Caballeros de los Gatos Nova en Joje. Y ahora, en Brzo, me estás ralentizando.
Un ayudante entró en el holotanque.
—¿Sí?
—Llegan informes de los Arañas de Wolf, mi Khan. La estrella Hacha es su estrella de vanguardia y quiere un reconocimiento aéreo en los sectores 3023 y 3024.
El ayudante mantuvo la mano sobre el teclado adjunto a su portafolio. Ulric asintió con la cabeza y su subordinado tecleó un número en el aparato. La imagen del holotanque se transformó en un mapa táctico del área de Skupo.
—El Undécimo de Guardias de Wolf acaba de llegar a la posición avanzada de la 278.ª División y el resto del Decimotercero de Guardias está librando escaramuzas con la 166.ª División a lo largo de este amplio frente hasta el sur de Skupo —explicó.
El mapa táctico dejaba al descubierto todo el flanco occidental de la posición de ComStar. Ulric sabía que tenía que estar defendido, pero no podía saber con seguridad por cuántas tropas y de qué calidad. Separar un núcleo de la galaxia Alfa para explorar la zona era, en el mejor de los casos, una opción aventurada. Según el mapa, o bien el área estaba libre de tropas o, si Focht había establecido la defensa de Skupo como defendía todo lo demás, se estaban dirigiendo a una emboscada.
—Si encuentran resistencia, será a esta distancia —dijo Ulric, recorriendo la línea de las montañas con un dedo—. Los atacarán cuando la estrella Hacha se encuentre a media altura de la ladera. Que un ala haga un reconocimiento desde mucha altura y que luego vuelva y bombardee toda la línea. Mientras tanto, la estrella Hacha tendrá que avanzar deprisa para llegar a la cumbre. ¿Sigue la estrella Destral por delante de Hacha?
—Sí, señor.
—Bien. Que los comandantes estelares Phelan y Fetladral ataquen esa línea justo después del bombardeo. Destral debería ser la primera en llegar para sembrar la confusión, en un ataque relámpago, para ablandar la resistencia. Diga a la coronel estelar Kerensky que suba deprisa con el resto del núcleo. Estas órdenes deben emitirse dentro de diez minutos.
—Sí, señor.
Cuando salió el ayudante, Ulric se acarició la perilla y murmuró:
—Asegúrate de que tu primer disparo sea el mejor, Anastasius. Si Natasha llega allí, Skupo será mía.
Anastasius Focht se negaba a rendirse ante la fatiga. En su mundo artificial, se encontraba en lo alto de la cordillera que se elevaba junto a Skupo y veía la estrella de cinco ’Mechs que esperaba en la falda de la colina. Más atrás, el resto del núcleo avanzaba despacio. Aun sin la ampliación que le proporcionaba el ordenador, habría reconocido la forma característica del Wolfhound que encabezaba la unidad de vanguardia, así como el Daishi negro que estaba al mando del resto.
—Esta es la verdadera estupidez de la guerra, ¿verdad? —dijo en voz alta—. Sé lo buenos guerreros que sois, Phelan Wolf y Natasha Kerensky. He leído todos los informes sobre los Arañas y sé que, aunque os superemos en número de casi tres contra uno, podéis derrotarnos. Aun así, aunque me cueste hombres y máquinas, me veo obligado a enfrentarme a vosotros.
Abrió una comunicación con el capiscol TV Krag Jernberg.
—Capiscol Jernberg, su 138.ª División se enfrenta al Decimotercero de Guardias de Wolf.
—La Maldición del Bandido resistirá, Capiscol Marcial —respondió Jernberg sin mostrar ninguna emoción.
—Confío en ello, capiscol. Recuerde que la sorpresa es nuestra ventaja. Mientras permanezcan agazapados y resguardados por el escudo, tal vez adivinan dónde se encuentran, pero no lo sabrán. Tenga en cuenta, no obstante, que esta unidad es muy buena. Si deben retroceder, no será ningún deshonor.
—Resistiremos.
—Muy bien. Si eliminan al Wolfhound y al Daishi, dañarán gravemente la efectividad de la unidad —dijo Focht, intentando que la voz no trasluciera su emoción. Sí, la estupidez de la guerra, pensó.
—Délos por muertos —gruñó la voz de Jernberg.
—Conmutando a modalidad de tierra. Escuadrilla Lucha en formación conmigo.
Carew pulsó un botón de su consola de mandos y pasó la pantalla de combate de aire-aire a aire-tierra. La pantalla holográfica de ciento sesenta grados que le mostraba el campo de batalla pasó sucesivamente a las modalidades de luz visual, resonancia magnética y exploración por infrarrojos, pero no detectó nada en lo alto de la cordillera. Sé que están ahí, pero ¿dónde?
—Jefe Lucha, Tres y Cuatro dan negativo. Deben de tener un escudo.
—Recibido, Trey.
Carew torció el controlador de vuelo del Visigoth a la derecha para empezar una larga vuelta en bucle. Todo negativo, pero tiene que haber una manera Phelan está allá abajo, con los MCA preparados, y yo no puedo encontrar a los tipos que lo están esperando. Este lugar parece libre de enemigos. ¡Espera un momento!
Carew tecleó unas órdenes en el teclado del ordenador; Este reprodujo de nuevo la imagen de radar de la cordillera y le superpuso los datos topográficos extraídos de la Real Sociedad Geográfica de Rasalhague. A lo largo de la cordillera vio algo parecido a un patrón de aguas allí donde la disposición de la tierra difería del examen del planeta que había hecho aquella sociedad.
Carew pidió al ordenador que resaltara la discrepancia y la pintara de colores, según el grado de diferencia entre los dos conjuntos de datos. Esa gente ha excavado grandes fortificaciones para engañarnos, pero no tenían equipos lo bastante buenos para que fuese una réplica perfecta del aspecto del terreno antes de las obras.
La imagen volvió a visualizarse según sus instrucciones, revelando una línea dentada de color verde que recorría las cumbres de la cordillera.
—¡Eso es! —exclamó Carew, que abrió el canal de radio con sus compañeros de escuadrilla y les envió la imagen—. Venid conmigo. Atacad con todo lo que tengáis. Sólo tendremos una oportunidad, así que vamos a aprovecharla para ayudar a nuestros amigos terrestres.
Encendió la frecuencia de mando con las unidades de tierra y dijo:
—Hacha Uno y Destral Uno, aquí Lucha Uno. Tenemos un blanco. Agachad las cabezas. Vamos a hacer el trabajo y vosotros sólo tendréis que recoger los pedazos.
Phelan empezó a subir corriendo la ladera con el Wolfhound mientras los cuatro Visigoths se aproximaban en su vuelo de bombardeo. Cientos de cohetes salieron disparados de los cazas, trazando estelas de humo en el cielo hacia la cumbre de la colina. Como una hilera de petardos, los misiles explotaron por orden y pulverizaron el pico. Unas bolas de fuego ascendieron como grandes maniquíes hasta convertirse en manchas de humo negro.
Phelan sintió que el suelo temblaba por efecto de las andanadas, pero siguió corriendo tan deprisa como fue capaz. Detrás de la cortina de humo que se levantaba ante él, vio los rayos azules de los CPP que incidían en las posiciones enemigas. De vez en cuando, un rayo láser de color rojo como la sangre resplandecía en el cielo, pero Phelan no podía ver si daba en el blanco.
En cambio, observó con hosca satisfacción que ninguna arma de las posiciones de ComStar devolvía el mego contra los cazas. ¡Tal vez se los hayan cargado todos! Por mucho que quisiera que fuese verdad, sabía que no lo era. Cuando el Wolfhound rebasó la mitad de la ladera, se preparó para afrontar todo lo que ComStar lanzase contra él.
El capiscol Karg Jernberg sacudió la cabeza para despejarse y miró a través de la escotilla resquebrajada de su Exterminator. Irguió el enorme ’Mech y usó sus manos para hacer pedazos los restos del toldo de sensores que recubría su posición. Vio a través del humo y de los fragmentos del toldo a los muertos y heridos por el bombardeo, pero los olvidó al cabo de un momento.
—¡Por la Santa Palabra de Blake! ¡A ellos!
Jernberg avanzó con el Exterminator y descubrió que el parapeto de la trinchera estaba destrozado. Al ver que el muro sólo cubría el ’Mech de los muslos para abajo, se sintió semidesnudo. Aun sí, cuando levantó las armas y los retículos de mira se centraron en el pecho de Wolfhound que cargaba contra él, se sintió invencible.
—¡Por Blake! ¡Por la Primus! ¡Resistiremos! —vociferó.
Mientras Evantha Fedadral salía del montón de tierra que le había caído encima a consecuencia del bombardeo, un informe de estado de los Elementales de la estrella Destral apareció en el lado izquierdo del visor de su armadura. Aunque su estrella se había dispersado bajo el pico de la colina, parecía que nadie había muerto a causa del «fuego amigo». Buenos guerreros. Están deseosos de acercarse más.
—Atacad duro, Destrales —dijo—. Utilizad vuestros misiles contra los ’Mechs y luego concentraos en las baterías de misiles que tengan. Comandantes de puntas, coordinaos.
Un velo negro de humo se corrió sobre ella y se disipó, revelando un ’Mech de ComStar que subía a lo alto de un terraplén en forma de U. El Exterminator, completamente blanco a excepción de la estrella dorada que relucía en su pecho, habría parecido hermoso de no ser por el blindaje reventado en el costado derecho de su tórax. Por la manera como estaban curvadas las placas fundidas sobre el esqueleto de endoacero, Evantha comprendió que un CPP había aumentado los daños causados por la andanada de MLA que había caído sobre la posición de ComStar.
Evantha miró el ’Mech mientras éste levantaba los brazos. Sintió un fuerte tirón en los hombros al disparar sus dos MCA de su lanzamisiles portátil. Cuando los proyectiles salieron disparados escupiendo chorros de llamas, ella arrojó de inmediato el afuste.
Vio por el rabillo del ojo que los misiles habían dado en el blanco, pero su atención ya estaba centrada en otro lugar. Seguida por su punta, Evantha Fedadral avanzó para sembrar el pánico en las trincheras.
Phelan notó la boca seca al ver que un Exterminator de ComStar se alzaba ante él. Sabía que aquel diseño de ’Mech no se había visto en la Esfera Interior en muchos siglos, y por buenas razones. El Exterminator había sido diseñado para buscar y destruir ’Mechs de mando. Había llegado a ser tan bueno realizando su misión que se habían formado unos escuadrones especiales para cazarlos y destruirlos.
Phelan sabía que aquel ’Mech iba por él.
Cuando el Exterminator levantó los brazos, Phelan vio dos fogonazos junto a un Elemental que estaba agachado junto al pico de la colina. Ambos MCA volaron directamente hacia el ’Mech de ComStar y penetraron en el orificio abierto en su pecho. El ’Mech se estremeció cuando los misiles detonaron en su interior.
Las explosiones dieron un par de segundos a Phelan para intentar eludir el ataque del Exterminator. Efectuó un brusco viraje a la izquierda que lo lanzó en dirección contraria al movimiento involuntario del Exterminator. Cuando los brazos de éste empezaron a seguir al Wolfhound, Phelan levantó sus propias armas contra su enemigo.
El Exterminator se convulsionó por una serie de explosiones secundarias. Un ruido sordo y una voluta de humo blanquecino anunciaron la destrucción de un retropropulsor. Las llamas envolvieron el cañón antimisiles que llevaba en el pecho cuando una carga de cartuchos fue disparada en todas direcciones. Las placas del blindaje saltaron en pedazos cuando los cartuchos salieron al exterior abriéndose paso a través del torso.
Phelan se estremeció cuando una andanada de proyectiles antimisiles salió a través de la carlinga rota del Exterminator. Salió humo del agujero y el ’Mech cayó hacia atrás como si lo arrastrasen con unas poleas. Phelan cambió de rumbo de nuevo y se dirigió hacia la brecha abierta en el muro, pero otro ’Mech de ComStar acudió a cubrir el hueco en la línea.
Phelan atacó al ’Mech, un Sentinel con todas sus armas delanteras. El láser medio que Sonriente llevaba en el hombro derecho quemó parte del blindaje del brazo izquierdo del Sentinel. El que tenía montado en el otro hombro acertó a darle en el brazo derecho, mientras que el disparo del láser central salió muy bajo y convirtió la tierra del terraplén en cristal sin dar en el Sentinel.
El láser pesado del Wolfhound sacó partido de los daños que había causado en el brazo izquierdo y en el cañón automático de su enemigo. Los últimos restos del blindaje se evaporaron bajo el infernal contacto de aquella luz coherente, y el cañón automático brilló con una intensa luz blanca antes de fundirse. El ’Mech, desequilibrado por la pérdida del miembro, se tambaleó, pero logró mantenerse erguido.
El piloto de ComStar demostró su valor al contraatacar. Dos MCA surgieron del pecho del Sentinel y arrancaron pedazos de blindaje del costado derecho de Sonriente. El láser pequeño que tenía montado justo debajo del lanzamisiles disparó un rayo que fundió la pintura y parte del blindaje del lado izquierdo del ancho pecho del Wolfhound, pero ninguno de estos ataques causó verdaderos daños, ni fueron capaces de frenar el ataque de Phelan.
El ’Mech embistió a través de la abertura de la trinchera. Dio una patada en el costado izquierdo al Sentinel, que lo lanzó hacia atrás. El ’Mech de ComStar tropezó con el Exterminator y perdió el equilibrio. Chocó contra el otro muro de la trinchera, y una lluvia de polvo lo enterró en una tumba improvisada.
Phelan sabía que no estaba derrotado, pero vio que tres Elementales caían sobre él para rematarlo. Se volvió a la izquierda, dio un paso adelante y despejó la brecha abierta para que otra de sus puntas pudiese entrar en las posiciones de ComStar. Mientras lo nacía, vio que un Lancelot de ComStar doblaba un recodo y encaraba hacia él.
—La Paz de Blake, ciertamente —dijo riendo, y centró el punto de mira en la estrella silueta del ’Mech enemigo—. Venid, chicos, os daremos toda la paz que queráis. La servimos al momento.
El Capiscol Marcial observó cómo la lanza de Phelan consolidaba sus posiciones en una sección de la trinchera. Aunque el trazado en zigzag de ésta impedía a los Clanes disparar en toda su extensión, también hacía extremadamente peligrosa la aproximación a la brecha, sobre todo para ’Mechs de brazos rígidos como el Lancelot. Antes de que éste acabase de doblar el recodo, Phelan ya había fundido parte del blindaje de su pecho y de sus brazos.
Abrió un canal de radio y dijo:
—Señor Hettig, coordine la retirada de la 138.ª de Skupo. El capiscol Jernberg está muerto o incapacitado para dirigirla. Utilice su caballería para frenar el núcleo que los está siguiendo. Recuerde que la mayoría de esas tropas son novatas, por lo que retirarlas va a ser algo parecido a anunciar una desbandada.
—Recibido, Capiscol Marcial.
Focht volvió a examinar el campo de batalla y vio que el resto de los Arañas subían por la colina a toda velocidad. Habían tardado menos de dos minutos en recorrer la distancia que existía entre la estrella de Phelan y el grupo principal. Algunos de los ’Mechs más veloces de aquel grupo ya habían intercambiado disparos con los ’Mechs de la unidad Maldición del Bandido. Sabía que las pérdidas de la 138.ª serían terribles.
El lugar correcto, la táctica correcta, pero los hombres equivocados. Sin embargo, no había otra forma de que pudiese destinar una división más experimentada a luchar con una unidad tan pequeña. Miró fijamente el ’Mech de Phelan. Si tengo que perder, mejor que sea ante guerreros a los que respeto que ante los que no. Esto no ha terminado, porque una batalla no decide la guerra. Lo sé y, lo que es peor, sé que tú también lo sabes.
—Señor Hettig, traslade desde Brzo la 282.ª reconstituida para que se encargue de los Arañas de Wolf.
—Tardarán un día o más en llegar hasta allí. La 138.ª no durará tanto.
—Lo sé, lo sé, señor Hettig —dijo el Capiscol Marcial con gesto adusto—. No quiero que salven a la 138.ª. Sólo que frenen a los Arañas. Si es que pueden.