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Nave de Salto Diré Wolf, órbita de preasalto
Hyperion, República Libre de Rasalhague
8 de febrero de 3052
Phelan Wolf miró al otro lado de la habitación, inspiró hondo y, al exhalar, trató de ensanchar el pecho para parecer mis corpulento. Iba vestido con un mono gris que tenía una estrella daga roja en la hombrera derecha y el símbolo rojo y negro del Decimotercero de Guardias de los Lobos en la izquierda. Sabía que el uniforme era, como mínimo, impresionante. En las tres semanas que habían pasado desde que se había enterado de la muerte de Cyrilla, se había entrenado mucho para ponerse en plena forma, pero todo podía resultar inútil según cuál fuese el resultado en esta primera ronda de combates por el Nombre de Sangre.
Su primer oponente, un enorme Elemental, asentía despacio con la cabeza. Estaba desvestido hasta la cintura y el tono bronceado de su piel parecía pintado con un pulverizador sobre sus abultados músculos y sus venas. Movía compulsivamente la mano derecha, y Phelan vio en ella el brillo de un medallón de plata. Cuando la mano del Elemental se cerró a su alrededor, al MechWarrior no le quedó ninguna duda de que podía doblarlo por la mitad sin inmutarse.
Phelan giró la moneda que él, a su vez, sostenía en la diestra. En un lado lucía el emblema del Clan de los Lobos: una cabeza de lobo con los ojos semicerrados y orejas estiradas, en estado de alerta. Le dio la vuelta y, en la otra cara, vio el nombre «Ward» grabado en un pergamino. Debajo estaba su nombre, Phelan Wolf, inscrito junto con la fecha.
Phelan miró de nuevo al Elemental y no se sintió nada tranquilo al ver su maligna sonrisa.
Natasha dio una suave palmada a Phelan en la espalda y le dijo:
—No dejes que te amilane. Sólo está haciendo poses; si tú ganas la decisión, lo aplastarás.
—No lo tengo tan claro —repuso el joven MechWarrior—. Si gano la decisión, elijo el carácter del combate, pero él decide dónde tendrá lugar, ¿no es cierto?
—Sí. Si tú ganas, elegirás combatir con tu ’Mech. Él tendrá que ponerse su armadura y, a menos que sea muy bueno y tenga mucha suerte, esparcirás sus restos por el campo de batalla.
—No es muy equilibrado.
—La igualdad no tiene nada que ver con los combates por un Nombre de Sangre —repuso la Viuda Negra—. ¡Estás luchando por un honor que no tiene igual en los Estados Sucesores ni más allá! Si lo vences, y si luego derrotas a todos a los que te tendrás que enfrentar, demostrarás ser uno de los guerreros supremos de la Casa de Ward.
»Además —agregó, cambiando su feroz expresión por una hosca sonrisa—, si él gana la decisión, sabes que elegirá una pelea con los puños. No eres un inepto en combate cuerpo a cuerpo, pero…
Phelan miró a su oponente y vio un músculo pectoral que se movía como una placa tectónica en un terremoto.
—Desde luego, no quiero tenerlo cerca mientras esté fuera de mi ’Mech. —Sintió un ligero escalofrío—. Tengo treinta centímetros de altura y treinta y cinco kilos de peso menos que ese payaso, como mínimo.
—Mejor que no lo llames «payaso» hasta que lo hayas vencido —comentó Natasha con una mueca.
—Bien dicho.
Detrás de Natasha, Phelan vio que la pequeña galería de visitantes se iba llenando de amigos poco a poco. Evantha Fetladral, la Elemental que lucía una larga cola de cabellos rojos colgando de su calva afeitada, estaba sentada junto a Ragnar y parecía estar explicándole todo el procedimiento. Al otro lado de Ragnar se hallaba un hombrecillo con una cabeza demasiado grande para su estatura, rematada en una mata de cabellos rubios. Carew, como Phelan, carecía de Nombre de Sangre, por lo que escuchaba con atención las explicaciones de Evantha. Del mismo modo que Evantha y otros habían sido criados para desarrollar el gigantesco tamaño necesario para ser Elementales, la baja estatura de Carew había hecho que lo educaran como piloto de caza aeroespacial.
Por último entró una mujer alta y esbelta, con cabellos blancos tan cortos como los de un hombre. Ranna sonrió a Phelan y le dio ánimos con la mirada. Phelan le devolvió la sonrisa y se sintió más optimista. Ranna fue a sentarse al lado de Carew.
Natasha pasó la mano frente a la cara de Phelan.
—Ya pensarás en ella más tarde —le dijo.
—Lo siento, pero tú y tu nieta tenéis una belleza capaz de hipnotizar a un hombre —repuso Phelan con una sonrisa maliciosa.
—Muy bien, sueña si quieres; pero, cuando yo estaba en tu lugar, intentaba imaginar cómo igualaría las oportunidades en una pelea cuerpo a cuerpo con un Elemental.
Aquellas palabras tranquilizaron a Phelan.
—¿Qué me lo que hiciste?
—Gané la decisión —respondió Natasha, encogiéndose de hombros.
El MechWarrior giró la moneda en la mano. Entonces dejó de juguetear con ella, porque el ilKhan Ulric Kerensky entró en la sala y se plantó en su centro. Los amigos y colaboradores del Elemental también se retiraron, dejando a los combatientes solos con el ilKhan.
Ulric se irguió cuan alto era. Sus canosos cabellos y barbilla parecían brillar bajo las intensas luces del techo.
—Soy el Señor del Juramento y acepto la responsabilidad de representar a la Casa de Ward. ¿Aceptan esto?
—Seyla —susurró Phelan en tono solemne.
—Seyla —repitió el Elemental.
—Entonces, lo que suceda aquí nos vinculará a todos hasta nuestro final —concluyó el ilKhan con un gesto de respeto—. Ustedes representan lo mejor que la Casa de Ward tiene que ofrecer al Clan de los Lobos. Sin embargo, hoy no combatirán por el Clan, sino por el derecho y el honor de llevar el nombre Ward. Este nombre está exaltado, al igual que los demás nombres de quienes se mantuvieron leales al sueño que Aleksandr Kerensky albergaba para su pueblo. ¿Entienden esto?
—Seyla.
—Y, al aceptar tomar parte en este combate, ¿comprenden que santifican con su sangre la determinación de Nicholas Kerensky de convertir a los Clanes en la cumbre de la evolución humana? Haber sido elegidos para participar ya los designa como miembros de una elite, pero la victoria los colocará legítimamente entre los pocos que existen en el cénit de todo aquello que los Clanes consideran sagrado.
—Seyla —dijo Phelan, asintiendo.
—Usted es Dean y ha visto veintisiete años —dijo Ulric al Elemental—. ¿Por qué es digno?
El Elemental se irguió aún más y sus músculos se rizaron como acero fundido.
—He sido nominado a este Nombre de Sangre por mis mayores a causa de mi valentía en la conquista de Rasalhague y en la toma de Satalice —contestó con voz profunda de bajo—. De manera constante he pasado pruebas como el mejor de mi sibko y nunca he conocido la derrota en combate singular.
Ulric asintió con gesto envarado. Estaba claro que lo satisfacían los logros de un Wolf, pero era también reacio a mostrar ninguna señal que pudiera interpretarse como favoritismo.
—Y usted, Phelan Wolf, ha visto veinte años. ¿Por qué es digno?
Phelan, tal como había sido instruido por Natasha, levantó la cabeza y dijo con voz clara:
—He sido elegido por Cyrilla Ward para ser heredero de su Nombre de Sangre. Fui capturado y convertido en sirviente; luego fui adoptado en la casta de guerreros tras demostrar ser digno de tal honor. Me entrené y pasé las pruebas como guerrero. Yo solo conquisté Gunzburg, y en SataJicc capturé al príncipe Ragnar de Rasalhague. Por esto he sido elegido.
De nuevo, Ulric asintió con un gesto formal.
—El heroísmo y la valentía exhibidos por ambos guerreros han sido establecidos y verificados. Sus declaraciones no carecen de base. No importa cuál sea su destino en este combate, el brillo de su luz no se verá disminuido. —El ilKhan dio un paso adelante e hizo una seña a ambos de que se aproximaran—. Presenten los símbolos de su legítimo derecho a participar.
Los dos combatientes levantaron poco a poco sus monedas como si fuesen reliquias sagradas y se acercaron a Ulric. Mientras lo hacían, un pequeño panel del suelo se deslizó y ascendió un cono montado sobre un fino poste. En el punto en que ambos objetos estaban unidos habían puesto una sección de tubo transparente que podía separarse. En lados opuestos del cono, Phelan vio unas ranuras lo bastante grandes para que pasara su moneda por ellas. En la parte más próxima al ilKhan vio también un pequeño botón, pero no logró averiguar su propósito. La forma del dispositivo le recordó una demostración del Nagelring sobre cómo funcionan los pozos gravitatorios.
Ulric recogió sus monedas y puso cada una en una ranura.
—Aunque nos adiestramos para poder hacer frente a una miríada de distintas situaciones de combate, no podemos controlarlo todo. Un guerrero digno de un Nombre de Sangre debe ser capaz de sobreponerse a la adversidad para derrotar a un enemigo superior, aunque esté en gran desventaja. El horrible caos de la guerra está reflejado en este juicio del Derecho de Sangre.
»Cuando una moneda ha seguido a la otra y ambas han completado su tránsito por este cono, la moneda cazadora será la superior. Ese guerrero ganará entonces el derecho a elegir el estilo del combate. El propietario de la moneda inferior decidirá a continuación el lugar del combate. De esta manera, ambos combatirán en un campo de batalla que no es por completo su preferido. ¿Lo han entendido?
—Seyla —dijeron.
Mientras los últimos ecos de la palabra resonaban aún en las paredes, el ilKhan pulsó el botón y soltó ambas monedas. Estas bajaron por pistas separadas y rodaron por el interior del cono. Iban cada vez más deprisa, tomando velocidad a medida que se hundían en el cono cada vez más estrecho.
Phelan observó el proceso con miedo y emoción. ¡Igual que la demostración del pozo gravitatorio en el Nagelring! Haría levitar mi moneda si pudiese, pero la gravedad es como la muerte y los impuestos. De algún modo, estaba seguro de que su moneda estaba ganando la carrera, lo que otorgaba la primera decisión a Dean. Entonces, cuando las monedas iniciaron su descenso por el poste, chocaron entre sí con un fuerte tintineo y se perdieron de vista.
Ambas monedas quedaron atrapadas en el tubo de plástico. Ulric sacó con cuidado la sección extraíble y la levantó en alto para que todos pudiesen ver que nada había alterado el resultado. Sus delgados dedos recogieron la primera moneda del tubo y la giraron para poder leer el nombre inscrito en ella.
—Dean, usted es el cazador —anunció Ulric.
Dean hizo chasquear sus nudillos y sonrió lleno de confianza.
—El cazador no ve ninguna razón para un combate aumentado. Este cachorro se ha jactado de haber golpeado a un Elemental en una lucha a puñetazos. Veamos cómo se comporta frente a un Ward.
—El estilo ha sido decidido. —Ulric se volvió hacia Phelan y le preguntó—: ¿Dónde va a ser cazado?
Phelan tragó saliva, pensando que sus posibilidades de victoria se estaban hundiendo en un pozo gravitatorio. Abrió la boca, pero volvió a cerrarla. Entonces lanzó una mirada feroz a Dean y esbozó una sonrisa.
Ulric lo observaba atentamente.
—Phelan, ¿dónde va a ser cazado?
Sin apartar la mirada de Dean, Phelan levantó la diestra y señaló hacia arriba.
—Allá afuera —respondió.
Habían quitado todos los equipos de la Nave de Descenso, convirtiéndola en una alta y vacía pista para el combate. Aparte del casco exterior, que se torcía en una suave curva hacia adentro, donde la nave se estrechaba en las cubiertas superiores, las paredes eran normales y todos los ángulos tenían noventa grados. Sólo unas marcas desgastadas de pintura en la cubierta y unas extrañas manchas de líquido refrigerante de ’Mech indicaban cuál había sido la función de aquella área de la Nave de Descenso.
Nunca había visto tan vacío un hangar de ’Mechs, pensó Phelan. De pie, y vestido sólo con los pantalones cortos que en circunstancias normales había usado en la carlinga de un ’Mech, jamás se había sentido tan desnudo. Su decisión de luchar en la gravedad cero del espacio ayudaba a neutralizar la fuerza del Elemental, pero ponía en juego toda una serie de otras variables. Para mantener la igualdad, aún deseaba que le hubiesen dejado empuñar la pistola que solía tener cuando estaba en una carlinga.
Tengo que recordarlo: reacciones iguales y opuestas. Siendo niño había viajado con frecuencia con una unidad mercenaria y había pasado buena parte de su juventud rebotando en el interior de una Nave de Descenso con gravedad cero. No recordaba haber peleado nunca a vida o muerte bajo gravedad cero, pero sí se acordaba de un par de feroces peleas en las que había dado saltos como una nutria por el aire. Pero me temo que no será lo mismo.
Phelan notó que la nave se estremecía mientras el piloto encendía los retropropulsores delanteros. Se agarró a un montante cercano para no flotar por la cubierta. Un segundo fogonazo de los retropropulsores dejó la nave inmóvil en el espacio.
La gota de sangre que había resbalado hasta la punta de su nariz saltó y se fue flotando por el aire, como una bolita, hacia la cubierta superior.
Phelan seguía sintiéndose asombrado de que los Clanes corrieran con los increíbles gastos que eran necesarios para crear aquel campo de batalla para él y Dean. Se encontraban en zona de combate, preparándose para invadir Hyperion, y habían sacado todos los Mechs de la cubierta de una Nave de Descenso de asalto. Habían separado la nave de la Diré Wolf y habían quemado toneladas de combustible sólo para preparar una pelea cuerpo a cuerpo de dos hombres que se disputaban un título.
Pero es más que un titulo, se recordó Phelan. Sabía que el Nombre de Sangre tenía un poder enorme para los guerreros de los Clanes. Ganar uno de ellos aseguraba el uso del ADN del guerrero en el programa de reproducción del cían. También daba al vencedor un puesto en el Consejo del Clan y lo hacía elegible como uno de los dos Khanes del Clan de los Lobos. Y, como en el caso de Cyrilla, un Nombre de Sangre podía dar incluso la posibilidad de ser útil a los Clanes mucho después de finalizada una carrera militar.
La voz del capitán restalló a través de los altavoces montados en la parte interior del casco de la nave.
—La nave se encuentra ahora en aceleración cero —anunció—. Ya tienen dispuesto su campo de batalla. Demuestren su habilidad, guerreros.
—Phelan Wolf, haré que todo acabe rápido para ti —dijo Dean, que flotaba sobre la cubierta y avanzaba hacia él como un fantasma. El Elemental cerró los puños, tensando con fuerza todos los músculos de los brazos—. Un librenacido como tú es una desgracia para la Casa de Ward. Cyrilla debió de perder la razón hace años.
A Phelan lo ofendió el tono de desprecio de Dean, pero hizo un esfuerzo por sonreír.
—¿En serio, Dean? —El MechWarrior abrió los brazos y añadió—: Si quieres atacarme, ven a buscarme.
Dean necesitó unos tres segundos para entender por completo su situación. Tenía un aspecto impresionante flotando en el hangar, pero, al carecer de un aparato de propulsión, era poco lo que podía hacer para cambiar su curso o su velocidad de vuelo. Haciendo un esfuerzo, empezó a debatirse con gestos frenéticos, pero esto sólo lo hizo alejarse de Phelan dando vueltas en el aire.
Phelan se apoyó en el montante con las piernas encogidas. Con la rapidez de una serpiente, saltó hacia adelante con un fuerte impulso y hundió ambos puños en los gruesos músculos que cubrían los ríñones de Dean. El Elemental gruñó, pero estaba demasiado concentrado en girar el cuerpo para prestar mucha atención.
Utilizando a su adversario como un potro de gimnasia, Phelan giró y volvió a bajar hacia la cubierta. Había transmitido la mayor parte de su impulso a Dean, lanzándolo en un vuelo sin control; sin embargo, logró mantener el suficiente para llegar junto a la cubierta. Dobló las piernas para amortiguar su aterrizaje y se preparó para cualquier estrategia que Dean decidiera emplear en su contraataque.
El Elemental chocó con el costado derecho contra la cubierta superior; aun asi, Phelan pensó que eso conseguiría enfurecer a Dean, más que dañarlo. El Elemental se agarró a una viga como pudo y rugió a su enemigo:
—¡Este es el único ataque que lanzarás contra mí!
Phelan se desplazó a otro mamparo y se encogió de hombros.
—Soy todo tuyo, Dean.
El Elemental se arrojó sobre Phelan, gracias al impulso de sus poderosas piernas. Se aproximaba a él como un cohete, con los puños cerrados. Su sonrisa iba creciendo, pero se desvaneció al ver que Phelan daba un salto y se alejaba del suelo. Al faltarle un blanco que amortiguara el impacto, Dean se estrelló contra la cubierta.
Phelan se sujetó a una viga de refuerzo y su salto lo llevó hacia arriba y a la derecha. Se dejó girar hasta que tocó el casco con los pies al otro lado de la viga. Se agarró a la pared, tomó impulso de nuevo, invirtiendo su posición corporal, y golpeó a Dean en los omóplatos con los tacones. Lanzó al Elemental contra la cubierta de nuevo e, impulsándose con las piernas, voló otra vez por los aires.
Dean golpeó la cubierta con el puño, pero se agarró a la viga de refuerzo cuando empezaba a flotar de nuevo. Giró con rapidez, esparciendo por el aire gotas de sangre que manaban de su nariz y de sus labios partidos.
—¡Maldito seas, Phelan! Quédate quieto y lucha como un guerrero.
Phelan puso las manos encima de la cabeza para amortiguar el impacto contra la cubierta superior lanzó una carcajada.
—Deja de considerarme un librenacido, Dean. Soy un guerrero, miembro de la Casa de Ward. Si me valoras menos que a Vlad, no tendrás ninguna oportunidad.
—¡Te aplastaré!
—Míralo de esta manera, Dean: yo vencí en la puja y ahora tienes que luchar con desventaja.
Una parte de la pulla de Phelan afectó a Dean, que empezó a subir poco a poco, sujetándose con una mano a la viga. Alargó la mano libre y la sacudió con gestos amenazadores.
—Cuando te ponga las manos encima, todo se habrá terminado para ti —gruñó con desprecio, pulverizando sangre de la boca sobre su pecho.
Phelan notó un sabor amargo en la boca. En sus primeros ataques se había aprovechado de la ignorancia de Dean acerca del campo de batalla y de su falta de respeto por las habilidades de Phelan. Evantha lo había adiestrado en combate sin armas, pero la mayoría de los demás MechWarriors menospreciaban la pelea con los puños. Aunque había esperado que el Elemental quedase inconsciente al chocar contra la cubierta, sobre todo tras ver el fuerte impulso que había tomado antes, sabía que era improbable.
También sabía que la gravedad cero eliminaba la terrible fuerza de los músculos de Dean, pero al mismo tiempo hacía menos eficaz cualquier ataque de Phelan. Dean no iba a dejar que lo engañase otra vez, ni podría volver a atacarlo como si fuese un proyectil.
La única manera de vencer a Dean era hacer lo que él quería: acercarse. Aunque la mente racional de Phelan reconocía que esta estrategia era sensata, algo en su interior retrocedía ante la idea de enzarzarse con aquel monstruo. La sangre y el sudor de Dean relucían y sus firmes músculos se movían suavemente bajo la piel.
¡Es una pitón que aguarda la ocasión para aplastarme!
Mientras Dean encogía las piernas para dar un salto, Phelan se apartó de la cubierta superior y comenzó a flotar hacia el suelo. Dean se soltó de la viga y giró para ir directamente hacia Phelan. Se lanzó con cautela y alargó los brazos expectante.
Phelan levantó las piernas bruscamente y dobló el torso. Este gesto lo lanzó hacia atrás en una voltereta, pero dio una pataca en cuanto Dean se puso a su alcance. El golpe se descargó en la oreja izquierda del Elemental, con lo que frenó su impulso descendente y lo hizo girar. Al mismo tiempo, Phelan echó atrás la cabeza y se arqueó para acabar la voltereta teniendo las piernas de Dean a su alcance.
Sujetó el tobillo de Dean y se lanzó hacia arriba. Con esto hizo dar la vuelta al gigante y ambos empezaron a girar, Phelan utilizó la caja del Elemental para subir aún más y se pegó a su espalda como una sanguijuela. Le rodeó la cintura con las piernas y le rodeó el grueso cuello con su brazo izquierdo.
El golpe que había recibido en la cabeza había dejado aturdido a Dean, pero salió de su sopor lleno de ganas de luchar. Intentó dar un codazo a Phelan, pero su propia complexión corpulenta hizo que fallara el golpe por mucho. Sin embargo, el violento gesto los hizo girar a ambos, lanzándolos en una serie de vueltas por el hangar. Dean arañó á Phelan en el brazo, pero el MechWarrior mantuvo la presa con fuerza.
En cuanto comprendió que Phelan no tenía la intención de romperle el cuello y no había logrado aplastarle la tráquea, el Elemental cambió el objetivo de su ataque. Dio unas patadas para aumentar la rapidez de los giros y conducirlos a ambos más cerca del casco. El esfuerzo le hizo hinchar las narices, y gotas de sangre salpicaron el brazo de Phelan. Entonces, Dean golpeó las piernas de Phelan con los puños, castigándolo por su audacia.
Phelan liberó las piernas y giró alejándose del torso de Dean, pero mantuvo la presa sobre el cuello, decidido a no soltarlo. Dean levantó la mano y sujetó a Phelan por la cabeza. Este la agachó, acercándola a la de Dean, tensó los músculos del estómago y descargó la rodilla derecha con toda su fuerza sobre la columna vertebral de Dean.
—¡Anggghh! —gimió Dean—. ¡Idiota, ni siquiera sabes estrangularme!
Antes de que Phelan pudiese contestar, la rotación que había causado con el rodillazo volvió a poner las piernas del Elemental a su alcance. Dean dio una fuerte patada que los lanzó a ambos hacia la cubierta. Chocaron con fuerza, y la masa de Dean aplastó a Phelan contra el suelo. Volvieron a subir, pero Dean dio otra patada y volaron hacia otra zona del casco.
Chocaron de nuevo y Dean hundió su hombro en las costillas de Phelan. El MechWarrior gruñó y el Elemental lanzó una áspera carcajada.
—¡Alfeñique! Mátame, rómpeme el cuello, o te aplastaré.
—No estoy aqui para matarte, Dean. Sólo para cabalgar.
—Entonces tendrás lo que deseas.
Dean logró agarrarse a una viga y, lanzándose de espaldas contra el casco, arrojó a Phelan contra este. Retrocedió para repetir el movimiento, mas Phelan apoyó el pie derecho en la pared. Esta vez, Dean chocó contra la rodilla de Phelan y la fuerza del impacto lo hizo empezar a toser.
De inmediato, el gigante intentó cambiar de postura y giró hacia adelante, tratando de que Phelan se golpease de cabeza contra la viga. Phelan dobló las piernas, manteniendo la cabeza agachada. Aumentó la presión del brazo una vez más y se preparó para ser arrojado de nuevo contra el casco, pero Dean soltó la viga.
¡Lo sabe! Dean golpeaba débilmente el brazo de Phelan. Sus dedos se hundieron en los músculos del MechWarrior, dibujando profundos arañazos, mas Phelan no lo soltó. Era como si Dean intentara arrancarse aquel brazo capa a capa de músculos. Sin embargo, Phelan seguía pegado a él como un tatuaje. Es demasiado tarde, tiene que ser demasiado tarde.
El forcejeo de Dean fue perdiendo intensidad hasta que, por fin, cesó. Phelan siguió agarrado a él otros diez segundos y empujó al Elemental lejos de él. El gigante se alejó flotando mientras Phelan se sujetaba a la viga de soporte. Miró la escotilla, dio una patada al aire y flotó hacia ella. Al llegar, pulsó un botón del intercomunicador.
—Se acabó. He vencido a Dean.
La escotilla se abrió y apareció Natasha, con una amplia sonrisa en la cara.
—Lo he estado observando a través de los monitores. Estoy impresionada, aunque podrías haber terminado antes si le hubieses roto el cuello.
—No era necesario —respondió Phelan.
Un estremecimiento recorrió la nave en el momento en que el capitán ordenó una suave aceleración. Con el retorno de la gravedad aparente, Phelan notó de pronto la debilidad de sus piernas y el cansancio de su cuerpo.
—No tiene sentido matar cuando no es preciso. Mi tarea consistía en derrotarlo, no en matarlo.
Phelan señaló el lugar donde Dean estaba bajando poco a poco a la cubierta.
—No dejaba de imaginarse lo que yo iba a hacer —explicó—, basándose en lo que él habría hecho. Creía que estaba estrangulándolo o tratando de romperle el cuello. Pero yo estaba aplicando la técnica de ahogo que me enseñó Evantha, y conseguí interrumpir el flujo en su arteria carótida. Todo lo que tuve que hacer fue aguantar hasta que se desvaneció por falta de riego sanguíneo en el cerebro.
Natasha asintió en un gesto de aprobación.
—¿Sabes que los otros quince combates de primera ronda por este Nombre de Sangre han terminado con ocho bajas?
—¿Vlad? —inquirió Phelan, frunciendo el entrecejo.
—Ganó la decisión y mató al Elemental que se enfrentaba a él en veinte segundos —dijo la Viuda Negra con una sonrisa taimada—. Dirán que, como no tienes agallas para matar, acabarás perdiendo.
—Bien —gruñó Phelan mientras se limpiaba el brazo de la sangre de Dean—. Espero que todos los que se me enfrenten vayan cantando eso como un mantra. —Señaló el cuerpo inconsciente de Dean con el pulgar y agregó—: Eso me facilitará mucho el trabajo.
—Seyla —murmuró Natasha, y siguió a Phelan alejándose del hangar.