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Ciudad Avalon, Nueva Avalon

Marca Crucis, Mancomunidad Federada

1 de mayo de 3052

(Día uno de la Operación Escorpión)

Hanse Davion alivió el dolor de su hombro izquierdo con sus fuertes dedos mientras miraba a su esposa. Todavía era la esbelta mujer con la que se había casado un cuarto de siglo antes, aunque ahora llevaba puesta una máscara de ira que había visto en raras ocasiones en todos aquellos años. Debería haberlo irritado e impulsarlo a replicar, pero sabía de qué pozo extraía aquella había y no podía culparla por ello.

—¡Hanse, no puedes dejar que Victor siga con ese plan! No importa lo que diga Morgan, ambos sabemos que es una operación desesperada con muchas posibilidades de acabar en una catástrofe. —Melissa Steiner-Davion miró a su marido con sus ojos, de un tono gris apenas más claro que las primeras luces del alba—. Si lo dejas continuar con esto, lo matarás.

Hanse se levantó de la silla y le sujetó las muñecas. Ella intentó liberarse, pero él la mantuvo agarrada con firmeza.

—¡Melissa, por favor! Quiero a Victor tanto como tú. Si creyera que este plan es un suicidio para él o para sus hombres, lo abortaría de inmediato. Ya lo sabes. Y también sabes que no puedo detenerlo.

—¡Oh, los Davion! —Hanse la soltó y ella le dio la espalda—. Hanse, aquí, en nuestros aposentos privados, he conocido las pasiones que existen en lo más profundo de tu ser. Cada vez que observo cómo miras las grabaciones de las batallas, veo que querrías estar allí, en el fragor del combate. A veces creo que los Davion han nacido hechos para el campo de batalla como algunos perros son criados para la caza.

Melissa fue hacia una ventana, y la luz de la luna bañó sus cabellos con luz plateada.

—En tu caso, es algo más que deseo: es hambre —sentenció.

—Entonces, tu miedo no es por que maten a Victor —dijo Hanse— sino de que vuelva con la gloria del matador, ¿verdad? —Melissa se estremeció. Hanse lamentó de inmediato sus palabras y suavizó su tono—. Sé que esperabas torcer la afición natural de los Davion a la guerra, educando a Victor más como un Steiner que como un Davion. Sí, los Steiner han triunfado en la guerra, pero su fuerza siempre se ha basado en la negociación y en la administración de sus vastas posesiones. Los Steiner son, ante todo, estadistas; y guerreros, sólo en segundo término.

—¿Acaso es malo? —replicó Melissa, volviéndose de repente y enjugándose una lágrima de la mejilla—. ¿Es un delito esperar que mis hijos y mis nietos vivan en una época y en un universo en que la guerra sea sólo una opción secundaria? No, nunca recibí entrenamiento de MechWarrior y por eso no puedo entender por completo la relación que mantenéis con vuestras máquinas. Habláis de los ’Mechs como vuestros amigos, como fieles compañeros que son destrozados o mueren y luego resucitan para volver a combatir. A veces, suena como si los MechWarriors creyerais que no sois vosotros quienes causáis los disparos y las muertes, sino vuestros ’Mechs.

»Eso reduce la guerra a batallas de máquinas contra máquinas; sin embargo, ambos sabemos que es un concepto falso. Los Davion encontráis la gloria en la guerra. Tu hermano Ian, del que Victor ha tomado su segundó nombre, murió en una batalla por un planeta seco que no significaba nada para él ni para quienes se le oponían. Nunca debió siquiera acercarse al mundo de Mallory, y no obstante fue allí donde murió. ¡Y tú, cuando Nueva Avalon fue atacado hace veinte años, fuiste inmediatamente al combate y jamás pensaste en pedir ayuda!

Melissa apretó los puños, y Hanse sintió que su corazón se encogía de dolor.

—Y ahora mi hijo, mi Victor —prosiguió ella—, ha preparado un plan que lo llevará a territorio enemigo en una misión que podría no servir para nada más que recoger una caja con los restos de Hohiro Kurita. El riesgo no vale la pena.

Hanse apretó el puño izquierdo, pero lo aflojó para tratar de aliviar la presión que sentía en el pecho.

—No discutiré contigo los méritos relativos de los objetivos de esta misión. Aunque señalas que Hohiro podría estar muerto ya, el esfuerzo de rescate será significativo para el Condominio. Esa acción, llevada a cabo por Victor a petición de Omi Kurita, podría sellar el acuerdo que hicimos Theodore y yo, extendiéndolo a la próxima generación y quizás a las posteriores.

Hanse inspiró hondo y soltó el aire poco a poco.

—Ian murió en el mundo de Mallory —prosiguió— porque no quería pedir a sus soldados que hicieran una labor que no habría hecho él mismo. Murió defendiendo a sus hombres. Contuvo a las fuerzas de Kurita que los perseguían, consciente de que iba a morir. Debió de presentir algo antes incluso de partir hacia esa misión, porque me obligó a prometerle que no iría en su busca.

»A menudo desearía haber incumplido aquella promesa —añadió, sentándose en el borde de la cama—. Así, quizás Ian habría sobrevivido.

—Le enviaste apoyo. Por desgracia llegó demasiado tarde.

—Eso no importa, amor mío. Lo importante es que Ian, como Primer Príncipe de la Federación de Soles, tenía el derecho de ponerse en peligro. Él lo eligió y lo llevó a cabo según sus términos. Escogió aquella misión porque creía que era un reto que sólo él podía afrontar.

—¿Te das cuenta de que la mayoría de los Davion creéis que vuestro nombre quiere decir en realidad «mesías»? —comentó Melissa con una media sonrisa.

El Príncipe asintió con gesto solemne.

—Tienes razón en más sentidos de lo que crees. Un gobernante no sólo tiene el derecho de poner en peligro su vida, sino que tiene el deber de hacerlo. A través de su ejemplo, debe mostrar que las causas que son importantes para la nación trascienden la importancia de su propia vida o muerte.

»Yo estaba aquí —continuó, dando unas palmadas sobre el lecho— la noche que los Comandos de la Muerte aterrizaron en Nueva Avalon. Cuando me di cuenta de lo que estaba pasando, no sentí pánico ni miedo, sino rabia de que se hubiesen atrevido a violar la santidad de mi planeta. Me enfureció que tuvieran tan poco respeto por mí y por mi pueblo como para atreverse a atacarnos. Fui a buscar mi ’Mech para defender Ciudad Avalon, pero sobre todo para demostrar al enemigo que nada hará que nos acobardemos en su presencia.

»Aquella noche, la lucha fue terrible, pero también fue necesaria para preservar la Federación de Soles y su futuro. Me permitió demostrarme a mí mismo, y a los demás, que era digno de la enorme confianza y poder que la Federación de Soles había puesto en mis manos. Ahora le toca el turno a Victor.

—No —repuso Melissa—. Victor conoce sus responsabilidades y sus deberes como heredero del trono de la Mancomunidad Federada. Hay ocasiones en que esas responsabilidades, como la de mantener la estabilidad del gobierno, deben prevalecer sobre nuestro sentido de la aventura.

—Si crees que esto es una manera de ir a la aventura, Melissa, subestimas enormemente a tu hijo —contestó Hanse, entornando los ojos—. A Victor se le acabaron las ganas de aventuras en Trell I. Aprendió a ser un líder en Twycross, y aprendió a perder en Alyina. Conoce sus responsabilidades mucho mejor que tú o yo cuando teníamos su edad, y ésta es su manera de demostrar que puede aceptarlas. Si no puede derrotar a los Clanes con su estrategia y su planificación, y con el entrenamiento al que ha sometido a los Espectros, nunca se creerá digno de ser nuestro heredero.

—Es una locura poner tanto valor en una misión insensata.

—Estás equivocada, esposa —replicó el Príncipe, sintiendo que unos pequeños tentáculos eléctricos le envolvían el lado izquierdo del cuerpo—. Si Victor fracasa en esta misión, jamás subirá al trono. Sabrá que es incapaz de afrontar los desafíos que se plantearán al próximo Príncipe Arconte.

—Morirá —susurró Melissa, horrorizada—. Morirá como murió Ian.

—No. Victor es demasiado listo. Sabe que, si no puede realizar esa labor, seguirá teniendo valor. Es el legado de los Steiner. No permitirá que sus pasiones de Davion se impongan a la lógica teutónica.

—No vas a cancelar la misión de Victor —dijo Melissa, mirando a Hanse con ojos implorantes—. Nunca pensaste hacerlo, ¿verdad?

—Victor es mi heredero, no mi títere.

Melissa inclinó la cabeza para expresar su resignación.

—Entonces, que Dios te proteja, Victor —dijo.

—Amén —contestó Hanse.

Un brillante fogonazo iluminó la ventana; segundos después, un fuerte estrépito resonó en la noche. Melissa se revolvió y miró entre las coranas.

—¿Qué ha sido eso?

El Zorro sonrió mientras notaba que remitía el dolor del costado.

—Parecía un camión que llevaba productos petroquímicos tóxicos que giró para no tener un accidente con un coche y fue a estrellarse contra el muro que rodea el edificio principal de ComStar.

—Veo llamas cerca del centro de la ciudad —dijo Melissa. Volvió lentamente la cara hacia su marido mientras sonaban las sirenas—. ¿Te han implantado unos amplificadores para los oídos?

El Príncipe se levantó de la cama y rodeó a su esposa con sus brazos.

—Recibimos un mensaje de Theodore Kuríta diciendo que ComStar podía intentar imponer una Interdicción sobre toda la Esfera Interior —explicó—. Alex pensó que podía ser oportuno que se produjera un pequeño accidente que obligase a evacuar el complejo de ComStar, y yo estuve de acuerdo. Por supuesto, será preciso mantener en cuarentena a todos los funcionarios y acólitos para asegurarnos de que no sufran efectos secundarios a causa del accidente. Y tendremos que limpiar toda el área de contaminación. Podrían pasar años hasta que las instalaciones de ComStar volvieran a ser seguras.

—¿No temes otra Interdicción?

—No. En realidad deberíamos ocupar el ochenta por ciento de las instalaciones. Podemos usarlas, junto con nuestras máquinas de fax, para eludir cualquier Interdicción. La Primus podría alentar rebeliones en algunos planetas si no conseguimos apoderarnos de los generadores de hiperpulsación, pero enviar alimentos inspira más lealtad que unas noticias venidas de un lugar lejano. Los planetas que deseen unirse a ComStar deberán confiar en ComStar para recibir provisiones.

—Eso es lo que le espera a la rebelión —comentó Melissa sonriendo, y entrelazó sus dedos con los de Hanse, que la seguía teniendo abrazada por la cintura—. Entonces, ¿«productos químicos tóxicos» fue lo mejor que se te ocurrió?

—En realidad, fue la Primus la que me dio la inspiración —dijo Hanse, ensanchando su sonrisa—. ¿Qué mejor que un camión de transporte de insecticida para librarnos de una plaga de insectos? ¡Vaya con la «Operación Escorpión»!