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Sian

Comunidad de Sian, Confederación de Copela

8 de mayo de 3052

(Día ocho de la Operación Escorpión)

Aunque estaba endurecido tras tantos años de ver los resultados de la depravación de su madre, Sun-Tzu quedó estupefacto al ver en aquel estado a ella y a su padre, Tsen Shang. No por su desnudez —había visto a sus padres desnudos en diversas ocasiones— ni por la aparente reconciliación que los había colocado a ambos en la misma cama. Tsen Shang, que nunca había sido capaz de explicar su atracción hacia Romano, le había dicho que ella jamás lo mataría, y que él volvería siempre con ella cuando se lo pidiera.

Lo que sorprendió a Sun-Tzu fue la violencia y la evidente sorpresa que había dejado retorcidos sus cuerpos. Tsen Shang había caído fuera del lecho, con las piernas colgando entre las sábanas cuando, al parecer, había intentado dar un salto hacia la mesita de noche. En su intento había tumbado la mesita y había tirado al suelo la pistola láser que buscaba, a escasos centímetros de sus dedos extendidos. La alfombra había sido arañada por las afiladas uñas de sus dedos en un intento de arrastrarse hacia el arma.

La herida de láser en la espalda de Tsen, sorprendentemente, no tenía sangre. De no haber sido por una única y fina cinta que se extendía desde la herida a lo largo de la columna vertebral, aquel círculo negro podría haberse confundido con una picadura de insecto infectada. Apenas parecía bastar para detener a un hombre tan corpulento como Tsen Shang; sin embargo, por el lugar de la herida, Sun-Tzu sabía que aquel disparo había reventado el corazón de su padre.

Se incorporó y se limpió las manos en las perneras de los pantalones.

—Teniendo en cuenta que moriste tratando de proteger a mi madre —dijo en voz alta—, supongo que tu muerte fue feliz. Aquí, en Sian, eso es algo verdaderamente único.

Al mirar a su madre, Sun comprendió que de ella sólo podía decirse lo contrario. Tumbada sobre la cabecera del lecho, parecía como si se hubiese erguido como una gata para bufar a su atacante. La furia seguía marcada en su rostro como una horrenda máscara mortuoria, pero la postura de su cuerpo inspiraba más compasión que temor. Aun así, Sun-Tzu no pudo evitar sentir más alivio que tristeza por su muerte.

Cruzó los brazos sobre el pecho para contener un estremecimiento. El asesino de Romano había sido muy cuidadoso: el rayo láser había acertado justo entre los ojos. Una parte de él reconoció el estigma de la herida como la marca bíblica de Caín, pero rechazó aquella posible explicación del disparo. Sabía que su madre se habría enfrentado a su asesino y habría fanfarroneado de que podía destruirlo empleando el poder de su tercer ojo. ¿Qué mejor prueba de que estaba loca?

Mientras se consolidaba su reconstrucción de lo que había sucedido en el dormitorio de sus padres, la alusión a la marca de Caín lo atormentaba. Caín fue un fratricida, si recuerdo bien mis estudios de mitología. Sabía que su madre había ordenado la muerte de su hermana, y Sun tenía sospechas fundadas de que también había ordenado el asesinato de su propio padre. ¿Un gesto simbólico, pues?

Supo de inmediato quién había matado a sus padres. ¡Qué adecuado, qué apropiado!, pensó. Se arrodilló y recogió la pistola láser de su padre. Disfrutó al sentir el suave y brío tacto de su empuñadura y su peso. Sabía dónde iba a encontrar al asesino y decidió darle las gracias antes de terminar el trabajo que debería haber hecho en Nueva Avalon el asesino enviado por su madre.

Mientras deambulaba por los pasillos del palacio, sintió que su corazón latía cada vez más deprisa, aunque lo identificó como nerviosismo ante lo que iba a acontecer, no miedo. Vengar a sus padres sería su primer acto como nuevo Canciller de la Confederación de Capela. De acuerdo con sus planes, su acceso al trono era claramente prematuro. Tampoco había previsto la muerte de su padre, aunque había pensado en la posibilidad de tener que matar a Tsen Shang después de haber eliminado a Romano.

Tomar conciencia de todas sus responsabilidades habría paralizado a otra persona, pero Sun-Tzu, en cambio, se sintió lleno de energía. Sabía que tendría que actuar con prontitud si quería consolidar su poder, pero no con las brutales purgas públicas que había realizado su madre. Tales medidas no inspiraban la lealtad ni la confianza del pueblo, al contrario. No, repudiaría con serenidad los actos de su madre y daría algunos desagravios a quienes habían perdido parientes suyos a causa de la ferocidad de Romano.

Enseñaría a su pueblo un guante de terciopelo, consciente de que siempre tendría guardado el puño de acero. Para unirlos aún más, lanzaría un ataque preventivo contra una de las bases que mantenía su tío Tormana delitro de la Mancomunidad Federada. Reuniendo las pruebas suficientes de que ellos tenían la intención de atacamos, crearé una amenaza externa que nos unirá en una causa común.

Se pasó el arma a la zurda, se enjugó el sudor de la diestra en los pantalones y volvió a cambiar la pistola de mano. Con la izquierda, giró el pomo de la puerta y sonrió al comprobar que estaba abierta. La abrió despacio y entró sigilosamente en la habitación que se había convertido en su refugio. Cerró la puerta y escrutó una segunda serie de huellas en el polvo que cubría el suelo. Siguiéndolas, llegó a distinguir la figura encapuchada y embozada que estaba sentada en la silla, detrás del escritorio.

—Por lo que veo, las noticias de su muerte han sido muy exageradas, Justin Xiang —dijo Sun-Tzu, levantando la pistola y apuntando con pulso firme a la persona sentada—. Lo felicito por la precisión de sus disparos. Oí en Outreach que era muy bueno con ese láser que lleva en la muñeca, pero no me imaginaba una precisión tan milimétrica.

—Hay muchas cosas que no puedes imaginarte, Sun-Tzu Liao —siseó Candace Liao, quitándose la capucha—. Justin era bueno, muy bueno, y acabó con el asesino que quería matarnos a ambos; pero no fue lo bastante bueno para no morir de una herida mortal.

Sun-Tzu estaba totalmente desconcertado. Parpadeó y sintió una fuerte tensión en el pecho.

—¿Qué? ¡Se suponía que estabas muerta!

Candace apartó la capa que le cubría el hombro izquierdo con un gesto rígido.

—Por supuesto, sabes que hace seis años recibí tratamiento en Nueva Avalon para curar un cáncer de mama. Sufrí una mastectomía radical y los músculos fueron reconstruidos con fibras de miómero. El láser de vuestro asesino tenía potencia suficiente para quemar la carne, pero el miómero es un poco más resistente. Cuando caí, me di un golpe en la cabeza que me dejó inconsciente, dando la impresión de que había muerto a causa del orificio humeante de mi pecho.

—Y ahora has venido aquí, has matado a tu hermana y crees que puedes subir al trono por las buenas, ¿no? —inquirió Siti-Tzu, enseñando los dientes como si así quisiera atemorizarla. Candace aparecía ante él como un pozo oscuro que podía engullir sus planes y destruir sus sueños—. Quieres convertirte en Canciller de la Confederación de Cápela.

—Sé que eres más listo, Sun-Tzu. Tu actuación en Outreach no consiguió engañarme. Tú eres tan impulsivo o demente como yo soy una difunta. —Candace lanzó una risa despreciativa—. La Confederación de Capela podría haber sido mía cuando yo hubiese querido. Cuando me marché, hace veinte años, Justiny yo estudiamos varias conspiraciones que me habrían dado el trono. Podríamos haber simulado un secuestro, del que me hubiese salvado escapando de manera milagrosa. Mi padre me habría acogido de nuevo, al igual que el pueblo. O podría haberlo hecho cuando las tropas de la Comunidad de Saint Ivés fueron a luchar contra los invasores de Andurien, o cuando cortamos las relaciones diplomáticas con la Mancomunidad Federada para evitar que Hanse Davion atacase la Confederación de Capela.

»Había cientos de planes —prosiguió—, y siempre tuve ayuda más que suficiente a mi disposición desde el interior de la misma Confederación. Las purgas de Romano descubrieron quizás a uno o dos agentes míos, pero crearon docenas más de ellos. No estarías muy equivocado si pensaras que dentro de este palacio hay más gente en mi nómina que en la de mi hermana.

Me fie demasiado de la imagen que mi madre tenia de su hermana. No volveré a cometer ese error, pensó Sun-Tzu, que se apovó en la puerta y se concentró en el dolor que le causaba el pomo en la columna.

—¿Por qué has esperado tanto tiempo para atacar? —preguntó.

—Porque no quiero ser Canciller de la Confederación de Capela —respondió Candace entrelazando los dedos—. Mientras tu madre me describía como una zorra y una traidora por haberme aliado con Hanse Davion, encontré la manera de que mi pueblo mantuviera su identidad cultural sin verse absorbido por la Mancomunidad. Aunque creo que Hanse es un gobernante mucho más responsable que lo que Romano pudo haber sido jamás, no tenía ningún deseo de ver cómo se desvirtuaba el espíritu de mi pueblo uniéndose al imperio de Davion.

La fría lógica de las palabras de Candace sorprendió a Sun-Tzu, a causa de lo diferente que era de los motivos que su madre había atribuido a todo lo que Candace había hecho.

—En tal caso, ¿por qué has venido ahora?

—Lo que he hecho a Romano es una cuestión personal, no política. Ha sido el último acto de un drama que ha durado demasiado.

—Pero la noticia de su asesinato creará un clamor de venganza —repuso su sobrino, escéptico.

—Incluso Romano supo mantener en secreto la verdadera causa de la muerte de nuestro padre. Que ésta sea tu primera lección como Canciller: aquí, en la Confederación de Capela, la verdad es lo que tú digas que es.

Candace se incorporó despacio y se envolvió de nuevo en su capa.

—Yo no he asesinado a tu madre. Ella, en un ataque de ira, mató a Tsen Shang y luego se suicidó. Dejó un mensaje verigrafiado en el que lo explicaba todo, que tú leíste y destruíste porque trataba de asuntos que no pueden hacerse públicos. Serás vago en tus declaraciones acerca de su muerte pero los llorarás tanto en público como en privado. Por supuesto, amenazarás con vengarte de quien haya sido el causante de todo esto.

No muy distinto de lo que había pensado decir cuando la matase yo mismo. Sun-Tzu sintió que recuperaba la confianza.

—¿Y mi segunda lección como Canciller?

—Nunca te fíes de tu hermana. Kali está tan loca como su madre, si no más. —Candace levantó una mano para que no hablase aún—. Y tu tercera lección: deja en paz a mis hijos. Ninguno de ellos tiene el menor deseo de sentarse en el Trono Celestial. Déjalos tranquilos y jamás tendrás que temerlos.

—Pero su misma existencia ya es una amenaza para mí.

—Sólo serán una amenaza si actúas contra ellos. —La mirada de Candace heló a Sun-Tzu hasta el tuétano de sus huesos—. Hay más caminos que conducen a la Confederación de Capela y a este palacio de lo que tú sabrás nunca. Si me viese obligada, podría volver y volvería, o activaría a mis agentes como venganza. Tal vez tenga mis reparos a aceptar mi responsabilidad con la Confederación, pero eso no quiere decir que sea incapaz de hacerlo si es necesario.

—¿Y si te disparo ahora mismo? —dijo Sun-Tzu, moviendo la pistola láser.

Candace se encogió de hombros y contestó:

—En tal caso, un informe completo de las brechas en el sistema de seguridad de la Confederación (incluyendo información suficiente para preparar un golpe de estado que pondría a Kuan Yin en el trono en tu lugar) llegaría a manos de Hanse Davion. Puedo asegurarte que él será menos cauteloso para utilizarlo de lo que sería yo.

Sun-Tzu bajó la pistola.

—¿Por qué sólo mis padres? —quiso saber aún—. ¿Por qué nos dejas vivos a mi hermana y a mí?

—A ti te dejo vivo porque sé que no eres estúpido —respondió Candace, sonriendo sin alegría—. Si la Confederación debe perdurar, lo hará de acuerdo con tus acciones. Yo odiaba a mi hermana, pero eso no quiere decir que desee el sufrimiento del pueblo de Capela. Después de Maximilian y Romano, mi patria necesita a un gobernante perspicaz, y te considero capacitado para serlo. En cuanto a dejar viva a tu hermana, yo tuve que convivir con Romano. La adversidad te hará más fuerte y prefiero que busques tus enemigos dentro de tu propio hogar que en el exterior.

Candace cruzó la habitación y tocó un interruptor que abrió una puerta secreta en la pared.

—Recuerda: el futuro de la Confederación de Capela está en tus manos. Considéralo como un legado sagrado. La diferencia entre los juegos que jugabais en Outreach y el mundo real es esta: ahora no puedes cometer errores. Recuerda esto y vivirás. Olvídalo, y será tu fin.

Sun-Tzu siguió contemplando el panel después de que se hubo cerrado de nuevo. Luego metió la pistola láser en el cinto. Por tanto, el reinado de terror de mi madre ha terminado, y he sobrevivido para verlo. Muy bien.

Fue al antiguo escritorio de Justin y se sentó en la silla. Tocó un botón de la consola y, ante su sorpresa, el antiguo monitor se encendió. ¡Qué interesante! Todavía funciona. Aún hay vida en la maquinaria que destruyó la Confederación de Capela.

Sun-Tzu se recostó en la silla y dijo en voz alta:

—Mi madre y mi abuelo odiaban tanto a Hanse Davion que no fueron capaces de comprender lo bien que funcionaban sus métodos contra nosotros. En mí, Hanse Davion verá cómo sus propias tácticas y estrategias vuelven para acosarlo. —Sonrió y juntó las yemas de los dedos—. La Confederación de Capela no está muerta, y lo que no nos mató nos hará más fuertes.