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Nave de Salto Diré Wolf, órbita de tránsito, Diosd
Zona de ocupación del Clan de los Lobos
5 de abril de 3052
El Capiscol Marcial irguió la cabeza mientras las puertas del puente de mando se retraían al interior de las paredes. Los dos Elementales con armadura que estaban junto a la escotilla se pusieron firmes, al igual que las filas de oficiales del clan que se extendían basta el lugar donde aguardaba el ilKhan. Focht vio también que una bandera del Clan de los Lobos colgaba desde el techo junto a un estandarte de ComStar. A través de los altavoces sonaban las notas de una marcha militar que había sido famosa en los tiempos de la Liga Estelar.
Focht se ajustó el parche sobre el ojo y avanzó por cubierta al paso marcado por la música nacía el lugar donde Ulric lo esperaba, al lado del holotanque. Al pasar entre las filas de guerreros del Clan, los iba saludando con los respetuosos movimientos de cabeza que hacía a sus propios hombres cuando les pasaba revista. Estos son guerreros a quienes no puedo más que respetar. Apretó las mandíbulas con fuerza. Un trato inferior seria suicida.
Se detuvo frente al ilKhan y le hizo un solemne saludo. El líder de los Clanes se lo devolvió y luego le tendió la mano.
—La Paz de Blake sea con usted, ilKhan Ulric —dijo Focht.
—Y con usted, Capiscol Marcial. Le doy la bienvenida de nuevo, aunque sólo sea por poco tiempo.
—Yo también me alegro de nuestro reencuentro, ilKhan —repuso Focht estrechando la mano de Ulric. A continuación, se puso a su lado.
El Capiscol Marcial escrutó los rostros de los soldados, pensando que quizás había pasado por alto a alguien en su lado ciego. Al no ver a Phelan, levantó la mirada hacia el mirador, pero tampoco vio allí su conocida figura. ¿Tiene algún significado especial la ausencia de Phelan?, se preguntó.
Ulric aguardó a que sus tropas saludaran, devolvió el saludo y les ordenó romper filas.
—Si no tiene nada en contra, Capiscol Marcial, creo que el holotanque será el lugar más adecuado para nuestra conversación.
Focht creyó oír algo más que una cuestión de procedimiento en la aseveración de Ulric, pero no pudo averiguar de qué se trataba con una evidencia tan escasa. Inclinó la cabeza y siguió al ilKhan al interior del holotanque.
Entrar en aquella máquina equivalía a introducirse en un mundo en que uno podía sentirse como un dios. Entre los negros paneles de forma romboidal, Focht descubrió que estaba atravesando la proyección de un mapa de la Esfera Interior. A la altura de su cabeza se hallaba la frontera de la Periferia, concretamente la región por donde habían entrado los Clanes, y junto al suelo se hallaba su querida Tierra. Focht no creyó que fuese una coincidencia que la sede central de ComStar estuviese tan abajo que Ulric pudiese aplastarla con un paso en falso.
El Capiscol Marcial ni siquiera intentó reprimir una sonrisa al penetrar en la imagen de realidad virtual producida por el holotanque. Como un niño maravillado al entrar por vez primera en un planetario, Focht contempló con admiración las miríadas de estrellas, cada una con su respectivo rótulo. Las realidades generadas por ordenador que empleaba Focht requerían trajes y cascos de RV1, lo que hacía que su equipo pareciese un juguete en comparación con este dispositivo.
Contempló el puente de mando por última vez y, sonriendo cortésmente al ilKhan, dijo:
—Esperaba volver a ver a Phelan. Tuve una sorpresa al ver que eran unos Elementales los que venían a mi encuentro en el hangar.
Ulric se encogió ligeramente de hombros. Levantó una mano y tocó un rótulo que flotaba en el aire junto a una estrella. Se desplegó una ventana de color verde brillante y una serie de datos, que Focht vio como reflejados en un espejo, aparecieron escritos en el aire.
—A Phelan también le habría gustado verlo a usted, pero su unidad se halla en Diosd por si acaso sale de su escondrijo otra de las unidades de la milicia. Creemos que hemos acabado con todas ellas, pero unos rebeldes destruyeron los ordenadores centrales del planeta, convirtiendo en un caos todos los sistemas de recogida y filtrado de información.
Ulric empujó un poco hacia arriba el borde inferior de la ventana, que se contrajo hasta quedar reducida de nuevo a un pequeño rótulo.
—Su interés por Phelan me ha recordado una cuestión que deseaba tratar antes de empezar la negociación. Es un favor personal por el que le estaría muy agradecido.
¿Un favor personal?, pensó Focht extrañado.
—Dígame, ilKhan.
El líder del Clan de los Lobos se asió las manos a la espalda y evitó la mirada de Focht.
—He grabado un holodisco que deseo que sea transmido al coronel Morgan Kell de la unidad de los Demonios de Kell. Deseo decirle que su hijo está vivo y es uno de mis guerreros más valiosos. —Ulric levantó la mirada para clavarla en el rostro de Focht y añadió—: ¿Lo sorprende, Capiscol Marcial?
Focht dejó que se viese su sorpresa.
—En efecto, ilKhan —contestó—, y también me complace. Será una enorme alegría para la familia Kell.
—Sí, supongo que sí. Usted conoce las familias mucho mejor que yo, Tas pequeñas rivalidades y los hondos sentimientos que existen entre sus miembros. —El ilKhan cruzó los brazos sobre el pecho—. Como usted sabe, nuestra cultura promueve unos fuertes vínculos de clan y de linaje a costa de la unidad familiar. Si esto es una debilidad nuestra, tiene poca importancia ahora. No deseo causar sufrimiento a los Kell porque necesitemos a Phelan. Creo que hay un refrán en la Esfera Interior que dice: «La sangre es más espesa que el agua», ¿quiaf?
—Sí, ilKhan, aunque por lo general añadimos esta apostilla: «pero no tanto como el deber».
Focht escrutó a su enemigo. Este no es el Ulric que conocí. ¿Es sincero, o esto es una estratagema para dejarme descolocado?
—En cuanto a mis conocimientos sobre la familia —prosiguió—, me temo que no son tantos como usted imagina. Mi familia creció entre malentendidos, pero creo que tiene una impresión correcta de la familia Kell.
—Bien. No he informado a Phelan de que se enviará este mensaje, pero le permitiré recibir la respuesta, si la hay. Si desea incluir un mensaje particular suyo para el coronel Kell a este respecto, o transmitir sus propias impresiones sobre la vida de Phelan entre nosotros, le ruego que lo haga. —Ulric levantó una mano y agregó—: Por supuesto, sé que la Primus puede impedir la transmisión de este mensaje, dado el estado de nuestras relaciones en este momento.
—Diré al coronel Kell cómo ha progresado su hijo aquí —dijo Focht, y se permitió una sonrisa traicionera—. Creo que incluso podré eludir a la Primus en esta cuestión.
—Bien, entonces no seré yo el único traidor, porque creo que el Gran Consejo no aprobaría que me comunicase con el enemigo. —El ilKhan entornó sus azules ojos para añadir—: Estos son tiempos peligrosos, Anastasius. Lo que hacemos aquí es al mismo tiempo fabuloso y terrible, y la mayor tragedia es que los políticos pueden conseguir que no sirva para nada.
—Comparto su temor, Ulric. Entre nosotros puede haber confianza. Yo no lo traicionaré.
—Ni yo a usted.
—Debemos combatir por lo que nuestros diplomáticos no pueden dividir —añadió Focht sonriendo—. Quiero dejar constancia de que yo no habría decidido declararle la guerra, ilKhan. Los he observado a ustedes el tiempo suficiente para saber que es mejor no enfrentarse a un enemigo con su capacidad.
El ilKhan rio suavemente.
—No soy inmune a la adulación, Anastasius. En nuestra negociación, con eso podría ganar un núcleo.
—Siempre y cuando sea el Decimotercero de Guardias de Wolf.
—Interesante elección, amigo mío, pero ¿desea ser usted quien diga a Natasha Kerensky o a Phelan Wolf que no podrán luchar contra ustedes?
—Touehé, mi Khan. Algunas misiones no están hechas para simples guerreros. —Focht se volvió hacia una de las consolas en que un ayudante suyo estaba trabajando con un hombre de los Clanes—. He traído algunos datos conmigo que nos ayudarán a negociar correctamente esta batalla.
El campo de estrellas del holotanque parpadeó por unos segundos y volvió a dibujarse.
—Creo que sus datos han sido incorporados a mi base de datos. ¿Podemos empezar?
—Sí —respondió Focht, irguiéndose—. Soy Anastasius Focht, Capiscol Marcial de ComStar y Comandante Supremo de todos los ejércitos de ComGuardias. Myndo Waterly, Primus de ComStar y Guardiana de la Palabra Sagrada de Blake, me ha asignado la tarea de negociar esta batalla. Lo que ofrezco, garantizo que es cierto y libre de engaño.
Ulric asintió con la cabeza y se irguió a su vez.
—Yo soy Ulric Kerensky, ilKhan de los Clanes y Khan del Clan de los Lobos. Por mi propia autoridad, investida por el Gran Consejo de los Khanes, entro en negociaciones con usted. Lo que ofrezco, garantizo que es cierto y libre de engaño. —Abarcó un millar de estrellas con un movimiento de la mano y agregó—: Como usted es el defensor, debo preguntarle si ha elegido el lugar de nuestro enfrentamiento.
—Así es, ilKhan —repuso Focht, y tocó el rótulo adjunto a la estrella Tukayyid—. En el cuarto planeta de este sistema creo haber encontrado un campo de batalla.
La ventana se desplegó y el ÜKhan, acariciándose la perilla, contempló el planeta azul y dorado que giraba en el espacio. El holotanque enfocó la imagen a través de la atmósfera del planeta y pronto se desplazó sobrevolando enormes campos de trigo a punto de madurar. Volaron como águilas sobre las llanuras y subieron a las oscuras montañas Pozoristu. Desde sus cumbres envueltas en nubes, descendieron por valles, ciénagas y deltas, y cruzaron el oscuro mar Crisol.
—No puede decirse que sea un examen exhaustivo, pero el terreno parece adecuado pata cualquier número de batallas —dijo el ilKhan, ceñudo—. ¿La población es reducida, y está concentrada en áreas muy específicas?
—La mayoría de los habitantes serán evacuados del planeta —contestó Focht—. Cuando bajemos nuestras tropas al planeta, las Naves de Descenso se llevarán a la gente. El único personal civil que quedará será el imprescindible para mantener en funcionamiento las fábricas que no puedan cerrarse. Pararemos la actividad de todas las industrias potencialmente peligrosas y estamos preparados para designar algunas comunidades religiosas como zonas libres de combates, si no tiene objeción. Además, ComStar acepta pagar la mitad de los costes de reparaciones si los Clanes aceptan pagar la otra mitad.
—¿ComStar pagará el coste de la evacuación y de la repatriación?
—Sí —respondió Focht—. Si ustedes conquistan el planeta, repatriaremos la población a Tukayyid o a cualquier otro planeta que ustedes o ellos elijan. A este fin, consideraremos a esas personas como subditos suyos, de modo que usted tendrá la prioridad para decidir cuál será su lugar de destino.
—Es aceptable —dijo Ulric, pero su sonrisa hizo estremecerse a Focht—. No tiene sentido llenar el tablero de piezas impotentes, ¿quiaf, Anastasius?
En un instante apareció un tablero de ajedrez en la mente de Focht. Vio a la Primus como su dama y a Natasha Kerensky al lado de Ulric. No fue una idea tranquilizadora. Le extrañó que no lo preocupase lo que fuese a hacer Natasha para enfrentarse a él, sino qué es lo que fuese a hacer la Primus para ayudarlo.
—Prefiero compararlo con la evacuación de los hinchas de un estadio deportivo antes de un partido —repuso Focht—. Usted sabe tan bien como yo que describir nuestra batalla como un juego de ajedrez devalúa el valor de las vidas de los hombres y las mujeres que morirán en Tukayyid.
—Lejos de mi intención, Anastasius. Sin embargo, debe admitir que nuestros preparativos se parecen a los que preceden a una partida de ajedrez. Le he concedido la elección del campo de batalla; por así decir, le he permitido elegir el color de las piezas. Ahora debemos decidir qué piezas ponemos y dónde, cuál es su valor y cómo podemos aprovechar esas ventajas a costa de nuestro enemigo.
»Al fin y al cabo —dijo Ulric, con expresión muy seria—, valoro una fuerza más que cualquier político, que puede enviar a la destrucción una unidad muy potente como una torre sacrificada en un gambito.
De pronto, Focht sintió como si alguien caminase sobre su tumba. ¡Oh, qué bien juegas a este juego, Ulric! ¿Has desentrañado el secreto de mi identidad? ¿Fue Phelan quien lo hizo, y por eso no se encuentra aquí?
—Esperaba eso de usted, ilKhan, porque es un militar de gran sabiduría. No obstante, eso no quiere decir que no vaya a malgastar una unidad en una maniobra suicida si cree que el riesgo vale la pena.
—Bien dicho, Capiscol Marcial —dijo Ulric, acariciándose la perilla de nuevo; parecía sentirse más cómodo de lo que Focht habría deseado—. En tal caso, ¿qué fuerza utilizará para defender este planeta?
Focht tocó uno de los iconos que se hallaban bajo la imagen de Tukayyid. Con esta acción se abrió otra ventana, que permaneció con el fondo negro y un borde de color verde orillante. Entonces, el Capiscol Marcial tocó un planeta que se hallaba dentro de la zona de ocupación del Clan de los Lobos.
—Desde Rasalhague I, traigo la 278.ª División bajo el mando del capiscol IV Byron Koselka.
Cuando se desplegó la ventana de Rasalhague, Focht tomó de ella el icono que representaba aquella unidad de ComGuardias y la puso en Tukayyid.
El icono cruzó el universo artificial como un cometa y apareció en la ventana vacía. Otro icono lo siguió, y después otro, a medida que Focht quitaba todas las tropas de la región de Asta de ComStar. A continuación se dirigió a la Mancomunidad Federada y quitó tropas de la zona de ocupación de los Halcones de Jade. El Capiscol Marcial siguió en orden inverso a las agujas del reloj, enviando todas las Divisiones de ComGuardias hacía Tukayyid.
Cuando terminó, examinó los setenta y dos designadores de unidades que había trasladado a Tukayyid.
—Los datos que le he dado detallan las características de las unidades seleccionadas e incluyen una relación de sus historiales y los registros de las personas que las componen.
—¿Se ha guardado su propio registro, Capiscol Marcial?
Focht irguió bruscamente la cabeza al oír la pregunta del ilKhan.
—El motivo de que le haya proporcionado los registros de mis hombres se debe a que nuestras unidades no han participado en ningún combate real, aunque considerarlos tropas novatas sería un error. Por mor de la claridad, le enviaré el registro de mi servicio desde que me convertí en Capiscol Marcial. Deducir algo de mi carrera anterior sería un error.
—¿Eso cree? —dijo Ulric, caminando despacio hacia el otro lado de las ventanas de Tukayyid—. ¿Puede un viejo soldado aprender nuevas estrategias?
—¿Acaso un gusano es una mariposa? Elegí el nombre de Anastasius Focht por una razón muy concreta. No soy el hombre que fui. Privado de un ojo, ahora veo con mayor claridad que nunca. —Focht se asió las manos a la espalda y agregó—: Defenderemos Tukayyid con cincuenta regimientos de BattleMechs aproximadamente, junto con el correspondiente apoyo aéreo y de artillería, caballería e infantería. Hemos optado por no utilizar unidades navales, porque la superficie marina de Tukayyid es limitada y los enfrentamientos navales pondrían en peligro de forma innecesaria la ciudad submarina del mar Crisol.
Por unos momentos, Ulric pareció atónito al oír la fuerza de ComStar.
—¿Cincuenta regimientos?
—Sí —dijo Focht, asintiendo con gesto solemne—. Todo lo que tiene ComStar, salvo las dos divisiones de ’Mech que están en la propia Tierra. La Primus prefiere mantener a su lado sus unidades de protección.
—Entonces no combatimos sólo por Tukayyid. Ese es su planeta sustituto de la batalla sobre la propia Tierra.
¿Esperaba que plantease un conflicto preliminar para ponerlo a prueba?, pensó Focht.
—Sí, ilKhan, es el planeta sustituto. Tenemos tan pocas ganas como usted de librar la batalla en la Tierra.
»Si conquistan Tukayyid —prosiguió Focht—, además del cuidado de la población del planeta, les cederemos la Tierra y todas nuestras instalaciones en sus zonas de ocupación. Seguiremos administrando sus mundos conquistados en su nombre, y nuestros ingresos serán transferidos a ustedes. Si así lo ordenan, interrumpiremos todos nuestros servicios a los Estados Sucesores. También ordenaremos a nuestros empleados que se integren en sus fuerzas. De forma efectiva, pasaremos a formar parte de los Clanes… si quieren aceptarnos.
Ulric empezó a pasearse. Focht no estaba seguro de entenderle. Ulric había abandonado su habitual actitud imperturbable, para encerrarse en una especie de cascarón invisible. Focht casi podía oír las sinapsis en el cerebro del ilKhan, pero no albergaba ninguna esperanza de que llegara a derrumbarse bajo la presión del envite de ComStar para defender la Tierra.
Sin embargo, era evidente que convertir a Tukayyid en un planeta sustituto había sorprendido y preocupaba al ilKhan. Focht ni siquiera había soñado en pillarlo desprevenido. Tal vez sus averiguaciones sobre mi pasado le habían hecho esperar otra cosa de mi. Lo observaba con atención, pero la expresión de Ulric no revelaba ninguno de sus pensamientos.
Entonces, Ulric dejó de pasearse y contempló a Focht a través de la ventana de combate de Tukayyid.
—Si ustedes ganan, querrán algo a cambio —dijo.
—Sí. La Primus me ha ordenado que, en tal caso, exija a los Clanes que se retiren de la Esfera Interior.
Como respuesta a su demanda, Focht esperaba una sonora carcajada. No obstante, Ulric se detuvo para meditar la propuesta.
—Me temo que eso es imposible, Anastasius, como sabe muy bien —contestó por fin—. Si aceptase esa condición, el Gran Consejo me destituiría y rechazaría el acuerdo. No nos vamos a retirar.
El Capiscol Marcial aceptó la respuesta sin protestar.
—Es lo que imaginaba —dijo y, con un dedo, trazó una línea roja paralela alsuelo que atravesó Tukayyid—. Si no se retiran, concédame que sus fuerzas no traspasen nunca esta linea; que Tukayyid seael lugar más próximo a la Tierra al que los Clanes se acerquen.
Ulric juntó las manos en una postura de plegaria y replicó:
—«Nunca» es mucho tiempo, amigo mío. Es mucho más de lo que yo, o cualquier persona que conozca, pueda obligar a los Clanes a respetar. No obstante, puedo aceptar trazar una línea de alto el fuego en Tukayyid, y puedo concederle un armisticio de un año, como cuando interrumpimos nuestro avance para elegir un nuevo ilKhan.
—Sin duda, usted considera que un año es una oferta generosa —contestó el Capiscol Marcial.
—Les ha permitido equiparse y entrenarse para enfrentarse a nosotros en mejores condiciones. Imagine los progresos que harían con otro año de tiempo.
—Imagine los progresos que haríamos todos con un siglo de paz.
—¿Un siglo? Me sería más fácil convencer al Gran Consejo de que no ataquemos nunca. Le propongo cinco años, entonces.
—Apenas un parpadeo, Ulric. Cinco años no es nada para nosotros. Sesenta años, el período de vida activa de nuestros mejores jefes militares. Concédame sesenta años.
El ilKhan no pudo reprimir una sonrisa.
—¿Sesenta años? Nosotros somos como mariposas en comparación con ustedes. Para nosotros, sesenta años son doce generaciones de guerreros. Yo estaré muerto y olvidado cuando se reanude la guerra. Diez años como máximo.
—Nosotros, en cambio, somos como tortugas y diez años no son nada. No es tiempo suficiente para preparar a un buen guerrero, y mucho menos para entrenar cuadros capaces de enfrentarse a ustedes. Treinta años, entonces. Deje que los guerreros que han luchado contra ustedes regresen a sus hogares para educar a una nueva generación de guerreros que hagan frente a los suyos.
Ulric titubeó, como si estuviera tentado de no envidar más.
—Amigo mío, me temo que treinta años es demasiado. Puedo concederle quince, y es una oferta firme. A menos que me maten en Tukayyid, creo que puedo seguir como ilKhan el tiempo suficiente para garantizar el cumplimiento de este trato. Más allá, no podré ejercer la influencia necesaria para que los Clanes lo mantengan.
Focht se ajustó el parche sobre el ojo derecho. Lo he presionado demasiado, ¿verdad?
—Puedo aceptar quince años. Al fin y al cabo, me ha cedido la elección del campo de batalla.
—Cierto —dijo Ulric, y volvió a examinar los datos de Tukayyid—. ¿Cuándo se celebrará la batalla?
—¿A principios de mayo? —sugirió Focht.
—Está dentro de nuestras posibilidades operativas. Cuando los Clanes hayan elegido las unidades que atacarán Tukayyid, le enviaré esta información.
Focht alargó la mano a través de la imagen de Tukayyid.
—Bien negociado y trato hecho, ilKhan.
Ulric sonrió al oír aquella fiase tan familiar.
—Aprendió mucho durante su estancia entre nosotros. ¿Cree que aprendió lo suficiente?
—Lo bastante para saber que la respuesta a esa pregunta está en Tukayyid.