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Tukayyid

Distrito de intervención de ComStar

República Libre de Rasalhague

1 de mayo de 3052

(Día uno de la Operación Escorpión)

Por primera vez en todos sus años de servicio en ComStar, Anastasius Focht comprendió hasta qué punto la Primus podía creerse una especie de Diosa Madre de una humanidad a punto de nacer. En su cuartel general, oculto en las profundidades de las montañas Tamo, un mapa de Realidad Virtual Interactiva que representaba el continente septentrional de Tukayyid se extendía a su alrededor. Se paseaba por las imágenes de las montañas creadas por ordenador como un titán, con su traje y su casco de RVI.

Sobre su cabeza, flotando como un halo fuera de su campo de visión, un círculo construido a partir de la miríada de vistas recibidas de sus estaciones de vigilancia y sus tropas giraba en medio de un abigarrado abanico de colores. Sólo levantando la mano derecha y bajándola, colocó la banda de informes al nivel de sus ojos. Caminó más despacio hasta detenerse cuando seleccionó una vista en particular. La amplió hasta que lo envolvió por completo, transportándolo a la llanura de Przeno. Las otras vistas giraron hacia el techo y desaparecieron mientras se oían cada vez con más fuerza las conversaciones del enlace de radio.

—Confirmado, jefe. Los Halcones de Jade están descendiendo sobre nosotros.

A lo lejos, Focht vio cuatro Naves de Descenso que activaban sus retropropulsores, preparándose para descargar lo que transportaban. Todas aquellas naves esféricas colgaban inmóviles sobre el llano, chamuscando los campos de trigo, mientras un ’Mech tras otro de un núcleo de los Halcones de Jade saltaban de su vientre blindado. Procurando evitar los chorros de propulsión de iones de la Nave de Descenso, aunque sin importarles el fuego que ardía en los campos, los ’Mechs de los Halcones de Jade fueron avanzando hasta ocupar sus posiciones defensivas.

Focht abrió un canal de comunicación.

—Capiscolesa Gesicki, ya puede retirar a sus exploradores —dijo.

—Mis hombres no tienen miedo, Capiscol Marcial —repuso Anna Gesicki, con un tono de voz que revelaba tanto temor como irritación—. Los Leones Blancos aguantarán.

Focht sonrió a su pesar.

—No dudo de la capacidad de combate de sus tropas, capiscolesa. Está contemplando un núcleo de los Halcones de Jade. Como recordará, parecen tener problemas con la táctica de guerrillas que ha utilizado la Mancomunidad Federada contra ellos. También recordará que el error del príncipe Victor Davion en Alyina fiie enzarzarse en un combate antes de lo necesario. Tiene el complemento completo de fuerzas aéreas, artillería y caballería. Úselos tal como hemos planeado.

—Sí, señor —respondió Gesicki con voz vacilante—. Sólo quería decir que mis exploradores están dispuestos a permanecer en su puesto hasta que llegue el momento de retirarse.

—Entendido, capiscolesa. Ese momento ha llegado. No queremos que los Halcones los descubran en su avance. Cuando ataquen su primera línea, quiero que se lleven una sorpresa.

—La tendrán, Capiscol Marcial. Ya retiro a los exploradores, señor.

—Muy bien. Recuerde que los Leones Blancos deben jugar con los Clanes como el gato con el perro: arañar, bufar, parecer más grande de lo que es en realidad y huir. Haga que dediquen recursos a golpes que no causen contraataques.

Focht interrumpió la comunicación alargando la mano y bajando el zoetropo, que giró hasta que Focht eligió un marco de color gris. Con un sencillo gesto de la mano, lo seleccionó y lo dejó colgando en el cielo azul sobre Przeno. El individuo que parecía estar atrapado en su interior apartó la mirada de la pantalla de un ordenador y dijo:

—A su servicio, Capiscol Marcial.

—Necesito que se comprueben algunas cosas, Hettig —dijo Focht—. Los Halcones de Jade están bajando a la llanura de Przeno. Los Jaguares de Humo han aterrizado en las montañas Dinju y el delta del Racice. Los Tiburones de Diamante están en el valle de Kozice, los Osos Fantasmales han llegado a Spanac y a Luk, y los Gatos Nova han descendido sobre Joje, Tost y Losije.

—Correcto, señor —contestó el ComTech—. Los Víboras de Acero se hallan en un vector de llegada orientado hacia las fuentes del Hladno dentro de una hora. Nuestras fuerzas situadas en esas áreas han sido alertadas.

—Excelente. ¿Alguna noticia de Brzo o Skupo?

—No, señor. Parece que los Lobos no han picado el anzuelo.

Focht frunció el entrecejo, porque no podía creer que Ulric declinara su invitación a atacar esos dos lugares. Había puesto allí las divisiones 66.ª y 278.ª, y había comunicado a Ulric que eran dos de las mejores de ComStar. Focht estaba seguro de que los ComGuardias podrían resistir el ataque de los guerreros del Clan de los Lobos si seguían su estrategia.

—No se apresure en sus juicios, Hettig. ¿Tiene algún indicio de que los Lobos se hayan comprometido? ¿Se han supervisado e identificado con éxito todas las Naves de Descenso?

El rostro de Hettig se deformó en una mueca.

—Si los Clanes tienen alguna fuerza en este planeta que no conozcamos, me presento voluntario a luchar contra ellos armado con un abrelatas.

—No es necesario que tome una decisión tan drástica, señor Hettig —contestó Focht, haciendo un gesto con la mano que hizo sonreír a su imagen en el visífono de Hettig.

El entusiasmo de Hettig era un reflejo de lo que sentían todos los ComGuardias. Después de veinte años de entrenamiento, por fin tenían la oportunidad de demostrar lo buenos que eran. Tanto si luchaban por orgullo personal como por salvar a ComStar, sus tropas estaban ansiosas de combatir y contentas de poder hacerlo en Tukayyid.

—La respuesta a la pregunta que está buscando, Capiscol Marcial, es esta: por lo que hemos podido determinar, los Lobos no se han desplegado en esta batalla.

El análisis de Hettig confirmó lo que Focht suponía. ¿Por qué no? ¿Por qué se ha impedido actuar a Ulric? Se mordisqueó el labio inferior. Si se había impedido al ilKhan desplegar sus fuerzas, eso podía anunciar su caída del poder. En tal caso, el pacto establecido entre ellos podía considerarse rechazado. Fuera cual fuese el resultado, todo se habría perdido.

Al analizar esa posibilidad, Focht la rechazó. Si se hubiese anulado el pacto, los Clanes habrían vuelto a negociar la batalla. Aunque hacían envites entre ellos por el derecho a dirigir el ataque contra los diversos objetivos que les proporcionaba ComStar, nadie le había ofrecido volver a envidar por toda la batalla. No, Ulric vendrá, pero los otros lo deben de haber marginado. Pensaron que era una batalla rápida y no querían que él participase y la ganase.

Focht asintió para sí. Ulric les ha permitido hacerlo para mantenerse fuera del primer día de combates. Bajará a Brzo y Skupo, pero sólo después de ver cómo reaccionan mis tropas. Está utilizando a los otros como arietes, y espera que habré comprometido mis fuerzas de reserva antes de que descienda.

—Señor Hettig, ponga todas las unidades de reserva en espera. Quiero que todas pierdan un batallón para formar el Sexto Ejército de la reserva.

—Anotado, señor.

—Bien.

Focht sabía que su estrategia le llevaría todo el día, si sus hombres ejecutaban los planes que les había ordenado. En el aspecto organizativo, los ComGuardias estaban divididos en doce ejércitos. En Tukayyid se había asignado un área de aterrizaje de los Clanes a cada uno de los siete ejércitos de ComStar. Los más pequeños y menos experimentados se mantenían en reserva para reforzar a sus compañeros si surgía la necesidad. Además de la 66.ª División, que había sido trasladada desde una unidad de reserva al Quinto Ejército para recibir a los Lobos, el resto de los ejércitos mantenían la integridad operativa que habían conocido en sus destinos anteriores.

Cada uno de los ejércitos estaba dividido a su vez en seis divisiones. A diferencia de las fuerzas del resto de la Esfera Interior, los ComGuardias estaban organizados como unidades combinadas integradas. Mediante el entrenamiento, Focht había conseguido suprimir los normales celos entre ellos y unirlos en unidades de combate terriblemente eficientes.

Si la Esfera Interior hubiese concebido jamás cuál era nuestra verdadera capacidad, habría intentado destruirnos hace mucho tiempo. Las unidades blindadas serían las primeras en atacar a los Clanes; luego, las fuerzas aéreas y el ruego de artillería les permitiría dispersarse y reagruparse para hostigar los flancos. A continuación atacarían los ’Mechs de Tos ComGuardias, que desaparecerían de inmediato, obligando a los Clanes a moverse constantemente. Dado que cada división actuaba de manera autónoma y trabajaba en colaboración con otra, podían presionar a los Clanes poco a poco.

—Si todo va según lo planeado.

—¿Disculpe, Capiscol Marcial? —preguntó Hettig, mirando a su comandante en jefe con perplejidad.

—Nada, sólo pensaba en voz alta —repuso Focht—. ¿En qué zonas hay más conflictos?

—Nadie dispara todavía, pero en Dinju y Spanac parecen estar a punto de… —Hetting se llevó una mano al auricular—. Prioridad Uno-Alfa, llega un mensaje para usted, procedente de la Primus.

La irritación borbotó como ácido en el estómago de Focht.

—Lo escucharé aquí, en Przeno —dijo.

Se volvió mientras la imagen de Hettig crecía y se desvanecía en una lejana nube. La cara de Myndo Waterly apareció en lugar del ayudante.

—Primus, el asalto ha empezado —comunicó Focht.

La mujer de cabellos blancos asintió con gesto sereno; luego levantó bruscamente la cabeza y dijo:

—Pero tú no estás en un ’Mech.

—No, ni lo estaré a menos que las cosas vayan muy mal —contestó Focht tratando de mantener un tono calmado, pero sus palabras estaban teñidas de inquietud.

—Sin embargo, mantener el cuartel general inmóvil fue lo que dio problemas a las fuerzas del Condominio en Teniente —alegó Myndo, reprochando a Focht su insensatez con la mirada—. ¿No aprendiste nada de aquellos hechos?

—Desde luego que sí, Primus. Desde este bunker, todas las comunicaciones están encaminadas a la red de comunicaciones del planeta. Llegan a las subestaciones a través de cable óptico. Por supuesto, los mensajes están cifrados y se emiten directamente desde las subestaciones o se envían a un satélite, que los reenvía a nuestras fuerzas. Nos cuesta quizás un par de segundos de tiempo de transmisión, pero en definitiva obliga a los Clanes a dedicar fuerzas a tratar de averiguar nuestra ubicación.

»Esta comunicación tuya está ocupando valiosos recursos —agregó, dejando que el ordenador pintase una mueca de desagrado en su rostro.

—Entonces no te voy a entretener mucho —dijo Myndo, con una sonrisa en los labios que a él le pareció fingida—. Sólo quería explicarte lo vital que es tu triunfó para ComStar.

—Me doy perfecta cuenta del carácter crucial de nuestra victoria, Primus.

—Bien, pero quiero que sepas que tú también te juegas algo —continuó la Primus con ojos brillantes; Focht sintió como una brisa de aire gélido en la columna—. Si vences aquí, te daré la recompensa que siempre has deseado.

—No es necesario que me recompenses por cumplir con mi deber, Primus.

—Pero lo haré, amigo mío.

Aquellas palabras, viniendo de ella, sonaron más como una amenaza que como una promesa.

—Es un honor para mí —dijo Focht.

—Será más que eso —repuso Myndo—. Serás exaltado. Si derrotas a los Clanes, te devolveré tu legítima herencia. —La Primus de ComStar irguió la cabeza y concluyó—: Te restauraré en tu antigua gloria y te haré a ti, Frederick Steiner, nuevo Arconte de la Mancomunidad de Lira.