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Ciudad Avalotiy Nueva Aval
Marca Crucis, Mancomunidad Federada
1 de febrero de 3052
Hanse Davion, Príncipe de la Mancomunidad Federada, dejó las gafas encima del informe que tenía sobre el escritorio. En aquel momento, se abrió una de las enormes puertas de bronce girando sobre sus bien engrasados goznes. El Príncipe vio que al otro lado había una auténtica falange de guardias de seguridad y la alta y delgada figura de su Secretario de Inteligencia provisional. Bien, Álex, llegas a tiempo.
Alex Mallory entró en la sala cojeando, un recuerdo de las torturas que había padecido en la capital de Liao, Sian, más de veinte años atrás. Hanse sabía que Alex sólo cojeaba cuando estaba cansado, y se compadeció de él. Sentía simpatía hacia aquel hombre. Aunque sus grises ojos seguían brillando, las oscuras ojeras que había debajo de ellos revelaban que había trabajado demasiado y no había disfrutado del suficiente descanso.
El Príncipe sonrió cansinamente, comprendiendo que la expresión de Mallory era, con gran probabilidad, un reflejo de la suya.
—Perdona por haberte mandado venir, Alex. Sé que no te fuiste a dormir hasta las tres de la madrugada.
Alex se encogió de hombros, pero se mostró aliviado al tomar asiento en un sillón de piel marrón al otro lado del escritorio.
—No tiene importancia, Alteza. Estoy acostumbrado a trabajar tras haber dormido cuatro horas o menos.
—Eso es lo que he oído. Justin decía siempre que eras un adicto al trabajo.
El dolor asomó a los ojos de Alex, pero se esforzó por reír entre dientes a pesar de ello.
—Procediendo de vos y de él, es un eran halago —comentó, y abrió una de las carpetas que había llevado consigo—. Estas son las últimas noticias que tenemos del frente. Parece como si los Clanes hubiesen detenido su avance por el momento y estuvieran consolidando sus posiciones.
—Avanzaron de forma muy apresurada en su última ofensiva —dijo Hanse, tabaleando con los dedos sobre el informe que tenía encima del escritorio—. Es razonable que ahora quieran consolidar su retaguardia.
—Cierto —confirmó Alex, estirándose las mangas de su chaqueta de lana negra—. Al parecer, el Condominio Draconis ha infiltrado algunas fuerzas en su retaguardia. Tienen su base en Wolcott, pero hasta ahora los Clanes han mantenido su juramento de no volver a atacar ese planeta. Otra fuerza partió de Pesht, aunque no logró el asombroso éxito de otras operaciones del Condominio. Dado que al frente de las tropas había dos jefes militares de la «línea dura», no estoy sorprendido de sus resultados.
Hanse se arrellanó en su sillón, añorando los tiempos en que él podría haber pilotado un ’Mech contra los Clanes. Pero, en Outreach, Kai Allard me venció con rapidez durante su prueba. Y los Clanes lo han derrotado. ¿Cuánto tiempo podría sobrevivir?
—Alex, ¿tenemos noticias de Alyina?
El Secretario de Inteligencia se mordisqueó el labio inferior por unos momentos y finalmente negó con la cabeza.
—Nada. Creo que hay pocas dudas de que Kai Allard murió al intentar salvar a Victor. Algunos de mis hombres han estado repasando las grabaciones de la batalla efectuadas desde los ’Mechs de Victor y de Galen Cox. Aunque Kai hubiese sobrevivido tras caer al mar, el fondo se encuentra a un kilómetro de profundidad en esa área. Si la carlinga hubiera mantenido la presión interna de algún modo para soportar el peso del agua a esa profundidad, Kai podría haber sobrevivido; sin embargo, no tendría ninguna posibilidad de subir a la superficie. Su ’Mech no tenía tobera de escape modular como la de un Hatchetman o un Wolfhound.
—Entonces, ¿ha muerto? —preguntó Hanse, con un nudo en la garganta.
—Aparece en las listas como «Desaparecido en combate». Teniendo en cuenta las otras tragedias sucedidas en la familia Allard-Liao, creo que lo mejor es que no comuniquemos ninguna información acerca de Kai. —Alex se acarició un mechón de sus blancos cabellos y agregó—: Cuando llegue el momento, las grabaciones de la batalla demostrarán que Kai fue un héroe al servicio de la Mancomunidad Federada como lo fue su padre.
Hanse asintió con gesto solemne, mientras pequeños tentáculos de dolor parecían rodear su corazón y oprimirlo.
—Sin embargo, hiciste saber a ComStar que pagaremos para tener prioridad de transferencia de cualquier mensaje de Kai o referido a él.
—Así es —contestó Alex, y la sonrisa que asomó a su rostro despertó la curiosidad de Hanse—. Al hacerlo, averigüé algo muy interesante. Estoy preparando un informe, pero voy a claros ahora un resumen preliminar.
—Sí, por favor —dijo Hanse. ¿Esposible que lleguen noticias buenas de ComStar?
—Siempre hemos supuesto que existía, por lo menos, una benigna complicidad entre ComStar y los invasores.
Hanse mostró despacio una sonrisa; seguía siendo el Zorro.
—Lo sabemos a causa de la ocultación de datos importantes de los planetas conquistados por los Clanes. Dado el abrumador luto de estos, también hemos supuesto que ComStar estaba suministrándoles información que les servía para preparar sus ataques.
—Correcto —dijo Alex, que juntó las yemas de los dedos en un gesto que a Hanse le hizo recordar, con un escalofrío, a Justin Allard—. Cuando me puse en contacto con ComStar, me comunicaron de inmediato con Huthrin Vandel, el capiscol de Nueva Avalon en persona. Vandel me aseguró que cualquier mensaje de Kai o referido a él nos sería transmitido inmediatamente. Dijo que lamentaba mucho que esta guerra costase la vida a tantos ciudadanos valientes de la Mancomunidad Federada. También deslizó que había cierta preocupación en el Primer Circuito acerca de los Clanes, e insinuó que ComStar podría estar dispuesta a lanzar sus ComGuardias contra ellos si recibían apoyo de los Estados Sucesores.
—¿Qué? —exclamó Hanse, clavando la mirada en su Secretario de Inteligencia—. ¿Crees que Vandel está disputando el poder a la Primus, o esta información es oficial?
—Tengo demasiados pocos datos para estar seguro, Alteza. Por eso quería tener un análisis antes de informaros. Sabemos que Huthrin Vandel y Ulthar Everston se oponen desde hace tiempo a la Primus y a sus actividades, pero nunca habían hecho mucho más que criticarla sin gran acritud. Si ahora están conspirando contra ella, me pregunto: ¿por qué ahora? ¿Qué puede haber hecho ella que por fin los haya animado a reaccionar?
—¿No basta con ayudar a los Clanes y ser cómplice de ellos para que quieran deponerla? —inquirió Hanse rascándose la cabeza.
—Claro que sí, Alteza, pero tenemos que dar por supuesto que ComStar lo ha estado haciendo todo el tiempo, de modo que el momento que han elegido para hacerlo es cuestionable. Si la hubiesen depuesto al principio de la invasión y luego hubiesen colaborado con todos nosotros para vencer a los Clanes, ComStar se encontraría en una posición fuerte. Ahora, tras haber ayudado a los Clanes en sus victorias, la Primus es bastante poderosa. Esos dos no habrían soñado siquiera con oponerse abiertamente a ella. Podría haber conseguido que los expulsaran del Primer Circuito y los sustituyeran por favoritos suyos, tal como hizo con Sharilar Mori, la mujer que eligió como su sucesora como capiscolesa de Dieron.
—Entonces —reflexionó Hanse—, eso quiere decir que, o bien ComStar ve ahora los Clanes como una amenaza y quiere detenerlos, o Vandel está tanteando nuestro posible apoyo en caso de una acción contra la Primus. ¿Por qué?
—Una vez más, Alteza, no tengo datos suficientes más que para aventurar una suposición.
—Adelante.
Alex sonrió y dijo:
—Creo, Alteza, que ComStar por fin se ha dado cuenta de que el vector de ataque de los Clanes los conduce en una dirección que pasa por la Tierra. Myndo Waterly debe de estar sintiendo el ardiente aliento del Clan de los Lobos sobre su cuello, y finalmente ha decidido pedir apoyo.
—¿Qué posibilidades tiene de lograrlo?
—¿De nosotros? Eso depende de vos, Alteza. Podríamos apartar varios Regimientos de Combate, pero eso nos perjudicaría en el frente de los Halcones de Jade. No creo que el Condominio tenga tropas disponibles, pero se podría persuadir a Theodore de que le envíe algunos de sus regimientos «fantasmas».
—Y Romano Liao le negaría su apoyo. Ella negaría el apoyo a todo el mundo. —Hanse abrió un cajón de su escritorio y sacó un pequeño frasco de pastillas contra la acidez—. ¿Qué hay de Thomas Marik? Fue Adepto de ComStar antes de asumir la Capitanía General de la Liga de Mundos Libres. ¿La apoyaría? Sus tropas no están retenidas por la guerra. Podría responder.
—Sí, pero recordad cuánto le costó negociar con vos y con Theodore Kurita en Outreach. Todo lo que se le pedía era empezar la producción de equipos de actualización y ’Mechs, no utilizar sus tropas en la defensa. Negoció duramente y sólo cedió cuando vos le ofrecisteis tratar aquí a su hijo Joshua con quimioterapia para curarle la leucemia. ¿Qué podría ofrecerle la Primus a cambio de defender la Tierra?
Hanse engulló la última pastilla y respondió:
—Muy buena pregunta. Sólo Dios sabe los secretos que ha encontrado ComStar y mantiene ocultos en la Tierra. La Primus tendría que ofrecer a Thomas algo increíble, porque Thomas sabe que sus tropas no tienen ni idea de cómo combatir a los Clanes. Es consciente de que enviar sus ejércitos a la batalla contra ellos en estos momentos equivaldría a una sentencia de muerte. Esto levantaría protestas tan grandes en su nación que no se las puede permitir.
Hanse entornó sus azules ojos por unos instantes y su taimada sonrisa volvió a añorar.
—Por cierto, ¿cómo le va al joven Joshua Marik?
—Muy bien. La leucemia está remitiendo y el chico parece estar tolerando mucho mejor nuestra medicación que la que utilizaban los médicos de su padre. A éstos no les gustó que el personal del Instituto de Ciencias de Nueva Avalon se refiriese a ellos como «brujos», pero conseguimos suavizar las relaciones. Mantendremos aquí a Joshua durante otros seis meses por lo menos para vigilar su evolución.
Y el tiempo suficiente para que las equipos de modificación para nuestros ’Mechs empiecen a salir de las fábricas de la Liga de Mundos Libres, pensó Hanse.
—Muy bien, Alex. Mis felicitaciones. Estoy especialmente impresionado por tu habilidad y aptitud para ponerte en la piel de Justin.
—Agradezco vuestro elogio, Alteza, pero no lo merezco —respondió Alex—. Tengo un equipo de siete personas que me ayudan a hacer lo que Justin hacía solo antes de que… eh, se marchara. Cada día parece surgir otro asunto que él había estado vigilando y del que yo no sabía nada al respecto. De esta pérdida no nos recuperaremos en bastante tiempo… tal vez nunca.
Hanse volvió a sentir dolor en su corazón.
—¡Lo sé muy bien, amigo mío! Había imaginado que Justin y yo pasaríamos nuestra labor a nuestros hijos respectivos dentro de cinco o diez años. Ahora, en cambio… —Hanse dejó caer las manos sobre la mesa y las dejó inertes.
—Sí, Alteza —dijo Alex, y abrió otra carpeta—. Os agradará saber que hemos conseguido seguir la pista de la pistola láser que se utilizó contra Justin y Candace. Tiene marcas que coinciden con las encontradas en un arsenal de armas que localizamos en la Marca de Sarna. Es improbable que el asesino la trajese desde allí, por lo que hemos estado buscando la nave que podría haberla traído. Hemos reducido el número de sospechosos a tres Naves de Descenso comerciales independientes; ahora estamos analizando las listas de pasajeros, tripulación y cargamento de todos los vuelos hechos por esas naves a Nueva Avalon en los diez últimos años.
—Bien —dijo Hanse, apretando el puño—. Quiero a todos los participantes en esa conspiración. Quiero que se los juzgue por asesinato, y me complacerá presenciar su ejecución por alta traición y regicidio. —La ira de Hanse creó una fuerte tensión en su pecho—. Sólo deseo que la cabeza de la serpiente pudiese ser traída también para ser juzgada. Me enfurezco al pensar que Romano Liao y Tsen Shang están más allá de mi alcance.
Alex asintió con la cabeza.
—Sobre eso, Alteza, no tengo noticias. Sin embargo, debe interpretarse como una buena noticia. Tal vez Romano esté fuera de vuestro alcance, pero no del brazo de la justicia. Saber eso me reconforta un poco.
—Un poco, pero no es lo mismo que si pudiese rodearle el cuello con mis propias manos.
Tanto Alex como Hanse se echaron a reír.
—Alex, ¿se ha enterado ya mi hijo de sus nuevas órdenes?
—No, la Barbarossa no llegará a Biota hasta este fin de semana. Morgan Hasek-Davion ya se ha ido en una Nave de Descenso para unirse a la Barbarossa cuando efectúe el salto al sistema. Morgan le informará, y todo el Décimo de Guardias Uranos se dirigirá a Port Moseby para descansar y recuperarse. Morgan no cree que a Victor le guste volver a estar detrás de las líneas. Cree que le exigirá ser transferido al Primero de Ulanos de Khatil o a otra unidad de primera línea. Si su petición es rechazada, Victor creerá que se lo está castigando.
Sólo mi hijo pensaría eso. Hanse suspiró hondo y deseó que el antiácido hiciera efecto pronto.
—Morgan y yo hablamos de esa posibilidad. Morgan puede tratar con él; es mucho más persuasivo que yo.
—Pero vos esperáis un enérgico mensaje de vuestro hijo en el que protestará por ser retirado para su protección.
—Desde luego. —Hanse bajó la mirada y sintió el peso de todos los años pasados como si fuese el gigantesco pie de un ’Mech—. Por fortuna, sólo tengo que grabar un holovídeo para contestarle, de modo que puedo repetir las tomas hasta que suene sincero. Sí, el Décimo necesita un descanso con urgencia y luego los convertiremos en una fuerza mejor de lo que eran antes, pero sufrieron graves pérdidas en Alyina. Yo casi perdí a Victor el mismo día en que perdí a Justin y a su hijo. Mi esposa está segura de que Victor morirá como murió Ian.
Hanse contempló el retrato de su familia que estaba en una esquina del escritorio.
—Me temo que yo no pienso en esa posibilidad, por más razones aún que por mi profundo temor de perder a mi hijo. Yo no estaba en la línea directa de la corona y, por ello, no esperaba tener que asumir el cargo y el poder, pero fui capaz de sobrellevar la transición. No estoy tan seguro respecto a mis otros hijos, sobre todo porque son muy jóvenes. Katherine sólo tiene veinte años y no tiene la experiencia suficiente para asumir las responsabilidades de gobernar la Mancomunidad Federada. Y Peter, con diecisiete, ya se ve a sí mismo como Príncipe de la Guerra, que no es lo que necesitamos en estos momentos.
—Tened confianza, Alteza. Son vuestros hijos. Lo harán bien. —Alex se levantó del sillón y se estiró—. Creo que comprobaré los últimos despachos y luego intentaré dormir un poco. Me permito recordaros que los médicos os han sugerido que también debéis descansar más.
Hanse desdeñó la preocupación de Alex.
—En cuanto sepa que Victor está viajando sin contratiempos hacia la retaguardia, podré dormir otra vez. Ahora me siento bien.
—Alteza, perdonad mi franqueza, pero todavía lleváis el mismo uniforme de ayer. Dar una cabezada en el sillón no es forma de descansar.
—Has estado hablando con mi mujer, ¿verdad? —dijo Hanse, sonriendo—. Muy bien, lo has conseguido. Iré a dormir un poco.
—Muy bien —repuso Alex, asintiendo—. Alteza, una última cosa antes de irme.
—¿Sí?
—Si el capiscol de Nueva Avalon y yo volvemos a hablar, ¿qué debo insinuarle acerca de sus solapadas peticiones de ayuda?
Hanse dejó escapar el aliento entre los dientes.
—Sugiérele que los apoyaremos por completo, pero no prometas nada —contestó, y se frotó su barbilla todavía no afeitada—. Durante veinte años, ComStar ha hecho todo lo posible por perjudicarnos y ahora han ayudado al enemigo en esta invasión. Han estado jugando con fuego, ¡y tendré un gran placer en ver cómo ComStar arde a fuego lento!