Prólogo

Prólogo

Sian

Comunidad de Sian, Confederación de Capela

5 de enero de 3052

Cuando Sun-Tzu Liao vio la sonrisa de su madre, necesitó todo el autocontrol que había desarrollado a lo largo de sus veinte años de vida para reprimir un estremecimiento. Su hermana Kali, que había entrado en la sala del trono y había pasado junto a él como un rayo, no albergaba sus mismas dudas. Su expresión transfigurada era un reflejo de la de Romano. Sun-Tzu miró a su padre y sintió asco al ver la sonrisa que Tsen Shang había obligado a adoptar a su rostro aunque todo su cuerpo parecía encogerse de terror.

Ella esperaba sentada en la enorme silla de caoba conocida como el Trono Celestial. El enorme disco que le servía de respaldo estaba labrado con representaciones de constelaciones y símbolos místicos que describían el universo según la mitología capelense. Sentada enel trono, era como si Romano presidiera toda la Esfera Interior, el universo se expandía desde su cabeza como el halo de un santo cristiano.

—¿Qué pasa, madre? ¿Por qué nos has convocado? —preguntó Sun-Tzu. Mantuvo un tono de voz sereno, sin atreverse a empaparlo de un falso entusiasmo por temor a manifestar en él su previsión de un desastre futuro. Fuera como fuese, leía en la expresión de Romano que lo consideraba un éxito increíble. Sólo le cabía esperar que, por una vez, el universo racional y el universo personal de Romano estuviesen en armonía.

Romano no dijo nada. Estaba magnífica con su vestido de seda con los colores del arco iris con un bordado de unos tigres dando cabriolas y lanzándose al ataque. La difusa luz que entraba en la sala por las galerías enrejadas que rodeaban el techo hacía visibles las finas volutas de humo de incienso que emanaban de los incensarios situados detrás del trono. La Canciller abrió las manos e indicó a sus hijos que se sentasen a sus pies.

No, otra vez no. Ha pasado demasiado tiempo. Sun-Tzu se contuvo un poco, aunque cualquier movimiento que no fuese el de arrojarse hacia el trono lo habría hecho parecer inmóvil en comparación con su hermana, Kali, que se lanzó de inmediato a los escalones que subían hasta el trono y frotó la cara contra la pierna de Romano como una gata. Cuando Sun-Tzu se acercó, su hermana se volvió hacia él con una mueca de ira en el rostro. Entonces Romano acarició los castaños cabellos de Kali.

Sun-Tzu se detuvo al pie de los escalones y se sujetó las manos a la espalda como un soldado en posición de descanso. La expresión de Romano se ensombreció por unos instantes, mas luego sonrió. Aunque estaba acostumbrado a las vertiginosas emociones de su madre, Sun-Tzu había sentido una sacudida de miedo al ver su enfado, y después un gran alivio cuando le sonrió. Más karma consumido. Debí de ser muy buena persona en una vida pasada.

Romano juntó las manos sobre su regazo y entonó con solemnidad:

—En el principio, Pangu creó el Cielo y la Tierra con el huevo del que había nacido y se convirtió en la vida de su creación. Nüwa creó a los hombres y a las mujeres y de entre ellos eligió a una familia exaltándola sobre todas las demás.

Kali tiraba ansiosamente del vestido a su madre. Romano le concedió permiso para hablar con una benigna caricia.

—Los Liao, reconocidos por su sabiduría y coraje, fueron puestos por encima del resto de la humanidad, mas no gobernaron a sus subditos. Fueron mentores y no dictadores, guiando la historia entre bastidores, salvo en tiempos de crisis, cuando sólo el liderazgo de los Liao podía salvar a la humanidad.

Romano miró a Tsen Shang. Este hizo una visible mueca, pero prosiguió el relato:

—Así, la humanidad floreció bajo la guía de los Liao, y prosperó. Fue lejos de su hogar, dispersándose hasta alcanzar la estrella más lejana, y aun más allá. Y los Liao siguieron con ella, siempre ayudándola y guiándola. La Liga Estelar fue el instrumento de los Liao; y la educación de la humanidad, su objetivo.

—En el seno de la Liga Estelar surgieron muchos poderes y muchos hombres ambiciosos —continuó la historia Sun-Tzu—. Entre ellos estaban los Amaris, de los que nació el monstruo Stefan, la abominación que mató al legítimo gobernante de la Liga Estelar, destrozó la creación de los Liao, la Liga Estelar, y hundió a la humanidad en una edad oscura.

Romano asintió con orgullo mientras su hijo repetía cada palabra del relato a la perfección.

—Una vez más, un Liao reconoció su misión divina y aceptó el manto de Primer Señor de la Liga Estelar. Mas, para infortunio de la humanidad, la peste de los Amaris había infectado a las otras Grandes Casas. Davion, Steiner, Marik y Kurita creyeron ser, cada uno de ellos, el legítimo sucesor del trono de la Liga Estelar. Se enfrentaron en varias guerras, primera, segunda y tercera, que despojaron a la humanidad de los dones de sabiduría que los Liao le habían impartido. Llenos del espíritu de venganza, los falsos Señores de las Grandes Casas persiguieron y trataron de destruir a los Liao, mas no conocieron el éxito hasta que…

Kali retomó el hilo de la historia, interrumpiendo a su madre:

—… hasta que una víbora vino a cobijarse en el seno de los Liao. Los falsos Señores sabían que la debilidad de los Liao era su compasión, de modo que enviaron a un hombre destrozado y vilipendiado por tener sangre Liao. Mas este hombre, esta encarnación del mal, no estaba destrozado, sino que era un caballo de Troya, construido y controlado por Hanse Davion. Y se llamaba Justin Xiang.

Sun-Tzu tomó el hilo de la historia, aunque eliminando el ansia de venganza que su hermana había introducido.

—Este Justin Xiang traicionó la cordialidad con que los Liao lo habían acogido. Sedujo a la más débil de las Liao, Candace, y, apartándola del dominio de su Señor, arrebató a los Liao su querido Saint Ivés.

»Y algún día su traición será vengada —comenzó a añadir, pero su madre lo interrumpió dando un puñetazo sobre el brazo del trono.

—¡En este día, su traición ha sido vengada! Un mártir al servicio de los Liao ha conseguido el desquite de la maligna traición de Justin Xiang. Ahora, él y su puta están muertos en Nueva Avalon, donde estúpidamente creían estar a salvo de mi ira.

Romano siguió desvariando con la mirada perdida, mas Sun-Tzu no escuchó sus palabras. ¿Allard muerto? ¿Y Candace también? La temible expresión de victoria de su madre le reveló que ella realmente creía lo que acababa que decir. Sin embargo, Sun-Tzu había aprendido hacía tiempo que lo que creía su madre y la realidad no siempre coincidían.

—Padre, ¿es verdad? ¿Es eso posible?

Tsen Shang asintió con gesto cansino.

—ComStar pensó que la noticia tenía la suficiente importancia para transmitirla a través de su red. Se especula que tu tío Tormana será nombrado regente de la Comunidad de Saint Ivés, al menos por el momento. Kai será llamado del frente de los Clanes para que asuma el gobierno.

Sun-Tzu se concentró, tratando de apartar de su mente las risotadas de maligna satisfacción de su: madre y de su hermana.

—Si vuelve Kai, ¿qué probabilidades existen de que dirija sus tropas contra nosotros? Ahora, los soldados de Saint Ivés están luchando contra los Clanes. ¿Cuáles son las probabilidades de que se apoderen de parte de la avanzada tecnología, de los Clanes y la tengan en perfecto funcionamiento cuando vengan aquí?

—No lo sé —contestó su padre, encogiéndose de hombros.

—¿No eres el jefe de nuestro servicio de inteligencia? —lo increpó Sun-Tzu—. Seguro que la Maskirovka está vigilando las tropas de Candace. Sólo porque hayamos cortado la cabeza de la serpiente del espionaje de Davion, eso no quiere decir que podamos quedarnos de brazos cruzados.

Tsen Shang levantó la cabeza bruscamente con fuego en los ojos, pero éste se apagó enseguida.

—Sí, hijo, tenemos informes sobre esto, pero son muy poco fiables. Los Clanes han machacado todo lo que se ha lanzado contra ellos, así que no creo que a las tropas de Saint Ivés les vayan mejor las cosas.

—Ojalá tengas razón, padre —contestó Sun-Tzu y, lanzando una mirada a su madre, añadió—: Tal vez ella pueda permitirse despreciar a los hijos de su hermana, pero ni tú ni yo podemos permitirnos ese lujo. Aunque ella se cree intocable, no albergo sus mismas ilusiones. Si todavía no nos han atacado, no ha sido por la incapacidad de Candace, sino porque ella estuvo conteniendo su ira. Es posible que sus herederos (Kai, Cassandra, incluso Kuan Yin o Quintus) no sientan tantos reparos.

»Acuérdate de mis palabras, padre: ellos vendrán. Tal vez esperen a haber derrotado a los Clanes, pero un día querrán vengar a Candace y a Justin.

Sun-Tzu miró a su madre una última vez. Y cuando llegue ese momento, debo estar preparado para preservar mi nación