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Hogar de los Mahler, Alyina
Trellshire, Zona ele ocupación ele los Halcones de Jade
17 de mayo de 3052
(Día diecisiete de la Operación Escorpión)
Kai, vestido sólo con los pantalones cortos de un MechWarrior como los otros Elementales, permanecía totalmente quieto mientras Slane lo observaba y hacía algunos retoques en la armadura. Taman y Locke lo miraban sonrientes. Erik y Hilda contemplaban todo el proceso con gran interés, mientras que Michaels parecía aburrido. Deirdre estaba detrás de los Mahler, escudada tras ellos.
Una parte de Kai quería tranquilizarla como había hecho la noche anterior. Sin embargo, vencer fantasmas no era una tarea tan sencilla bajo la áspera luz de la realidad como en la suave penumbra de la intimidad. Le sonrió, y ella se sintió obligada a imitar su gesto con valentía.
Taman trajo la mitad inferior de la armadura mientras Kai subía a un lado del aerocamión. Se quitó la hierba y el polvo de los pies, y se embutió en aquellos pantalones blindados. El revestimiento interno, de un brillante color negro, tenía un tacto caliente sobre la piel de sus piernas. Sus pies descendieron hasta las botas, que tenían receptáculos separados para los dedos, y encontró una resistencia un poco mayor.
—¿Estás totalmente dentro? —preguntó Taman.
—Sí —respondió Kai—. Los ajustes de las piernas son perfectos. No tengo la sensación de tener atada la rodilla izquierda como ayer. Collar de presión de la cintura, liberado. —Mientras hacía este anuncio, oprimió un pestillo que aflojaba una banda metálica que rodeaba el borde del traje.
—Correcto.
A continuación, Locke y Slane introdujeron los brazos de la armadura a través de cada mitad de la placa pectoral. Locke fue el primero en acercarse y pidió a Kai que metiera el brazo en la manga metálica. Kai notó en el extremo un guante con una abertura para el pulgar y otras dos para los demás dedos. Metió dos dedos en cada una y sintió una cierta tensión en la primera articulación que rodeaba las tres piezas del guante. Al mover los dedos, vio que también se movía la triple garra del brazo metálico.
—La garra es operativa —declaró con una sonrisa.
—Comprobado —dijo Taman, tras inspeccionar el engarce del pectoral izquierdo en el collar de la cintura—. Kai, repasa el procedimiento de disparo de la ametralladora.
El MechWarrior asintió con la cabeza.
—Cuando el arma esté cargada, apuntaré al blanco con el dedo índice y el medio. Una vez que tenga el blanco fijado o cuando quiera disparar, cerraré el puño con el pulgar metido debajo de los dos dedos más pequeños. Lo mismo para el láser del brazo derecho.
Kai iba llevando a cabo las instrucciones mientras las decía en voz alta. La evidente sabiduría del sistema le hacía sonreír. Bastaba con señalar el blanco para que las armas lo apuntasen de forma automática, y señalar y disparar era una técnica que se había utilizado durante eones para enseñar a los soldados de infantería a apuntar sin pensar. La posición nada natural de la mano hacía que las descargas accidentales fuesen extremadamente raras.
Slane le hizo meter el brazo derecho en la manga y enganchó las dos mitades del blindaje del torso en la solapa de la espalda. Ambas mitades se alzaron hasta cubrirle los hombros y formaron incluso una protección para el cuello, que quedó tapado hasta las puntas de las orejas. Sobre el pecho notó el mismo tejido negro que antes, y el traje entero le recordó los diversos equipos de inmersión que había usado a veces en el pasado.
—Me alegra que estés aquí para ayudarme a ponerme esta armadura —dijo a Taman—. Os debe de resultar difícil equiparos en caso de emergencia o si estáis solos.
—No, normalmente el conjunto del pecho ya está montado y sólo hay que bajarlo hasta la cintura. Si tiene mucha prisa y está cansado, el Elemental puede dejarlo todo en el suelo y meterse en cada pieza forcejeando un poco. Sólo te estamos ayudando para que los encajes de las piezas sean perfectos. ¿Cómo te sientes?
Kai lo pensó durante unos segundos.
—¡Muy bien! Mejor que nunca. No me siento tan voluminoso como a principios de semana.
Locke se aproximó con una pieza de la cabeza y el pecho, pero Deirdre pasó entre los Mahler y lo detuvo.
—¿Me concedes un minuto?
Malthus dio su permiso y Kai se volvió con las piernas rígidas.
—¿Qué te parece? —le preguntó.
—Creo que ahora tienes la carne que hace juego con tu corazón de acero —dijo ella, bajando la mirada. Su tono sombrío pilló a Kai por sorpresa.
—Deirdre, contigo no tengo un corazón de acero. Te quiero.
Ella asintió y pasó la mano por la parte del pecho que la armadura dejaba aún al descubierto.
—Sé que es verdad, y yo te quiero a ti. También sé…
Deirdre no pudo continuar.
—¿Qué? —preguntó Kai. Fue a abrazarla, pero sus miembros mecánicos se movían con una rigidez que los atemorizó a ambos—. ¿Qué?
Deirdre se esforzó por sonreír y se enjugó una lágrima de la mejilla.
—Sé que eres el mejor guerrero de este planeta —dijo por fin—. Sé que no morirás.
Se puso de puntillas para darle un beso, dio media vuelta y se alejó.
Kai alargó el brazo hacia ella, pero se estremeció al ver las garras metálicas que aparecieron entre él y la figura de Deirdre. Hilda Mahler la rodeó con sus brazos y se la llevó al interior de la casa. Mientras tanto, Erik se acercó con la pieza de la cabeza de la armadura.
—A las mujeres nunca les gusta ver que sus hombres se van a la guerra, ¿ja?
—¿Alguna sugerencia a este respecto?
—Entiéndelo. Cuando regreses, encontrarás rabia mezclada con alegría y alivio. —Erik levantó la pieza para la cabeza y el pecho, y Kai se inclinó para que se la pudiese poner mejor—. Ella es una mujer fuerte, Herr Aliara, y os necesitáis el uno al otro. Procurad que vuestra fuerza no os destruya.
—Gracias.
Cuando la última pieza de la armadura estuvo encajada, el collar de la cintura se colocó en su posición y se ciñó para sellar el conjunto. Kai oyó un zumbido grave mientras el tejido negro, lenta pero firmemente, se adhería a su cuerpo. Mientras que el interior del conjunto resultaba caliente y cómodo, el forro de las botas se volvía más consistente y éstas se adaptaban para ajustarse a sus pies, más pequeños que los de un Elemental.
Entonces, una pantalla holográfica se materializó entre su rostro y el visor en forma de V. Además de ver que la visión normal de trescientos sesenta grados se truncaba a sólo ciento sesenta, también distinguió dos hileras de cubos que se extendían por encima y por debajo de la pantalla. Cuando miró la que estaba marcada como «IR», brilló un segundo y la pantalla holográfica conmutó a la modalidad de infrarrojos. Miró al cubo de luz visual para devolver la pantalla a su estado normal. Luego miró el cubo con la etiqueta «Taccomm».
—Conjunto comprobado; todos los sistemas funcionan —informó—. Esta radio activada por la voz es buena, pero ¿no tenéis problemas con los tipos parlanchines?
—Si un guerrero adquiriese semejante hábito —respondió Malthus, frunciendo el ceño—, sería expulsado de la unidad. Los Elementales no son propensos a la charla irrelevante.
—Cierto, perdona —dijo Kai sonriendo, y la expresión de Malthus se suavizó.
Kai sabía que aquella armadura era una maravilla tecnológica como no se había visto jamás en la Esfera Interior. Con él podía levantar unos quinientos kilos de peso en un planeta normal de gravedad uno. La garra podía generar una presión de treinta Ksc, más que suficiente para arrancar fragmentos de blindaje de un ’Mech y diez veces más de la necesaria para quebrar un hueso. Su velocidad de carrera aumentaba levemente a pesar del peso añadido, y su capacidad de salto se doblaba en cuanto a la distancia. Sabía que la armadura también tenía retropropulsores de salto, pero Malthus los había inhabilitado porque Kai no tenía tiempo para practicar su uso.
Locke se colocó su propio casco y dijo:
—Kai, recuerda que una vez que hayas cargado las armas, puedes dispararlas como quieras utilizando la posición de la mano que has comentado antes. Puedes, descargarlas mediante el sistema de la mirada, pero la ametralladora estará siempre activada mientras permanezcas en el interior de un conjunto que tenga las armas cargadas.
—¿Por si acaso me encuentro con algo inesperado?
—En efecto. Si tienes una brecha en la armadura o si resultas herido, el conjunto activará una terapia con drogas para combatir el impacto y aliviar el dolor. El conjunto cerrará la herida por sí mismo y emitirá una señal de aviso que nos permitirá venir a buscarte. Esa señal es distinta de la que se activa con el cubo de «Señal de alerta» de tu pantalla. Este sólo se emplea en caso de emergencia.
Kai sonrió y empezó a mover los miembros para adaptarse de nuevo a las sensaciones. Con la energía activada, se movían de forma suave y grácil. Empezó a caminar hacia el lugar donde los otros Elementales, vestidos con colores verde y gris de camuflaje, subían a la parte trasera del aerocamión. Se acercó lo suficiente para ver los ojos de Malthus a través de su visor.
—Gracias, Taman, por este honor —le dijo.
El Elemental apoyó su garra mecánica en el hombro de Kai.
—Ahora sabes lo que se siente al ser un verdadero guerrero. Vamos a rescatar a nuestros amigos sin dar cuartel a nuestros enemigos.
Gus Michaels afirmaba que la diversión de conducir un aerocamión era que, al tratarse de un vehículo con cojín de aire, no tenía que viajar por carreteras convencionales. Kai notó casi desde el principio que el conductor parecía encontrar un perverso placer en conducir el camión por los terrenos más escabrosos, pero se maravilló por la capacidad de la armadura de absorber las sacudidas del vehículo, que hacían saltar los cables que estaban sobre el rifle Gauss.
Mientras que Dove Costoso se hallaba al norte y en el interior, apartada del Mar Negro y del hogar de los Mahler, Valigia estaba en la costa, unos cuatrocientos kilómetros al oeste. Kai imaginaba que, si Taman no lo hubiese prohibido, Michaels habría preferido cruzar el Mar Negro y entrar en la ciudad por el puerto. Aunque el aerocamión podía navegar sobre las olas con facilidad, la posible pérdida del rifle Gauss en caso de un fallo de los ventiladores los obligó a viajar por tierra.
Los cálculos convencionales ponían a Valigia a cuatro horas de distancia, pero el camión llegó en poco más de tres. Entraron en la ciudad sin ser detenidos ni inspeccionados. Michaels siguió rigurosamente las normas del tráfico y condujo el aerocamión por la ciudad, compuesta de edificios de ladrillos blanqueados, demorándose al mínimo. Por fin, entró en un callejón que se hallaba enfrente de la puerta principal de la fortaleza de ComStar.
—ComStar central, señores —exclamó, mirando hacia la plataforma de carga a través de la ventanilla—. ¿Dejo el taxímetro funcionando?
—¡Quédese aquí! —le ordenó Malthus—. Equipo, cargad las armas.
Kai lanzó una mirada al cubo que llevaba la etiqueta «Cargar armas». La pantalla holográfica mostró una silueta de su armadura. Miró el brazo izquierdo y activó la ametralladora. Cuando activó también el láser pequeño del brazo derecho, pensó en su padre y en el arma que llevaba en el brazo postizo. Espero hacerlo tan bien con esto como tú lo haces con el tuyo, padre.
Entonces sonrió, al darse cuenta de que ya no sentía la vieja sensación de dudar de sí mismo.
—Armados y preparados, capitán estelar.
—Desplegaos.
Kai saltó del camión y ocupó una posición detrás de este. Escrutó la parte superior de los muros de la fortaleza, pero no vio a nadie sobre los gruesos bloques de piedra. Las torres de vigilancia de las esquinas parecían estar vacías. Más arriba, unos gruesos cables de electricidad se extendían [desde la calle hasta el interior del complejo, justo por encima de las puertas de hierro de ocho metros de altura que cerraban el arco de la entrada. En el centro del recinto se alzaba una enorme torre de comunicaciones, en cuyo extremo parpadeaba despacio una luz roja.
Locke bajó del camión y fue extendiendo los dos cables mientras caminaba hacia la calle y hacia los enormes postes de electricidad que estaban plantados en ella. Slane bajó la puerta trasera del camión y ayudó a Taman a sacar una barra de acero que estaba junto al rifle Gauss. Kai prefirió no pensar en el deterioro que se hacía en el alma del rifle Gauss al introducir aquella barra.
—Arma lista.
Taman dejó su láser sobre el rifle Gauss y la usó para representar el blanco. La empujó un poco a la derecha con la garra mecánica.
—Blanco alineado. ¿Estado?
Kai examinó los muros de nuevo.
—Despejado —anunció.
Locke sacó el gancho que estaba unido al primer cable. Lo sostuvo con la garra y lo lanzó hacia arriba, donde quedó enganchado en el cable más alto. Al igual que la mayoría de los que estaban tendidos muy por encima del suelo, aquel cable no estaba aislado. Locke recogió el segundo gancho y lo arrojó también.
La barra de acero aceleró a una velocidad vertiginosa un instante antes de que se fundiesen los cables que conectaban el arma a la línea eléctrica, y salió disparada hasta chocar contra las puertas de hierro. Impactó en ellas justo encima del centro y las arrancó de sus goznes. Las dos hojas rodaron por el patio y fueron a incrustarse en el edificio principal. Los fragmentos más pequeños rebotaron en las paredes e hicieron pedazos a media docena de acólitos que estaban al descubierto.
Kai y Locke cruzaron corriendo la calle, esquivando los coches que pasaban. Al entrar en el patio, Kai vio que algunos ComGuardias salían de un edificio situado a su izquierda. Levantó la ametralladora, apuntó y disparó una ráfaga de izquierda a derecha. Los cuerpos cayeron en medio de un baño de sangre, pero Kai no se detuvo a considerar la clase de muerte que habían tenido aquellos hombres.
¡Tengo una misión y no voy a sabotearla!, pensó.
Tal como habían acordado, Locke fue el primero en disparar contra la puerta del área de las celdas. Sin prestar atención a las gotas rojas que caían por la pared, Kai dio una patada a la puerta. Cuando la pantalla holográfica mostró a Locke aguantando la puerta, Kai entró en los calabozos de la fortaleza.
Un ComGuardia apareció de detrás de una esquina y le disparó con un rifle automático. Kai sintió los impactos de las balas en su armadura como si fuesen una suave brisa. Sin tomar conciencia de ello, Kai apuntó a su enemigo y las balas de la ametralladora le destrozaron el corazón.
Al llegar a la primera de varias puertas de acero, Kai rodeó la cerradura con sus garras mecánicas. Metió el pulgar entre los otros dos dedos encorvados, perforó el mecanismo y lo arrancó. Con una fuerte patada, lanzó la puerta contra la pared. Los seis Elementales que había en la habitación se levantaron de un salto.
Kai activó el altavoz externo con un golpe de vista y dijo:
—Vámonos. Sois libres.
Uno de ellos, un Elemental de ojos negros que tenía un ojo amoratado, titubeó:
—¿Quién eres? —le preguntó.
—¿Acaso importa? Me envía el capitán estelar Malthus. —Kai salió de la celda y fue a abrir las otras a patadas—. ¡Salid, salid!
Al llegar al final de la hilera de celdas, subió corriendo unos peldaños de piedra y atravesó la puerta que conducía al edificio principal. Tal como esperaba, se encontró al otro lado del pasillo de la armería de los ComGuardias. Un soldado se volvió y trató de disparar un lanzamisiles de MCA, pero una ráfaga de ametralladora puso fin a aquella amenaza.
Kai señaló la armería a los Elementales liberados.
—Armaos —les ordenó—. Tenemos que controlar estas instalaciones.
Al ver los fogonazos de unas explosiones en el patio, Kai echó a correr e hizo pedazos una puerta para entrar en una habitación que daba al exterior. Un coche blindado Rotunda había llegado a la fortaleza desde la ciudad y se encontraba entre las sombras de la entrada. Los lanzamisiles de MCA, que estaban situados justo debajo de los faros del vehículo, lanzaron dos misiles que volaron en espiral hacia el lugar donde antes se hallaba Locke. Las explosiones sembraron el patio de piedras y hormigón, pero Kai no escuchó nada a través de la radio que indicase el estado en que se encontraba Locke.
El Rotunda avanzó, decidido a atrapar a Malthus y a Slane en sus posiciones del interior del patio. Al empezar a dar la vuelta para apuntar con las armas, el aerocamión entró por la puerta y lo embistió en el cuarto trasero izquierdo. El Rotunda giró, mientras que el aerocamión se inclinó a un lado y volcó.
Kai saltó por la ventana y corrió hacia el patio. El Rotunda estaba avanzando de nuevo. De un salto, Kai cayó de bruces en el techo y empezó a resbalar, pero se sujetó bien con una garra. Fue a la derecha y metió el láser a través del parabrisas. Cerró el puño y llenó la cabina de fuego.
Desde la azotea del edificio principal dispararon un MCA que fue a dar en el vientre expuesto del aerocamión. Explotó y partió el vehículo en dos. Kai saltó del Rotunda incendiado y buscó al ComGuardia que había disparado, pero Slane y Malthus ya lo habían localizado. Le dispararon sus armas láser y lo convirtieron en una antorcha humana.
Dos de los Elementales liberados corrían sobre el muro de la fortaleza. Uno de ellos señaló la calle.
—¡Vienen más vehículos y tropas, capitán estelar! —exclamó.
—¡Capitán estelar, que todos se alejen del muro! —gritó Kai. Se agazapó detrás del Rotunda y empezó a empujarlo. Cuando fue tomando velocidad y ya estaba orientado hacia la puerta principal, Kai le dio un empujón final, se puso a la derecha y destrozó parte de la rueda delantera. El vehículo cruzó la entrada y salió a la calle.
El primer vehículo de ComStar chocó de frente con el Rotunda y saltó por los aires. Era un aerocoche ligero de modelo Gabriel, que voló tan alto que los alerones traseros rozaron el arco de la entrada y dieron al vehículo un lento giro hacia atrás. Cayó justo al lado del aerocamión. La parte trasera fue la primera en chocar contra el suelo; luego volcó y resbaló hasta entrar en el garaje del complejo de ComStar.
El aerocamión que seguía al Gabriel también chocó con el Rotunda a toda velocidad y no consiguió desembarazarse de él. Los ventiladores chirriaron y se desintegraron cuando el camión dio una vuelta de campana sobre el vehículo blindado. Entonces, los misiles de corto alcance que permanecían dentro del Rotunda explotaron en una serie intermitente de fogonazos. Los cuerpos de los soldados que iban en el camión volaron por doquier; por último, el arco de la entrada se desplomó y enterró los restos ardientes de los vehículos.
Un Elemental sin armadura apareció en la entrada del edificio principal.
—Hemos tomado las instalaciones, capitán estelar —anunció—. Nos hemos apoderado del generador de hiperpulsación, que sigue en estado operativo. Tenemos una radio local que indica que se acerca un batallón de infantería blindada. El tiempo estimado de llegada es de media hora. También tenemos informes de que en el garaje hay seis armaduras de Elementales completas y un Daishi.
—Prepare otra estrella con esas armaduras y que alguien se sume a la mía. Me gustaría haber envidado más de dos estrellas de Elementales contra un batallón de infantería blindada, pero eso es lo que tenemos.
—¿No han dicho tus hombres que han encontrado un Daishi en el garaje? —inquirió Kai.
—Sí, está operativo y totalmente armado —dijo el hombre que estaba en la puerta—. Sin embargo, le faltan los módulos de codificación. Tenemos suerte de que nadie lo haya pilotado para participar en este combate.
—Capitán estelar, ¿qué te parece si añadimos un Daishi a tu envite de dos estrellas de Elementales?
—En cierto modo, no me sorprende que sepas manejar uno de nuestros OmniMechs —repuso Malthus, haciendo una reverencia a Kai.
—Precisamente utilicé un Daishi para destruir cinco ’Mechs en aquellas pruebas de las que te hablamos —contestó Kai, sonriendo.
—Ve, pues, y reclama tu ’Mech. Ha llegado la hora de que ComStar sepa el error que cometió al desencadenar la Operación Escorpión.