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Diosd

Zona de ocupación del Clan de los Lobos

2 de abril de 3052

Phelan sonrió al ver que el ilKhan había decidido presidir el juicio del Derecho de Sangre que iba a celebrarse en la Gran Sala de lo que había sido la base del Tercero de Hombre Libres de Rasalhague. Varios miembros del Clan de los Lobos se hallaban en el otro extremo de la sala, pero Phelan no reconoció a ninguno. Sabía que la mayoría de los integrantes del Decimotercero de Guardias estaban descansando de los dos últimos días de combates y le habría gustado estar haciendo lo mismo.

El ilKhan aguardó hasta que un Elemental trajo un pozo gravitatorio. Entonces empezó la ceremonia.

—Soy el Señor del Juramento y acepto la responsabilidad de representar a la Casa de Ward. ¿Aceptan esto?

Seyla —contestaron Phelan y su adversario.

—Entonces, lo que suceda aquí nos vinculará a todos hasta nuestro final —dijo Ulric, quien parecía un poco cansado, con un gesto de aprobación—. Como es su tercer combate, conocen bien el honor por el que luchan. Usted, Phelan Wolf, ha visto veinte años. ¿Por qué razón es digno?

—He sido elegido por Cyrilla Ward para ser heredero de su Nombre de Sangre. Fui adoptado en la casta de guerreros tras demostrar ser digno de tal honor por mis servicios como sirviente. Me entrené y pasé las pruebas como guerrero. Yo solo conquisté Gunzburg, y en Satalice capturé al príncipe Ragnar de Rasalhague. En Hyperion dirigí la defensa del pantano de Simmons y cacé renegados en las tierras yermas. En Oiosd he participado en la persecución y aniquilación de la Lanza de Mando del Tercero de Hombres Libres. Antes de la batalla de hoy derroté a un Elemental, Dean, y a una piloto de caza, Glynis, por el derecho a participar aquí.

—Y usted, Lajos, ha visto veintiocho años. ¿Por qué es digno?

El adversario de Phelan en la competición empezó a recitar sus éxitos. Era un MechWarrior como Phelan y tenía una cierta rigidez en el lado izquierdo del cuerpo. Una venda blanca le cubría por completo el brazo y la mano como si fuese una manopla. Tenía quemada la carne alrededor del ojo izquierdo y brillaba a consecuencia de las pomadas que le habían aplicado.

Debería estar ingresado en un hospital y todavía no está, preparado para combatir, pensó Phelan mientras Lajos terminaba su enumeración.

—El heroísmo y la valentía exhibidos por ambos han sido establecidos y verificados —dijo Ulric, juntando las manos con gesto solemne—. Sus declaraciones no carecen de base. No importa cuál sea su destino en este combate, el brillo de su luz no se verá disminuido. —El ilKhan dio un paso adelante e hizo una seña a ambos de que se aproximaran—. Presenten los símbolos de su legítimo derecho a participar.

Phelan alargó su moneda al ilKhan, que la tomó y se agachó un poco para recoger la moneda de Lajos de su mano izquierda. Las apoyó en las ranuras respectivas del aparato y anunció:

—El horrible caos de la guerra está reflejado en este juicio del Derecho de Sangre. Cuando una moneda ha seguido a la otra y ambas han completado su tránsito por este cono, la moneda cazadora será la superior. Ese guerrero ganará entonces el derecho a elegir el estilo del combate. El propietario de la moneda inferior decidirá a continuación el lugar del combate. De esta manera, ambos combatirán en un campo de batalla que no es por completo su preferido. ¿Lo han entendido?

Seyla —dijeron ellos.

Mientras el ilKhan lanzaba las monedas a su carrera en espiral por el pozo gravitatorio, Phelan miró a Lajos y pensó: Si estuviera en su pellejo, elegiría un combate aumentado. Con todas esas quemaduras, sólo puede derrotarme si combate desde el interior de un ’Mech. ¡Qué diablos!, apenas puede tenerse en pie. En un combate de boxeo, yo podría destrozarlo.

Levantó la mirada y vio que las monedas desaparecían en el embudo. Phelan sabía que, por maltrecho que pareciese, Lajos estaba allí gracias a su experiencia como guerrero y merecía su respeto por ello.

Ambas monedas cayeron con un tintineo en el mástil de la decisión. El ilKhan sacó la barra transparente y la sostuvo en alto. Sacó la moneda superior de su prisión y leyó el nombre que estaba grabado en ella.

—Phelan, usted es el cazador.

Phelan vio que Lajos hacía una mueca al conocer la decisión. Sabe que no tiene ninguna opción. El combate ha terminado antes de comenzar.

—Phelan, ¿cómo elige luchar?

El MechWarrior sonrió con gesto hosco al ilKhan y anunció:

—Combate aumentado, mi Khan.

Dentro del ascensor, Phelan giró el brazo derecho en círculo y oyó crujir la articulación.

—Pensabas que nos dejarían descansar antes de montar este combate, ¿quiaf?

El otro MechWarrior asintió con la cabeza.

—Creo que saliste mejor librado de tu combate que yo. Los Guardias de Wolf sois un grupo excéntrico, pero lucháis bien.

—Tú estás en el Octavo de Dragones, ¿quiaf? —preguntó Phelan, recostándose en la pared del ascensor y poniendo los pulgares en el cinturón—. Estuvisteis combatiendo en la refinería del valle de Oljen. ¿Eres el mismo Lajos que entró con su Adder en la refinería, le prendió fuego e hizo huir a la milicia?

El hombre, que tenía los cabellos oscuros, levantó con cuidado el brazo vendado y se señaló el perfil izquierdo del rostro.

—Lo habría pensado dos veces si hubiera sabido que se produciría una brecha en la escotilla de mi carlinga y en mi neurocasco, que me dejarían indefenso ante el luego.

Phelan observó que Lajos llevaba pantalones largos e imaginó fácilmente que unas vendas le cubrían la pierna en toda su extensión.

—No tienes muy buen aspecto. Las quemaduras no me gustan nada.

—A nadie le gustan, Phelan —repuso Lajos, sonriendo con timidez—. Cuando tu moneda resultó ser la que había quedado por encima, supuse que elegirías un combate no aumentado. El hecho de que escogieses un ’Mech me permite equilibrar las posibilidades. Te lo agradezco.

Phelan asintió mientras se detenía el ascensor en el nivel del hangar, de los ’Mechs de aquellas instalaciones de Rasalhague. Antes de que se abriese la puerta, la voz del ilKhan resonó a través del altavoz del techo.

—Lajos y Phelan, éste es su tercer combate del Derecho de Sangre. Ambos han progresado hasta un punto que otros guerreros sólo pueden soñar. Deben enorgullecerse de esto. Cuando se abran estas puertas, comenzará el combate. El vencedor alcanzará gran gloria, y al derrotado le corresponderá un gran honor.

Seyla —susurraron ambos guerreros al unísono. Las puertas se abrieron despacio y ambos hombres contemplaron una vista impresionante del hangar de los ’Mechs. Fila tras fila, aquellas máquinas de guerra se alzaban como una aterradora legión que esperara cobrar vida por arte de magia. Aunque Phelan había visto imágenes semejantes en una docena de distintos planetas, la silenciosa reunión de tantas máquinas devastadoras nunca dejaba de impresionarlo.

A la derecha se hallaba el Adderáe Lajos. Las placas nuevas de su blindaje destacaban como parches en el casco ennegrecido del rechoncho BattleMech. Por la configuración elegida por Lajos, Phelan comprendió que el ’Meen iba armado de forma exclusiva con una docena de láseres medios de alcance ampliado. Las armas iban montadas en los brazosdel ’Mech; pero, a causa de sus heridas, Lajos sólo podria utilizar la mitad de ellas. Del mismo modo, la herida de su pierna hacía que emplear los retropropulsores de salto del Adderfuc se una maniobra casi suicida.

Frente al Adder se encontraba el alto y delgado Wolfhound. Phelan, que parecía más el avatar de un dios guerrero que una máquina bélica. De color negro, salvo donde los marcadores rojos de su unidad adornaban sus hombros, la carlinga en forma de cabeza de lobo del ’Mech le daba un aire de vivacidad del que carecía el otro ’Mech. El armamento del Wolfhound contaba sólo con un tercio de los láseres del ’Mech de Lajos, pero su velocidad y su agilidad, así como su equipo de contramedidas electrónicas, lo convertían en un rival de categoría similar al otro.

—Que tengas habilidad, Phelan.

—Y tú también, Lajos —dijo Phelan, saliendo del ascensor.

Mientras salía, Lajos no llegó a ver la mano izquierda de Phelan. El puñetazo lo pilló por sorpresa e impactó en el lado de su rostro que no estaba quemado, con una fuerza que le hizo girar la cabeza. Lajos se desplomó sobre el suelo de ferrocemento del hangar.

Phelan se plantó sobre él y se lamió los nudillos dolidos.

—Lo siento, Lajos, pero el ilKhan ha dicho que el combate empezaba al salir del ascensor. Lucharía contra ti frente a frente, pero no en tu estado actual. No me importa la competición; no quiero bañar de sangre todos los escalones de mi ascenso.

Phelan se estremeció al examinar la pantalla de nuevo. Unas líneas de color verde pálido se desplazaban reflejadas sobre su rostro mientras sus ojos iban de línea en línea en una vana búsqueda de algo que demostrase su error. No puede ser. Es imposible.

Phelan se había dedicado con devoción a la tarea de desvelar el misterio de la identidad del Capiscol Marcial. Había escrito todo lo que conocía con seguridad acerca de él y había ordenado los datos de acuerdo a su verosimilitud y a la habilidad de sus fuentes. Valoró muy alto lo que sabía de labios del propio Capiscol Marcial, aunque se reservó la decisión final hasta saber si mentía para servir a sus propios fines.

Decidió aplicar el método de «la navaja de Occam»; la solución más sencilla era la más probable de ser la correcta. Sin embargo, Phelan no tardó en descubrir que el problema no tenía una solución fácil o, por lo menos, ninguna que él pudiese aceptar y explicársela al ilKhan. La respuesta más sencilla era, por supuesto, que Focht había sido criado y educado por ComStar para ostentar su cargo y que cualquier cosa que hubiese dicho sobre su pasado era una tapadera para ocultar que ComStar llevaba mucho tiempo adiestrando guerreros.

Se abrió la puerta del cuarto de Phelan y entró Ulric como un fantasma en el círculo de luz que proyectaba la lámpara.

—Acabo de venir de la enfermería —dijo—. Lajos está fastidiado por su derrota, pero creo que también está contento de seguir vivo. También he hablado con los médicos acerca de Glynis: dicen que puede haber superado lo peor. Sigue en coma, pero su cuerpo se está curando.

—Me alegra que ambos sigan vivos —repuso Phelan sonriendo—. Gracias por las noticias.

—Y yo me alegro si eso te tranquiliza. Por supuesto, Conal Ward te ha acusado de ganar el último combate conmalas artes. Quería que presentase la decisión del combate al Consejo del Clan, pero se lo he denegado. Le he comentado que tú tenías la opción de elegir el estilo de lucha y que habías actuado de acuerdo con el texto literal de la ley que regula las competiciones de Derecho de Sangre.

—¿De modo que Conal me tacha de tramposo, además de librenacido? —dijo el joven MechWarrior suspirando—. Supongo que quería que Lajos me matase y ocupase mi lugar en la competición. ¿Tanto le preocupa que Vlad quizá no pueda vencerme?

El ilKhan reprimió una sonrisa y dijo:

—Conal ha pregonado tu perfidia a los cuatro vientos, pero Lajos no está en condiciones para combatir. He dicho a Conal que algún miembro de la Casa de Ward debería nominar a Lajos para la próxima competición de Derecho de Sangre por un Nombre de los Ward. De esta manera no se verá perjudicado.

»En cuanto a Conal y Vlad, yo no pensaría mucho en eso —añadió Ulric, acariciándose la perilla—. Las dos personas que luchaban por la posibilidad de enfrentarse a Vlad en la siguiente ronda han logrado matarse entre sí, de modo que Vlad queda exento y ya está clasificado para el combate final, salvo que muera o sea herido en el campo de batalla.

—Eso no ocurrirá —dijo Phelan—. No tendré tanta suerte.

—No, desde luego —repuso el ilKhan, y señaló la pantalla del ordenador—. ¿Qué hay de una posible solución al misterio de Anastasius Focht? Cuéntamelo todo para que pueda seguir tu razonamiento.

El joven MechWarrior consultó sus notas y se tomó unos momentos para elaborar mentalmente lo que iba a decir.

—Comencé por la base de datos que creó Gus Michaels antes de que usted lo enviase a Alyina. Por ella sé que Focht debe de tener cien años de edad como máximo. Parece obvio que es un varón, aunque no se ha descartado la posibilidad de un cambio dé sexo. La pérdida de un ojo se debió posiblemente a una herida de guerra. Aunque eso debió de poner fin a su carrera como soldado, podría haber conservado su capacidad de mando. También sabemos que apareció por primera vez en ComStar hace unos doce años, habla alemán como si hubiera nacido en la Mancomunidad de Lira y podría haber pasado cieno tiempo en el Nagelring. Focht también me dijo que se había encontrado con mi padre en una ocasión.

—No era mucho para empezar —comentó Ulric en voz baja.

—Cierto, pero era suficiente. Sabiendo que Focht es un alias, o al menos trabajando con esta suposición, examiné los registros de todos los cadetes y graduados del Nagelring de los últimos ochenta años. Al filtrarlos según la altura y otras medidas Bertilion, me quedaron un poco más de mil candidatos.

El ilKhan, sentado, se inclinó hacia adelante con interés y se agarró la rodilla con ambas manos.

—Supongo que has cruzado todos esos individuos con los datos sobre su vida profesional para ver quiénes han muerto en combate, ¿quiaf?

Af, mi Khan. Incluimos a los que constan como desaparecidos en combate, aunque ello sucediese en escaramuzas antes de la Cuarta Guerra de Sucesión. La Cuarta Guerra eliminó a todos los candidatos salvo unos pocos, y el seguimiento de esos individuos nos condujo a un callejón sin salida. Nada.

»Eso hizo que me replantease los parámetros de búsqueda que habíamos introducido en el programa —prosiguió Phelan, dando unos golpecitos en la pantalla con un dedo—. Ejecuté otro conjunto de parámetros para buscar una variable conocida: yo mismo. Pedí al ordenador que me buscase del mismo modo como había buscado a quienquiera que fuera ese Focht.

—¿Y bien?

—¡Ningún resultado! —respondió Phelan con una sonrisa—. Amplié los parámetros de búsqueda eliminando las medidas Bertillon y añadiendo el apellido Kell. Entonces apareció mi padre, pero no nos incluyó ni a mí ni a mi tío Patrick. Eso se debía a que, según los archivos de ComStar y de la Mancomunidad de Lira, ambos estamos muertos.

—Pero tú estás vivo. Y, al parecer, también lo está el Capiscol Marcial —comentó Ulric, tirándose de los pelos de la barbilla con gesto pensativo—. Cambiaste los parámetros de búsqueda, ¿quiaf?

Af. Conservé la selección inicial de mil candidatos y empecé a aplicar filtros de datos adicionales. En una ocasión, Focht mencionó que había estado en las tierras de los Lestrade en Summer, de modo que busqué individuos que hubiesen servido en unidades estacionadas en Summer o relacionados de alguna forma con Aldo Lestrade. Eso redujo la selección a la mitad.

»Otro comentario de Focht me impulsó a pensar que había perdido el ojo en la Cuarta Guerra de Sucesión. Como ya había examinado a todos los que habían sobrevivido a la guerra, me concentré en los muertos y desaparecidos. También intenté cruzar con mi ecuación todos los contactos o colaboraciones con mi padre. Por error, en este criterio incluí también los contactos sociales, copiándolos de los parámetros de Lestrade y cambiando sólo el nombre, y obtuve una reducción de candidatos que resultó muy interesante.

»Lo más significativo era que todos constaban como muertos o como desaparecidos en combate.

El ilKhan escuchaba con mayor atención a medida que Phelan relataba la investigación.

—Has tratado de verificar la muerte de los que estaban incluidos en esa lista, ¿quiaf?

El MechWarrior asintió con la cabeza.

—Certificados de defunción, informes de autopsias, lápidas… cualquier cosa. La base de datos genealógica que encontramos en Domain me ayudó muchísimo. Mientras la examinaba, encontré un bonito rótulo de defunción con mi nombre en Arc-Royal.

Aunque Phelan intentó que el comentario sonase irreverente, se quedó sin voz por unos instantes. No le molestaba tanto que lo considerasen muerto, como la pena que debía de haber causado a su familia. El Clan de los Lobos casi se había convertido en una segunda familia para él, pero todavía amaba a sus parientes y lamentaba el dolor que sufrían por causa suya.

—Me imagino que no fue una experiencia agradable, Phelan.

—No lo fue, ilKhan; sin embargo, por suerte me hizo evocar un recuerdo.

Phelan tecleó una solicitud en el ordenador y en la pantalla apareció la imagen de un enorme mausoleo de mármol y granito. En el negro mármol, con bordes de pan de oro, estaba grabada la palabra «Steiner».

—Yo acudí al funeral de la Arcontesa, Katrina Steiner. Fue enterrada en la cripta familiar junto con otros distinguidos Steiner. Recuerdo haber oído entonces que una de las placas del panteón señalaba un ataúd vacío. De no haber sido por aquel cotilleo, creo que habría descartado a mi mejor candidato.

Phelan tecleó otra solicitud y apareció otra imagen en la pantalla.

—Este es el hombre que, en mi opinión, es el Capiscol Marcial. Estudió tres años en el Nagelring, pero fue trasladado y se graduó en Sanglamore, en Skye. Fue durante su estancia en Skye cuando llamó la atención de la familia Lestrade, que cultivó su amistad. Este hombre estuvo al mando del Séptimo y del Décimo de Guardias Liranos que, según los rumores, puede que sea la unidad donde Victor Davion está actualmente. Es habitual que el siguiente Arconte provenga del Décimo de Guardias, y nuestro hombre era un probable aspirante al trono en aquella época.

»Sin embargo, su candidatura quedó en entredicho cuando Katrina Steiner triunfó con su rebelión contra Alessandro Steiner, lo que le permitió subir al trono. Fue en ese momento de la vida de Focht cuando Aldo Lestrade se convirtió en una influencia importante. Aldo era aficionado a las intrigas políticas, incluyendo la planificación y la ejecución de varios atentados contra la Arcontesa. El último de ellos se produjo en plena Guerra de Sucesión.

—¿Qué fue de su carrera militar? ¿Qué clase de jefe era?

Phelan pulsó otra tecla y respondió:

—Era un líder excelente. Sus hombres lo apodaban «el Martillo» a causa de su predilección por concentrar la potencia de fuego en blancos específicos. Era particularmente eficaz contra los kuritanos, porque la anticuada estrategia de éstos solía involucrar numerosas unidades pequeñas y aisladas. En un par de enfrentamientos con la Liga de Mundos Libres, demostró tener un alto nivel de conocimiento de la táctica de las fuerzas de gran movilidad, pero seguía esforzándose por poner a sus enemigos en una posición en que pudiese atacarlos sin piedad hasta someterlos.

—Son raros los jefes militares que alteran su táctica para adaptarse a sus enemigos —dijo Ulric—. Esa capacidad, junto con todo lo que ha observado de nuestras tácticas, lo convierten en un hombre muy peligroso.

—Estoy de acuerdo, ilKhan —repuso Phelan—. La única anomalía es que se pensaba que este hombre era incapaz de ser sutil, pero ése no parece ser el caso de Focht. En esta nueva identidad, parece haber aprendido algunos trucos nuevos.

—¿Lo crees capaz de traicionar?

Phelan frunció el entrecejo. Bueno, me pidió que espiase a los Clanes, pero aceptó mi negativa cuando me convertí en miembro de la casta de los guerreros.

—Creo que, ante todo, es un guerrero, ilKhan —contestó al fin—. A causa de las intrigas de Lestrade, su unidad y él fueron destinados a una misión suicida durante la Cuarta Guerra de Sucesión. Desempeñó bien su labor y al final se rindió ante Theodore Kurita para salvar las vidas de sus hombres. Su ataque destrozó el contraataque del Condominio contra Isla de Skye. Se cree que Theodore lo ejecutó.

El ilKhan se levantó con una expresión paradigmática de la reflexión.

—La edad y el color de la tez coinciden. El adiestramiento es el correcto y su pasado militar es adecuado para el puesto que ocupa ahora. Lo que he visto de su capacidad de análisis táctico y estratégico, sin duda, coinciden con su formación. ¿Tienes algún dato que pueda levantar alguna sospecha sobre tu conclusión?

Phelan se encogió de hombros.

—Bueno, por lo que sabemos, en realidad este hombre podría estar pudriéndose en una tumba en Dromini VI, pero es el mejor candidato que tenemos. Salvo por el hecho de que se lo cree muerto, encaja a la perfección con la figura de Anastasius Focht.

—Muy bien —dijo Ulric—. Trabajaremos con la suposición de que tienes razón. Prepárame un informe completo sobre él y los otros cuatro candidatos principales. Lo necesito esta misma noche. Mañana informarás a los otros analistas.

—Tengo que ejecutar varios procesos más de comprobación —objetó Phelan, arqueando una ceja—. ¿Por qué tanta prisa?

—Porque, Phelan —contestó el ilKhan sonriendo—, quiero que todos estén informados antes de que el Capiscol Marcial se reúna con nosotros dentro de tres días para negociar el futuro de ComStar.