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Tukayyid

Distrito de intervención de ComStar

República Libre de Rasalhague

20 de mayo de 3052

(Día veinte de la Operación Escorpión)

—Si esto se hizo de acuerdo con la Voluntad de Blake, entonces Jerome Blake es un monstruo del calibre de Amaris el Usurpador.

Paseándose como un titán a través de los pasos de las montañas Pozoristu, los pies invisibles de Focht no podían pisar el terreno sin aplastar un tanque quemado o un ’Mech destrozado. Algunos incendios seguían ardiendo en los cuerpos ennegrecidos de las máquinas. En otros lugares seguían explotando municiones sin previo aviso, a pesar de que la batalla había terminado.

A su alrededor, unos soldados de los Clanes ayudaban a conducir a los ComGuardias al centro de intercambio de prisioneros. Los soldados heridos ayudaban a los que estaban más graves a caminar por el irregular terreno. Los Elementales, que habían sido tan feroces en la batalla, se agachaban a ayudar a sus enemigos heridos, reconociendo en silencio el valor de los otros guerreros, incluso en su derrota.

También guardaban silencio los cadáveres que yacían por doquier, empapados de lluvia, parcialmente vestidos, rígidos. Allá donde mirase, el Capiscol Marcial veía muertos. Quiso con desesperación que el ordenador lo volviese tan alto que no pudiese ver los cadáveres pálidos e hinchado; ni los charcos de sangre, pero de algún modo sabía que no podía escapar de ellos.

Están aquí, están por todas partes en el planeta. Qué distintos somos de los Clanes en ropas y costumbres y, sin embargo, ¡qué semejantes en la muerte y el dolor! Revivió el dolor que había sentido al perder el ojo derecho por un disparo, varias décadas atrás. Por mucho que estos Clanes se consideren distintos de nosotros, y por mucho que nosotros no queramos aceptarlos a ellos, todos somos lastimosamente humanos.

Se frotó una sien para aliviar el dolor. Debí prever todo esto. Debí haber sido más inteligente… sobre esto y sobre la Operación Escorpión.

Se abrió una ventana en la ladera de una montaña, y Focht vio el demacrado rostro de Hettig.

—El ilKhan ha establecido comunicación —dijo—. Está a la espera para hablar con usted.

El Capiscol Marcial hizo que el ordenador lo envolviese con burdas ropas de lana sin teñir y botas negras de cuero. Un parche también negro le cubría el ojo derecho. También dejó que dibujase las arrugas que la fatiga había trazado en su rostro, y suspiró al comprender que realmente se sentía tan exhausto como reflejaba aquella imagen.

—Señor Hettig, creo que ya estoy listo para que me ponga en comunicación con el ilKhan —anunció. Hizo una breve pausa y añadió—: Una vez que lo haya hecho, tiene permiso para abandonar su puesto. Vaya a dormir un poco.

Ulric se materializó frente a él, vestido aún con el chaleco refrigerante y los pantalones cortos de MechWarrior. Un harapo empapado en sangre colgaba de su brazo derecho y parecía tener las piernas quemadas. Ulric, cuya imagen se proyectaba desde su holotanque en el mundo virtual del Capiscol Marcial, parecía tan cansado como él.

—Saludos, ilKhan de los Clanes. Sus hombres han luchado con valentía. —Focht esperó que el tono de sinceridad de su voz le llegase a Ulric, a pesar de los procesos informáticos de transmisión—. Agradezco su disposición a reunirse conmigo de este modo.

—Y saludos a usted, vencedor de Tukayyid —repuso Ulric, haciendo una solemne reverencia—. Esperaba poder verlo cara a cara, pero estoy de acuerdo en que este método es más conveniente por lo que aún tenemos que hacer.

Focht mostró una sonrisa irónica y meneó negativamente la cabeza.

—¡Qué extraño es que me llame vencedor cuando, de hecho, todo lo que ha sucedido aqui ha sido obra suya! Usted sabía exactamente lo que iba a ocurrir, cuándo y probablemente dónde. Los Clanes han sido derrotados porque usted quería que perdiesen.

El ilKhan se puso tenso y se llevó las manos a la espalda. Empezó a pasearse despacio, moviéndose de forma que evitara tropezar con la mole caída de un Mad Cat.

—Hay dos errores en lo que ha dicho —replicó—. El primero es que yo sería culpable de traición si hubiera hecho aquello de lo que me acusa, y la traición se castiga con la muerte. Como no deseo morir, jamás haría algo así. Lo que ha ocurrido es que usted ha descubierto una manera de derrotarnos. Ha encontrado nuestra debilidad y la ha explotado. Sabía que nuestra doctrina militar no era adecuada para batallas largas y vio que nuestros problemas con los suministros acabarían siendo nuestra perdición.

—No, Ulric, yo no he descubierto esa estrategia —dijo Focht, abarcando el paisaje destruido por la guerra con un amplio gesto—. Tanto Victor Davion como Theodore Kurita vieron que los Clanes estaban preparados para guerras rápidas y decisivas. Sabían que forzarlos a realizar una campaña prolongada les causaría problemas.

Ulric soltó una risa ronca.

—Usted no es tan ciego como pretende hacerme creer. Vio el mayor fallo de los Clanes: nuestro sistema de envites promueve el ingenio y la audacia, pero también reduce las pérdidas al mínimo. Cauterizamos nuestras heridas antes de ser lastimados. Si un jefe militar es derrotado, lo es porque ha fallado en su estrategia o en sus envites. Las tropas que pierden no son avergonzadas por ello, sino que son rehabilitadas para volver a utilizarlas. Recompensamos la victoria con la longevidad genética, pero nos aislamos de la tremenda brutalidad de la guerra.

Señaló la espantosa imagen que los rodeaba con un enérgico gesto y continuó:

—Nunca, desde que Nicholas Kerensky formó los Clanes, nos hemos enfrentado a una derrota tan aplastante. ¡Sus tropas obligaron a los Jaguares de Humo a retirarse del campo de batalla en tres días! El resto fue expulsado del planeta al décimo día, pero sólo porque sus líderes eran demasiado estúpidos para darse cuenta de que habían sido vencidos. No sólo no están acostumbrados a luchar tanto tiempo, sino que tampoco pierden tan deprisa. El Sexto de Dragones de los Jaguares ha sido destruido, y los Granaderos tienen en sus filas más fantasmas que guerreros vivos.

—No obstante, permítame indicarle, ilKhan, que los Jaguares de Humo y los Lobos son enemigos políticos. Sé bien que no existe precisamente una historia de amor entre ambos Clanes, y no puedo evitar preguntarme si usted no habrá forzado al Khan de los Jaguares a hacer un envite terriblemente bajo desafiándolo.

Los ojos azules de Ulric brillaron como fragmentos de hiélo.

—Esa es una pregunta que no puede responderse, ya que los dos Khanes de los Jaguares de Humo murieron en las montañas Dinju.

—¿O es una pregunta que usted no quiere contestar? —inquirió Focht, caminando en círculos alrededor del ilKhan—. Estuve observando atentamente los combates de las montañas Pozoristu.

—Entonces vio morir al Khan Garth Radick.

—Si y vi que tanto la Khan Natasha Kerensky como el ilKhan Ulric Kerensky salían victoriosos de todo lo que yo lanzaba contra ustedes. Usted sabía que me había preparado para batallas prolongadas, por lo que también creó almacenes de municiones y provisiones. Asignó a sus tropas una ración estricta de municiones, e hizo que la mayoría de sus OmniMechs estuvieran configurados con armas de energía. Aplastó las unidades que envié a destruir sus centros de suministros, y persiguió y exterminó las unidades que tenía en las montañas. En esta batalla particular entre usted y yo, ha sido usted quien ha vencido.

—Tal vez sea así, Capiscol Marcial —admitió Ulric, acariciándose la perilla—. Sin embargo, las montañas Pozoristu no son todo el planeta. En la llanura de Przeno, los Halcones de Jade se alejaron veinte kilómetros de sus zonas de aterrizaje, y sólo a causa de los Guardias de los Halcones, y luego quedaron estancados en una batalla igualada. No siguieron adelante. Si usted les hubiese enviado una unidad de reserva, los habría hecho retroceder. En la segunda semana, los Tiburones de Diamante fueron expulsados del valle de Kozice. Los Osos Fantasmales lograron conservar Spanac, pero perdieron Luk y la mayoría del Séptimo de Guardias. Los Gatos Nova mantuvieron su control sobre el distrito de Losije durante cinco días, pero fueron derrotados en Joje y Tost, y fueron finalmente desalojados por los ComGuardias. También hizo retroceder a los Víboras de Acero de las fuentes del Hladno el decimotercer día.

»Aunque contemos la victoria de los Osos Fantasmales en Spanac y consideremos la batalla de Przeno como un empate, usted ha ganado la batalla de Tukayyid. Usted ha vencido en nuestra negociación. Los Clanes no seguirán avanzando hacia la Tierra más allá de este planeta durante los próximos quince años.

—¿Le parecería un romántico incurable si dijera que creo que ni siquiera quinientos años valen el precio que hemos tenido que pagar? —preguntó Focht.

—Me parecería un general que ha valorado en su justa medida las consecuencias de la guerra y que valora mucho a sus tropas —respondió Ulric, enjugándose el sudor de la frente—. He visto los informes de bajas de mis guerreros. Las muertes se elevan al veinte por ciento, con un porcentaje global de bajas del treinta y cinco por ciento, y daños en los equipos de un sesenta y dos coma tres por ciento, de los cuales la mitad pueden ser reparados. Y sé que mis hombres han salido bien librados.

—¿Que han salido bien librados? ¿Acaso no es el ilKhan? ¿No dirige a todos los Clanes?

El ilKhan meneó la cabeza despacio en sentido negativo.

—Como esta batalla iba a decidir de forma prematura el final de nuestra empresa, de nuestra cruzada, se decidió que el control de las operaciones de cada Clan recaería en sus Khanes. Aunque se me permitió revisar todos los datos que procedían del planeta, no estaba obligado a distribuirlos a menos que me fueran solicitados. Como nadie consideró adecuado prestar oídos a mis ideas, fui libre de actuar en favor de mi propio Clan.

Asi pues, te obligaron a actuar por cuenta propia y tú dejaste que cargaran con las consecuencias, pensó Focht.

—Si usted los hubiera dirigido y coordinado, me habría vencido —dijo.

—El vencedor es usted, Anastasius. No es necesario que halague al derrotado. Con todo lo que ha hecho, con la muerte y la desgracia, ha mostrado a los demás Khanes lo que yo no pude hacer. Si los hubiera encabezado y hubiera perdido, me habrían destituido porque toda la culpa sería mía. De hecho, todavía pueden hacerlo. —Ulric contempló de nuevo los cuerpos grisáceos que cubrían las laderas de las montañas—. Ahora deben entender lo que ha causado su cruzada, y deben aceptar su responsabilidad de todo ello.

—Tiene una tarea difícil, Ülric. Dirige un pueblo que ha sido criado para la guerra. No tomarán la derrota a la ligera.

—Creo que mi tarea es más sencilla que la suya, Anastasius —repuso Ulric—. Por lo menos, los ataques contra mí serán públicos. Quizá juguemos el juego de la política en los Clanes, pero resolvemos los conflictos como guerreros. —Miró fijamente al único ojo de Focht y agregó—: No intente adivinar lo que significa su victoria, Capiscol Marcial. La Operación Escorpión, aunque ha sido una molestia, no ha reducido el valor de nuestras operaciones en Tukayyid.

Focht suspiró hondo.

—Le doy mi palabra que, de haberlo sabido, le habría avisado.

—Lo —dijo Ulric, y dejó que una sonrisa cansada dejara sus dientes al descubierto—. Tengo que hacerle una petición más, ¿quiaf?

Af —repuso el Capiscol Marcial—. Pida lo que quiera.

—Dentro de tres días habrá un combate por el derecho a reclamar el Nombre de Sangre de Cyrilla Ward. Me gustaría celebrarlo aquí, en Tukayyid. Phelan Wolf luchará por ese honor con Vlad. Si les permito permanecer en el planeta, podrán descansar hasta la lucha final.

—Por supuesto. ¿Necesita algo para preparar el combate?

—Creo que no. Sin embargo, Phelan ha pedido permiso al ilKhan para invitarlo a usted. —La sonrisa de Ulric se ensanchó—. El ilKhan ha tenido a bien dar su aprobación.

—Por favor, dígale a Phelan que me siento honrado por su invitación —respondió Focht, inclinando la cabeza—, pero me será imposible asistir. Dentro de una hora partiré de Tukayyid.

—¿Dentro de una hora? —exclamó Ulric, con los ojos brillantes—. Es evidente que la Primus está muy satisfecha por su trabajo.

—Me temo que así es, amigo mío —dijo Focht—. La Primus Myndo Waterly me ha llamado a la Tierra. Dice que me tiene preparado un premio.