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Alyina

Trellshire,

Zona de ocupación de los Halcones de Jade

21 de marzo de 3052

Kai tocó la huella con la mano. Entonces notó que tenía la boca seca. La huella se hundía dos centímetros en el terreno levemente enfangado.

—Quienquiera que pasó por aquí era bastante grande.

—Y pasó hace poco tiempo —comentó Deirdre, arrodillándose a su lado y recorriendo el contorno de la pisada con el dedo—. ¿Qué opinas?

—Creo que teníamos razón al pensar que nos estaban siguiendo —respondió Kai, limpiándose el barro de los dedos en la pernera del mono—. Una persona tan corpulenta tiene que ser un Elemental.

—Entonces, tenemos suerte de que haya dejado esta huella, a menos que…

—… que la haya dejado a propósito —terminó Kai, y señaló el bosque—. Será mejor que regresemos a nuestro campamento y recojamos las cosas. Esta zona fue segura durante un tiempo, pero está claro que ese tiempo se ha terminado.

Deirdre asintió y echó a andar entre la maleza. Incluso en la penumbra que precede al alba, podía encontrar la ruta correcta entre las zarzas y los helechos que cubrían el suelo del bosque. Se deslizó entre dos abedules como un espectro y desapareció.

Kai sonrió, maravillado por la facilidad con que Deirdre se había adaptado a vivir en la naturaleza. Había descubierto que ella también había sido una joven Pionera. Como ella decía, vivir en el bosque no era tanto una cuestión de aprender lo que podía y no podía hacer, sino tratar de recordar lo que hab la aprendido en las excursiones de los Pioneros. Mientras Kai se había concentrado en cuestiones como la electrónica y el adetismo en su juventud, ella había hecho más salidas al campo y estudios sobre las hierbas que, combinados con su preparación médica, hacían que la vida lejos de la civilización fuese mucho más fácil.

Cuando Kai pasó entre los abedules, vio que Deirdre estaba agachada justo debajo de la cresta que se alzaba entre ellos y el campamento. Ella se volvió hacia él y le hizo señas de que avanzara; a continuación, se levantó y siguió adelante hasta que su cabeza desapareció al otro lado de la estribación. Kai subió corriendo hasta donde había estado ella antes y miró hacia el campamento.

Lo habían montado en un área abierta, entre otra arboleda de abedules. Deirdre había dicho que creía que era un refugio de ciervos, y Kai había empezado a soñar con comer carne de ese animal, pero no habían visto más que conejos en toda la semana que habían pasado allí. Los abedules y los matorrales crecían lo bastante cerca para ocultar el campamento e incluso dispersaban el humo de la pequeña hoguera que encendían cada noche.

Kai meneó la cabeza con tristeza. Cualquiera de sus amigos, e incluso la adorable doctora Lear, habría descrito aquel paisaje como idílico, una fantasía hecha realidad. Sin embargo, Deirdre seguía manteniéndose apartada de él, aunque sus relaciones eran bastante cordiales y ambos dormían bajo el mismo dosel de material petroquímico que habían colocado. Kai estaba convencido de que el estado de su relación no tenía nada que ver con el incidente de los cazarrecompensas, por lo que seguía preguntándose por la infancia de Deirdre y las aventuras de su padre en la guerra.

Mientras ella descendía hacia el campamento, Kai se quitó el rifle del hombro y lo sostuvo por la empuñadura. Se dirigió hacia la izquierda, apartándose de Deirdre para tener otra perspectiva del campamento. Bajó por la ladera, que estaba cubierta de hojas secas, hasta llegar a un pino grueso. Se ciñó la correa del rifle al antebrazo izquierdo para sujetado bien.

Al llegar a la entrada de la arboleda de abedules, Deirdre se detuvo y observó. Los primeros rayos del sol ya caían desde lo alto de la colina y la luz hacía brillar el color verde de las hojas y descorría poco a poco la corana de sombras ue había cubierto el lugar. Deirdre recogió un par de maderos y fue hacia el campamento. Kai no pudo prever ni vio nunca la trampa. Cuando ella se aproximaba al círculo de piedras ennegrecidas, su pierna derecha se hundió en el suelo hasta la rodilla. Quiso sujetarse y los pedazos de leña le saltaron de las manos. Kai vio entonces que encorvaba los hombros tratando de liberar la pierna, pero hizo un gesto brusco y sus hombros recuperaron su posición normal.

—Cálmate, Lear —ordenó una voz ronca desde el otro lado del dosel alquitranado—. Tú también deberías acercarte, Jewell. La mujer está atrapada y la mataré si no te rindes.

—¡No te acerques! ¡Vete! —gritó Deirdre con todas sus fuerzas en dirección al lugar donde se encontraba Kai—. No vengas aquí.

—Una reacción admirable, Lear, pero estúpida —dijo el desconocido.

Kai vio el punto rojo del arma láser que se desplazaba por el polvo del terreno y acariciaba el muslo derecho de la joven.

—Su vida está en tus manos, Jewell —insistió—. Ven ahora y la dejaré vivir.

Kai se levantó despacio y fue al campamento.

—Aquí estoy.

—Muy bien. Quita el cargador del rifle, vacía la recámara y tira lejos el arma. Haz lo mismo con la pistola, por favor.

Kai obedeció pero no hizo ningún ademán de arrojar el cuchillo de supervivencia que llevaba metido en la bota derecha.

—Ya está —dijo—. Ahora ya puedes salir.

Kai casi se tragó la lengua al ver aparecer al Elemental.

Aunque cayó de una altura de diez metros, desde el abedul al que se había encaramado, tocó el suelo con ambos pies, doblando las rodillas para absorber el impacto. Llevaba sus largos cabellos negros recogidos en una cola, y las negras bolsas de grasa que le rodeaban los ojos le daban el aspecto de una gorda calavera. Su ropa negra se ajustaba a su cuerpo como una segunda piel, cubriéndolo desde la garganta hasta las ingles. El vestido, que carecía de mangas y de perneras, recordó a Kai los uniformes que lucían los luchadores de lucha libre en la Academia Militar de Nueva Avalon.

Es tan corpulento como me lo imaginaba por su pisada, ¡y todavía algo mas! Kai sabía que aquel hombre de los Clanes lo superaba en estatura por una cabeza y media y pesaba por lo menos el doble. Sus bíceps eran más gruesos que los muslos de Kai, y su pecho podía confundirse con una almohadilla de aterrizaje de la pata de una Nave de Descenso. Tal vez habría sido mejor dejar que Truper me disparase.

El Elemental lo saludó con un movimiento de cabeza y dijo:

—Así que tú eres el tipo que ha causado todo el jaleo en ComStar. ¡Qué divertido! Nuestro capitán estelar nos avisó que tuviéramos cuidado contigo; pero, después de observarte durante varios días, deduje que tu huida de ComStar tenía que ver más con la suerte que con tu pericia. Aunque me hubiese vendado los ojos, te habría encontrado igual.

»Incluso te he hecho creer que este punto de mira láser era un arma —agregó, sosteniendo un dispositivo rectangular negro en la mano—. Sabíamos que éste era el sector en que era probable que estuvieseis escondidos, por lo que tuve que envidar fuerte para conseguirlo. Una miembro femenina de mi unidad envidó una sola bala, pero la vencí al envidar este punto de mira y un cuchillo. —Sacó de detrás de la espalda una daga plateada y la blandió—. Con esto he excavado un agujero, he afilado varios palos y os he atrapado. Apenas ha valido la pena.

Kai intentaba mantenerse impasible, pero estaba a punto de estallar por dentro. Contempló las armas que había arrojado al suelo y se reprochó interiormente su reacción. Si hubiese seguido hablando, yo podría… Deirdre lo miró con gesto de disculpa, pero él negó con la cabeza.

—Ha sido culpa mía —dijo—. Lamento haberte fallado. Yo…

—Tú, Jewell, eres la peor excusa de un guerrero que he visto en este planeta —le espetó el Elemental con desprecio—. Taman Malthus pensaba convertirte en sirviente de nuestro Clan, pero creo que me limitaré a llamar a los ComGuardias para que te lleven a su centro de reeducación. Eres el perfecto ejemplo de todo lo que no debe ser un guerrero.

A Kai lo irritó aquel insulto.

—¿Ah, sí? ¿Y un soldado que desobedece las órdenes de su superior es mejor que yo? —Una parte de él sabía que cualquier respuesta era estúpida, pero dos meses y medio de huida habían desgastado mucho su sentido de la contención—. ¡Nuestros guerreros, por malos que te parezcan, al menos saben obedecer!

El Elemental abrió desmesuradamente sus ojillos al oír el comentario de Kai.

—Nuestro capitán estelar ganó su Nombre de Sangre, pero está manchado. Nadie lucharía por él a causa de la desgracia que le ocurrió a su último propietario en Twycross. La falta de buen juicio de Taman al luchar por un Nombre de Sangre de linaje inferior vuelve a evidenciarse en sus cautelas respecto a ti. Si fueses tan peligroso como él cree, tu captura me garantizaría la nominación para la próxima competición por el Nombre de Sangre de la Casa de Konrad. Tal como están las cosas, tú sólo me servirás para contar un chiste.

Tiene razón, Kai: eres un chiste. La voz que resonaba desde el lado tenebroso del alma de Kai intentaba conducirlo a la desesperanza. Es más grande que tú y mucho más mortífero. Es un auténtico guerrero. Ríndete. Él podrá proteger a Deirdre: dásela.

El cansancio de Kai tras tanto tiempo de huir y esconderse se alió con sus dudas, pero entonces reaccionó otra parte de él. ¡No, maldición! He sobrevivido durante demasiado tiempo para que me reduzcan a un simple chiste.

—¿Quieres algo de que reírte? —dijo, y sacó el cuchillo de la bota—. Quizá tengas cosquillas. Vamos a averiguarlo.

—¡Oh!, la babosa cree que tiene dientes, ¿eh? —exclamó el Elemental, lanzando una carcajada—. Sí, con esto me has tocado la zona de las cosquillas. Ahora tira ese cuchillo antes de que me vea obligado a hacerte daño.

—¡Hazlo, hazlo! —gritó Deirdre—. Se acabó. No hagas una estupidez.

Estúpido. Cobarde. La avergüenzas, como avergüenzas a tu familia y a tu nación. Kai sintió que su miedo crecía y le oprimía el cuello. Se pasó el cuchillo a la zurda y se secó el sudor de la palma de la mano en la pernera. Es cierto. Me matará.

—¿No te rindes? —preguntó el Elemental, arqueando una ceja sorprendido—. Quizá no he perdido el tiempo con esta misión, después de todo.

—¡No! —exclamó Deirdre, tratando de liberarse, pero gritó de dolor y cejó en sus intentos—. No luches con él. Ríndete y seguirás vivo.

Kai la miró con una valiente sonrisa para disfrazar sus verdaderas emociones.

—No creo que dejarme vivir sea lo que el vicecapiscol Khalsa tiene previsto para mí, Deirdre. Maté a dos guardias, disparé sobre su oficina y te secuestré —dijo, y volviéndose al Elemental añadió—: En cuanto acabemos nuestra negociación, estaré listo.

—¿Negociación? —El Halcón de Jade asintió con gesto comprensivo y arrojó el punto de mira láser—. Me Hamo Corbin y te garantizo una muerte digna de un guerrero.

—Eso me reconforta, pero no es exactamente lo que estaba pensando —dijo Kai, volviendo a pasarse el cuchillo a la diestra—. Eres mucho más grande que yo, por lo que te pido una concesión. Si te hago derramar sangre, dejarás libre a la doctora Lear.

La expresión perpleja de Corbin se tornó en una hosca sonrisa.

—Bien negociado y trato hecho —repuso.

—¡No lo hagas! ¡No por mí! —gritó Deirdre.

—Para honrarte —añadió el Elemental, saludando a Kai con un movimiento de cabeza—, si fracasas, a ella la haré sirviente.

—Y yo haré cuanto esté en mi mano para asegurarme de que no tengas que afrontar ese problema —dijo Kai. Comprendió entonces que su oferta y la respuesta de Corbin indicaban que su débil intento de distracción había funcionado, y le recordó otro combate librado con los Clanes. Adler Malthus, el jefe de la unidad de los Halcones de Jade que se abría paso por la Gran Brecha de Twycross, también había caído en un engaño similar ¡Qué extraño es que la historia se repita! Aqui estoy, enfrentándome a una fuerza superior de los Clanes, y el destino de la doctora Lear vuelve a depender de mi triunfo.

Ambos hombres comenzaron a caminar en círculos alrededor del pequeño claro. Mientras observaba a Corbin, Kai empezó a temer sus gráciles movimientos, semejantes a los de una pantera. Él Halcón de Jade se apoyaba en las puntas de los pies y movía la zurda adelante y atrás, de manera que ocultaba y enseñaba alternativamente la daga que empuñaba en la diestra. Los pasos de Corbin eran más largos que los de Kai y el círculo se reducía cada vez más. Se estrecha como una soga

De manera inconsciente, Kai adoptó su propia postura de lucha y se pasó el cuchillo a la mano izquierda. Se concentró en observar a Corbin como un todo, no ver sólo una parte de él. También se centró y controló su respiración. Lo preocupaba menos encontrar una abertura por donde pudiese lanzar el cuchillo, que leer algún indicio de un próximo ataque de su enemigo.

Kai se dedicó a quitarse el pánico de encima. ¿Cuáles son mis objetivos en este combate? Dio medio paso atrás. Debo hacerlo sangrar. ¡Debo hacerlo!

Corbin se aproximó y dio un tajo de izquierda a derecha a la altura de la cintura de Kai. Este saltó hacia atrás e hizo un amago de golpe al brazo de Corbin mientras éste se recuperaba de su ataque. El intento de Kai falló por mucho y el Halcón de Jade soltó una carcajada.

—¿Eso era un ataque? Entonces supongo que la mujer te tenía que cortar la comida para que no te murieses de hambre.

Kai enrojeció. ¿Hacerlo sangrar? Hoy, la única sangre que correrá será la tuya, Kai, pensó.

Corbin adoptó una posición defensiva poco ortodoxa. Con la daga agarrada con la mano derecha y el brazo doblado sobre el hombro como la cola de un escorpión, el Elemental había apartado su amenaza más poderosa. Alargó el brazo izquierdo para protegerse el cuerpo y se agachó lo suficiente para poder lanzarse al aire. Entonces estiró la zurda e hizo una seña a Kai con el dedo.

—Ven, te regalo un corte fácil.

¡Se está burlando de ti! Kai gruñó y se abalanzó hacia adelante. Hizo una finta con la daga y lanzó el pie derecho al grueso muslo izquierdo del Halcón de Jade. Sin embargo, este ataque no frenó a Corbin, que giró sobre esa pierna, estiró el brazo para parar la finta y asestó una puñalada para ensartar a Kai en su hoja.

De forma refleja, Kai se pasó el cuchillo a la mano izquierda y agarró la muñeca de Corbin con la mano libre. Plantó el pie derecho en el suelo, giró el cuerpo y, utilizando el propio impulso del Elemental, lo golpeó en la cintura con la cadera derecha y le tiró del brazo al tiempo que se inclinaba. El Elemental pasó por encima de la espalda de Kai y cayó al suelo sobre la rabadilla.

El MechWarrior le torció el brazo al Elemental; pero, antes de que pudiese terminar la llave y fracturarle el codo contra la rodilla, Corbin logró soltarse. Kai le asestó una cuchillada, pero lo hizo con la mano izquierda y eso le restó fuerza. Kai notó que le había dado, pero ello no parecía haber afectado al Elemental.

Corbin empezó a reírse con aire desafiante; no obstante cuando se tocó la espalda con la mano, ésta quedó manchada de sangre. Sus ojos castaños centellearon.

—No eres malo, Jewell, pero yo te habría arrancado los ríñones y te habría partido la columna vertebral con ese tajo. Muy bien; me has hecho sangrar, de modo que tu doctora quedará libre. Ahora me toca a mí.

Moviéndose más rápido de lo que Kai había visto jamás en un ser humano, Corbin se arrojó de nuevo sobre él. Imitando la acción anterior de Kai, se pasó la daga a la mano izquierda y lanzó un terrible tajo al MechWarrior. Este trató de apartarse de un brinco, pero el tirón que notó en el mono le indicó que no lo había conseguido. La caliente picadura de la daga de Corbin en el muslo derecho lo dejó atónito.

Kai esperaba en cierto modo que su contrincante se separase y se jactase del golpe, pero Corbin siguió acosándolo. Apoyándose con dificultad en su pierna herida, Kai eludió su embestida, aunque no por mucho. Entonces asestó un golpe seco que acertó a dar en la cabeza de Corbin, pero su único efecto fue que el Elemental se volviese hacia él.

Devolviendo golpe por golpe, Corbin dio un seco puñetazo a Kai en las costillas. El puño impactó como una maza en sus costillas, que apenas se habían recuperado de la fractura sufrida durante su huida de ComStar. Kai sintió un agudo dolor en el tórax y se agachó para protegerse.

Un golpe en la cabeza con la mano abierta lo mandó por los aires. Cayó al suelo como un monigote y rodó hasta los restos del dosel que habían construido Deirdre y él. Quedó enredado en la lámina petroquímica, pero logró zafarse a medias. Comprendió que había perdido el cuchillo en el mismo momento en que una bota lo levantaba del suelo con una patada en la cintura. Fue a chocar contra un árbol y resbaló por su tronco hasta el suelo, donde, faltándole el aliento, dio manotazos a las agujas de pino y las raíces que había sobre él.

Sin poder respirar y sintiendo que le ardía el pecho, Kai se preparó para el siguiente ataque, creyendo que Corbin lo mataría ahora. Intentó incorporarse, mas sólo llegó a hincar la rodilla antes de desplomarse de nuevo. Estás acabado, Kai. La sombra de Corbin le cubrió el rostro.

—Estaba equivocado. No eres un guerrero, pues ningún guerrero se quedaría ahí tumbado —dijo el Elemental con todo su desprecio—. Te mataré y te enterraré en una tumba anónima, para que ninguno de tus familiares se sienta avergonzado de tu fracaso.

Las palabras de Corbin encontraron su eco en aquella voz oscura que siempre acosaba a Kai. Siempre has sido un fracasado, Kai Allard-Liao. Te borrarán de la lista de los Liao y nadie se atreverá a mencionar de nuevo tu nombre maldito. Kai tosió y sintió que le crujían las costillas.

—No importa —dijo—. Antes te he dado.

—¿Que has hecho qué?

Kai jadeó y se incorporó sobre los codos.

—Te he hecho derramar sangre, tienes que dejarla marchar. He ganado.

La maligna risa de Corbin resonó en el claro.

—¿Eso? Sólo acepté porque creía que así lucharías con más ganas. Nunca tuve la intención de respetar ese trato, porque sólo hay que honrar los acuerdos entre guerreros. —Corbin se puso en cuclillas, miró de cerca a Kai y añadió—: Ningún librenacido ha sido nunca bastante guerrero para hacer pactos conmigo.

Mientras el Elemental volvía a levantarse, Kai atacó. Lo golpeó en la garganta con los dedos rígidos de la mano derecha. Su enemigo balbuceó un grito y cayó hacia atrás, sujetándose la nuez del cuello. Kai se quitó la lámina petroquímica de encima de los pies y se puso en pie. Al ver que su contrincante yacía de espaldas, le dio una patada en las ingles y fue cojeando hacia los restos del dosel para buscar su cuchillo.

—¡Kai, cuidado!

Al oír el aviso de Deirdre, Kai se lanzó hacia adelante y rodó a la derecha. Vio a Corbin que pasaba por el mismo lugar donde él había estado momentos antes, y luego oyó un gran estrépito cuando el Elemental chocó contra uno de los abedules que daban soporte al dosel. Corbin se desplomó, pero siguió aferrado al árbol y quedó de rodillas en el suelo.

Kai cogió un trozo de la barra de soporte del dosel y se incorporó. Corbin meneaba la cabeza para despejarse. Kai se acercó cojeando y le asestó un golpe con la barra, que saltó en pedazos al impactar en la ancha espalda del hombre, pero que lanzó a éste de nuevo contra el árbol. Rebotó y quedó en cuclillas. Kai vio sangre que brillaba en la blanca corteza del árbol.

Le dio una serie de puñetazos en la cabeza a Corbin. Cada golpe le hizo girar la cabeza, pero el Elemental resistía. Los nudillos de Kai estaban empapados con la sangre de la cabeza y de la nariz aplastada.

—¡Cae, maldito, cae! —exclamó.

—¿Es esto lo mejor que puedes hacer? —preguntó Corbin, sonriendo tras la máscara de sangre que le bañaba el rostro.

Volvió a golpear a Kai en las costillas con la diestra, pero ya no era tan rápido como antes. El golpe fue duro de todos modos y Kai retrocedió siseando de dolor, aunque no cayó.

Apretó los dientes y se abalanzó sobre Corbin, que se había levantado de nuevo. Su golpe con el pie acertó al Elemental en pleno rostro.

Corbin salió despedido en medio de una lluvia de sangre y de fragmentos de dientes. Cayó al suelo sobre el mismo nombro con el que había chocado contra el árbol y un chasquido indicó a Kai que algo se había roto. Aun así, el Elemental se levantó apoyándose en el brazo izquierdo y logró hincar una rodilla en el suelo.

—Después de todo, quizá podamos tener una buena pelea —gruñó, dándose la vuelta con el brazo derecho colgando inerte.

Corbin embistió contra él, alargando la mano izquierda con intenciones asesinas. Agarró a Kai por el hombro derecho y empezó a aplastarlo pese a que Kai ya estaba retrocediendo antes del ataque. El MechWarrior se agarró al empapado mono de Corbin, giró sobre la espalda y le dio una patada en el vientre. Cuando estaba en el punto más alto del arco, Kai se apartó y, con un fuerte empujón, lanzó a su enemigo por los aires.

Corbin cayó sobre la hoguera apagada del campamento. Se alzó una nube de ceniza que cubrió al hombre tendido en el suelo. Kai rodó hasta ponerse a cuatro patas y se arrastró hacia el Elemental, sin apenas darse cuenta de que su cabeza estaba inclinada en un ángulo extraño.

Kai se arrodilló junto a la cabeza de Corbin y levantó con ambas manos una de las piedras ennegrecidas.

—De modo que pensabas enterrarme en una tumba anónima, ¿eh? —exclamó, mirando la sangre mezclada con la ceniza—. No lo harás, no lo harás en esta vida.

—¡No, Kai! ¡Basta!

Levantó la mirada y vio la expresión aterrorizada de Deirdre.

—Tiene que morir —dijo.

—Kai, ya está muerto —murmuró ella, extendiendo los brazos hacia él—. Por favor, Kai, ¡tú no eres como tu padre!

La mirada del joven osciló entre el desmadejado cuerpo de Corbin y Deirdre. Seguía sintiéndose un poco aturdido por la descarga de adrenalina que lo había ayudado a salvar su vida.

—¿Mi padre? ¿De qué estás hablando?

Deirdre se tapó la cara con las manos y cayó hacia adelante. Kai tiró la piedra a un lado, fue hacia ella, se arrodilló y la abrazó.

—¿Qué pasa con mi padre? Cuéntamelo.

—Tu padre es un asesino.

Ella apoyó la cabeza contra su pecho, pero Kai presintió que se habría apartado de no tener la pierna aún atrapada.

—Él asesinó a mi padre en los combates de Solaris —explicó.

—No, jamás se enfrentó a nadie llamado Lear.

—Lo sé —replicó Deirdre—. Mi padre se llamaba Peter Armstrong, y fue el primer hombre que mató en los juegos de Solaris. Tu padre le tendió una emboscada y lo mató. Mi padre no tuvo la menor oportunidad. —Su tono de voz se redujo a un murmullo al añadir—: Durante un par de años, cuando yo era una niña pequeña, mi padre era un mártir. El malvado Justin Xiang había matado a mi padre, el súbdito más leal a la Casa de Davion de toda la Esfera Interior. Wolfson y Capet también eran héroes. Cuando mi madre volvió a casarse, yo no quise cambiarme el apellido, aunque mi padrastro era un buen hombre: un cirujano, Roy Lear. En la escuela tenía muchas amigas y amigos, y todos me querían.

»Entonces —prosiguió— tu padre resultó ser un agente que nos había ayudado a ganar la guerra. La gente empezó a decir de mi padre que había sido un renegado. Los mismos niños que querían oír historias sobre mi padre, ahora se burlaban de mí. Decían que había sido tan malo como Stefan Amaris el Usurpador, y que estaban contentos de que Justin Allard lo hubiera matado. Algunos de sus padres decían incluso que yo estaba maldita por mi linaje y que no dejarían que sus hijos jugasen conmigo.

Kai retrocedió, vio su cuchillo, lo recogió y empezó a cavar la tierra alrededor de la pierna de Deinlre.

—¿Por eso estudiaste Medicina? —preguntó.

—No —contestó Deirdre, con la mirada baja y sin observar nada en concreto—, me hice médico porque imaginaba a menudo que habría podido salvar a mi padre si hubiese estado allí. Ingresé en las Fuerzas Armadas de la Mancomunidad Federada para demostrar que los de mi familia no éramos traidores. Quise dar algo a la Mancomunidad Federada para redimir lo que mi padre hubiera hecho. Fueran cuales fuesen sus delitos, yo no creía que merecieran la muerte.

—Mi padre no es un asesino —dijo Kai, sacando tierra del agujero y quitando una delgada estaca de madera que estaba clavada en él—. No quería que tu padre muriese.

—¿Cómo puedes decir eso? Le tendió una emboscada y lo mató. Se ve en un holovídeo que se puede comprar en cualquier tienda.

—Lo sé —respondió Kai, arrancando una segunda estaca—. Cuando era niño, empecé una de esas discusiones en la escuela en las que uno dice cosas como: «mi padre es mejor que el tuyo». Acabó con uno de los niños corriendo de vuelta a casa, llorando. Le había dicho que mi padre podía matar al suyo.

—Los niños también se burlaban de mí diciendo que Justin Allard vendría a buscarme —dijo Deirdre, estremeciéndose.

Kai se sentó en cuclillas y sintió que se le formaba un nudo en la garganta mientras hablaba.

—Aquel día, mi padre me llevó a casa y me enseñó el holovídeo del combate con tu padre. Quitó el sonido y me dijo lo que él pensaba, en lugar de dejarme oír al locutor, que describía la lucha con palabras dramáticas y emocionantes. La narración del locutor se basaba en presentar a un combate típico de Liao, malvado y traicionero, tanto para justificar que se había ido de la Federación de Soles como para atraer la atención de Maximilian Liao. Después de disparar la primera andanada contra tu padre, el mío sabía que había causado demasiados daños en su ’Mech para que pudiese continuar la lucha. Quería que tu padre saltara del ’Mech y no perdió la esperanza de que lo hiciera al final.

—Pero no lo hizo. Murió en aquel Griffin.

—Lo sé. Mi padre dijo que había subestimado la intensidad del entrenamiento que Philip Capet daba a sus protegidos. Me dijo también que uno no debía sentirse orgulloso de matar hombres, y que matar era el último recurso, cuando nada más servía. —Kai miró a Corbin y agregó—: Es este mismo caso.

—La excepción a la regla —dijo Deirdre, levantando la barbilla a Kai—. Tenías una alternativa: podrías haberte rendido. No lo hiciste, sino que optaste por seguir luchando para salvarme. Después de la forma como te he tratado, ¿por qué lo has hecho?

Kai apartó la cara y siguió cavando.

—Tú me salvaste la vida. Te lo debía.

—No, Kai, eso no es suficiente. —Deirdre asió una de las estacas y lo ayudó—. Te he tratado con odio desde que te conocí, pero aquella mañana que nos conocimos en Skondia me sentí muy atraída hacia ti. Pensé que el Año Nuevo iba a ser muy bueno para mí.

Kai rio, pero dejó de hacerlo al sentir un pinchazo de dolor en las costillas.

—Sí, yo también lo pensé —reconoció.

—Luego, cuando el general Redburn nos presentó —continuó Deirdre, tragando saliva—, sentí que había traicionado a mi padre y a mí misma. Después empecé a insultarte, tratando de apartarte de mí y de causarte el mismo daño que sentía que me había hecho tu padre. No dejé de buscar formas de concentrar mi odio en ti; sin embargo, cuanto más lo intentaba, menos cosas encontraba odiosas en ti.

Mientras ella hablaba, Kai sintió que desaparecía el distanciamiento que había existido entre ellos. En los dos años que habían pasado desde que se habían conocido, él siempre se había sentido confuso por la aparente dualidad de sus sentimientos. Ahora que lo entendía, todo lo que había hecho ella cobraba sentido. Aquella parte suya que siempre había temido que ella lo odiase por ser como era, ahora quería gritar de alegría. Quería rodearla entre sus brazos y no dejarla marchar jamás.

No obstante, un frío temor nació en su vientre y pareció sujetarlo por la garganta. Ahora, Kai Allard, conoces su secreto, pero eso no cambiará que eres un asesino, hijo de otro asesino. Eres su antítesis, y ella siempre te lo reprochará.

—No miraste lo bastante dentro de mí, doctora —dijo Kai, otra vez serio—. Hay muchas cosas odiosas en mí, como mi tendencia a cometer errores, a conseguir que maten a los demás, u obligar a la gente a que haga cosas que no quiere hacer, como disparar contra alguien. ¿Por qué estaba dispuesto a sacrificarme por ti? Porque el mundo sería mucho mejor si estás tu en él que si estoy yo.

Kai arrancó la última estaca y dijo:

—Ya eres libre.

—Estás equivocado, Kai —replicó ella, sacando despacio la pierna del agujero.

—¿Equivocado? ¿Qué quieres decir? Ya no tienes la pierna atrapada.

—No me refería a eso —repuso Deirdre, evitando su mirada—. El mundo no sería mejor sin ti porque yo, por lo menos, me sentiría mucho peor si tú no estuvieses.

—Sobrevivirías. Sabes cómo hacerlo.

—Físicamente, quizá. —Ella lo sorprendió cuando se acercó a él y le rozó los labios con los suyos—. Por dentro, me moriría sin ti.