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Nave de Descenso Barbarossa,

órbita de tránsito, Port Moseby

Comarca de Virginia, Mancomunidad Federada

9 de abril de 3052

Victor sintió como si una red de plomo le rodease el corazón y empezase a arrastrarlo hacia abajo.

—¡Morgan, debes de estar bromeando!

El alto mariscal de la Mancomunidad Federada miró a su primo con expresión de sorpresa y replicó:

—Y tú también bromeas al proponer este plan, supongo. ¡Me has pedido que venga aquí para evaluar esto! —Morgan levantó el holodisco como si fuese basura—. He visto planes más inteligentes en escenarios de juegos de estrategia que jugaban unos locos criminales.

—Morgan, hemos trabajado duro para elaborar ese plan —dijo Victor, sonrojándose—. Mis hombres se han entrenado mucho. Nuestra moral está más alta que nunca y disponemos de la colaboración plena del Condominio. Incluso la general Calcas ha aprobado el plan.

Morgan Hajek-Davion arrojó con desprecio el holodisco sobre el escritorio.

—Porque la hayas engañado, no esperes hacer lo mismo conmigo. Si fuese el guión de un holovídeo de la serie El guerrero inmortal, quizás, sólo quizás, empezaría a ver que tiene sentido. En esas fantasías, el héroe puede destruir unidades enteras él solo. ¿Desde cuándo tú y tus tropas tenéis vocación de superguerreros? Con este plan, lo único que conseguiríamos es tener a dos príncipes atrapados en Teniente.

—No, Morgan, estás equivocado —replicó Victor, apretando los puños—. Este plan puede funcionar y funcionará. Danos sólo la oportunidad de demostrarlo.

—La guerra no trata de posibilidades, Victor. Trata de certezas, de la certeza de que las personas mueren a causa de la guerra —repuso Morgan, echando fuego por los ojos—. Vas a enviar un batallón reforzado a un planeta que, en el mejor de los casos, tiene datos de espionaje incompletos acerca del enemigo. No sabes dónde está el objetivo, pero has reducido su posible ubicación a una docena de lugares en el continente septentrional. Cuando estéis cerca del planeta, esperas que Hohiro pueda dirigir sus tropas a la zona de aterrizaje más próxima a su posición. Sin embargo, no tienes ninguna pista de si se ha quebrantado la seguridad de las comunicaciones en el planeta, o si Hohiro ha sido capturado y obligado a confesar… ni tan sólo si sigue vivo. Podrías meterte de cabeza en una emboscada.

—Eso podría ser verdad, primo, si fuésemos allí como una fuerza hostil. Ya conoces el plan. Ellos no saben que vamos allí.

—¡Oh, claro! —exclamó Morgan en tono de burla—, entraréis en el sistema con Naves de Descenso disfrazadas. ¡Qué brillante plan a prueba de imbéciles!

—Tú utilizaste con éxito uno similar en Sian —replicó Victor.

—Cierto, pero hay enormes diferencias entre Sian y Teniente —dijo Morgan—. En primer lugar, Maximilian Liao era un estúpido y estaba desesperado; los Clanes no pecan de una cosa ni de la otra. Llegamos a bordo de Naves de Descenso del propio Liao, mientras que vosotros utilizaréis naves recién pintadas. Dos de las tres personas más importantes del servicio de inteligencia de Liao trabajaban en realidad para nosotros, pero vosotros no tenéis el mismo apoyo desde las filas enemigas. ¿Tengo que continuar?

Victor estaba enfurecido y quería golpear el casco de la nave para descargar su ira. Frustrado, se tiró del cuello de la camisa y tocó accidentalmente la figura del mono de piedra que llevaba colgada. Kai se la había regalado. Victor recordó con un sobresalto que Kai le había dicho que Sun Hou-Tzu lo mantendría siempre a salvo. «Este tótem sirve para recordarte que seas tú mismo, sin importar las circunstancias», me dijo Kai. Lo que soy ahora, lo que Morgan me obliga a ser, es un niño malhumorado. Nada más.

El príncipe aflojó los puños y respondió:

—Tus comentarios son correctos, pero tengo la palabra solemne de Shin Yodama de que el engaño funcionará a la perfección. Tengo que suponer que el propio Theodore Kurita ha aprobado la información con la que estamos trabajando.

—Eso no quiere decir que no sea errónea —objetó Morgan, mirando fijamente a Victor.

—Pero sí que quiere decir que el Kanrei está dispuesto a poner en juego la vida de su hijo por su veracidad. —Victor dio un tono más sereno a su voz y se dedicó de manera consciente a ralentizar su respiración y los latidos de su corazón—. Morgan, puedes ver con tanta claridad como yo que este plan es muy importante. Tú mismo me dijiste que habría otros Alyina y otras vidas que vengar además de la de Kai Allard.

Victor volvió a acariciar el colgante de jade y continuó:

—Es nuestra oportunidad para hacer algo más que vengar la muerte de Kai. Tras su desaparición, Galen me recordó que sólo sería inútil si los Clanes nos destruyesen. Para conseguirlo, tienen que destruir nuestro estilo de vida y nuestros gobiernos. Hasta entonces, siempre nos opondremos a ellos.

»Has visto los informes acerca de la República Libre de Rasalhague. —Victor señaló el visor de holovídeos que había en una esquina del escritorio de Morgan—. La pérdida del príncipe Ragnar los ha desmoralizado. Hasta ahora, el pueblo creía que luchaban para preservar su sueño de autodeterminación. Ahora, estando Ragnar en manos de los Clanes y con el corazón de su padre casi destrozado, las fuerzas de Rasalhague apenas tienen fuerzas para combatir. Incluso ese cabrón de Tor Miraborg se ha convertido en uno de los perrillos falderos de los Lobos, que ni siquiera tuvieron que combatir para conquistar Gunzburg.

—¿Qué tratas de decirme, Victor? —preguntó Morgan, apoyándose en el borde del escritorio.

Por el tono de voz de su primo, el príncipe comprendió que más le valía que su siguiente argumento fuese el mejor.

—No intento decirte nada, Morgan. Sólo te pido que reflexiones sobre la enorme importancia de esta misión para los Estados Sucesores. Cuando traigamos de vuelta a Hohiro, el pueblo se alegrará de que lo hayamos rescatado ante las mismas narices de los Gatos Nova. También comprenderán lo importante que es que colaboremos con el Condominio Draconis. Sabrán que Hohiro y yo somos capaces de coexistir sin tener que matarnos mutuamente, y eso les dará esperanzas para el futuro al margen de los Clanes. En cuanto a nuestros soldados, les demostrará que es posible superar a los Clanes. Les demostrará que las doctrinas militares que hemos estado impartiendo realmente funcionan. Demostrará que podemos vencerlos.

—¿Y si fracasas, Victor? Entonces, ¿qué?

—Para el Condominio tendrá poca importancia a corto plazo —respondió Victor, encogiéndose de hombros—. Seguirán enfrentándose a unas fuerzas de los Clanes muy superiores. Aunque la victoria podría darles más moral, la muerte de Hohiro, si llegara a conocerse, sólo les daría más determinación aún para defender sus posesiones de los Clanes. En cuanto al gobierno de Minoru Kurita, la verdad, no creo que suba al trono y, desde luego, yo no estaré por aquí para preocuparme por ello.

—Muy bien —dijo Morgan—, ¿y qué significaría tu muerte para la Mancomunidad Federada?

—Poco, por no decir nada —repuso Victor, manteniendo la calma ante la expresión sorprendida de Morgan—. Esta es la verdad, Morgan. Todos han estado dudando de mi capacidad para mantener la leyenda de los Davion que habéis creado mi padre y tú. Siempre he sido considerado el «principito que intentaba hacerlo bien», no como «el principito que era capaz de hacerlo bien». Además, más de un miembro del gobierno vería con buenos ojos que fuese mi hermana Katherine o mi hermano Peter quien subiese al trono en mi lugar.

El mariscal rodeó el escritorio y se sentó en su silla.

—Entonces, ¿quieres esta misión para demostrar a todos los pesimistas que están equivocados respecto a ti?

—No, Morgan, ese juego ya no sirve de nada —contestó Víctor, irguiéndose—. No conseguirás que proteste y patalee, porque eso sólo demostrará que carezco de la objetividad necesaria para llevar adelante esta operación. SI, sigo teniendo mal carácter, pero también lo tengo más controlado. He estudiado todos los aspectos de esta misión, pero estoy preparado para cancelarla si cambia la situación o tú me ordenas que la abandone. Aun así, sé que este plan es serio; y sospecho que tú piensas igual.

Morgan Hasek-Davion juntó las yemas de los dedos. Sus largos cabellos de color cobrizo le cubrían las hombreras de su negro uniforme.

—Has cambiado mucho, Victor. Todavía recuerdo tu resistencia a ser trasladado a Trell I. Entonces me pediste que hiciera causa común contigo, y has hecho lo mismo varias veces desde entonces. Siempre me he opuesto a ti o te he obligado a aceptar la plena responsabilidad de tus actos.

«Ahora vienes a mí con un plan del que aceptas la responsabilidad —prosiguió Morgan—. Presiento que esto se debe, en parte, a que Kai Allard solía respaldarte. Lamento su muerte, pero me alegra que te haya forzado a madurar.

»Eres un hombre muy especial, Victor. Eres una de esas personas que brillan con mucha intensidad, decidido a estar a la altura de tu apellido. Siempre he sabido que estabas destinado a la grandeza.

—Si eso es cierto —dijo el príncipe, entornando los ojos—, ¿por qué me has puesto las cosas tan difíciles?

—Porque quienes brillan con tanta intensidad tienden a quemarse pronto. Nunca pondría en peligro las vidas de los hombres y mujeres que estén bajo mi mando basándome en un simple presentimiento. La guerra es un crisol en que los hombres descubren su verdadero fuste. Si resulta que a ti te falta, no quiero que otros sufran por ello.

Victor bajó la mirada y tragó saliva.

—Entiendo. ¿Has emitido tu veredicto sobre mí?

Morgan calló por unos momentos antes de responder.

—He reenviado una copia de tu informe a tu padre y le he adjuntado algunos comentarios. Aunque estamos pendientes de su aprobación o rechazo del plan, he autorizado al Primer Batallón reforzado del Décimo de Guardias Liranos para que se dirija al punto de enlace con las Naves de Salto del Condominio que aguardan en este sistema. Espero recibir informes completos en cada punto de salto y constantes actualizaciones de los cálculos del servicio de inteligencia. Por supuesto, la aprobación final depende de tu padre, pero creo que es una misión que debe llevarse a término.

El corazón le dio un brinco en el pecho a Victor.

—¡Gracias, Morgan! —exclamó.

—No me des las gracias, Victor. Guarda tu energía para asegurarte de que el plan funcione —repuso el mariscal—. Sé tú mismo, y sé sincero contigo mismo. Ahora no tienes a Kai Allard para ayudarte en eso. Si esta misión no puede tener éxito, abandónala. Abórtala, antes de que te mate.