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CAPÍTULO

19

La puerta de la biblioteca se abrió, Rachel levantó la mirada desde el mostrador y vio a Nicholas entrando con un jarrón de flores en sus manos.

—Buenas tardes, señorita Ashford. —Le dedicó una melancólica sonrisa y le alargó las flores—. Esta vez he recordado traerlas en un jarrón.

—No era necesario, pero es muy considerado por su parte. Gracias.

Las posó en el mostrador y las colocó cuidadosamente mientras él elegía un periódico.

—He venido a leer los periódicos… y, aprovechando que he venido, también a verla, si no le importa.

—Por supuesto que no. Es más que bienvenido.

Él sonrió y se sentó cerca con el último número del Salisbury Journal.

En la sala de lectura, algunas de las integrantes de la Sociedad de Damas Té y Labores mantenían un intenso debate sobre Waverley, la novela que habían leído todas. Rachel podía escuchar los argumentos a través de la puerta abierta. Charlotte Cook cerró su ejemplar de golpe.

—Yo he encontrado al personaje principal insufrible, un joven demasiado insípido. Y el narrador se extiende demasiado…

—Sí —aprobó Judith Cook—, soy de tu misma opinión.

La señora Barton sacudió la cabeza con gesto de disgusto.

—Y esa manera de escribir, ese dialecto… Casi no entendía una palabra. Intenté leérselo en voz alta a mis vacas y ¡su leche se cortó en el momento!

Rachel reprimió una carcajada. Su mirada se encontró con la de Nicholas por encima del periódico y vio que él también estaba sonriendo.

—¿No crees que estás exagerando un poco, Bridget? —preguntó la señora O’Brien.

—Solo un poco.

La señora Klein se presionó el pecho con una mano.

—Oh, pero cuando el autor describe esas montañas tan pintorescas y cómo la hermosa Flora tocaba el arpa junto a aquella cascada… Me sentí completamente transportada. —Suspiró—. Era todo tan encantadoramente romántico…

—Sí —corroboró otra vez Judith Cook—, soy de tu misma opinión.

Nicholas y Rachel sonrieron de nuevo. Él dejó a un lado el periódico y se acercó al mostrador.

—Señorita Ashford, ¿vendría a cenar con nosotros a Thornvale esta noche?

Rachel titubeó. Le encantaría visitar su querida Thornvale, aunque también sería una experiencia amarga, especialmente si la señora Ashford se empeñaba en recordarle que ya no era su casa.

—Gracias por la invitación, Nicholas. Yo…

La puerta se abrió y entraron el señor y la señora Talbot.

—Discúlpeme un momento.

La mujer le habló un momento en privado del desmayo de la señora Haverhill. Rachel se lo agradeció y prometió visitar la posada más tarde aquel mismo día. Los señores Talbot se suscribieron aprovechando la visita y ella les expresó su gratitud.

Cuando se marcharon, se acercó a Nicholas de nuevo.

—Lo lamento mucho, pero los Talbot han traído noticias… Me necesitan en la posada esta noche. ¿Otro día quizá?

—Por supuesto, le tomo la palabra.

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En cuanto cerró la biblioteca, Rachel se puso su sombrero y sus guantes y caminó hasta Bell Inn. Jane la saludó con calidez.

—Gracias por venir, Rachel. Estamos muy ocupados esta tarde y no puedo pasar con ella todo el tiempo que me gustaría.

La condujo hasta la habitación, llamó a la puerta y asomó la cabeza.

—Señora Haverhill, Rachel Ashford ha venido a verla, ¿de acuerdo?

—Sí, por supuesto.

La visitante entró en la estancia y Jane cerró la puerta suavemente detrás de ella. La mujer estaba más aseada que cuando la había visto en su jardín, llena de suciedad y sudando, pero su aspecto era el de una persona muy enferma.

—Señorita Ashford, qué bien que haya venido. Madre mía, su tercera visita en una semana. No sé por qué la señora Bell y usted son tan amables conmigo, pero se lo agradezco mucho. Aunque es difícil para mí aceptar… caridad.

—En eso la entiendo. —Sonrió y se sentó en una silla junto a la cama—. ¿Se siente mejor? Me entristeció saber que había caído enferma.

—Supongo que lo sabe todo el mundo… y que la noticia de mi humillación se está extendiendo.

—En absoluto. Jane me avisó a través de su suegra. Creo que Thora estaba aquí cuando… ocurrió el incidente.

—Sí, también fue muy amable. Sorprendentemente amable. He oído hablar lo suficiente de Thora Bell durante estos años como para esperar una severa capataza, pero supongo que debería saber mejor que nadie que no hay que creer todo lo que se dice por ahí.

—Thora tiene reputación de severa. —Paseó la mirada por la habitación, que era mucho más agradable de lo que esperaba—. ¿Le gustaría que avisara a alguien de que está aquí?

—No.

—¿No hay manera alguna de contactar con su joven criada? Si supiera que está enferma, quizá…

—No, no tengo su dirección, ni creo que Molly volviera, no ahora.

—Lo siento mucho. ¿El padre de Molly también falleció?

—Sí, hace ya mucho tiempo. Lo enviaron a la prisión por cazar furtivamente y murió antes de que terminara el año. Bess acababa de dar a luz a Molly y la llevaron al hospicio. Un destino terrible, sobre todo para una madre. Afortunadamente, uno de los magistrados tuvo piedad de ella y la perdonó. Me pidió que acogiera a Bess como mi criada y yo acepté. Fue una situación poco común, pero nos vino bien a las dos. La pequeña Molly creció en Bramble Cottage, agarrada a la cadera de su madre mientras ella cocinaba o jugando con unos pocos juguetes caseros en el suelo. —Los ojos de la mujer se llenaron de lágrimas y las apartó con el dorso de la mano.

De pronto ahogó un grito.

—¡Oh, no! —Miró con seriedad a Rachel y se incorporó—. Usted conoce mi casa y sabe lo que ha ocurrido. Necesito que me haga un favor.

Rachel titubeó. ¿Se arrepentiría de aceptar? La mujer parecía un poco inestable. Tragó saliva y dijo:

—Por supuesto, si me es posible.

La señora Haverhill tomó la mano de la joven.

—¿Podría ir a mi casa y ver si el señor Nesbitt está bien?, ¿asegurarse de que no le ha pasado nada?

Rachel pestañeó confundida.

—¿El señor Nesbitt?

—Intentará escapar, pero no lo deje.

—¿El señor Nesbitt es su…?

—Mi gato. La señora Bell está muy ocupada y no podría pedírselo. Nunca lo he dejado tanto tiempo solo.

Rachel sonrió con alivio.

—Estaré encantada de hacerlo.

Alguien llamó a la puerta y Jane entró con una bandeja.

—He traído té para las dos.

—Gracias, señora Bell. Es usted muy amable. —La señora Haverhill se recostó de nuevo—. Y su amiga la señorita Ashford es una enviada del cielo; se ha ofrecido a ir a Bramble Cottage a comprobar que mi gato está bien. Me temo que no le queda comida, pero, si tiene agua suficiente, estará bien durante uno o dos días…, con suerte.

Jane dejó la bandeja sobre la mesita de noche.

—¿Sabe? Yo también tengo un gato. He estado guardando arenque para él, pero está sobrealimentado y será mejor que no se lo dé esta noche. Rachel, ¿puedes llevárselo a…?

—Al señor Nesbitt —completó Rachel.

La señora Haverhill suspiró.

—Gracias, señora Bell, me quita una preocupación.

—¿Hay algo que desee que le traiga, ya que voy? —preguntó Rachel—. ¿Un cepillo?, ¿pasta de dientes? O ¿un libro quizá?

—La señora Bell me ha proporcionado todo lo que necesito. Lo único que le pido es que se asegure de que mi gato está bien.

—¿Podría darme la llave?

—Está en otro tiesto azul y blanco que coloqué donde estaba el anterior.

—¿Ha dejado la llave donde estaba? —Rachel pestañeó con incredulidad—. ¿Después de que alguien que conoce la usara para robarle?

La mujer se encogió de hombros y evitó sus miradas, sin intentar explicarse. El corazón de Rachel dio un vuelco al ver cuánto deseaba la mujer que la joven Molly volviera. La señora Haverhill la acogería con los brazos abiertos. Incluso ahora.

Rachel se quedó a tomar el té con ella y mantuvo una conversación trivial. Finalmente, se excusó y se marchó. En el piso de abajo, encontró a Jane en la oficina.

Su amiga le entregó en un plato envuelto el arenque prometido y la acompañó hasta la salida.

—Estamos esperando a un grupo dentro de poco. Si no, iría contigo a Bramble Cottage. No vayas sola, ¿de acuerdo? Lleva contigo a Mercy o al señor Basu, por si acaso quien robó la primera vez decidiera volver.

—Admito que la perspectiva de ir sola es un poco intimidante —dijo Rachel con un escalofrío.

Jane le sujetó la puerta.

—No me sorprende, viendo el estado en que se encuentra la casa. Ah, ahí está Timothy. Seguro que él te ayuda en tu misión de caridad.

Rachel se volvió bruscamente. Sir Timothy se estaba acercando a ellas y ya estaba a tan solo unos pasos.

—¿Misión de caridad? —repitió él, mirando a ambas—. Por supuesto que estaré encantado de ayudar, si es necesario.

—No hay problema —objetó Rachel—, no hace falta que venga conmigo.

—Creo que sería buena idea —insistió Jane—, ya que es una casa vacía y todo lo demás.

—¿Una casa vacía? —Mostró un gesto de confusión.

—Va a ir a Bramble Cottage a llevarle un regalo al señor Nesbitt. —Jane dio unos golpecitos en el plato para enfatizar su respuesta.

—¿A quién?

La señorita Ashford le dirigió una mirada de resignación.

—Se lo explico de camino.


Subieron por la carretera de Ebsbury juntos hasta que llegaron a la casa. Una vez allí, Rachel encontró la llave en el tiesto, desbloqueó la cerradura y abrió la puerta. Había esperado encontrarse con un rancio olor a gato o a algo peor, pero le dio la bienvenida un aroma agradable a flores secas y a especias.

Rachel sintió alivio al ver que la señora Haverhill había devuelto un poco de orden a la habitación; por lo menos había recogido las cosas del suelo y arreglado los muebles, aunque una pila de papeles seguía en el sofá, algunos cajones aún estaban abiertos y el viejo armario permanecía entreabierto y dejaba ver un cúmulo de abrigos, chales y bufandas que hacían imposible cerrarlo. Rachel no explicó el desorden; no deseaba incriminar a la joven Molly Kurdle y traicionar a la señora Haverhill.

—Está un poco desordenado —observó él con las manos en la espalda—. Parece que intentaba encontrar algo con prisa.

Le respondió con un murmullo evasivo.

Caminaron lenta y silenciosamente por el piso de abajo buscando al gato. La sala principal tenía una chimenea, un sofá y una butaca en un lado y, en el otro, una modesta mesa de comedor, sillas y un aparador. Una corona funeraria estaba colgada de la pared.

Rachel vio un par de lentes masculinas en una mesita auxiliar junto a un grueso libro, aunque podrían ser de la señora Haverhill. En uno de los cajones abiertos, distinguió una pipa elegantemente tallada y, en otro, un solo guante de cuero que parecía demasiado grande para pertenecer a una mujer. Al ver los objetos que ella estaba mirando, Timothy preguntó:

—¿Y qué sabemos sobre el señor Haverhill?

—No he preguntado. Creo que lleva ya mucho tiempo viviendo sola.

Rachel esperó, pero él no añadió nada. Se preguntó si seguía sospechando que era la amante de Carville.

Encontraron una pequeña cocina y una alacena en la parte trasera de la casa. Rachel vio un cuenco en el suelo que contenía restos de agua y otro vacío a su lado, pero aún no había señal alguna del gato.

La mujer rellenó el recipiente del agua y se asomó a la habitación contigua. Supuso que se trataba de la habitación de servicio, pues dentro había dos camas estrechas, limpias y bien acondicionadas, con una vieja muñeca sobre una de ellas. Numerosos dibujos infantiles, ahora amarillentos y con las esquinas curvadas, colgaban de las paredes.

A su lado, Timothy observó los dibujos.

—¿Tiene hijos?

—No, que yo sepa. Mencionó que su antigua criada tenía una hija y que ambas vivieron muchos años aquí.

—¿Dónde están ahora?

—La madre, Bess Kurkle, murió el año pasado. Su hija se marchó hace poco. Al parecer, se enamoró del hombre equivocado, la típica historia.

El hombre volvió el rostro hacia ella al oír aquello, pero la señorita Ashford mantuvo la mirada fija en la muñeca y murmuró una oración por Molly Kurdle, quienquiera que fuera.

—Bess Kurdle… —repitió Timothy—. Me suena el nombre, pero ¿de qué?

Ella lo miró y vio cómo se formaba una arruga entre sus cejas mientras pensaba. Le contó lo que la señora Haverhill le había dicho sobre cómo uno de los magistrados había evitado que fuera al hospicio y le había conseguido trabajo en Bramble Cottage.

—Ah… —Levantó la barbilla al recordar—. Me acuerdo de oír esa historia. Lord Winspear quería mantener una postura firme, igual que con su marido. ¿Era un ladrón, verdad? Pero mi padre sintió pena por ella.

—Sí, fue muy amable —murmuró Rachel, cada vez más confundida. Se preguntó qué motivos tendría sir Justin, pero no deseaba levantar sospechas sobre la memoria de su padre.

Volvieron a la habitación principal, desde donde una estrecha escalera conducía al piso de arriba, a la habitación de la señora Haverhill, supuso. Parecía una invasión de la privacidad subir aquellas escaleras, por lo que decidió no hacerlo. En cambio, llamó al gato en voz alta.

—¿Señor Nesbitt?

Se sintió estúpida llamando a un gato con nombre de hombre, pero fue una idea efectiva. El gato apareció por fin en las escaleras, atontado tras una siesta o tímido al oír a extraños en su morada. Desenvolvió el plato de arenques y lo dejó en el suelo. Las reservas del felino se disolvieron y se lo comió con avidez.

Al incorporarse, Rachel se fijó en un retrato en miniatura enmarcado que descansaba sobre la mesa auxiliar y la levantó para verla.

—Es la señora Haverhill. Qué joven parece aquí, qué hermosa.

Se la alargó a Timothy para que la viera. Él le echó un rápido vistazo y asintió.

—Es fácil comprender por qué Carville podría admirarla.

—O cualquier hombre —añadió ella, sin creerse todavía que la señora Haverhill sintiera algo que no fuera desdén por el mayordomo de Brockwell Court.

Volvió a colocar el retrato en su sitio y el hombre reparó en el libro que había junto a él.

—Recuerdo este libro. —Una ligera sonrisa iluminó su rostro—. Mi padre tenía un ejemplar muy viejo. Es el primer libro de poesía de Byron. No fue bien recibido, pero a él le gustaba. —Recorrió la cubierta con el dedo, mientras una sonrisa nostálgica se dibujaba en su boca. Lo levantó, como si quisiera recordar el peso y sentir aquel ejemplar en sus manos.

—Este es un libro que debería tener en su biblioteca. —Se lo tendió a Rachel—. ¿No es así?

Ella le devolvió la sonrisa.

—No lo sé, tendría que comprobarlo.

Abrió la cubierta por inercia… y sintió cómo se le deshacía la sonrisa. Permaneció inmóvil un instante, con la mirada fija en la dedicatoria.

«Para Georgiana. Siempre con amor, J.».

«J.» podría ser cualquiera, se dijo a sí misma, queriendo proteger a Timothy y a sí misma. No sería ella quien le mostrara aquello.

Al percibir su silencio, él preguntó:

—¿Qué ocurre?

—¿Mmm? Oh, nada. —Cerró el libro y lo dejó de nuevo en la mesita—. Revisaré mi inventario en cuanto llegue.

Aparentemente satisfecho, volvió a recorrer con la mirada la pequeña pero bien amueblada casita de campo, reparando en la elegante tapicería, en la cristalería y en la porcelana que estaban expuestas en un armario del rincón. Por lo menos, el ladrón o los ladrones no las habían roto ni robado.

¿Estaría Timothy pensando en quién había pagado todo aquello?

—Al parecer —caviló Rachel—, la señora Haverhill fue de clase acomodada hace tiempo, pero no creo que sea el caso ahora. Se dedica a hacer y a vender jabón en el mercado de Wishford y creo que la fatiga y el hambre tuvieron algo que ver con su síncope.

Él asintió.

—Afortunadamente, Jane y usted podrán ayudarla. —Se aclaró la garganta—. Hablando de hambre… ¿Ha comido?

Ella negó con la cabeza y miró hacia el reloj de la repisa.

—Me he saltado la cena en Ivy Cottage… Siempre comemos pronto. Seguro que podré encontrar algo en la cocina cuando la señora Timmons no esté mirando, no se preocupe.

—Entonces venga a Brockwell Court a cenar esta noche.

Ella pestañeó con sorpresa. Timothy debió de notar sus reservas, puesto que añadió:

—Sé que la última vez no recibió una bienvenida tan cálida como se merece, pero Justina está deseando verla y yo disfrutaría mucho de su compañía.

—Pero su madre…

—Déjeme a mi madre a mí.

Rachel bajó la mirada hacia su vestido de paseo.

—Tendría que cambiarme.

—Podemos detenernos en Ivy Cottage de camino.

Sintió esperanza y temor al mismo tiempo. «Estúpida», pensó irritada, recordándose que debía mantener a raya las expectativas.

—Está bien.

Él sonrió como si Rachel le hubiera dado un bonito regalo y le hizo un gesto para que saliera delante de él.