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—Te van a pescar —dijo la voz del Pandeado, cuando me acerqué a la puerta del baño. Del otro lado se oía su puto chorro de orina—. Piensas que ya engañaste a todos, pinche Nini, pero hay dos personas a las que no. Al psiquiatra y a mí, que somos inteligentes…Vas a ver cómo te va cuando él diga que sólo te estás haciendo el pendejo. Tu madre te va a agarrar a cabronazos; y yo, no se diga…
No quería oírlo, pero me quedé anclado junto a la puerta.
—Por otra parte, ¿sabes que muchos locos se suicidan? Aunque también los mentirosos cuando ven que los atrapan. Estás perdido, Yago. Te lo garantizo. Hay muchas formas de morir… además…
Bla bla bla…
Caminé de puntitas hasta mi cuarto y me metí debajo de las cobijas tapándome la cabeza. Las palabras de ese cabrón habían logrado su cometido. El pecho se me cerró. No podía respirar. Saqué la cabeza de entre las cobijas y seguí sintiendo que el aire no entraba a mis pulmones. ¿Y si muero?, me pregunté. Un putazo de dolor me pegó en la nuca. Me dieron ganas de ir por un cuchillo y plantarme en la puerta para encajárselo al tipo en cuanto saliera de cagar. De pronto, lo oí reír. Era como si estuviera leyéndome los pensamientos.
Los siguientes días terminé deprimido. En serio deprimido. Mi mamá y Teté no encontraban la forma de animarme. Teté trajo a su amiga Cynthia a la casa, ella sabía que me gustaba, pero eso no me motivó en lo más mínimo, pues como dije, Cynthia tenía catorce y yo diecisiete, y la consideraba un asunto imposible. Quizá cuando ella tuviera dieciocho y yo veintiuno no habría problema, pero para eso faltaban tres años y en ese tiempo pasarían demasiadas cosas, como que Cynthia perdiera la virginidad con cualquier perdedor y se enamorara de él. O que yo ya estuviera lejos o muerto. Maldita vida. Pobrecillo de mí.
Por otra parte, aunque sus intenciones eran buenas, Teté la cagó bonito y sabroso pues obvio le dijo a Cynthia que yo estaba medio luni y ella me miraba de esa forma, como a un loco que te provoca miedo, asco y compasión. Creo que prefería sus miradas de antes: desprecio e indiferencia. Una tarde jugamos un videojuego. Las cabronas me dejaron ganar por pura lástima y hasta me aplaudieron. Me supo a mierda.