-¡Bien! - exclamó Reugal Absellarim. Los gritos de los dos hombres inundaron el bosque, vacío ya de aves cotillas y animales salvajes. Habían estado apenas un par de horas entrenando, aprovechando la marcha de Marion, las mismas horas que había tardado el bárbaro Wrack en posicionar correctamente los pies.

-¿Bien? ¡Que arda el cielo! Estoy cansado de hacer posturitas con las piernas. ¿Cuándo usaré la Espada Negra?

-Primero disciplina, Wrack, disciplina.

Reugal sonrió ante la pregunta, observando atentamente que el bárbaro cumpliera todas sus indicaciones. Absellarim había convencido al joven de que, si quería esgrimir la espada adecuadamente, necesitaba algunos consejos y un buen entrenamiento. El salvaje hechicero no respondía muy bien al aprendizaje, pues discutía prácticamente todas las instrucciones y propuestas del caballero, que alardeaba de paciencia y mano izquierda con el chico.

-Wrack, lo más importante en el combate cuerpo a cuerpo es que tengas tú el control sobre tu arma, dominarla, que ésta se adapte a ti y a tus movimientos. No permitas nunca, repito, nunca, que suceda a la inversa.

-¿Y cómo voy a dominar algo que no me dejas usar, rubiales?

-A ver, niño, antes de usar la hoja negra, y dado el potencial de la misma, debes aprender a usar tu cuerpo y tu mente de la forma más adecuada. Además, tu mano se recupera del lance que tuviste con Ergon, ten paciencia...

-¡No soy un niño! Me hablas como si fueras un espadachín legendario, como si lo supieras todo sobre armas y combates y, sinceramente, no he visto que seas capaz de nada de lo que presumes.

Wrack relajó su postura y se sentó sobre la hierba. Le dolía la espalda y sentía cargados los muslos; hastiados de mantener la guardia que el caballero de ojos azules le había recomendado. Buscó con sus finos ojos la presencia de Marion, pero al parecer la muchacha seguía buscando, junto al pequeño sabueso, alguna cosa que comer. Reugal, por su parte, avanzó hacia el chico, visiblemente disgustado por el comentario de Wrack.

-Los Absellarim no luchamos porque sí, y sólo usamos nuestras armas.

-Pues como humilde bárbaro que soy te diré que, ante semejante estupidez, podrías meterte tus consejos de baile por el culo y empezar a usar cualquier cosa para defenderte. He visto el talento de Ergon y no creo que tuviera problema alguno en luchar con una puñetera rama si fuera necesario.

-Ergon no es un Absellarim ni tú alguien que merezca mayor explicación; pues desde mi punto de vista, Wrack, siempre serás incapaz de comprender qué significa el honor.

-Que arda el cielo... no sabes nada de mí, Reugal.

-No necesito saber de ti para ver que no entiendes de respeto ni de principios. No honras a tu pueblo, ni a tu gente, con lo que dices y haces. Actúas de forma egoísta, arrogante e infantil. No consideras nada que no sea tu punto de vista, tu estado de ánimo o tu necesidad. ¿Cómo puede un bárbaro como tú entenderme si nunca te has preocupado por alguien que no seas tú mismo?

Wrack alzó la mirada, clavando las pupilas oscuras sobre los claros ojos del caballero Absellarim. Lo miró largo y tendido, irritado por la discusión, y relató la respuesta sin miedo ni gritos, con una calma inaudita en él.

-Lo que hago, Reugal, no lo hago por capricho. Gryal ha matado a mi hermano. Viduk conocía el respeto, entendía de honor y contentaba a todo el mundo. El representa todo lo que me pides. Yo... antes te hubiese entendido, créeme... antes. Pero tras su muerte ya sólo vivo para equilibrar su falta, para conseguir justicia... y no, no me importa nada lo que el resto de la gente piense, ni el honor, porque todo aquel al que puedo honrar, todos aquellos a los que pude respetar, escuchar o comprender, se aparecen en mi mente como meros recuerdos. ¡Todo lo que me importa son los cadáveres que voy a vengar! Eres tú quien no puede entenderlo.

-¿Yo? ¿Por qué eres así? ¿Crees que yo no he perdido nada, Wrack? ¿Que no tengo nada que vengar? ¿Te has preguntado alguna vez, quizá, por qué estaba solo? ¿Por qué dormía bajo la sombra de un árbol usando el vino como almohada? Tuve hijos.

¿Lo sabías? ¿Sabes qué fue de ellos? ¿Sospechas siquiera cómo murieron? ¡Fueron asesinados por bandidos! ¿Mi mujer? ¡Está muerta después de que cada uno de ellos la violara! ¿Mis padres? Toda mi familia fue desterrada por Ilario. La vida de mi señor padre terminó en la calle, muriendo de frío como si fuera un perro. Mamá tuvo más suerte, muriendo de pena entre los sueños de la noche. Así que, ¿crees que no comprendo el dolor? ¿O el odio? Cada día me maldigo por mi debilidad, maldigo a Ergon por arrebatarme el derecho a defender a Ilario, y al difunto llan o por desterrarnos y provocar la muerte de toda mi familia.

-Pues véngate - respondió con amargura el bárbaro.

-¡No estás escuchando lo que te digo! ¡Parece que nada de esto vaya contigo, Wrack! - en los ojos de Reugal amanecieron reprimidas lágrimas de dolor y tristeza. Unas lágrimas que no llegaron a resbalar y convirtieron sus ojos en un mar cristalino-. ¿Vengarme? ¿Venganza? Yo ya tomé la mía. Corté las cabezas de los bandidos que acabaron con mi familia. Las clavé en tres estacas y las miré durante días y días, y en el vacío y la soledad la venganza me supo a poco, a nada, a sangre en las manos. Y cuando no te queda nada, Wrack... cuando todo es soledad, y solamente quedas tú, te preguntas si tienes razones para vivir, si tienes algo que dar; y en el honor, en el mío, en el de mi familia y en aquello que representaban, encontré la vida. Soy Reugal Absellarim. El honor de mi estirpe es lo único que me queda; soy uno de ellos y debo comportarme como uno de ellos.

El caballero miró fríamente al joven bárbaro, con los ojos perlados de lágrimas contenidas. El entreno había derivado en una estúpida discusión que no les llevaría a nada. Estaba cansado de Wrack, de su irritabilidad e ímpetu; y se preguntó qué razones lo habían arrastrado a intentar entrenarlo. No supo decirse si estaba usando al bárbaro por fríos fines personales, por ego, satisfacción, o si realmente se estaba preocupando por él. Le dio la espalda para marcharse. Disgustado y triste. Harto.

-Oye, Reugal... - la voz de Wrack le interrumpió-. Lo siento... estoy nervioso. Me cabrea ser tan inútil.

El hombre, ataviado con sus ropajes, giró su rostro y mostró una de sus magníficas sonrisas al joven hechicero.

-Déjalo, Wrack - suspiró profundamente y prosiguió con la charla para recuperar el punto en el que se habían quedado-. Veamos... Quisiera hablarte un momento sobre las posturas de baile que tanto te disgustan.

-Te escucho - murmuró el orgulloso bárbaro, tumbándose en el suelo y apartando la mirada, avergonzado de haber entristecido a Reugal Absellarim.

-Repetir y realizar correctamente la posición de tus piernas hoy te permitirá que, llegado el momento, tu cuerpo adopte una buena guardia de forma instintiva. En combate, Wrack, lo que realmente reacciona no es la mente, difícilmente estarás concentrado, o tranquilo. La inercia se te va a llevar, te arrastrarán la tensión, el miedo, o la rabia. Cuando algo de esto suceda, agradecerás que al menos tu cuerpo reaccione adecuadamente de forma natural. ¿Lo entiendes?

-Sí, comprendo.

-Una vez aprendas a preparar tu cuerpo, prepararemos tu mente. Deberás observar con mayor atención, mantener mejor la calma y luego, finalmente, cuando tu preparado cuerpo vea con calma, tendrás la disciplina necesaria para usar tu arma. Sin atención, sin control, sin el instinto apropiado, el arma que usas te arrastrará siempre consigo, y nunca, jamás, podrás enorgullecerte de los logros que con ella consigas ni exculparte de las desgracias que con ella causarás. Así que, ¿quieres usar la espada negra?

-Que arda el cielo, ¡sí! ¡Por supuesto! - los ojos de Wrack se abrieron como platos, nervioso, emocionado.

-Pues aprenderás la disciplina de los Absellarim.

 
La maldición de Gryal
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