Capítulo 52
Paris estaba a punto de perder los nervios cuando por fin apareció su mujer. Contuvo la respiración y dejó caer la cabeza sobre los almohadones. La melena oscura le caía sobre un hombro y llevaba un vestido bordado en verde y oro. Las alas arqueadas sobre los hombros.
Nunca la había visto tan hermosa.
Paris suspiró de felicidad cuando ella se echó en sus brazos.
—¡Cuánto me alegro de que estés despierto!
—¿Es cierto que ahora eres la jefa?
Sienna se echó a reír.
—Qué manera de decirlo. Pero bueno, sí, soy una especie de jefa vuestra. No dejaban de venir Titanes de todas partes a presentarme sus respetos y al final he tenido que decretar por ley que me concedieran un poco de espacio.
La reina Sienna. Le gustaba.
—Supongo que eso me convierte en el rey Paris.
Ella se rio.
—Siempre supe que te esperaba algo grande.
—Ahora podré dar órdenes a todos mis amigos.
—Claro.
Paris sonrió, estaba a punto de estallar de felicidad.
—Sabía que me salvarías. ¿Entonces ahora soy el alma de un no muerto?
—No, sigues estando muy vivo —le dijo con una tierna sonrisa—. Y sigues teniendo a tu demonio.
Sí, ya lo había sentido despertar y reclamar a Sienna, solo a ella. Sexo ya no quería acostarse con cualquiera a todas horas; estaba entregado por completo a Sienna y no quería perderla.
La abrazó con fuerza, sin sentir dolor alguno. Estaba curado.
—Cuéntame qué ha pasado por aquí.
—Después de que perdieras el conocimiento, yo estuve a punto de perder los nervios, pero Zacharel me calmó y me explicó mi nueva situación. También me dio un frasco con agua del Río de la Vida para que todos vosotros os curarais. Pero el frasco tenía un precio.
—¿Qué precio? —preguntó Paris de inmediato.
—Verás, los ángeles quieren que los ayude en la guerra. Yo les he dicho que estaba dispuesta a hacerlo, pero que no viviría allí con ellos, que me quedaría contigo, si tú me aceptas. Pero sí que tendremos que pasar unas cuantas semanas allí para que puedan enseñarme a utilizar mis poderes. Estoy divagando, ¿verdad?
—Me encanta que divagues. Por cierto, ¿acabas de decir «si tú me aceptas»? —no pudo contenerse y la besó con todas sus ganas—. Te acepto hoy y todos los días de mi vida. Te ayudaré a ayudar a los ángeles y sí, iré contigo donde tengas que ir.
—Cuánto me alegro de que lo hagas —dijo Sienna, aliviada—. Ah, definitivamente, tu oscuridad también está dentro de mí.
—¿Qué? —se quedó pálido, preocupado—. Lo siento mucho. Yo no...
—No te preocupes... esposo.
Todo se detuvo dentro del cuerpo de Paris. El corazón, los pulmones, incluso el cerebro.
—¿Sabes que me casé contigo?
—Claro —dijo con una enorme sonrisa en los labios—. Ahora sé muchas cosas. Cosas con las que puedo cambiar el mundo.
—¿Y te parece bien estar unida a mí para siempre? Porque no será un verdadero matrimonio hasta que tú lo digas.
—Pues ya lo estoy diciendo. Me parece más que bien.
Cuánto la amaba.
—Estupendo, porque yo siento lo mismo. Esposa.
A Sienna le tembló un poco la sonrisa como si estuviera conteniendo el llanto. Después de eso le habló de Arca y, en lugar de justificarse una vez más por su pasado, Paris se limitó a besarla tiernamente. Ella lo amaba y lo había perdonado porque veía lo mejor que había en él.
—Gracias —le dijo—. Te lo agradezco de corazón.
—De nada. Volviendo al tema de la oscuridad —fingió ponerse seria, pero no lo consiguió porque era dulce como la miel y a él le encantaba que fuera así—. Ira se alimenta de ella y eso lo tiene más tranquilo. ¿Sabes lo que significa eso? Que somos perfectos el uno para el otro. En todos los sentidos.
—Estoy completamente de acuerdo. Tú y yo somos una familia y te quiero más de lo que jamás podré explicar con palabras.
—Me alegro porque yo te quiero del mismo modo.
Le dio un solo beso en la boca porque si le daba otro, no podrían seguir hablando.
—¿Dónde estamos ahora?
—De vuelta en el Reino de Sangre y Sombras. Están todos los señores excepto Kane. Amun y Haidee lo encontraron y lucharon por él, pero volvieron a perderlo. Pero no te preocupes, estoy trabajando en ello y te prometo que lo encontraré.
—No lo dudo —dijo, orgulloso.
—Ahora quiero enseñarte algo —anunció y, sin apartarse de él, levantó una mano y la movió en el aire. Aparecieron destellos de luz, partículas que se unían y luego colores que tomaban forma.
Paris vio a Baden. Cabello rojo y cuerpo musculoso.
La alegría y el dolor crecieron en su interior.
Vio a Pandora. Cabello negro y cuerpo esbelto.
Culpa y vergüenza.
Vio a Cronos. Pelo castaño y cuerpo musculoso.
Arrogancia.
Vio a Rhea. Cabello negro, cuerpo esbelto.
Reivindicación.
Movían la boca, pero no podía oír lo que decían. Estaban entre las columnas de un templo.
—Estoy muerta —dijo Sienna—, pero viva. Así que puedo hacer algo que ni siquiera podía hacer Cronos cuando ocupaba el trono. Puedo viajar allí y hablar con ellos, creo que incluso podría hacer volver a tu querido Baden.
A Paris se le llenaron los ojos de lágrimas. Todo aquello era un sueño hecho realidad.
—Sería maravilloso. Gracias.
También a ella se le llenaron los ojos de lágrimas y tuvo que aclararse la garganta.
—Bueno, ¿qué quieres ahora, las buenas o las malas noticias?
¿Aún había más?
—Las malas, sea lo que sea.
—Ahora que Cronos ha muerto, sus enemigos han pasado a ser los míos, pero no sé muy bien quiénes son y, por tanto, no sé bien en quién puedo confiar. Además, los Innombrables están libres y tengo que proteger a Galen de ellos.
Soltó el aire que había estado conteniendo. No sabía qué esperaba oír, pero desde luego aquello no le parecía tan malo.
—Nos enfrentaremos a los enemigos según vayan apareciendo. Y ya hablaremos detenidamente de Galen.
Sienna lo besó tiernamente en el cuello antes de hablar.
—Ahora vienen las buenas noticias. Primero, los Cazadores prácticamente han desaparecido. Y, segundo, Galen me ha dado la Capa de la Invisibilidad.
—¿Qué?
—En estos momentos, no tenéis ningún enemigo.
—No... —no tenía palabras. Sintió primero sorpresa, luego emoción, asombro y otra vez sorpresa. Llevaban tanto tiempo luchando contra los Cazadores, miles de años, y ahora de pronto habían desaparecido. Le costaba asimilarlo—. ¿Cómo has conseguido que Galen te diera la capa? —le preguntó cuando recuperó la voz.
—Prometiéndole que lo protegería de los Innombrables. No le gustaba nada la idea, pero ha claudicado y se ha conformado con solo dos años de protección.
—No habría hecho falta que te molestaras porque, para empezar, a todos nos gustaría ver muerto a Galen. Además, ahora que ya no quedan Cazadores, no necesitamos la Capa para colarnos en territorio enemigo.
—Vaya, de nada —dijo, algo ofendida.
—Lo siento, lo siento. Soy un desagradecido. Lo que quería decir es que siento mucho que hayas tenido que negociar con Galen y ahora tengas que protegerlo —lo que significaba que también él tendría que protegerlo.
—De todos modos, os vendrá bien la Capa. Nunca se sabe cuándo va a aparecer otro enemigo y siempre es bueno contar con el mayor número de armas posible.
—Tienes razón.
«Nuestra chica».
«Exacto».
—Además, ahora podemos buscar la caja de Pandora —le recordó Sienna con entusiasmo.
Su maravillosa mujer había conseguido los cuatro objetos, que necesitaban no solo para protegerse del enemigo, sino también para encontrar la caja de Pandora y destruirla antes de que alguien pudiera utilizarla en su contra. El objetivo por el que llevaban luchando tanto tiempo estaba más cerca que nunca.
—Pero no empecemos a buscarla todavía —dijo, tirándole de la ropa.
—Tienes razón —dijo ella hablando contra sus labios, unos labios que después siguió lamiendo y besando—. Ya empezaremos después. Mucho después.
«¡Me apunto!».
En un rincón de la mente de Sienna, se colaron los pensamientos de un hombre.
«¿A qué viene esto? Otra vez tengo que disculparme».
Era la voz de Strider, pensó Sienna, que iba camino hacia el dormitorio.
«Intenté convencer a Paris de que dejara a esa chica, igual que intenté convencer a Amun de que dejara a la suya, y los dos acabaron sufriendo por ello. Por no hablar de lo que debieron sentir las mujeres. Así que ya está bien. No pienso entrometerme más en lo que hagan mis amigos con las mujeres. Claro que los únicos que quedan solteros son Kane y Torin, pero Torin es como un recluso, así que no cuenta. Y si Cameo trae alguna vez un chico a casa, lo cual no parece probable, tendrá que demostrar que está a la altura, sea como sea. Maldita sea, ya casi he llegado. Más vale que Kaia me lo agradezca porque ha sido ella la que ha insistido en que viniera. Odio pedir disculpas y más con lo vengativo que es Paris, seguro que me hace arrodillarme y suplicar. Estoy seguro. ¡Va a ser muy humillante!».
Llamaron a la puerta.
—Lárgate —gritó Paris, con las manos en las nalgas de Sienna.
—Tengo que hablar contigo —respondió Strider, con voz tensa—. Y también con Su Alteza, que supongo que estará ahí contigo. En realidad no tengo que llamarla Alteza, ¿no?
—Sí, claro que tienes que llamarla Alteza. Pero hablaremos más tarde.
—Ah, está bien. Bueno, que lo siento. Hasta luego —«sí, era tan doloroso como imaginaba», pensó Strider.
Se oyeron los pasos alejándose.
—¿A qué venía eso? —preguntó Paris.
«No voy a reírme», se dijo Sienna a sí misma.
—Estaba pidiéndonos disculpas por haberse entrometido en lo nuestro y haberme juzgado apresuradamente.
—Te quiero, pequeña —dijo Paris.
—Yo a ti también —respondió ella con una enorme sonrisa.
Una vez desnudos, Paris se sumergió en su cuerpo y sintió que por fin estaba en casa. Y en paz. Su mujer estaba con él y siempre lo estaría. Siempre estarían juntos.
Pasara lo que pasara, estarían juntos, tal y como él había deseado desde el principio.