Capítulo 39
Galen apareció en el centro de la habitación y Legion se encogió aún más en el rincón sombrío en el que se había refugiado. Llevaba allí más de una hora, tras haber llegado siguiendo las indicaciones que le había dado él. No tenía ni idea de cómo era el resto del lugar porque no había tenido el valor de salir de aquella habitación. Y, afortunadamente, tampoco había entrado nadie.
Aunque había tenido ganas de hacerlo, ni siquiera se había atrevido a recorrer el resto de la habitación. Había montones de monedas de oro, joyas resplandecientes y armas antiguas, unas armas con las que no podría herir a su captor, así que, ¿para qué quería verlas?
Galen había sustituido la túnica blanca con la que lo había visto en el templo por otra roja. Una túnica empapada que no dejaba de gotear. En el aire había un olor metálico. Fue entonces cuando se dio cuenta. La túnica no era roja, estaba empapada en sangre.
De pronto lo vio caer al suelo. Tenía las alas desgarradas y aún llevaba flechas y puñales clavados en el pecho.
Toda esa sangre...
«Manos que la agarraban de los pechos y de los muslos. Dientes que la mordían, garras que le sacaban los ojos, algo duro entre las piernas. Risas, muchas risas. Grilletes en las muñecas y en los tobillos».
Sintió el amargor de la bilis en el estómago y después en todo el cuerpo. Tuvo que taparse la boca con la mano, con una mano temblorosa. Nunca se libraría del recuerdo del tiempo que había estado en el Infierno, pero había veces que la invadía por completo y la arrastraba a otra clase de infierno. Un infierno de humillación, degradación, impotencia y horror.
—¡Fox! —gritó Galen con la voz rota—. Te necesito.
Legion debió de lloriquear al oír el grito porque Galen miró hacia donde se encontraba ella. Tenía los ojos rojos y las mejillas manchadas. ¿Acaso iba a mirar mientras ese «Fox» le hacía cosas?
La expresión de su rostro se suavizó un poco, solo un poco, pero lo suficiente para frenar la histeria que se sentía en el aire.
—Si te parece que tengo mal aspecto, deberías ver cómo ha quedado el otro.
Legion sintió un ápice de esperanza. La esperanza de que hubiera algo mejor, un futuro con el hombre que tenía delante. El pánico la invadió de nuevo y, aunque luchó contra él con todas sus fuerzas, acabó por hacer desaparecer ese frágil hilo de esperanza.
—No me hagas daño, por favor —le suplicó.
Él frunció el ceño.
Se oyeron unos pasos afuera antes de que se abriera la puerta y apareciera una mujer de cabello negro y rasgos marcados. Era atractiva, tenía un aire majestuoso y los ojos de un extraño color, mezcla de azul y oro.
Pero su piel no tenía buen aspecto, tenía magulladuras en la cara y, aunque llevaba una pistola en las manos, estaba temblando. Enseguida encontró a Legion y apuntó hacia ella.
«Sí», pensó Legion con repentino alivio. «Por fin el final de todo».
—¡No! —Galen se interpuso en la trayectoria de la bala a pesar de todas sus heridas.
La chica, ¿Fox?, retiró el dedo del gatillo y bajó el arma.
Legion sintió el peso de la decepción en los hombros. Quizá debería haber acabado con su vida hacía mucho tiempo. ¿Por qué no lo había hecho? Ya no lo sabía, no lo recordaba.
—No le hagas daño —ordenó Galen con ferocidad—. Jamás.
La confusión se unió a la decepción. ¿Acababa de defenderla?
—¿Ha sido ella la que te ha hecho eso?
—No. Ayúdame a llegar a la cama.
Fox no apartó la mirada de ella en ningún momento, una mirada llena de odio que no la abandonó mientras acostaba a Galen cuidadosamente.
¿Serían amantes?
—Trae las herramientas y sácame toda esta porquería —le pidió Galen, que estaba visiblemente débil.
Fox le lanzó una mirada de advertencia a Legion antes de salir de la habitación.
—¿Crees que te obedecerá? —le preguntó Legion—. ¿Sobre lo de hacerme daño?
Los ojos azules como el cielo de Galen se posaron en ella, adoptando de nuevo ese aire sensual que a Legion no le pasó por alto.
—Sí. Yo soy el único por el que debes preocuparte.
Eso quería decir que pensaba torturarla personalmente. Legion no tenía la menor duda de que lo haría.
«Algo que le desgarraba la piel, un aliento fétido en la cara y luego en el pecho».
Se echó los brazos alrededor del vientre. «Distráete», se dijo a sí misma.
—¿Eso te lo han hecho los Señores?
—Sí —respondió de nuevo—. Tal y como te prometí, los he dejado marchar sin hacerles nada.
—Gracias —otra de las cosas que nunca la abandonaba era la constante preocupación por ellos.
Hubo un largo silencio durante el que volvieron a descontrolársele los pensamientos. De pronto se imaginó qué sería de ella en cuanto Galen se hubiese recuperado.
—¿Por qué los odias tanto? —le preguntó para romper el silencio.
—No los odio —apoyó los codos en las rodillas—. Solo intento protegerme.
—¿Por qué?
—¿Quién lo hará si no? Pero ya está bien de hablar de mí. ¿Qué te ocurrió en el Infierno?
Sintió que la sangre la abandonaba, dejándola pálida y helada.
—No puedo hablar de ello. No me obligues a hacerlo, por favor.
Galen la miró, reflejando en su rostro distintas emociones. Furia, arrepentimiento, esperanza, celos y furia de nuevo.
Fox no tardó en volver con una bolsa negra en la mano. Legion se apretó las rodillas contra el pecho, tratando de ocupar lo menos posible, para convertirse en un blanco diminuto. Pero parecía que la muchacha no quería seguir intimidándola; estaba completamente centrada en Galen.
Le cortó la túnica y lo observó detenidamente.
—Te va a doler mucho.
—No me importa. Haz lo que tengas que hacer.
Mientras trabajaba, Legion le miraba la nuca. Quizá porque Galen no dejaba de mirarla a ella como si quisieran colarse debajo de su piel y llegar hasta su alma.
Notó que Fox estaba poseída por algún demonio; era algo que Legion percibía después de haber crecido entre los oscuros señores del Infierno. Podía sentir el mal dentro de ella y su... desconfianza. Sí. Eso era lo que sentía.
Desconfianza. El más fuerte entre los fuertes, con muchos sirvientes que lo ayudaban. Legion era sirviente de los Conflictos, un demonio con el que siempre había luchado la Desconfianza. Pero la Desconfianza no estaba en buenas condiciones. Ahora comprendía que la chica tuviese la piel grisácea y el rostro magullado. Debía de tener que luchar constantemente con el demonio para no acabar completamente loca.
—¿Quieres contarme lo que ha ocurrido? —le preguntó Fox.
—No —respondió Galen de inmediato—. No quiero hacerlo.
—Hazlo de todos modos. Te fuiste a Roma con los Innombrables a buscar la Capa, no he sabido nada de ti durante cuatro semanas. Creía que habías muerto. Y de pronto vuelves medio muerto.
Le había retirado todos los proyectiles y estaba limpiándole la sangre del pecho. Después le cosió las heridas, devolviendo cada trozo de piel a su lugar y recomponiendo los tatuajes que lo adornaban. Una mariposa en el pecho izquierdo y otra en el derecho.
¿Dos mariposas?
Legion levantó la mirada hasta sus ojos. Él seguía observándola, como retándola a decir algo. Pero Legion cerró la boca y guardó silencio.
—Conseguí la Capa, secuestré a la mujer de Maddox y la cambié por esta otra —dijo señalando a Legion—. Oye, ¿no podrías al menos tratar de parecer una mujer?
—Pues vaya. ¿Por qué esta? —preguntó Fox con desprecio.
—No te preocupes por ella. Es mía y no va a hacerme ningún daño. ¿Verdad, Legion?
«Ojalá pudiera». Meneó la cabeza.
—Dilo. Dilo con palabras.
Sintió un escalofrío.
—No voy a hacerte daño —no podría aunque quisiera. Aunque la atara y la... Otra vez la bilis.
—Porque voy a ordenarte que cuides de mí y vas a obedecerme —no era una pregunta.
—Sí —susurró ella de todos modos.
—Cálmate —le pidió Fox—. Tienes el pulso acelerado y eso hace que sangres más.
A Legion le sorprendía que la muchacha le hablase con tanta libertad y, sobre todo, que Galen no hiciera nada al respecto. Debía de gustarle mucho esa mujer, pensó con... ¿celos?
Imposible. No quería absolutamente nada con Galen. ¡Nada! Lo odiaba por lo que les había hecho a Aeron y a Ashlyn.
Una vez lo hubo vendado, Fox lo tapó bien y se quedó a su lado, acariciándole la cabeza.
—No le hagas nada —le pidió Galen antes de dejarse llevar por el sueño.
Fue entonces cuando Fox se volvió hacia Legion y le lanzó la mirada más diabólica que había visto nunca... y había estado con el mismísimo diablo.
—Puede que Galen piense que eres suya, muchachita, pero él es mío y yo protejo y defiendo con uñas y dientes lo que es mío. Hazle el menor daño y ni siquiera él podrá impedir que me vengue de ti como mereces.