Capítulo 18

 

 

—¿Dónde está mi mujer? Mi mujer...

El gigante de pelo negro estaba destrozando la habitación ante la atenta mirada de Viola. Ya había acabado con la televisión, la mesa de billar y algunas otras cosas. También había arrasado las habitaciones contiguas. Lo sabía porque Maddox había tirado abajo las paredes.

Los otros guerreros se echaron encima del gigante y trataron de inmovilizarlo, pero él se resistía y gritaba las mayores barbaridades que había escuchado Viola, peores aún que las cosas que se oían en el Tártaro. Sus amigos por fin consiguieron reducirlo, pero Viola estaba asustada, una sensación completamente nueva para ella.

—¿Dónde está? ¡Tengo que encontrarla!

Apenas había pronunciado la última palabra cuando se derrumbó entre los escombros, llorando con tal fuerza que debía de estar rompiéndose las costillas. A Viola se le llenaron los ojos de lágrimas, pero las hizo desaparecer parpadeando. Maddox no soportaba la idea de perder a su mujer.

—La encontraremos —dijo alguien.

—Seguro que los niños y ella están bien.

—Tranquilo, amigo.

Los guerreros hablaban con calma, pero incluso Viola apreciaba la tensión y la duda en sus voces. Maddox lloraba cada vez con más fuerza.

Viola se sentía impotente y fuera de lugar. Nunca se le había dado bien enfrentarse a las emociones.

—Tranquilo, tenemos que mantener la calma.

—Pronto sabremos algo y podremos ponernos en marcha.

—Solo tenemos que esperar unos minutos más.

—La tiene él —consiguió decir Maddox entre sollozos—. La tiene ese cabrón. No sé dónde buscarla porque no hay ninguna pista... nada. Solo la pluma.

Uno a uno, los guerreros fueron soltándolo y apartándose de él. Maddox prefirió quedarse en el suelo, tapándose la cara con la mano, protegiéndose los ojos de la luz. Debía de querer mucho a su esposa y a sus futuros hijos. Viola lo había intuido al verlos juntos antes, pero no había imaginado que fuera un amor tan intenso como el que estaba demostrando ahora Maddox con su reacción.

—Iremos de caza —dijo Cameo, que era la primera vez que intervenía desde que habían oído el grito de Ashlyn y el rugido de Maddox.

Viola habría preferido que no hablara, porque cada vez que oía la voz de la guerrera tenía que frotarse el pecho para mitigar la punzada de dolor que sentía.

—Esta noche —declaró Reyes, sangrando profusamente por la profunda herida que tenía en el cuello—. Sin más tardar.

—Hemos conseguido localizar a Amun y viene de camino —Strider, el más fuerte de todos los presentes, estaba temblando. No dejaba de mirar a su mujer, que se encontraba a solo unos pasos de él, junto a su hermana. Parecía necesitar asegurarse de que seguía allí y estaba bien—. Él averiguará algo y nos dirá hacia dónde debemos dirigirnos.

—Y si no es así, Lucien se encargará de todo —aseguró Anya, siempre orgullosa de su novio.

Lucien había salido a intentar seguir el rastro espiritual de Galen.

—Galen no se atrevería a hacer daño a Ashlyn ni a los bebés —Haidee, la novia de Amun, iba de un lado a otro de la habitación, estaba demasiado nerviosa para quedarse quieta.

—Gideon y Scarlet vienen con Amun. Scarlet podrá decirnos si los bebés todavía están... están... —Aeron se pasó la mano por su afeitado cuero cabelludo. Se suponía que debería haber ido a buscar a Kane con los otros, pero, por algún motivo que nadie quería decirle, se había quedado allí.

Viola no llevaba allí mucho tiempo, pero se había aprendido de memoria el nombre de todos los guerreros, los demonios que llevaban dentro y sus respectivas habilidades. Scarlet albergaba al demonio de las Pesadillas y, si se adentraba en el mundo de los sueños, podía buscar la mente de cualquier persona. Si la puerta mental de dicha persona estaba cerrada era porque la persona estaba dormida. Si la puerta estaba abierta, significaba que estaba soñando y, si no había puerta alguna, quería decir que la persona estaba muerta. Pero Maddox y Ashlyn estaban unidos el uno al otro; morirían cuando muriera el otro, así que no cabía la duda de que Ashlyn no siguiese con vida. Sin embargo los bebés... «No lo pienses». Scarlet también tenía la capacidad de matar a una persona mientras soñaba, pero la mataba de verdad. Quizá esa noche Galen dejara de respirar para siempre. Pero quizá no. Si Scarlet hubiese podido adentrarse en sus sueños, ya lo habría hecho, así que Viola suponía que había algo que le impedía hacerlo.

«Yo podría hacerlo».

«Basta ya», pensó frunciendo el ceño. Cuando se sumergía en el pozo de la vanidad, no había manera de salir.

Trató de concentrarse. Los guerreros. Sí. No confiaban en ella y de hecho le sorprendía que no se hubiesen vuelto contra ella y la hubiesen culpado de la tragedia. Al fin y al cabo, ella era la intrusa y el secuestro había ocurrido poco después de su llegada. Pero claro, Olivia, el ángel que había conseguido que todos viesen su presencia allí con más tranquilidad, había confirmado que ella no tenía culpa alguna del secuestro y todos la habían creído sin rechistar.

Además de Olivia, Scarlet, Anya, Haidee y Danika, que tenía agarrada del brazo a una muchacha llamada Gilly, estaban también Gwen y Kaia, dos arpías que eran medio hermanas. Kaia era pareja de Strider y Gwen de Sabin, y además era hija de Galen. En ese momento estaban hablando la una con la otra en voz muy baja, pero si Viola no había oído mal, cosa que nunca ocurría, Gwen tenía intención de darle caza personalmente, abrirlo en canal y arrancarle el corazón. Sería su manera de contrarrestar la benevolencia que había mostrado hacia él en otro tiempo.

—¿Ese Torin no ha conseguido encontrar nada sobre Galen? —preguntó Viola, acordándose de todos los monitores y ordenadores de Torin.

Nadie le prestó atención ni la miró siquiera.

El demonio se revolvió dentro de ella y le clavó las garras en las sienes. La manera más rápida de enfurecer a Narciso era no hacerle caso. Y cuando Narciso se enfurecía llegaban los problemas. Siempre era así. Viola no quería que su demonio interviniese en aquel trágico momento y se empeñase en que todo girase a su alrededor.

—No, no ha encontrado nada —dijo una voz suave y amable detrás de Viola.

Viola se dio media vuelta de inmediato. No había oído llegar a nadie y sin embargo allí estaba esa joven esbelta de cabello rubio. La muchacha parecía frágil y angustiada. El dolor inundaba sus ojos oscuros, había en ellos más dolor del que nadie debería tener que soportar. Con la vista clavada en Maddox, salió de sus ojos una lágrima que recorrió la pálida mejilla.

Viola creía haber conocido ya a todos los presentes en la casa, pero esa muchacha era nueva. Llevaba una manta sobre los hombros y la agarraba con fuerza con una mano totalmente carente de color.

—¿Has hablado con él? ¿Con Torin?

La joven se limitó a menear la cabeza porque le temblaba demasiado la barbilla como para poder hablar.

—¿Cómo sabes entonces que no ha encontrado nada? Por cierto, ¿quién eres tú?

Sus ojos siguieron derramando lágrimas y debían de quemar porque cada una de ellas dejaba un rastro rojo sobre su piel.

—Soy Legion —respondió con un suave susurro.

Legion. Ah, sí. Había sido un demonio, pero había hecho un trato con el diablo, que le había concedido un cuerpo humano. Pero ella no había podido cumplir su parte del trato y se había visto obligada a volver al Infierno, donde había sufrido las peores torturas, violaciones y humillaciones de todo tipo.

Viola miró a la joven, la observó de verdad como solo ella podía hacerlo. Fue más allá de la piel y de los huesos, directa al alma. Legion se estaba muriendo. En realidad una parte de ella ya estaba muerta. Habían acabado con sus ganas de vivir y ahora no era más que una débil hoja que colgaba de la rama más fina. Solo hacía falta una pequeña ráfaga de viento frío para acabar con ella definitivamente.

Por su naturaleza, Viola podría ser ese viento. Nada más tenía que alargar la mano, agarrarla de la muñeca y acercarla hacia sí. A veces no era tan fácil, ni tan sencillo, la clave era la voluntad. Con solo respirar hondo, ya no quedaría ni rastro del alma de Legion, dejaría de existir en todos los sentidos.

Quizá la miró con demasiada fuerza o durante demasiado tiempo porque de pronto Legion empezó a tambalearse.

—No voy a hacerte daño —le prometió Viola al ver que se apartaba de ella.

La joven se detuvo en seco como si le hubiesen gritado. Pobre muchacha. Era como una muñequita de porcelana resquebrajada. Se arropó aún más con la manta, tratando de esconderse.

—Lucien —dijo entonces Anya y su alegría pudo sentirse en toda la habitación al ver aparecer al guardián de la Muerte.

Viola se volvió y vio a la diosa de la Anarquía echarse en brazos de su hombre, que la abrazó con fuerza. Al ver esa muestra de amor tan tangible, Viola volvió a sentir esa punzada de dolor en el pecho. Ella también quería algo así. Lo deseaba tanto que mataría por ello. Pero sabía que nunca podría tenerlo porque su destino era amarse a sí misma y a nadie más.

Todo el mundo guardó silencio, a la espera de escuchar las noticias que traía el guerrero. Se podía palpar la tensión. El guerrero los miró a todos, abrió la boca y volvió a cerrarla.

—Habla —le ordenó Maddox, que se había puesto en pie y tenía una pistola en la mano—. Dime qué has averiguado.

Lucien volvió a echar un vistazo a su alrededor con los labios apretados. Esa vez su mirada se detuvo en Legion, que había reunido el valor necesario para volver junto a Viola.

—Legion, preciosa —le dijo con la suavidad y el cariño que se emplearía para hablar con niño—. Esto no es para ti. Vuelve a tu habitación. ¿De acuerdo?

Todo el mundo se volvió a mirarla. Desfallecida ante tanta atención, la muchacha salió corriendo. Pasaron unos segundos antes de que Maddox volviera a hablar.

—Dilo ya.

Lucien apretó a Anya contra su cuerpo.

—Galen no ha intentado esconderse. Sabía que seguiría su rastro y esperó a que lo alcanzara. Ashlyn no estaba con él —añadió al ver que Maddox abría la boca para decir algo—. Me dijo que ya no podría seguirlo, que lo había encontrado solo porque él me había permitido hacerlo. Y tenía razón. Después de eso, intenté dar con él y me fue imposible. Lo siento.

—¡Sigue! —exclamó Maddox. Había dejado la pistola y había agarrado dos puñales, uno de ellos por el filo en lugar de por el mango. Se había cortado la palma de la mano, pero no parecía notar la sangre que goteaba de la herida—. Dímelo todo.

Lucien asintió, como si sintiera un dolor físico al tener que seguir hablando.

—Me dijo que Ashlyn está a salvo, por el momento, que te enviaría un vídeo para demostrártelo. Dice que... si queremos recuperarla con vida... tenemos que entregarle a Legion.

Viola no sabía si alguien más había oído la respiración entrecortada y los pasos que habían sonado al otro lado de la pared. Legion no se había marchado a su habitación, se había quedado junto a la pared, escuchando, y ahora acababa de salir corriendo.

Los guerreros comenzaron a discutir la situación.

—¿Dónde y cuándo quiere que nos veamos? —preguntó Maddox.

—En Roma, en el templo de los Innombrables. Mañana a medianoche —explicó Lucien.

—Llévame allí ahora mismo.

—Vamos, tienes que ser sensato —intervino Strider al oír la petición de Maddox—. Esos cabrones no tienen alma y, si están de su lado...

—¡Me da igual! Metéoslo en la cabeza. No me importa absolutamente nada excepto mi mujer y mis hijos. Vas a llevarme a Roma, voy a encontrarlo y cuando lo haga, lo mataré. ¿Me habéis oído? Llévame a esa isla. Tienes cinco segundos para transportarme allí si no quieres que agarre el ojo rojo. No hay nadie en este mundo ni en el otro que pueda ayudar a los mortales que se interpongan en mi camino.

Viola salió de la habitación sin esperar a oír la respuesta de Lucien. Nadie se dio cuenta y eso hizo reaccionar de nuevo a Narciso.

«Pórtate», le dijo a su otra mitad, «y te enseñaré lo hermoso que eres».

El demonio comenzó a pegar botes dentro de ella.

«¿Cuándo?».

«Muy pronto».

«No, ahora», le dijo lloriqueando.

«Pronto».

«Ahora», insistió.

«Nunca».

«¿Lo harás pronto?».

«Sí», le prometió.

Viola siguió el rastro espiritual de Legion, pues Lucien no era el único que tenía ese don. La encontró yendo de un lado a otro de su habitación, aún envuelta en la manta.

—No puedo, no puedo. No puedo irme. No puedo ir con él.

—Legion —la llamó Viola suavemente. No se sentía cómoda con las emociones de los demás, pero había visto el alma de esa muchacha y quería ayudarla.

Era extraño. En otro tiempo, Viola había devorado almas, alimentándose de su energía. Pero un día se había apoderado del alma equivocada en el momento equivocado, era el único mal recuerdo que había conseguido conservar, y así había acabado encerrada en el Tártaro. Después le habían encomendado a Narciso y desde entonces la única alma que podía devorar era la suya.

Como un miembro inmortal, su alma volvía a crecer una y otra vez y ella podía seguir alimentándose, pero nunca volvía a crecer por completo, porque ella nunca dejaba de comer, por decirlo de algún modo. Así pues, Viola solo era media persona, además de caníbal espiritual y jamás se preocupaba por los demás.

¿Entonces qué hacía allí? Quizá debiera marcharse.

Aquellos ojos oscuros la encontraron y la miraron a través de las lágrimas. Viola se quedó inmóvil.

—No puedo. No puedo hacerlo. Querrá tocarme y hacerme daño. No puedo.

Legion se metió corriendo en el baño y vomitó. Viola no se marchó, sino que entró al cuarto de baño y le apartó el pelo de la cara a la muchacha. Fue entonces cuando se dio cuenta de que no había vomitado nada, solo tenía arcadas y convulsiones. Pobre. Seguramente no había comido nada en condiciones desde hacía semanas.

Entre arcada y arcada, la joven lloraba desconsoladamente. Así fue pasando el tiempo. Cuando no lloraba, temblaba de tal modo que le castañeaban los dientes. No apareció nadie, por lo que Viola dedujo que los Señores habían decidido no entregar a Legion a cambio de Ashlyn.

Por fin se calmó y se quedó sentada junto al retrete.

Viola se apartó, pero la joven la siguió con la mirada.

«Tengo que irme», pensó. Ya se había quedado más de la cuenta, se dijo con incomodidad.

—Les diré a los señores que no vas a marcharte. ¿De acuerdo? —era posible que Maddox intentara matarla por lo que estaba haciendo, pero Narciso se encargaría de distraer su atención.

—No puedo ir —insistió Legion—. Sé que estuvo aquí, sentí su olor, pero no pude hablar, no había podido hablar desde que llegué aquí. Ni siquiera pude gritar aunque quería hacerlo. Me escondí debajo de la cama. Debería haber gritado con todas mis fuerzas.

Sus palabras denotaban el peso de la culpa, una emoción con la que Viola se negaba a tener el más mínimo contacto.

—Sí, bueno, que tengas suerte. Encantada de conocerte y todas esas cosas —un paso, luego otro, se fue alejando. No era amiga de nadie, jamás. Pero especialmente de muñecas de porcelana rotas que requerirían demasiado tiempo y esfuerzos.

Estaba claro que aún le quedaban lágrimas porque volvió a echarse a llorar.

—Pero tampoco puedo dejar a Ashlyn con él —dijo entre sollozos—. Ashlyn es tan buena. Y los bebés... me dejó que le pusiera la mano en el vientre para poder sentir las pataditas que daban. Puede dar a luz en cualquier momento. Debería estar en casa. Maddox la necesita. ¿Qué puedo hacer?

Viola habría querido sacar el teléfono móvil y publicar la pregunta en Screech para poder seguir los consejos que le dieran. Quería salir corriendo de allí, pero también quería quedarse en la fortaleza.

A pesar de los defectos que pudieran tener, los Señores no habían intentado aprovecharse de ella. No la habían engañado para que se mirara en algún espejo y la adoraban de verdad. Bueno, quizá eso último no fuera del todo cierto sino que era algo que le hacía creer su demonio, pero nada era mentira si uno se lo creía. Así pues, los Señores la adoraban.

—Creo que deberías... hacer lo que te dicte el corazón —sí, era una mierda de consejo. La pobre muchacha no tenía ni idea de lo que le dictaba el corazón, por eso precisamente necesitaba que la ayudaran.

—¿Tú qué harías? —le preguntó Legion.

Seguramente podría soltarle un discursito y convencerla de que siempre estaba dispuesta a ayudar a los demás. Los chicos de abajo estarían encantados de que le dijera algo así. El problema era que ocasionaba muchos líos por mentir a todo el mundo excepto a sí misma. Y Viola odiaba los líos.

—Yo me salvaría a mí misma fuera como fuera. Pero claro, a mí lo único que me importa soy yo misma, así que... —se encogió de hombros—. Tú decides. ¿A quién quieres más, a ti misma o a aquellos que te acogieron?

La seducción más oscura
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