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Un recuerdo de Vincent Van Gogh
Gracias a las numerosas cartas que se escribió con su hermano Theo, podemos conocer con bastante detalle la vida del pintor. Desde muy niño, lo obsesiona tanto la religión que ello llega incluso a preocupar a su familia. Su obsesión lo convierte en un niño callado y ausente. Tiene una especie de relación artística con Dios. Piensa que su vocación principal será espiritual. En mayo de 1875, a los veintidós años, se encuentra en París. Va a la iglesia con mucha regularidad. En una carta a su hermano, evoca «el hermoso sermón» que ha escuchado: «Tened más esperanza que recuerdos; lo que haya habido de importante y de bendito en vuestra vida pasada no se ha perdido, así que no os ocupéis más de ello, lo volveréis a vivir; pero, hasta entonces, avanzad». Hará referencia más de una vez a las palabras de ese pastor y las verá casi como una justificación para hacer borrón y cuenta nueva del pasado. Recordará esa necesidad del olvido, que es también una definición de la huida; y, quizá incluso, en cierto modo, la base de la locura.