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Un recuerdo de Friedrich Nietzsche

La vida de Nietzsche terminó cerca de diez años antes de su muerte. Es lo que sus biógrafos llaman «el episodio del derrumbe», que tuvo lugar en Turín, en 1889. Se sumió en un estado casi vegetativo, atravesado por violentas crisis y por iluminaciones delirantes de su pasado. En especial en lo que concierne a su relación pasional con Lou Andreas-Salomé. Esta rusa, que sería más tarde la musa de Rilke, fue el gran amor de Nietzsche. Un amor insoportable, en el sentido más literal de la palabra, tanto es así que la hermana del filósofo tuvo que alejar a la joven para protegerlo. La relación lo dejó frágil, y desarrolló una adicción por los medicamentos. Para algunos especialistas, ése fue el origen de su derrumbe fatal años después. Obsesionado por su relación con Lou, con ocasión de una larga estancia veraniega en Italia, Nietzsche escribió a su amigo Franz Overbeck el sufrimiento incesante en que puede convertirse un recuerdo: «Los recuerdos felices y dolorosos de ese verano me han hecho sufrir como si de una locura se tratara. Intento dominarme, pero he vivido demasiado tiempo en soledad y me he alimentado de mi “propia sustancia” demasiado tiempo para no sentirme, más que nadie, desmembrado por la rueda de mis propios sentimientos».