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Un recuerdo de mi abuelo
Era un domingo espléndido. Mi abuelo acababa de comprarse un coche, del que estaba muy orgulloso. Decía «mi coche», como hubiera podido decir «mi hijo». Tener un coche significaba haber alcanzado el éxito en la vida. Le propuso a toda la familia ir a dar un paseo por el bosque. Mi abuela preparó lo necesario para hacer un picnic. Y también esa palabra, «picnic», sonaba tan mágica… Condujo despacio, con su mujer a su derecha y sus tres hijos apretados en el asiento trasero. Habrían podido ir hasta el mar, incluso la Luna parecía alcanzable. Encontró un rincón bonito en el bosque, junto a un lago. El sol se colaba entre las ramas de los árboles, confiriéndole a la visión del día el brillo de un sueño.
Mi abuelo amaba profundamente a su mujer. Admiraba su fuerza y su dulzura, y respetaba sus cualidades morales. Ello no impidió que se sintiera atraído por otras mujeres, pero nada de eso importaba ya. Ya no había más que ese domingo en familia, y el picnic. Todo el mundo tenía hambre. Mi abuelo tomó el primer bocado, y fue como si su felicidad se acelerara. Le gustaba el pan con jamón, pero mi abuela se había tomado la molestia de añadir una mayonesa[1] casera divina. Esa mayonesa lo superaba todo, esa mayonesa cristalizaba la belleza de su más hermoso recuerdo.