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Un recuerdo de Marcello Mastroianni

En septiembre de 1996, mientras estaba rodando una película en el norte de Portugal, el actor italiano confió numerosas anécdotas sobre su vida en un documental Eligió como título para esa película y para el libro que se publicó después: Recuerdo, sí, recuerdo… Esas primeras palabras hacen referencia a imágenes que vuelven a su memoria: «Recuerdo esa sartén de aluminio sin mango donde mi madre freía los huevos. Recuerdo la música de Stardust; era antes de la guerra; bailaba con una chica que llevaba un vestido de flores. Recuerdo la elegante ligereza de Fred Astaire. Recuerdo París, cuando nació mi hija Chiara. Recuerdo a Greta Garbo, que me mira los zapatos y me dice: “Italian shoes?” Recuerdo las manos de mi tío. Recuerdo la nieve en la Plaza Roja de Moscú. Recuerdo un sueño en el que alguien me dice que me lleve conmigo los recuerdos de la casa de mis padres. Recuerdo un viaje en tren, durante la guerra: el tren entra en un túnel; la oscuridad es total; entonces, en el silencio, una desconocida me besa en los labios. Recuerdo mi deseo de ver cómo sería el mundo en el año 2000» así, mediante pequeñas pinceladas emotivas, va desgranando sus recuerdos a la manera de Georges Perec. Y, más adelante, en sus confesiones, incluirá esta frase tan hermosa: «Los recuerdos son una especie de punto de llegada; y tal vez sean también lo único que nos pertenece de verdad».