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Un recuerdo de mi madre
Salía de una iglesia aquel día cuando vio a un joven precipitarse literalmente hacia ella. Nunca olvidaría el miedo que sintió. El joven caminaba con paso seguro, tenía mirada de loco, y en su frente brillaban unas gotitas de sudor. Estaba claro que se disponía a abordarla pero, una vez frente a ella, quizá tomó conciencia de pronto de lo extraño de su arrebato, el caso es que no supo qué decir. Se quedó un momento inmóvil, tan inexpresivo como un cuadro de arte moderno. De eso se trataba exactamente, en esa escena había un toque como de modernidad. Al cabo de un instante, mi madre quiso liberarse de esa situación incómoda. Entonces fue cuando él pronunció la frase: «Es usted tan guapa que prefiero no volver a verla nunca más». Acto seguido se marchó, tan deprisa como había llegado. Mi madre recordaría siempre esa escena, porque era original, claro, pero también porque ni por un segundo habría podido imaginar que más adelante se casaría con ese loco. En ese momento, lo que pensó fue: «Este chico está mal de la cabeza»[2].