Capítulo 48

El coste de la libertad

En los Estados Unidos los librepensadores tenemos la suerte de vivir bajo un sistema que garantiza la libertad religiosa a todos los individuos, creyentes y no creyentes. Si esta fuera una «nación cristiana», como algunos insisten, nuestra falta de creencia nos haría ciudadanos de segunda clase. Pero América no es una teocracia; es un estado democrático secular. Ningún ciudadano es más americano que otro.

Algunos creyentes nos recuerdan que los colonizadores vinieron originalmente para establecer sociedades religiosas. Tienen razón. En los primeros años del siglo XVII algunos de los colonos europeos fundaron colonias cristianas, y la mayoría de ellos peleó fieramente con los otros. En la década de 1780, más de un siglo y medio después, nuestra Constitución se escribió en términos que nos protegían de esas intolerancias. No hay ningún dios en el documento bajo el que viven los americanos. Si esta es una nación cristiana, ¿por qué no lo dice así nuestra Constitución?

¿Por qué ir hacia atrás sólo hasta el Mayflower? Las religiones nativas se habían estado practicando en este continente mucho antes de que los Peregrinos llegasen aquí. Yo soy un indio Delaware, por parte de mi padre, y podría afirmar igualmente que los «verdaderos americanos» deberían ser politeístas. Muchas veces me divierte que los cristianos me digan que vuelva al lugar del que vine.

El padre de mi madre era sueco. (Eso me convierte en un indio sueco). Si tuviera que «volver» a Suecia, me encontraría, de hecho, en una nación cristiana. La Iglesia Luterana es constitucionalmente la iglesia estatal oficial en todos los países escandinavos (Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega y Suecia). Pero no creo que los cristianos americanos de derechas quisieran «volver» a Suecia ni a ninguno de los otros países escandinavos. Podrían sorprenderse mucho al ver cómo es eso de vivir en naciones que tienen una religión oficial.

La Constitución danesa dice: «La Iglesia Evangélica Luterana [IEL] será la Iglesia Oficial de Dinamarca, y como tal será apoyada por el Estado». (Artículo 4) La Constitución de Noruega dice «La Iglesia Evangélica Luterana seguirá siendo la religión pública del Estado. Los habitantes que la profesen siempre estarán ligados a educar a sus hijos en ella… El Rey siempre profesará la religión Evangélica Luterana, y la mantendrá y protegerá… Más de la mitad del número miembros del Consejo de Estado deberá profesar la religión pública del Estado». (Artículos 2, 4, 12). Islandia tiene una redacción similar, y aunque las constituciones sueca y finlandesa no son tan directas, toman precauciones a favor de la administración de la IEL, convirtiéndola de hecho en la religión «oficial». Todos los países nórdicos permiten la libertad religiosa, y algunos (especialmente Finlandia) hacen contorsionismo para asegurar la imparcialidad. Pero son naciones cristianas. Aproximadamente el noventa por ciento de los escandinavos pertenecen a la Iglesia Luterana oficial. Todas las demás confesiones y creencias tienen papeles mucho menores por comparación.

En 1586 Christian III, que había conocido a Martín Lutero en la Dieta de Worms, marchó sobre Copenhague y expulsó a los católicos, apropiándose de la riqueza romana para pagar las enormes deudas de guerra, estableciendo el protestantismo como la nueva fe de la zona, no por ningún verdadero renacer religioso, sino por edicto. Resulta justo que se confiscara la riqueza católica para propósitos militares. Después de todo, si el estado y la iglesia son aliados, ¿no se puede considerar las donaciones religiosas como impuestos gubernamentales? Desde la mitad del siglo dieciséis, Escandinavia ha sido un baluarte del luteranismo.

Quizás porque el «despertar» de la Reforma en Escandinavia se forzó más por las victorias militares que por un movimiento religioso espontáneo, es por lo que, en parte, los escandinavos modernos tienen una actitud tan ambivalente hacia su fe. La pertenencia a la iglesia es muy alta, pero la asistencia (a las ceremonias no festivas) es vergonzosamente baja: sólo un uno o dos por cien.

La iglesia oficial es un brazo del gobierno civil. En general, los escandinavos contribuyen a la Iglesia con un uno por ciento de sus ingresos, a través de los impuestos del gobierno. Los generosos salarios ministeriales se ajustan y desembolsan por parte del gobierno. Las colectas locales no son necesarias, aunque los parroquianos a veces donan para esfuerzos misioneros o de auxilio.

La Iglesia disfruta de los beneficios del apoyo estatal, pero no le sale gratis: debe asumir la responsabilidad de muchas funciones civiles, servicios que los americanos podrían considerar seculares. En Suecia el brazo eclesiástico del gobierno se llama Departamento de Asuntos Eclesiásticos. Prácticamente no hay cementerios privados en toda Escandinavia: todos están gestionados por la Iglesia. Otros servicios ofrecidos por la Iglesia incluyen los registros públicos del censo y estadísticas vitales, educación, guardería (para muchas de las mujeres que recién se incorporan al un puesto de trabajo), mantenimiento de monumentos históricos, construcción y conservación de los edificios de las iglesias, matrimonios, cuidado de jóvenes antisociales, servicios religiosos para el ejército y el establecimiento de las escalas salariales del ministerio.

Pocos ateos objetan a ese arreglo. La mayoría de ellos han aprendido a vivir con un sistema que no les molesta mucho, pagando la deuda de una tradición religiosa contra la que ni quieren ni necesitan luchar.

En Noruega, por ejemplo, aunque el ochenta y nueve por cien de las personas pertenecen a la iglesia oficial, sólo el setenta y cinco por cien cree en Dios. Como sólo el veinticuatro por cien de los noruegos afirman ser «cristianos personales» (el resto son miembros nominales), significa que ¡las listas de miembros luteranos incluyen aproximadamente una cantidad igual de creyentes y de ateos! Como la monarquía, la Iglesia se ha convertido en un anacronismo tolerado, que ha sobrevivido de largo a cualquier significación al margen de sus funciones civiles o simbólicas.

Otra razón, creo, para la apatía presente (aparte del hecho de que no hubo una Reforma ganada en Escandinavia), es el hecho de que los movimientos populares tienden a medrar en la pelea. Las religiones crecen cuando se cuestionan. Como los ministros americanos no pueden depender de los dólares públicos para cobrar su sueldo, deben recurrir a tácticas persuasivas para atraer un seguimiento de fieles. Tienen que trabajárselo. Compiten entre ellos. Muchos cargan las tintas en motivaciones como las amenazas del infierno o las recompensas de la vida eterna. Deben predicar que la asistencia a la iglesia, la «administración» financiera o algún otro tipo de fidelidad marca de verdad una diferencia para su bienestar cósmico. Se centran en el pecado, la culpa y la salvación. Ofrecen los beneficios sociales de las actividades comunitarias de la iglesia. ¡Lo intentan todo para engancharle!

En Escandinavia no tienen que esforzarse mucho. De hecho, excepto por declaraciones políticas ocasionales (especialmente en Finlandia, donde el comunismo ha sido un factor de más fuerza), los ministros escandinavos intentan no llamar mucho la atención. Algunos de ellos son creyentes muy sinceros, pero todos saben que nada de lo que digan afectará al tamaño de su paga de la próxima semana.

Esto no significa que en la Iglesia no haya descontentos ni insatisfacción entre los no creyentes. Una de las cuestiones primarias en un arreglo entre el estado y la iglesia es «¿quién controla a quién?».

En Noruega, por ejemplo, el gobierno laborista liberal ha irritado regularmente a los dirigentes de la iglesia al hacer nombramientos ministeriales controvertidos en contra de los deseos del clero. (Uno fue un teólogo casi marxista). En 1975 y 1978 la iglesia se esforzó obstinadamente, pero no logró evitar que el Storting liberalizara la ley del aborto, que ahora permite la terminación del embarazo a voluntad. Estas y otras acciones han tensado la relación entre la iglesia y el estado casi hasta el punto de ruptura. Como resultado, algunos de los obispos han abogado por la desoficialización.

La [antigua] primera ministro de Noruega era Ms. Gro Harlem Brundtland, una activista feminista que fue una de las líderes en la lucha proaborto en los 70. Cree que la Iglesia debería entrar en el siglo XX: «la Iglesia debería unirse al pensamiento no tradicional… necesitamos un nuevo sistema global de ética».

El desacuerdo religioso está creciendo en algunas zonas. Uno de los grupos seculares mayores y de más rápido crecimiento es el Human-Etisk Forbund (humanistas) de Noruega. En un país de cuatro millones de habitantes, ¡tienen cuarenta mil miembros! (Imagine si uno de cada cien americanos perteneciese a la Freedom From Religion Foundation). Trabajan en favor de la desoficialización, para reducir la cantidad de influencia cristiana en las escuelas y para proporcionar alternativas seculares a los matrimonios, ceremonias recordatorias, entierros y otras ceremonias públicas.

La próxima vez que un creyente le lance las palabras «nación cristiana», señálele Escandinavia. ¿De verdad quieren que el gobierno federal lleve los asuntos de su iglesia? ¿Quieren que se atrofie su religión? Puede ser doloroso admitirlo, pero nuestra Primera Enmienda es una de las principales razones por las que el cristianismo ha florecido en América. Una de las «recompensas» de la libertad (alguno diría «coste») es la tolerancia de una amplia diversidad de opiniones religiosas, y una pluralidad de voces clamando en busca de atención en el mercado libre de las ideas, voces como Falwell, Schuller, Swaggart, Bakker, Moon, Hubbard, Graham; y voces como la Freedom From Religion Foundation.

Oficialmente, la mayoría de las confesiones protestantes de los Estados Unidos apoyan la separación estado/iglesia. Se dan cuenta de que la no oficialidad no sólo es justa, es sabia. Todos nosotros, especialmente los cristianos, nos beneficiamos de la separación de la iglesia y el estado. Mantengámoslo así.

Freethought Today, agosto 1988.

The Battle of Church and State (La batalla de la iglesia y el estado)
por Dan Barker

(Can be sung to «De Battle

Ob Jericho»).

(Se canta con la música de «De Battle

Ob Jericho».)

Chorus:

We got to fight the battle of church and

state.

Church and state.

Church and state.

We got to fight the battle of church and

state.

Or the wall’ll come tumblin’ down.

Estribillo:

Tenemos que pelear la batalla de la iglesia

y el estado.

Iglesia y estado.

Iglesia y estado.

Tenemos que pelear la batalla de la iglesia

y el estado.

O el muro se tambaleará.

I’ve heard about your hero, Joshua —

But his accomplishments are not so

great.

Because there’s none like Thomas Jefferson

And the wall between church and state.

He oído de tu héroe, Josué —

Pero sus logros no son tan grandes,

Porque no hay nadie como Thomas Jefferson

Y el muro entre la iglesia y el estado.

Some say that the wall between church

and state

Is just a «bad metaphor».

But if unbelievers can’t be protected

from the rest

Then what is the Bill of Rights for?

Algunos dicen que el muro entre la iglesia

y el estado

Sólo es una «mala metáfora»,

Pero si los no creyentes no se pueden

proteger del resto,

¿Para qué está la Carta de Derechos?

«Congress shall make no law

Respecting an establishment

Of religion or prohibiting

The free exercise thereof».

«El Congreso no hará ley alguna

Respecto al establecimiento

De la religión ni prohibiendo

El libre ejercicio de esta».

© Copyright 1986 by Dan Barker.