Capítulo 32
Confía en ti
—Dan, si yo fuera ateo como tú, estarías muerto —dijo un profesor cristiano de sesenta años hacia el final de un debate de cinco horas informal pero extenuante que tuve con cinco fundamentalistas en un salón de San Dimas.
—¿Por qué estaría muerto? —pregunté, con una voz que empezaba a ponerse ronca.
—Porque te mataría —respondió con una mirada fija y sonriente.
—¿Por qué me matarías? —pregunté asombrado.
—Porque si no fuera por las restricciones morales de la Biblia, sería un animal salvaje, y robaría, violaría y asesinaría —explicó, mientras su mujer y su hija escuchaban—. Será mejor que des gracias a Jesús por su amor y su protección. —Estaba anonadado por oír esas palabras viniendo de una persona que parecía tan amable.
—Si quieres ser un criminal sanguinario —le dije lentamente—, pronto te encontrarás con que no favorece a tus intereses. Hay mucha gente como yo que respeta la vida lo bastante como para protegernos de gente como tú. Tenemos leyes, y tenemos otros métodos de autodefensa.
Espero que sus amenazas fueran verdaderamente retóricas. Muestran lo agresivamente que los cristianos abordan la cuestión de la moralidad, y cómo todavía se equipara la ausencia de dios con el mal.
Una de las principales razones por las que el librepensamiento es impopular es que los seguidores de las religiones no perciben que digamos nada positivo. Esto es porque las religiones redentoras tienen una visión pesimista de la persona. Mi tema principal como evangelista itinerante era la depravación innata de la humanidad y la oportunidad de una solución «positiva» a través de la regeneración espiritual. Como todos los vendedores, los traficantes de la redención prosperan sobre las necesidades de sus clientes, sean reales o artificiales. La salvación sólo se puede vender a los pecadores, a los condenados y depravados.
El librepensamiento, por el contrario, sostiene una visión optimista de la persona. Si se define la salvación como la eliminación del problema del pecado, ¡los librepensadores ya están salvados! Jesús dijo: «Los que están sanos no necesitan un médico, sino los que están enfermos». ¡Reconocen que la religión te pone enfermo!
Los librepensadores no necesitamos la solución positiva de los cristianos. Aunque nuestras acciones puedan parecerles negativas porque desafiamos los cimientos sobre los que se construye su mito de depravación, el librepensamiento es inherentemente positivo por su afirmación de la inteligencia. Sin inteligencia, la moralidad es imposible.
La moralidad se define comúnmente como un código de comportamiento ético. Y la ética no es otra cosa que el valor. Si A tiene más valor que B, elige A. La gran pregunta, por supuesto, es por qué A debería tener más valor que B. El valor es relativo. El precio del oro fluctúa con numerosos factores sociales. El valor de una casa, de una barra de pan, del autógrafo de una estrella del rock, una boina verde o un libro antiguo se determina por cosas como la oferta y la demanda, la necesidad, la personalidad, el gusto, el deseo y el sentimentalismo. Pero todos estamos de acuerdo en que los valores éticos se refieren a la propia vida y se determinan por medio de la inteligencia.
La diferencia entre la moralidad humanista de la mayoría de los librepensadores y la moralidad espiritual de la mayoría de los religiosos es que mientras los humanistas afirmamos que los valores éticos se refieren a la vida humana y se determinan a través de la inteligencia humana, los religiosos afirman que se refieren a la vida de Dios y se determinan a través de la inteligencia de Dios. Ambas aproximaciones son relativas. Las mire como las mire, una «mente» tiene que tomar la decisión. El debate no es sobre cómo comportarse de acuerdo a la moral, sino sobre quién pone las reglas.
Muchos religiosos creen que los humanos somos incapaces de crear nuestras propias reglas. Esto se debe en gran parte a su visión pesimista de la persona, y a la idea de que un creador debería saber más sobre su creación que la propia creación. Señalan a la historia para ilustrar las carencias de la moralidad mundana, olvidando que nuestro pasado estaba dominado por la religión. Y por supuesto los librepensadores estamos convencidos de que los dioses de la biblia exhiben un concepto primitivo de la ética humana.
Resumiendo, los cristianos renacidos no confían en sí mismos. Prefieren que se les imponga un código de comportamiento externo. Un código absoluto de mandamientos grabado en tablas de piedra resulta cómodo para quienes temen los peligros del pensamiento humano. Con respecto a la actitud interrogativa humana, la religión garantiza absolutos; pero el librepensamiento es una garantía absoluta de respeto hacia los humanos inquisitivos. Somos capaces. La moralidad humanista no enfatiza tanto un código como un principio: lo que contribuye a la vida humana es bueno. Por consiguiente, lo que amenaza la vida humana es malo.
Por supuesto, para el librepensador «bueno» y «malo» no son fuerzas opuestas en una batalla cósmica. Son términos relativos. La mayoría de las decisiones éticas no son opciones claras de correcto y equivocado, que es lo que muchas veces hace que la moralidad sea difícil y la inteligencia siempre necesaria.
Casi todas las elecciones morales suponen un conflicto de múltiples valores. Comparar los valores relativos y determinar el comportamiento adecuado exige pensar. Y el pensamiento inteligente exige un respeto optimista hacia la mente humana. (Una buena pregunta: si los cristianos desconfían del pensamiento humano, ¿cómo pueden respetar su propia decisión de creer en Dios?).
La moralidad religiosa es peligrosa. Si no se nos permite participar en la formulación del código moral, ni siquiera en principio, los creadores y ejecutores del código están en una posición de autoridad para controlarnos. Eso es tiranía. Es lo opuesto a la libertad. Es un insulto a la capacidad humana y una amenaza al progreso, la inteligencia, la amabilidad y el amor. ¿Ha visto mucho amor en los rostros de los manifestantes cristianos antiabortistas?
Tengo algo que decir al religioso que cree que los ateos nunca dicen nada positivo: es usted un ser humano inteligente. Su vida es valiosa por sí misma. No es un segundón en el universo, que obtiene su significado y su propósito de otra mente. No es inherentemente malvado —es inherentemente humano, y posee el potencial racional positivo para ayudar a hacer de este un mundo de moralidad, paz y alegría. Confíe en usted mismo.
Freethought Today, septiembre 1986.