Capítulo 24
No dejes piedra sin mover
Tengo un reto pascual para los cristianos. Mi reto es simplemente este: dígame lo que sucedió en la Pascua. No pido pruebas. Mi sincera petición es meramente que los cristianos me cuenten exactamente qué sucedió en el día en que nació su doctrina más importante.
Los creyentes deberían aceptarlo con ganas, ya que sin la resurrección, no hay cristianismo. Pablo escribió: «Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe. Y aun somos hallados falsos testigos de Dios; porque hemos testificado de Dios que él haya levantado a Cristo; al cual no levantó, si en verdad los muertos no resucitan». (1 Corintios 15:14-15).
Las condiciones del reto son simples y razonables. En cada uno de los cuatro Evangelios, comience en la mañana de Pascua y lea hasta el final del libro: Mateo 28, Marcos 16, Lucas 24, y Juan 20-21. Lea también los Hechos 1:3-12 y la pequeña versión de Pablo sobre la historia en 1 Corintios 15:3-8. Estos 165 versículos se pueden leer en un ratito. Entonces, sin omitir ni un sólo detalle de estos relatos por separado, escriba una sola narración cronológica de los sucesos entre la resurrección y la ascensión: qué sucedió primero, segundo, y así; quién dijo qué, cuándo, y dónde sucedieron esas cosas.
Como los evangelios no siempre dan horas precisas, se permite hacer conjeturas razonadas. La narración no tiene que intentar presentar una descripción perfecta —basta con dar al menos un relato plausible de todos los hechos. Se puede añadir aparte entre paréntesis otras explicaciones de la narración. La condición importante del reto, sin embargo, es que no se puede omitir ni un solo detalle bíblico. ¿Le parece justo?
Yo mismo he intentado cumplir el reto. No lo logré. Un ministro de la Asamblea de Dios con el que estaba debatiendo hace un par de años en un programa de radio en Florida proclamó en voz alta en antena que me enviaría la narración al cabo de unos días. Todavía estoy esperando. Tras mi debate en la Universidad de Wisconsin, «Jesús de Nazareth: mesías o mito», un estudiante graduado luterano me dijo que aceptaba el reto y se pondría en contacto conmigo en más o menos una semana. Nunca más he vuelto a saber de él. Ambos, y otros, estuvieron de acuerdo en que la petición era razonable y crucial. Quizás son lentos leyendo.
Muchas historias de la biblia se cuentan sólo una o dos veces, y por eso son difíciles de confirmar. El autor de Mateo, por ejemplo, fue el único en mencionar que en el momento de la crucifixión los muertos salieron de sus tumbas en Jerusalén, caminando y mostrándose a todos —un suceso asombroso que difícilmente podía escapar a la atención de los otros autores de los Evangelios, o cualquier otro historiador de la época. Pero aunque el silencio de los otros podría debilitar la verosimilitud de una historia, no demuestra que esta sea falsa. La confirmación negativa llega con las contradicciones.
Thomas Paine se enfrentó a esta cuestión hace doscientos años en La edad de la razón, tropezando con docenas de discrepancias del Nuevo Testamento:
«Establezco como posición indiscutible», escribió, «primero, que la concordancia de todas las partes de una historia no demuestra que esa historia sea cierta, porque las partes pueden concordar y el conjunto ser falso; segundo, que la discordancia de las partes de una historia demuestra que el conjunto no puede ser cierto». Como la Pascua la contaron cinco autores diferentes, nos da una de las mejores oportunidades para confirmar o refutar el relato. Los cristianos deberían agradecer esta oportunidad.
Uno de los primeros problemas que encontré está en Mateo 28:2, después de que las dos mujeres llegasen a la tumba: «Y he aquí, fue hecho un gran terremoto: porque el ángel del Señor, descendiendo del cielo y llegando, había revuelto la piedra, y estaba sentado sobre ella». (Dejemos al margen que ningún otro autor nombra este «gran terremoto»). Esta historia dice que la piedra había rodado después de que llegasen las mujeres, en su presencia.
Sin embargo, el Evangelio de Marcos dice que sucedió antes de que llegasen las mujeres: «Y decían entre sí: ¿Quién nos revolverá la piedra de la puerta del sepulcro? Y como miraron, ven la piedra revuelta; que era muy grande».
Lucas escribe: «Y hallaron la piedra revuelta del sepulcro». Juan está de acuerdo. No hay terremoto, ni piedra rodante. Es una votación de tres a uno: Mateo pierde. (Y si no, los otros tres están equivocados). El hecho no pudo suceder tanto antes como después de que llegasen.
Algunos defensores de la biblia sostienen que Mateo 28:2 debía entenderse en pasado perfecto, mostrando lo que había sucedido antes de que llegasen las mujeres. Pero todo el pasaje está en aoristo, que corresponde con el pasado indefinido, y en contexto se lee como un simple relato cronológico. Mateo 28:2 comienza «Y he aquí» y no «Porque he aquí». Si el versículo se puede barajar con tanta facilidad, ¿qué nos impide poner al diluvio antes del arca, o la crucifixión antes de la natividad?
Otro problema mayúsculo es el hecho de que en Mateo la primera aparición post-resurrección de Jesús a los discípulos sucedió en una montaña de Galilea (no en Jerusalén, como creen la mayoría de los cristianos), tal como predijo el ángel que estaba sentado sobre la piedra recién movida: «E id presto, decid a sus discípulos que ha resucitado de los muertos: y he aquí va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis». Esto tiene que haber sido de importancia suprema, ya que era el mensaje de Dios a través del ángel (o los ángeles) junto a la tumba. Jesús incluso había predicho esto por sí mismo sesenta horas antes, durante la Última Cena (Mateo 26:32).
Después de recibir este mensaje angelical, «los once discípulos se fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había ordenado. Y como le vieron, le adoraron: mas algunos dudaban». (Mateo 28:16-17). Cuando leemos esto tal cual y en contexto, queda claro que Mateo pretende que esta haya sido la primera aparición. De lo contrario, si Jesús hubiera estado ante ellos antes de este momento, ¿por qué dudaban algunos?
Marcos está de acuerdo con el relato de Mateo acerca del mensaje del ángel sobre Galilea, pero nos da una historia diferente de la primera aparición. Lucas muestra la primera aparición en el camino a Emaús y luego en una habitación de Jerusalén. Juan dice que sucedió después, por la tarde en una habitación, y Tomás no estaba. Es imposible reconciliar esos mensajes del ángel, lugares, y viajes durante el día.
A veces los creyentes usan la analogía de los cinco ciegos examinando a un elefante, resultando cada uno con una definición diferente: tronco (pierna) cuerda (cola), manguera (trompa), muro (costado) y tela (oreja). La gente que usa este argumento olvida que todos los ciegos estaban equivocados: un elefante no es una cuerda ni un árbol. Se puede reunir las cinco partes para llegar a un agregado no contradictorio del animal completo. Eso no se ha hecho con la resurrección.
Otra analogía que en ocasiones usan los apologistas es comparar las contradicciones de la resurrección con diferentes relatos dados por los testigos de un accidente de tráfico. Si uno de los testigos dijera que el vehículo era verde y otro que era azul, se podría achacar a diferentes ángulos, la iluminación, la percepción o la definición de las palabras. Lo importante, afirman, es que están de acuerdo en la historia básica —hubo un accidente, hubo una resurrección.
No soy un infalibilista fundamentalista. No exijo que los evangelistas tuvieran que ser testigos expertos e infalibles. Ninguno de ellos dice haber estado en la misma tumba, en cualquier caso. Pero ¿qué pasaría si una persona dijera que el accidente sucedió en Chicago y la otra que fue en Milwaukee? Al menos uno de esos testigos tiene serios problemas con la verdad.
Lucas dice que la aparición post-resurrección sucedió en Jerusalén, pero Mateo dice que fue en Galilea, ¡a una distancia de entre cien y ciento sesenta kilómetros! ¿Podrían haber viajado todos ellos 240 kilómetros en ese día, a pie, caminando penosamente hasta Galilea para la primera aparición, y de vuelta a Jerusalén para la cena? No se menciona ningún caballo, pero una docena de purasangres bien preparados, corriendo a galope tendido, volando como el viento, necesitarían unas cinco horas para hacer el viaje, sin descansar. Y en medio de este escenario disparatado, ¿podría haber encontrado Jesús tiempo para pasearse por placer hasta Emaús, aceptando, «hacia la tarde», una invitación para cenar? Hay algo muy mal pensado aquí.
Esto es sólo la punta del iceberg. Por supuesto, ninguna de estas contradicciones demuestra que la resurrección no sucediera, pero arrojan dudas considerables sobre la fiabilidad de los supuestos testigos. Algunos estaban equivocados. Puede que todos estuvieran equivocados.
Este reto podría ser más difícil. Podría preguntar por qué se debería dar la más mínima consideración seria a los relatos de seres sobrenaturales, que se desvanecen y materializan de la nada, cadáveres muertos hace tiempo que vuelven a la vida y gente que levita. Thomas Paine fue uno de los primeros en señalar que las afirmaciones extraordinarias exigen pruebas extraordinarias.
Los protestantes y los católicos no parecen tener problemas a la hora de aplicar su sano escepticismo a los milagros del islam, o al encuentro «histórico» entre Joseph Smith y el ángel Moroni. ¿Por qué tendrían que tratar los cristianos a sus propias afirmaciones extraordinarias de forma diferente? ¿Por qué alguien que no estaba allí iba a estar más ansioso por creer que Tomás el incrédulo, que vivió en aquella época, o los otros discípulos que dijeron que las noticias de las mujeres sobre la tumba «les parecían como locura las palabras de ellas, y no las creyeron» (Lucas 24:11)?
Paine señala también que todo en la biblia son habladurías. Por ejemplo, el mensaje junto a la tumba (si llegó a suceder) siguió este camino, como mínimo, antes de llegar a nuestros ojos: Dios, ángel(es), María, discípulos, evangelistas, copistas, traductores. (Los Evangelios son todos anónimos y no tenemos versiones originales).
Pero empecemos por el principio: cristianos, o me dicen exactamente qué sucedió el Domingo de Resurrección, o mejor dejamos el mito de Jesús enterrado junto a Eastre (Ishtar, Astarté), la Diosa de la Primavera pagana del que tomó su nombre inglés (Easter) esta fiesta.
Aquí hay algunas discrepancias entre los relatos de la resurrección:
¿A qué hora visitaron la tumba las mujeres?
Mateo: «que amanece» (28:1).
Marcos: «Y muy de mañana… ya salido el sol» (16:2, Reina-Valera Antigua).
; «recién salido el sol» (Reina-Valera 1995); «apenas salido el sol» (Nueva Versión Internacional).
Lucas: «muy de mañana» (24:1).
Juan: «siendo aún obscuro» (20:1).
¿Quiénes eran las mujeres?
Mateo: María Magdalena, y la otra María (28:1).
Marcos: María Magdalena, la madre de Jacobo, y Salomé (16:1).
Lucas: María Magdalena, Juana, María madre de Jacobo y otras mujeres (24:10).
Juan: María Magdalena (20:1).
¿Qué se proponían hacer?
Mateo: ver el sepulcro (28:1).
Marcos: ya habían visto la tumba (15:47), traían aromas (16:1).
Lucas: ya habían visto la tumba (23:55), traían aromas (24:1).
Juan: el cuerpo ya estaba aromatizado antes de que llegasen (19:39,40).
¿Estaba abierta la tumba cuando llegaron?
Mateo: No (28:2).
Marcos: Sí (16:4).
Lucas: Sí (24:2).
Juan: Sí (20:1).
¿Quién estaba junto a la tumba cuando llegaron?
Mateo: Un ángel (28:2-7).
Marcos: Un hombre joven (16:5).
Lucas: Dos hombres (24:4).
Juan: Dos ángeles (20:12).
¿Dónde estaban situados esos mensajeros?
Mateo: Ángel sentado sobre la piedra (28:2).
Marcos: Hombre joven sentado dentro, a la derecha (16:5).
Lucas: Dos hombres sentados dentro (24:4).
Juan: Dos ángeles sentados a cada extremo del lecho (20:12).
¿Qué dijeron los mensajeros?
Mateo: «No temáis vosotras; porque yo sé que buscáis a Jesús, que fue crucificado. No está aquí; porque ha resucitado, como dijo. Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor. E id presto, decid a sus discípulos que ha resucitado de los muertos: y he aquí va delante de vosotros á Galilea; allí le veréis; he aquí, os lo he dicho» (28:5-7).
Marcos: «No os asustéis: buscáis a Jesús Nazareno, el que fue crucificado; resucitado há, no está aquí; he aquí el lugar en donde le pusieron. Mas id, decid a sus discípulos y a Pedro, que él va antes que vosotros a Galilea: allí le veréis, como os dijo» (16:6-7).
Lucas: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, mas ha resucitado: acordaos de lo que os habló, cuando aun estaba en Galilea, Diciendo: Es menester que el Hijo del hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado, y resucite al tercer día» (24:5-7).
Juan: «Mujer, ¿por qué lloras?» (20:13).
¿Contaron las mujeres lo que había sucedido?
Mateo: Sí (28:8).
Marcos: No. «Ni decían nada a nadie» (16:8).
Lucas: Sí. «Y volviendo del sepulcro, dieron nuevas de todas estas cosas a los once, y a todos los demás» (24:9, 22-24).
Juan: Sí (20:18).
Cuando María volvió de la tumba, ¿sabía que Jesús había resucitado?
Mateo: Sí (28:7-8).
Marcos: Sí (16:10,11).
Lucas: Sí (24:6-9,23).
Juan: No (20:2).
¿Cuándo vio María por primera vez a Jesús?
Mateo: Antes de volver con los discípulos (28:9).
Marcos: Antes de volver con los discípulos (16:9,10).
Juan: Después de volver con los discípulos (20:2,14).
¿Se podía tocar a Jesús después de la resurrección?
Mateo: Sí (28:9).
Juan: No (20:17), Sí (20:27).
Después de a las mujeres, ¿a quién se apareció Jesús?
Mateo: Once discípulos (28:16).
Marcos: Dos discípulos en el campo, más tarde a los once (16:12,14).
Lucas: Dos discípulos en Emaús, más tarde a los once (24:13,36).
Juan: Diez discípulos (Judas y Tomás no estaban) (20:19, 24).
Pablo: Primero a Cefas (Pedro), luego a los doce. (¿Doce? Judas estaba muerto). (1 Corintios 15:5).
¿Dónde se apareció Jesús a los discípulos?
Mateo: En una montaña de Galilea (a 100-160 kilómetros) (28:16-17).
Marcos: A dos en el campo, a once «estando sentados a la mesa» (16:12,14).
Lucas: En Emaús (a unos once kilómetros) por la tarde, al resto en una habitación en Jerusalén esa noche (24:31, 36).
Juan: En una habitación, al atardecer (20:19).
¿Creyeron los discípulos a los dos hombres?
Marcos: No (16:13).
Lucas: Sí (24:34 —aquí habla el grupo, no los dos).
¿Qué ocurrió en la aparición?
Mateo: Los discípulos adoran, algunos dudan, «id, y doctrinad» (28:17-20).
Marcos: Jesús los reprende, dijo «Id por todo el mundo; predicad» (16:14—19).
Lucas: Cristo va de incógnito, número de desaparición, materializado de la nada, reprimenda, cena (24:13-51).
Juan: Traspasó una puerta sólida, discípulos felices, Jesús los bendice, no hay reprimenda (21:19-23).
¿Se quedó un tiempo Jesús en la tierra?
Marcos: No (16:19). Compare 16:14 con Juan 20:19 para ver que todo esto terminó el domingo.
Lucas: No (24:50-52). Todo sucedió el domingo.
Juan: Sí, por lo menos ocho días (20:26, 21:1-22).
Hechos: Sí, por lo menos cuarenta días (1:3).
¿Dónde tuvo lugar la ascensión?
Mateo: No hubo ascensión. El libro termina en una montaña de Galilea.
Marcos: En o cerca de Jerusalén, después de la cena (16:19).
Lucas: En Betania, muy cerca de Jerusalén, después de la cena (24:50-51).
Juan: No hubo ascensión.
Pablo: No hubo ascensión.
Hechos: Ascendió desde el Monte de los Olivos (1:9-12).