Capítulo 30
Bañado en sangre
Todos sabemos que una exposición prolongada a algo negativo puede provocar desensibilización. Los niños que ven miles de asesinatos en televisión pueden llegar a pasar por alto la violencia, a aceptarla como inevitable, o incluso deseable. La pornografía degradante puede perder su cualidad chocante cuando se ve con regularidad. La violencia, además de aprenderse por una exposición prolongada, también puede hacerse invisible. Después de un tiempo, nos atontamos.
Me sucedió algo así. Crecí en una familia cristiana, pasé miles de horas en un banco de iglesia escuchando la biblia y cantando himnos. Durante muchos años prediqué y di conciertos religiosos, escupiendo palabras, palabras, palabras. Hay un antiguo himno que dice:
Cántamelas otra vez,
Preciosas palabras de vida;
Déjame más de su belleza ver,
Preciosas palabras de vida.
¡Belleza de verdad! Como cristiano pensaba que me estaba deleitando con palabras verdaderas; pero como librepensador miro hacia atrás y veo que, como un cerdo, me estaba revolcando en el barro. Me llevó un tiempo DES-desensibilizarme, o resensibilizarme.
Aquí hay unas líneas que se suelen cantar en la iglesia con aire feliz:
Hay una fuente rebosante de sangre
Sacada de las venas de Emmanuel;
Y los pecadores que se sumergen en esa riada
Pierden todas sus manchas de culpa.
Y siempre que por la fe vi el arroyo
Que surge del manantial de tus heridas,
El amor redentor ha sido mi tema
y lo será hasta que muera.
Estas palabras solían escapárseme, y me perdía la fealdad. Pero ahora, al visualizar la canción, todo lo que veo es basura: una palangana macabra en la que chapotea una rojez pegajosa, creyentes zambulléndose regocijados para «lavarse» en sangre. Aunque sea puramente simbólico, ¿por qué iba a querer cantar una cosa así?
¿Cuál es su reacción emocional cuando oye la palabra sangre? No sé usted, pero yo soy más bien aprensivo. Sin embargo, la sangre es un símbolo precioso y poderoso para los cristianos. Todos estamos de acuerdo en que la sangre es necesaria para la vida humana (animal). Para alguien que necesita una transfusión es de verdad un recurso precioso. La sangre dentro de las venas, donde debe estar, representa la propia vida.
Pero los cristianos están obsesionados con la sangre fuera de las venas —sangre donde no debe estar: muerte. Echando un vistazo a un misal hace poco, me impresionó cuántas canciones cristianas tratan de la sangre. Sangre que se derrama, mana, inunda, gotea, mancha, se retira, fluye, arrastra, burbujea y, en general, lo salpica todo. Cuando la sangre no está en el lugar adecuado es obscena.
«Hay una fuente llena de sangre». ¿Cuánta sangre hace falta para llenar una fuente? Jesús, si alguna vez vivió, habría derramado unos cinco litros cuando murió. Un baptisterio pequeño necesita unos dos mil litros, así que para llenar una fuentecilla ¡haría falta la muerte y «draculización» de unos cuatrocientos adultos! Una fuente típica en la plaza de una ciudad podría usar diez veces esa cantidad. Una imagen bastante macabra, cuando lo piensa.
Desde que me hice ateo, he notado que algunas veces los librepensadores intentan impresionar a los creyentes citando versículos bíblicos feos o cantando algún himno obsceno, sin darse cuenta de que esas palabras que nos parecen tan desagradables, ¡los cristianos de verdad las perciben como bonitas!
Oh, esa vieja y áspera cruz,
Tan denostada por el mundo,
Tiene para mí una maravillosa atracción;
En la vieja y áspera cruz,
Manchada de sangre tan divina,
Una maravillosa belleza veo.
Para una persona a quien han lavado el cerebro (o lo han lavado con sangre), un hombre muriendo en una cruz puede llamarse «maravillosa belleza», pero en realidad es crueldad, muerte, sufrimiento, dolor y ruina. Es feo. Ni siquiera para los cristianos es bonito, o las letras de sus canciones no darían tantos detalles sobre lo irónico que es.
En la antigüedad algunos creían que se podía lograr una transfusión simplemente bebiendo la sangre. El rito de la comunión, supuestamente instituido por Jesús en el Última Cena, viene de esa idea primitiva. Si los cristianos modernos de verdad están preocupados por las propiedades dadoras de vida de la sangre, ¿por qué no sustituyen la copa de vino por una jeringuilla? La Eucaristía, en su violenta forma presente, es simple canibalismo.
Los cristianos están de acuerdo en que la muerte es absolutamente indeseable. Ni siquiera Jesús pudo soportar seguir muerto. (¿De verdad murió? Si uno sigue viviendo, especialmente si está ocupado «en el otro lado», como estuvo Jesús, ¿no habrá tenido en realidad una experiencia «cercana a la muerte»?). Como los cristianos temen a la muerte tanto como el que más, ¿por qué la glorifican? ¿No son capaces de ver la fealdad de esas ideas?
Resulta duro (y vergonzoso) recordar cómo me sentía entonces. Sé que para los librepensadores no es suficiente citar simplemente los horrores y esperar que los cristianos se arruguen por el desagrado. No lo van a pillar. Si les cita algunas de las palabras oscuras de la biblia, se limitarán a sonreirle. Se han desensibilizado ante la violencia y obscenidad de su religión. De qué otro modo podrían cantar alegremente:
Acércame más, más cerca bendito Señor
A tu precioso costado sangrante.
O:
¿Te liberarías de tu pasión y orgullo?
Hay poder en la sangre.
Ven a limpiarte en la marea de la Caballería;
Hay un maravilloso poder en la sangre.
O:
Ven a esta fuente tan rica y dulce;
Sumérgete hoy y hazte completo;
¡Gloria a Su nombre!
O:
Oh, qué dulce es confiar en Jesús,
Sólo confiar en Su sangre limpiadora;
¡En la simple fe para sumergirme
Bajo la sangre sanadora y limpiadora!
¿Y a quién sino al aturdido se le escaparía lo grotesco (y humorístico) de estas palabras?
Señaló a las huellas de los clavos,
Por mí Su sangre vertió,
Una corona burlesca muy espinosa
Se colocó sobre Su cabeza:
Me pregunto qué vio en mí,
Para sufrir tan profunda agonía.
¿Por qué a los cristianos les gusta postrarse ante la muerte? ¿Qué hay tan atractivo en el sufrimiento, el dolor y la fealdad? ¿Por qué es maravilloso ver a Jehová como un ejecutor sediento de sangre, que asesina fríamente a su propio hijo para aplacar su ira? ¿Y qué clase de «bella» justicia hay en dejar que una persona sufra por las malas acciones de otra? Los cristianos están obviamente aturdidos.
Por el modo que tienen de cantar estos himnos, podría pensar que encuentran algún tipo de regocijo sádico en la efusión de sangre y la ingesta de carne. Han convertido el dolor en gloria, la negación de uno mismo en una virtud, el militarismo en paz.
Adelante, soldados cristianos,
Marchando como a la guerra,
Con la cruz de Jesús
Yendo por delante.
Cristo, el Señor real
Nos guía contra el enemigo;
Adelante en la batalla,
Mira, Sus pendones van.
¿Esta es una canción de gente pacífica? Cada Navidad los creyentes proclaman «Paz en la Tierra», obviando la advertencia de Jesús: «No vine a meter paz, sino una espada». ¡Los cristianos de verdad piensan que tienen una religión de amor y paz! Y si se queja de ello, le dirán que en realidad no lo comprende. Soltarán algún galimatías sobre un «Dios justo», y que sólo los que estén de Su parte encontrarán la verdadera paz. No se les ocurre que eso es lo contrario de la paz, el epítome de la intolerancia y la parcialidad. No hay otra forma en la que se pueda describir al Dios cristiano más que como un matón sediento de sangre; y cualquiera que quiera ser amigo de un desalmado así está o lleno de miedo o de arrogancia «divina». Según dicen, Jesús dijo: «Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas al alma no pueden matar: temed antes a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno» (Mateo 10:28). 1 Juan 5:12 dice: «El que tiene al Hijo, tiene la vida: el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida». Qué cruel.
Hace poco estaba hablando con una mujer cristiana sobre mi deconversión de ministro a ateo.
—¿Qué pasó con Dios —dijo—, que le enfadó?
—En realidad nada —respondí—, simplemente me di cuenta de que no hay pruebas de su existencia. No puedes enfadarte con una persona que no existe. Pero si su dios de la biblia existiera, me ofendería mucho su personalidad.
—Pero Dios es un Dios de amor —respondió—. Todo el plan de salvación se basa en el amor de Dios por usted. Dios es pacífico y amable. ¿Puede encontrar algo en la biblia que demuestre lo contrario?
Abrí la biblia por 2 Reyes 2:23-24 y le leí estas palabras: «[El profeta Eliseo] subió de allí a Beth-el; y subiendo por el camino, salieron los muchachos de la ciudad, y se burlaban de él, diciendo: ¡Calvo, sube!, ¡calvo, sube! Y mirando él atrás, viólos, y maldíjolos en el nombre de Jehová. Y salieron dos osos del monte, y despedazaron de ellos cuarenta y dos muchachos».
—¿Eso es algo amable? —le pregunté.
—Dios es un Dios de justicia —dijo—, y no se Le puede hacer burla.
—Pues ahí es donde voy. No es muy agradable, ¿verdad? ¿Usted querría ser amigo de alguien así?
—Dios es un Dios de amor —repitió—. Es nuestro Padre, y deberíamos aceptar Sus actos aunque no siempre los entendamos o no estemos de acuerdo con todo lo que hace.
—¡Pero despedazaron a cuarenta y dos niños porque se rieron de un predicador! ¿Eso es cariño? —Le presioné.
—Sí, es cariño, en cierto modo, porque nuestros actos pecaminosos…
—Lo siento —interrumpí—. Cualquiera que piensa que algo así es un acto de amor es una persona muy peligrosa. —Me di la vuelta y me fui.
Los cristianos también creen que la biblia eleva a la familia, y no hacen caso de las advertencias de Jesús: «Porque he venido para hacer disensión del hombre contra su padre, y de la hija contra su madre… Y los enemigos del hombre serán los de su casa» (Mateo 10:35,36). «Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su vida, no puede ser mi discípulo» (Lucas 14:26).
Los cristianos no reconocen aquí el odio y la intolerancia. La rectitud de dios a veces provoca inconvenientes (como el infierno), dicen, pero el mensaje último es de amor. Cuando el salmista dice «Bienaventurado el que tomará y estrellará tus niños contra las piedras», ¡dicen que esto es misericordia!
Hace poco estaba en el programa de televisión de Boston «La gente habla», y uno de los invitados era una mujer bien vestida de las «Mujeres Preocupadas por América[28]» de Beverly LaHaye. Cuando le pregunté qué me pasaría cuando muriese, me echó una mirada «preocupada» y me dijo que iba a ir al infierno. La miré a los ojos y dije que lo que había dicho no era muy amable. Era desagradable, nada amistoso e intolerante. Se limitó a sonreírme, como si el odio fuera lo más normal del mundo. No le importaba, y probablemente no sabía que estaba diciendo cosas feas y ofensivas: estaba cumpliendo su deber cristiano.
Otro invitado al programa era un ministro, el jefe de la «Mayoría Moral[29]» de Massachusetts. Después del programa le pregunté por qué Dios violaba uno de sus propios mandamientos y profanaba la vida al ordenar que los invasores hebreos masacraran a las mujeres embarazadas.
—¿Qué crimen había cometido el feto —pregunté— para merecer ese castigo?
Me dijo que los Diez Mandamientos en realidad dicen «No asesinarás», y que Dios estaba «matando», no asesinando (como si hubiera alguna diferencia para la mujer que tenía una espada judía clavada en su cuerpo); y dijo que esas muertes eran actos «misericordiosos» de un Dios de amor que estaba salvado a los niños nonatos de una vida de inmoralidad e infierno inevitable. El argumento de Hiroshima: unas pocas muertes hoy evitarán muchas muertes más adelante. ¡Este gran pensador aparentemente cree que la salvación llega o por la sangre de Jesús o a través del aborto! Lo que llegue primero.
Cuando rechacé el cristianismo y me hice un ser humano pensante fue cuando de verdad comencé a valorar la vida. Me desaturdí. La próxima vez que intente impresionar a los cristianos con la crueldad de su religión, no se sorprenda cuando no se impresionen. ¿Cómo pueden no estar desensibilizados cuando están «bañados en sangre»?
Freethought Today, diciembre 1987.