EPÍLOGO
—¡Jo! Me cuesta hasta levantarme —dice Lea, sintiendo la pesadez de la última semana de embarazo.
Me acerco, la cojo de las manos y la ayudo a incorporarse del sofá.
—Arriba, pequeña —digo con complicidad.
—Menos mal que vamos a celebrar la boda después de que dé a luz, sino iba a tardar una hora en recorrer la iglesia y llegar hasta el altar —bromea—. ¿Te imaginas? Seguro que los invitados acabarían dormidos en los bancos.
Lanzo una carcajada al aire, sin poderme contener. Cuando está de pie, le doy un tierno beso en la frente.
—Me mimas demasiado —apunta.
—Es lo que tengo que hacer, mimarte. Todos y cada uno de los días.
Lea sonríe.
—Te quiero —me dice con voz mimosa.
—Yo también te quiero —respondo, abrazándola—. ¿Eres feliz? —le pregunto.
Alza los ojos y me mira.
—Inmensamente feliz —afirma mientras sonríe cariñosamente.
GUIÑO A LAS LECTORAS:
Y esta es la historia de mi proposición y de mi petición y de cómo Lea se las ingenió para enamorarme como solo hace un adolescente.
—¿Todavía sigues escribiendo? —Esa que estáis escuchando es Lea, por supuesto. Se acerca hasta el escritorio y me rodea el cuello con los brazos—. «Y esta es la historia de mi proposición y de mi petición y de cómo Lea se las ingenió para enamorarme como solo hace un adolescente» —repite, leyendo lo que acabo de escribir. La escucho reír detrás de mí—. Cuando yo narré la primera parte, no era tan romanticona —bromea.
—¿Ah, no? —digo—. Eso habría que preguntárselo a las lectoras. Yo la he leído y no es apta para diabéticos.
—Yo la he leído y no es apta para diabéticos —dice, imitando mi voz y burlándose de mí—. Ahora entiendo por qué te empeñaste en escribir tú el resto de la historia.
—Bueno, quería que quienes nos han leído conocieran de primera mano qué es lo que sentía yo.
—Ahora contigo, también sube el azúcar —comenta Lea. Nos echamos a reír—.Vamos, deja a tus fans —me pide, cogiéndome de la mano y tirando de mí—. Tenemos dos pañales que cambiar.
Me levanto de la silla.
—Ciao, chicas. Tengo unos bebés de los que ocuparme. Por cierto, ¿os he dicho que soy Darrell Baker. Alias El hombre de hielo?
—Daaarrell… —dice Lea en tono resignado, poniendo los ojos en blanco.
—Ya voy, ya voy…