CAPÍTULO 58

 

 

 

 

 

—El juez va a reabrir el caso —me anuncia Michael, entusiasmado—. El testimonio de Gloria va a ser clave para inculpar a Paul.

—¡Sí! —exclamo, apretando los puños en un gesto de triunfo—. Va a ser el propio Paul el que se encargue de delatar a las personas que han estado con él en esto; él no va a estar dispuesto a caer solo.

—Desde luego que no. Conociéndole, se va a llevar por delante a todo el que pueda —arguye Michael—. Tenemos a esos cabrones agarrados por los huevos, Darrell.

Respiro hondo y suelto el aire de golpe, satisfecho.

—Me parece increíble el giro que han dado los acontecimientos —digo, todavía incrédulo por lo que está pasando.

—A veces, las cosas suceden así. Cuando menos te lo esperas… Gracias a Gloria, este asunto ha tomado una nueva dirección.

—La pobre vino hecha un mar de lágrimas —le comento a Michael—. Apenas le salían las palabas…

—Me ha contado todo con pelos y señales —dice Michael—. Como Paul la abordó una mañana a la salida de tu ático y la obligó a dejar esos paquetes de cocaína en tu casa. El muy hijo de puta le ofreció dinero, una cantidad ingente para que Gloria aceptara. Sin embargo, ella lo rechazó, y eso que la cantidad era más que tentadora…

—Gloria es una buena persona —tercio—. Tiene principios.

—Sí, realmente lo es y realmente tiene principios, porque si no hubiera cogido el dinero —alega Michael—. Entonces fue cuando Paul la obligó a hacerlo, amenazándola con hacer daño a sus hijos—prosigue.

—¡Maldito bastardo! —exclamo.

Chasqueo la lengua, molesto por toda la mierda que Paul ha esparcido a mi alrededor.

—Lo que ha hecho Gloria está mal —digo—, pero la entiendo perfectamente. Yo en su lugar hubiera hecho lo mismo.

—Es comprensible, sí —opina Michael—. No hay nada peor para una madre que ver a sus hijos en peligro. Paul sabía lo que hacía.

—¿Y ahora que va a pasar? —pregunto.

—El juez va a reabrir el caso y la policía comenzará de nuevo a investigar las pruebas que han aparecido. Se llamará a declarar a Gloria, su testimonio es fundamental, y también a Paul, que al parecer, es el que más tiene que decir en todo este asunto.

—Quiero que Gloria tenga los mejores abogados, para que salga de esto indemne, o que le salpique lo menos posible —indico—. Yo me encargo de los honorarios, sean los que sean.

—Pierde cuidado. He hablado con los amigos míos que han estado llevando tu caso. No habrá ningún problema —dice Michael—. Gloria fue obligada. Se puede decir que no le quedó otro remedio. Según me han dicho, Gloria no tendrá que cumplir pena de cárcel, o la condenarán a una pena inferior a dos años. Al no tener antecedentes, no entrará en prisión. Lo que sí le pondrán será una pena económica.

—Yo me encargaré de pagarla —me adelanto a decir. 

—Perfecto. El que sí va a tener que pagar por lo que ha hecho Gloria es Paul. A lo que ya tiene por tráfico de drogas y atentado contra la salud pública, entre otras cosas, se le va a acusar de coacción y amenazas.

—Ojalá se pudra en la cárcel —digo, con rabia contenida.

—Se pudrirá. A Paul se le van a imputar unos cuantos delitos más de los que se te imputaron a ti —apunta Michael—. Te aseguro que se pasar una muy buena temporada en prisión.

—No se merece menos, por su culpa, yo estoy pagando por algo que no he hecho, por su culpa tuve que alejar de mi vida a la persona que más he amado y que más amo, a Lea, a mi pequeña loquita, y eso no se lo voy a perdonar jamás.

Su imagen viene a mi mente.

Desde que planea sobre mi cabeza la posibilidad de salir la cárcel, no he dejado de pensar en ella ni un solo segundo. Lea va a ser la primera persona a la que busque en cuanto deje atrás la prisión y toda esta maldita pesadilla. Tengo que decirle la verdad; que la quiero, que la quiero con toda mi alma, que nunca la he dejado de querer, que la quiero incluso más que antes, si eso es posible, que la alejé de mí para que no destrozara su vida esperando a una persona que se iba a pasar diecisiete años encerrado en la cárcel, que lo hice por ella, aunque eso me sumiera a mí en la más absoluta tristeza.

—Estás pensando en Lea, ¿verdad?  —adivina Michael, al advertir el silencio en el que me he sumido.

—Sí.

—¿Qué harás cuando salgas de aquí? Porque puedes dar por hecho que vas a salir —me alienta Michael.

—Buscarla —atajo contundente—. Y contarle la verdad.

—¿Cómo crees que va a reaccionar?

Aprieto los labios.

—No lo sé… Lea tiene un carácter fuerte.

—Pero si es toda dulzura… —comenta Michael.

—Eso es porque no le has visto discutir —afirmo con un matiz irónico en la voz—. La última vez, antes de que se fuera del ático, me pego un bofetón que casi me vuelve la cara del revés.

—¿Te pegó una hostia? —me pregunta Michael boquiabierto. Un segundo después estalla en una sonora carcajada, que se escucha a lo largo y ancho de la sala de visitas.

Asiento.

—Ya te digo que casi me vuelve la cara del revés.

Los hombros de Michael suben y bajan mientras a duras penas trata de contener la risa.

—Está claro que con Lea has experimentado toda clase de sensaciones —apunta entre risas—. Las buenas y también las malas.

—Todas —digo, sonriendo—. La verdad es que no le faltó razón. No quería que se fuera y le ofrecí más dinero por quedarse.

Michael silba.

—Muy desatinado por tu parte.

—Sí, me lo gané a pulso.

—Bueno, no has sido al único al que le han pegado un bofetón alguna vez…

—¿A ti también te han calzado una hostia? —le pregunto.

—Una y más de una —responde con expresión pícara en el rostro—. Recuerdo la que me dio Karen, y la de Emmy, y la de Caroline. —Frunzo el ceño según va diciendo nombres—, y la de Rachael…

—Michael, a lo tuyo no se le puede poner nombre —le corto.

—Me lo debería de hacer mirar, ¿verdad? —bromea.

—Sí, quizás, sí. Porque no es normal.

—Cuando salgas de aquí, pediré cita con el médico.

Niego con la cabeza y sonrío.

—Reaccione cómo reaccione Lea, incluso aunque me calce otro bofetón —afirmo con mordacidad, retomando el tema—, voy a luchar por ella y por su amor, porque es lo único capaz de hacer latir mi corazón y, por supuesto, mis pequeños.

—Estás en todo tu derecho y en todo tu deber de luchar por Lea. Os merecéis ser felices, Darrell.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La petición del señor Baker
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