UN TIPO MALO

Hitchcock debió de ser una pesadilla para todos los dietistas. Vivió hasta una edad provecta, pese a cargar durante toda su vida adulta con muchos quilos de sobrepeso. Consumía cantidades ingentes de carne grasienta, espesas salsas y dulces. El alcohol le acompañaba desde primera hora de la mañana hasta que ya era enfrascaba tercamente en conflictos con los productores, los guionistas y los actores. Era un ejemplo andante de cómo no se debe vivir si uno quiere estar sano y ser productivo. Sin embargo, trabajaba, trabajaba como pocos dentro del mundo de los directores de cine. Rodó cincuenta y tres largometrajes, de los cuales algunos pasaron a formar parte de la historia viva del cine, y lo que es más, siguen hoy cortando el aliento de los espectadores. Añadamos a todo ello sus numerosos trabajitos para televisión y las películas que no llegó a realizar, pese a haber invertido muchos meses en ellas. Finalmente murió, pero —si la memoria no me engaña— cosas como esa también les suceden a las personas que se cuidan... No se puede escribir un libro finito sobre un acontecimiento como este y, por eso, Donald Spoto, ha escrito uno bien gordo. Describe y analiza detalladamente la labor de Hitchcock en cada una de sus películas. También encontramos bastantes opiniones de críticos y algunos recuerdos de personas que lo conocieron y que, durante algún tiempo, tuvieron que soportar (con humor o con terror) sus antojos. Finalmente, encontramos algunas de las declaraciones de este gran genio. Preferiría que hubiese más, ya que constituyen el momento más excitante del libro. Hitchcock siempre conseguía escabullirse justo cuando la audiencia trataba de persuadirlo para que hiciese confesiones personales, y saltaba a otra cosa. Nadie sabía al cien por cien cuándo hablaba en serio y cuándo bromeaba. Y eso también debería haber quedado reflejado descubrir qué se esconde de verdad dentro de esa dura nuez. Cuáles eran sus fobias, sus penas, sus inhibiciones y complejos. Y, cómo no, las encuentra todas, solo que, ¿de qué nos sirve eso? Se sabe, por ejemplo, que un apetito desenfrenado es a menudo la reacción a algún fracaso erótico. Pero también se sabe que siempre ha habido un gran número de glotones en el mundo que andaban medio enamorados de rubias espectaculares y no fueron correspondidos. Entonces, ¿por qué solamente uno de ellos fue capaz de crear La ventana indiscreta o Los pájaros? El secreto del talento sigue siendo un secreto. Con independencia de cuántos bogavantes se comía por despecho durante el rodaje de cada una de sus películas... Pero mejor volvamos a Hitchcock y a su trabajo. Por una parte, era un tipo con suerte, porque ya desde su más tierna juventud fue considerado dentro de los círculos cinematográficos como un excelente profesional. Por otra parte, rara vez y a desgana fue visto como un verdadero artista. Solo las entusiastas opiniones de los directores europeos consiguieron que, al fin, fuese digno de tal calificativo. De vez en cuando, sus películas eran nominadas para los Óscar, pero nunca ganó uno. «Siempre de madrina y nunca de novia», decía benévolamente en broma, aunque tenía que molestarle. No puedo abstenerme de mencionar algo más. Suya fue la idea de la inscripción para su lápida: «Esto es lo que les pasa a los tipos malos». Por cuanto sé de la vida y el savoir-vivre de los cementerios, este proyecto nunca llegó a realizarse.

público, escotado o vestido de frac, algún discurso: «Me han dicho que ocurre un asesinato cada minuto, es por eso que no quiero malgastar vuestro valioso tiempo. Sé que queréis poneros manos a la obra. Gracias».

Alfred Hitchcock, Donald Spoto, traducción del inglés de Jan Stanisław Zaus. Varsovia: Wydawnictwo Alfa, 2000.

 

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