PROBLEMAS EN EL PARAÍSO
En el año 1937, Helena Valero, quien por entonces era una niña de doce años de edad, fue raptada en dramáticas circunstancias por los indios Yanoáma, que habitaban los bosques entre el Río Negro y el curso alto del Orinoco. Tras veinte años de cautiverio, consiguió volver a su civilización natal, y su historia (registrada por un etnógrafo italiano) se convirtió en un documento etnográfico y psicológico único. Hasta ese momento, vida de la tribu de los Yanoáma. Asimismo, los Yanoáma no deseaban tener contacto alguno con el hombre blanco. Aislados por la selva virgen, vivían en una realidad propia, «impermeable», perdidos en un tiempo al que las gentes civilizadas llamaban prehistórico. El único objeto que conocían de esa cultura extraña era el machete, un cuchillo que les servía para cortar la maleza. Aunque habían conseguido hacerse con él mediante intercambios esporádicos a orillas del río, no devino un utensilio para matar en las manos de los indios, ni en el maligno símbolo de una cultura «superior». Los Yanoáma ya se diezmaban entre ellos con la ayuda de sus armas convencionales: la vara y las flechas envenenadas. Y lo hacían tan eficazmente que la fertilidad de las mujeres no compensaba las pérdidas ocasionadas por la belicosidad de los hombres. ¿A qué se debían estas guerras entre tribus, guerras sin principio ni final? Pues bien, no se debían a necesidades elementales: las tribus no conocían el hambre y tenían tierras para cazar y materiales con que construir sus chozas en abundancia. Pero, aún así, morían; al menos, esa ha sido la impresión que me he llevado al leer este asombroso libro. La culpa parece tenerla alguna costumbre tan fuerte como para imponerse a todas las que se esfuerzan por conservar la vida de la comunidad. Desde la adolescencia, los hombres aspiran de manera ritual epená, un narcótico que se obtiene a partir de las plantas locales. Su humo estimula poderosamente la agresividad y, tras un uso prolongado, provoca graves trastornos mentales. Las dos, hermanos e hijos se juntan para inhalar epená, pasará algo malo, ya que siempre se encuentra algún motivo para pelearse después de un par de buenas aspiraciones. Para los hombres supone un gran honor convertirse en un waiteri. Un waiteri es aquel que consigue matar a un hombre que, a su vez, ha logrado matar a otros hombres anteriormente. De ese modo, la idea del caballero errante se extiende por toda la comunidad. Se sabe de la existencia de caballeros errantes en nuestra Edad Media, aunque estos eran siempre individuos que únicamente buscaban llenar con algo el tedio de entreguerras. En cambio, todo indio Yanoáma debía convertirse en un waiteri, circunstancia que ponía en tela de juicio el destino futuro de esas tribus. A primera vista puede parecer un pueblo sano y paradisíaco que apenas conocía la enfermedad; aunque, si lo pensamos bien, muy pocos tenían el privilegio de llegar a enfermar. ¿Se trata, quizás, de algún tipo de degeneración psíquica? ¿Todos los pueblos cazadores y recolectores primitivos se guiaban por el mismo tipo de reglas? Si es así, ¿cómo han conseguido sobrevivir? ¿Qué hace que esas leyes comunes evolucionen? Son preguntas ingenuas, pero, ante Su Majestad la Antropología, preferiría no aparentar que sé lo que no sé.
Yanoáma: el relato de una mujer raptada por los indios.
Ettore Biocca, traducción del italiano de Barbara Sieroszewski. Varsovia: Pa´nstwowy Instytut Wydawniczy, 1974. Ejemplar prestado, ya que, como consecuencia de su limita