IMÁGENES QUE HABLAN
No es este un libro que pertenezca a la más rabiosa actualidad, ya que fue publicado hace dos años. Sin embargo, en su momento no pude hacerme con un ejemplar y no ha sido hasta estos días cuando, casi por sorpresa, lo he visto en el escaparate de una librería. Vivir en este mundo y no saber nada acerca de la escritura china es un sinsentido. Aunque continúe sin saber nada realmente fundamental tras su lectura, ese nada ha perdido todo su sentido primitivo y ha adquirido una profundidad socrática. He encontrado en el libro mucha la historia de una escritura cuyos símbolos no designan sonido alguno, sino el significado de las palabras; sobre los patrones de composición de estas, así como sobre su caligrafía. Su composición es lo que más me interesó. Así, por ejemplo, el símbolo que designa «tranquilidad» se compone de tres elementos pictográficos: tejado, corazón y vasija. Es un poema microscópico en sí mismo. En general, los símbolos chinos han obligado a los poetas a ser enormemente concretos. Si pretendían escribir un poema sobre un pájaro, debían decidir al instante sobre qué tipo de ave sería: si sobre un pájaro de cola larga u otro de cola corta. Pero, ¿era posible utilizar un tercer símbolo que resultase una fusión de los dos anteriores y que designase a un pájaro grande y gordo? Naturalmente, existe también un símbolo que designa a un ave sin ninguna cualidad especial, pero en el carácter ideográfico de este alfabeto ha sobrevivido hasta el día de hoy una pronunciada resistencia a los conceptos abstractos. También se ha conservado la antipatía por las mujeres. «Disputa» representa de una manera gráfica y simplificada a dos mujeres; «infidelidad», a tres mujeres juntas... Es evidente que hay un signo que representa a la esposa, y otro, a la amante. «Esposa» es una mujer y una escoba; «amante», una mujer y una flauta. Desconozco la existencia de un signo que represente el ideal al que nos conducen todas las revistas europeas para mujeres: la fusión de la escoba y la flauta. Hay que agradecer al autor la riqueza de la información aportada y la claridad expositiva, pero debo lamentar el que haya de diario. Por ejemplo, me sería de gran interés saber cuánto tiempo lleva aprender a leer y a escribir en las escuelas chinas. ¿Cuánto tiempo puede transcurrir hasta que alcanzan a memorizar todos los símbolos que están en uso? ¿Cómo de eficiente es el idioma chino a la hora de tomar apuntes? Y, por último, ¿qué aspecto tiene una máquina de escribir china? Ahora mismo, me la imagino como un objeto del tamaño de una locomotora que es transportado de un sitio a otro por ochenta enérgicas oficinistas. En tal caso, el símbolo de la oficinista sería la combinación de una mujer y un dragón.
El alfabeto chino, M. J. Künstler, Varsovia: Pa´nstwowe Wydawnictwo Naukowe, 1969.